18/05/05


ARISMENDI: NO HAY NADIE EXCLUIDO, SALVO QUE SEA POR SU PROPIA DECISIÓN

"De pueblo a pueblo iremos cerrando la herida de la exclusión y construyendo la justicia social", dijo en Las Piedras la Ministra Marina Arismendi, afirmando que hoy la convocatoria es hacer retroceder hasta su desaparición a la tiranía de la miseria.

Con la presencia del Presidente Vázquez, y de autoridades civiles y militares, se realizó el acto conmemorativo del 194° aniversario de la Batalla de Las Piedras, haciendo uso de la palabra en nombre del Poder Ejecutivo la Ministra de Desarrollo Social, Marina Arismendi.

PALABRAS DE LA MINISTRA DE DESARROLLO SOCIAL, MARINA ARISMENDI, EN REPRESENTACIÓN DEL PODER EJECUTIVO DURANTE EL ACTO CONMEMORATIVO DEL 194° ANIVERSARIO DE LA BATALLA DE LAS PIEDRAS

18/05/2005

MINISTRA ARISMENDI: Señoras y Señores Representantes Nacionales y Departamentales; autoridades del gobierno nacional y del gobierno departamental de Canelones; representantes civiles y militares de nuestra sociedad uruguaya; queridos y queridas compatriotas de nuestro digno pueblo uruguayo:

Tenemos conciencia del inmenso honor y a la vez la enorme responsabilidad que se me ha conferido de dirigirme a ustedes en una fecha de hondo significado para nuestra patria.

No es la primera vez que rememoramos este hito histórico de profundo contenido y de raigambre intensa en nuestra conciencia nacional.

Lo hicimos durante años en el aula de nuestra escuela valeriana, tratando de llegar a los corazones de nuestros niños y niñas con la palabra del Padre de la Patria. Tuvimos la suerte de poder, fuera del país, transmitir a uruguayitos y uruguayitas, niños y adolescentes, el legado artiguista, para mantener o transmitir por vez primera toda su riqueza, todos los valores de su ideario, para que ellos al volver desde el exilio al país lejano se sintieran parte de una gesta que marcó y marca a fuego la esencia de nuestro pueblo.

Hoy esta responsabilidad se agiganta, nos estremece por su peso, se trata de dirigirnos a nuestro pueblo en nombre de su gobierno. No es un acto formal. Nunca lo sentimos así y hoy menos que nunca.

Es rememorar nuestras raíces que nutrieron y nutren con su savia los mejores valores de nuestra sociedad.

Es recoger, reconocer y estar a la altura de aquel fuego patriótico que electrizaba los corazones, los elementos que debían cimentar nuestra existencia política.

Es Artigas que relata los acontecimientos de la insurrección oriental. El Artigas que esperaba todo de un gobierno popular, que haría su mejor gloria en contribuir a la felicidad de sus hermanos, aquella admirable alarma con la que simpatizó la campaña toda.

No eran los paisanos sueltos ni aquellos que debían su existencia a su jornal o sueldo, los solos que se movían.

Vecinos establecidos, poseedores de buena suerte; en fin, decía Artigas, los que sordos a la voz de la naturaleza oían sólo la de la patria.

Nos llega hoy una vez más la voz del Prócer que convocaba a la unión de todos los compatriotas, aquellos que se convirtieron en soldados para ofrendar su vida por la justicia, la emancipación y más tarde la unión de los pueblos libres.

La forja de la gran patria de los americanos del sur; la construcción de una conciencia ilustrada, democrática, soberana y al mismo tiempo como lo demostrara en aquel memorable 18 de Mayo, la tan recordada "clemencia para los vencidos", paradigma sin igual de respeto a los derechos humanos.

De ahí venimos. De tanto esfuerzo, tantos sueños y anhelos de un pueblo digno, tantas luchas y un ideario que nos reclama todavía su concreción desde su propio nacimiento.

Un ideario que nos guía, que hace a lo que somos y nos comprometemos a hacer.

Venimos de aquellos hombres y mujeres para los que nada era peor que humillarse de nuevo y que afrontarían, al decir de Artigas, la muerte misma antes de degradarse del título de ciudadanos.

Hoy, la conmemoración de aquella heroica batalla nos encuentra abocados a una inmensa tarea, a un desafío ineludible: la de construir juntos los instrumentos necesarios para que miles y miles de nuestros compatriotas recuperen ese título de ciudadanos.

No hay excusa alguna que pueda poner trabas a esta empresa por la que comprometimos nuestra palabra: convertir a los excluidos en protagonistas; incorporar a la sociedad a quienes sumidos en el hambre, en la falta de techo, en la incapacidad de ejercer a pleno sus derechos, tantas y tantas veces por desconocimiento de los mismos.

Nuestro homenaje y nuestro mejor homenaje a quienes dejaron todo por defender la pública felicidad, es participar desde el gobierno, desde la sociedad organizada, desde cada uno de los más recónditos lugares de nuestro país, para ser capaces de recuperar de las calles, de la desnutrición, de la deserción escolar –ese eufemismo de la deserción para lo que en los hechos es la expulsión de las aulas- a nuestros niños y niñas, a nuestros adolescentes; a las muchachas y muchachos que merecen vivir, soñar, educarse, ingresar al mundo del trabajo, establecer una familia, comer en su propia mesa.

Nuestro homenaje y compromiso es convertir en admirable alarma el llamado a todos y todas para profundizar el concepto de ciudadanía; para protagonizar juntos los cambios; para que unos y otros, mano con mano, atravesados intensamente por el concepto de dignidad, de proyecto colectivo, seamos capaces de incorporar a aquellos que por desgracia tantas veces bajaron los brazos ante el sufrimiento y la exclusión social.

Como nos enseñó el Padre de la Patria, no se trata de ofrecer ayuda al otro desde un escalón de superioridad, ni de ser caritativos, pese al enorme respeto que tenemos por quienes en los momentos más críticos de nuestro país generaron la enorme red solidaria que impidió que el abismo fuera más profundo y peligroso.

Nos hemos convocado en un plano de derechos y obligaciones; derechos y obligaciones del Estado, de la sociedad, de los y las ciudadanas, de todos los compatriotas.

Es mucho lo que tenemos por hacer. El comienzo de este camino nos encontró ya juntos, y seguramente más a medida que avancemos con entusiasmo, con pasión, con amor por la vida y por nuestro pueblo.

En esta tarea titánica no hay nadie excluido, salvo que sea por su propia decisión. Es así que como un símbolo lo debemos de consolidar, gobierno y organizaciones sociales y sindicales, estudiantes y soldados; es decir, de pueblo a pueblo iremos cerrando la herida de la exclusión y construyendo la justicia social.

Decía el Protector de los Pueblos Libres: "Ciudadanos, la energía es el recurso de las almas grandes; ella nos ha hecho hijos de la victoria y plantado para siempre el laurel en nuestro suelo".

Despleguemos entonces, desde nuestra humilde responsabilidad hoy, esa energía que caracterizó a los orientales a lo largo de la historia, lo que los hizo alzarse heroicamente ante toda clase de tiranías.

Hoy estamos convocados a hacer retroceder hasta su desaparición a la tiranía de la miseria; de la exclusión del mundo del trabajo, esencia de la condición humana.

Estamos honrando nuestra fecha patria, desplegando todas nuestras energías, para profundizar la democracia; para fortalecer los valores; para integrarnos a la Patria Grande.

Repitamos, como compromiso en esta jornada histórica, recordemos haciendo nuestra cada día la afirmación de aquel que condujo un día aquí, en este lugar, un día como hoy, al pueblo uruguayo a su primer victoria:

"No he perdonado fatiga ni sacrificio, ni desmayaré en lo que deba prodigarse hasta no ver plantada en nuestro país la felicidad, que es de esperar, y la miro como una consecuencia de nuestros afanes".

¡Padre Artigas, sabremos cumplir!

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