VÁZQUEZ: LAICIDAD, COMO GARANTÍA DE RESPETO Y
PLURALIDAD, ES FACTOR DE DEMOCRACIA
El Presidente Tabaré Vázquez afirmó que la laicidad
"es un marco de relación en el que los ciudadanos podemos entendernos
desde la diversidad pero en igualdad y, por lo tanto, entre todos
construir un Uruguay mejor".
Vázquez, en su ponencia sobre laicidad que realizara
en la sede de la Gran Logia de la Masonería del Uruguay, agregó que "la
laicidad es garantía de respeto al semejante y de ciudadanía en la
pluralidad", o dicho de otra manera "la laicidad es factor de
democracia".
Para el Primer Mandatario "si la democracia es, entre
otras cosas, dignidad humana, autonomía y capacidad de decisión, la
laicidad es generar las condiciones para que la gente decida por sí
misma en un marco de dignidad".
No obstante, el Presidente de la República explicó
que "una cosa es debatir sobre la laicidad, en tanto marco siempre
perfectible de relación entre los ciudadanos, y otra bien diferente y
deplorable por cierto es gritar en nombre de la laicidad o en contra de
ella.
"Digo esto, porque en nombre o en contra de la
laicidad se grita mucho; también se calla mucho, justo es decirlo, en
unos casos pretendiendo fortalecerla y en otros intentando exactamente
lo contrario", dijo.
"Y digo también que quienes tanto gritan o tanto
callan respecto a la laicidad no hacen más que vulnerarla en lo que ella
significa como factor de democracia".
"Se falta a la laicidad cuando se impone a la gente .
Pero también se falta a la laicidad cuando se priva a la gente de
acceder al conocimiento y a toda la información disponible", sentenció.
DISERTACIÓN DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA, TABARÉ VÁZQUEZ, DURANTE
SU VISITA LA GRAN LOGIA DE LA MASONERÍA DEL URUGUAY
PRESIDENTE VÁZQUEZ: Señores, el Presidente de la
República Oriental del Uruguay es el Presidente de todos los uruguayos y
es en ese carácter, el de Presidente de todos los uruguayos, que vengo a
la sede de la Gran Logia de la Masonería del Uruguay.
Vengo como antes vinieron otros Presidentes de la
República. Vengo como también he ido, por citar apenas algunos visitas,
al Comando General del Ejército, a la Universidad de la República, a la
Intendencia Municipal de Rivera, al PIT/CNT, al Arzobispado de
Montevideo, a la nueva planta de CONAPROLE o a la Terminal Portuaria
Cuenca del Plata.
En estos sitios, como en tantos otros, hay ciudadanos
uruguayos comprometidos con su país, con sus conciudadanos y consigo
mismos.
¿Por qué, entonces, no han de tener los ciudadanos la
posibilidad de invitar y recibir al Presidente de la República para
considerar asuntos que hacen al devenir cotidiano de la sociedad y a la
vida de cada uno de ellos?
Conciudadanos: Podría ser ésta una visita de
cortesía.
Pocos minutos, un saludo protocolar y se acabó;
misión cumplida.
Sin embargo, no es ésa nuestra misión ni es ése
nuestro estilo.
Pero, además, en la actual circunstancia histórica
del Uruguay, nuestra sociedad no necesita gestos; necesita estrategia de
país; necesita políticas de desarrollo; y necesita acciones concretas
que hagan realidad los anhelos y los derechos de tantos y tantos
compatriotas.
Los uruguayos no necesitamos protocolo; necesitamos
reconocernos y dialogar para concretar esas políticas imprescindibles si
queremos desarrollarnos como sociedad y consolidarnos como nación.
Es con ese ánimo que quiero compartir con ustedes
algunas reflexiones (muy preliminares y por tanto abiertas a aportes)
sobre un tema importante, apasionante y a menudo polémico que sin duda
no es nuevo en este ámbito ni es nuevo en el país: me refiero a la
laicidad.
Señores: ¿De qué hablamos cuando hablamos de
laicidad?
Responder esta interrogante requiere, en primer
lugar, una precisión terminológica.
No es un detalle menor.
La palabra laicidad, como el término laicismo,
derivan de laico pero, obviamente, laico, laicismo y laicidad no son lo
mismo.
Etimológicamente, "laico" deriva del griego "laos",
que significa "pueblo", y de "ikos", sufijo que denota
"pertenencia a un grupo.
Así, entonces, en la Antigua Grecia la expresión
"laico" se usaba en referencia a la población común en cuanto se grupo
diferenciado de los gobernantes.
Es en las primeras traducciones de la Biblia hebraica
al griego que la palabra laico comienza a ser utilizada en tanto
"cosa no consagrada a Dios". Así, por ejemplo, el "pan laico"
o el "territorio laico" en contraste con el "pan consagrado"
o el "territorio consagrado".
Simultáneamente y poco a poco, la comunidad cristiana
comienza a usar la palabra "laico" en referencia a los fieles que no
ejercen un ministerio en la comunidad.
Recién hacia la Edad Media los laicos, en el sentido
de "fiel no consagrado al ministerio cristiano" dejan de ser una
categoría sociológica para convertirse en una categoría religiosa.
El famoso decreto del monje y teólogo Graciano en el
año 1140 lo expresa claramente: "Hay dos clases de cristianos: los
destinados al servicio divino y dedicados a la contemplación y a la
oración, que se apartan del estruendo de las cosas temporales. Son los
clérigos y consagrados a Dios ..... Hay otra clase de cristianos. Son
los laicos pues laos significa pueblo. A éstos se les permite tener
bienes temporales, pero sólo para su uso. Porque no hay nada más
lamentable que despreciar a Dios por el dinero. Se les concede casarse,
cultivar la tierra, actuar como jueces, pleitear, llevar ofrendas al
altar, pagar los diezmos. Y de este modo se pueden salvar, siempre que,
haciendo el bien, eviten los vicios".
Lo que pasó después es una larga historia ya conocida
y que no vamos a repasar aquí.
En todo caso digamos que la palabra "laicismo"
expresa la reacción a un largo proceso de desvalorización de lo laico y
de intransigencia e intervención de las autoridades eclesiásticas en los
asuntos civiles.
También expresa el no menos extenso y complejo
proceso de avances científicos; transformaciones sociales, culturales y
económicas; y desarrollo del Estado moderno como tal así como aspectos
específicos de algunos Estados en particular.
El laicismo profesa la autonomía absoluta del
individuo o la sociedad respecto a la religión, la cual pasa a ser un
asunto privado que no ha de influir en la vida pública.
Entonces, volviendo a la interrogante planteada hace
un momento: ¿de qué hablamos cuando hablamos de laicidad?
Señores: En nuestra opinión, la laicidad es un marco
de relación en el que los ciudadanos podemos entendernos desde la
diversidad pero en igualdad.
La laicidad es garantía de respeto al semejante y de
ciudadanía en la pluralidad.
O dicho de otra manera: la laicidad es factor de
democracia.
Y si la democracia es, entre otras cosas, dignidad
humana, autonomía y capacidad de decisión, la laicidad es generar las
condiciones para que la gente decida por sí misma en un marco de
dignidad.
Desde esa perspectiva, la laicidad no inhibe al
factor religioso.
¡Cómo va a inhibirlo si, al fin y al cabo, el hecho
religioso es la consecuencia del ejercicio de derechos consagrados en
tantas declaraciones universales y en tantos textos constitucionales!!
La laicidad no es incompatible con la religión;
simplemente no confunde lo secular y lo religioso.
"Si fuera tan simple no habría tanta polémica.",
estarán pensando en este preciso instante varios de ustedes.
Es verdad: la polémica existe.
Pero, ¡cuidado! Una cosa es la polémica y otra es el
griterío.
Una cosa es debatir sobre la laicidad en tanto marco
siempre perfectible de relación entre los ciudadanos y otra, bien
diferente y deplorable por cierto, es gritar en nombre de la laicidad o
en contra de ella.
Digo esto porque en nombre o en contra de la
laicidad se grita mucho .
También se calla mucho, justo es decirlo; en unos
casos pretendiendo fortalecerla y en otros intentando exactamente lo
contrario.
Y digo también que quienes tanto gritan o tanto
callan respecto a la laicidad no hacen más que vulnerarla en lo que ella
significa como factor de democracia.
Se falta a la laicidad cuando se impone a la gente .
Pero también se falta a la laicidad cuando se priva a la gente de
acceder al conocimiento y a toda la información disponible.
La laicidad no es empujar por un solo camino y
esconder otros. La laicidad es mostrar todos los caminos y poner a
disposición del individuo los elementos para que opte libre y
responsablemente por el que prefiera.
La laicidad no es la indiferencia del que no toma
partido. La laicidad es asumir el compromiso de la igualdad en la
diversidad.
Igualdad de derechos, igualdad de oportunidades,
igualdad ante la ley, igualdad ante la vida ....
Señores: Desde esta perspectiva creo que en materia
de laicidad los uruguayos hemos hecho mucho, pero no hemos hecho todo.
Lo que queda por hacer en materia de laicidad hemos
de hacerlo entre todos, cada uno desde su propia identidad, y en diálogo
con un proyecto de país con el cual todos podamos sentirnos
identificados y en cuya construcción todos nos involucremos.
Porque la laicidad, lejos de ser una isla, es un
puente. Y lejos de ser un objeto de veneración, es una actitud
cotidiana; cotidiana y humana.
Tal vez pueda parecer una perogrullada hacer
referencia al ser humano en una temática como ésta.
Sin embargo, basta asomarse a determinadas realidades
cotidianas para constatar también que nunca estará demás poner el acento
en el hombre.
¿Qué laicidad puede existir en la guerra o hay en el
terrorismo?
¿Qué marco de relaciones sobre bases de igualdad hay
en una sociedad fragmentada?
¿Qué puede significar la laicidad para quienes viven
–mejor dicho, sobreviven- en el desamparo social?
".... Señora: en este momento yo no creo en nada más,
sino en que me estoy muriendo de hambre ...", respondió el famélico
Cándido a una mujer que antes de darle un pedazo de pan le preguntaba si
creía en Dios o acaso era el Anticristo.
Señores: La laicidad, en tanto marco de relaciones
humanas, ha de tener a los hombres y a las mujeres como raíz y
horizonte.
La laicidad, en lo que ella tiene de interacción
entre lo secular y lo religioso, ha de tener al ser humano como razón y
objetivo.
Y la polémica -no el griterío, sino la polémica-
sobre ese puente nunca perfecto pero siempre perfectible que es la
laicidad, ha de tener también a la dignidad humana como objetivo
fundamental e irrenunciable.
Señores: Tal vez lo que he dicho no les ha resultado
novedoso ni convincente y probablemente no sea "la verdad".
Pero es mi visión de la verdad que pienso sobre esta
temática. Y he querido compartirla con ustedes en tanto ciudadanos
comprometidos con ustedes mismos, con sus semejantes, con esta
institución y con nuestro país.
Señores: Permítanme finalizar este encuentro
refiriendo a "Natán el sabio", una obra escrita en 1778 por
Gotthold Ephraim Lessing y que junto al "Ensayo sobre la tolerancia"
de Locke y el "Tratado sobre la tolerancia" de Voltaire, es un
clásico sobre este asunto.
La obra de Lessing tiene por escenario a la Jerusalén
en tiempos de las Cruzadas y sus protagonistas son Saladino, el sultán
musulmán; Natán, un sabio judío; y El Templario, un guerrero cristiano.
Las tres "fes" están enfrentadas y como cada una de
ellas pretende ser dueña exclusiva de la verdad, la guerra continúa
entre musulmanes y cristianos.
Saladino quiere la paz y convencido de que si alguna
de las partes en conflicto demostrara la verdad de su pretensión el
conflicto se acabará, convoca a Natán y le pregunta: "Tú que eres
sabio, demuéstrame por qué tu religión es la verdadera".
Natán le responde con una parábola. Según la misma,
un hombre rico poseía un anillo el cual tenía la cualidad de hacer a su
portador querido por Dios y por los hombres. Durante generaciones ese
anillo pasó en herencia al hijo predilecto del padre. Hasta que un padre
se encontró con la difícil decisión de tener que elegir al heredero del
anillo entre sus tres hijos igualmente queridos. Entonces decidió hacer
dos réplicas del anillo original.
Próximo a su muerte, cada hijo recibió un anillo
pensando cada cual que tenía el único verdadero. Cuando se vieron los
tres frente a frente, portando cada cual su anillo, empezó la guerra por
el reconocimiento del anillo verdadero.
Tras varios años de guerra y sufrimientos, los
hermanos decidieron acudir a un juez para que dirimiera el caso. El juez
les preguntó quién era el más querido por los demás, y como ninguno pudo
responder, les dijo: "pensad que vuestro padre no os ha engañado,
sino que quizás no quiso someterse a la tiranía de un único anillo
verdadero".
Y sentenció: "de ahora en adelante, cada uno de
ustedes intentará hacer verdadero su anillo, esforzándose por ser
querido de los demás".
Señores: La parábola con que Natán responde a
Saladino está inspirada en un relato oriental del siglo VIII.
Tiene más de mil años, pero sigue tan vigente como
entonces.
Es que ni entonces ni ahora la verdad, la verdad
tiene dueño. Nadie la tiene, pero todos la buscamos. Es un impulso
humano.
Y el fundamento de esa búsqueda es, precisamente,
nuestra común condición de humanos.
Natán -auténtico signo del hombre moderno- enseñó que
antes que judíos, cristianos o musulmanes, somos humanos y como tales
buscamos "ser queridos por los demás" o, dicho de otra manera,
"ser mejores" .
"Ser mejores" no es lo mismo que "tener más".
Es mucho más importante.
"Ser mejores" es reconocerse en los semejantes y
entre todos, en ese marco de relaciones desde la diversidad y en
igualdad que es la laicidad, construir un Uruguay mejor para todos.
Muchas gracias. Por omisión no se
hizo referencia a las fuentes consultadas: Manuel Reyes Mate: Religión y
Laicidad". Barcelona, Ed. Anthrophos, 2003; Revistas "Humanitas",
Publicación de la Universidad Católica de Chile, Nº 34; Reportaje a
Rafael Navarro Valls, Madrid, Revista Zenit, enero 2004; Gotthold E.
Lessing: "Natán el sabio". Edición citada por Manuel Reyes Mate en
referencia "ut supra"; Entrevistas personales con José P. Barrán y
Álvaro Vázquez; Documentos programáticos del Encuentro
Progresista/Frente Amplio/Nueva Mayoría; Acuerdo sobre educación
suscrito el 16 de febrero de 2005 entre el Gobierno Electo y los
partidos políticos. |