GARANTIZAR EL PLENO EJERCICIO DE LOS DERECHOS Y
OFRECER A TODOS CONDICIONES DE IGUALDAD ANTE LA LEY Y ANTE LA VIDA
Tras afirmar que la nación es lo que une a una
sociedad por encima de la identidad individual o grupal, y que la
república es lo que hace funcionar a esa unidad tan diversa, la Ministra
Berrutti ratificó el compromiso de garantizar el pleno ejercicio de los
derechos de todos los habitantes del país, así como de ofrecer a todas
las uruguayas y a todos los uruguayos condiciones de igualdad ante la
ley y ante la vida.
El Presidente Tabaré Vázquez, junto a altas
autoridades nacionales y departamentales, encabezó hoy en Piedra Alta
(Florida) los actos conmemorativos del 180° Aniversario de la
Declaratoria de la Independencia, siendo la Ministra Azucena Berrutti la
única oradora en representación del Poder Ejecutivo.
Tras la alocución de la titular de la Defensa
Nacional, el Primer Mandatario se trasladó hasta la Plaza Asamblea,
donde asistió al tradicional desfile de instituciones educativas,
organizaciones sociales y culturales, así como de efectivos militares.
Además de la Ministra Berrutti, también hjzo uso de
la palabra el Intendente de Florida, Juan Francisco Giachetto.
PALABRAS DE LA MINISTRA DE DEFENSA, AZUCENA BERRUTTI,
EN EL ACTO CONMEMORATIVO DEL 180° ANIVERSARIO DE LA DECLARATORIA DE LA
INDEPENDENCIA
MINISTRA BERRUTTI: Señor Presidente de la República
Oriental del Uruguay, doctor Tabaré Vázquez; señor Presidente de la
Asamblea General Legislativa, señor Rodolfo Nin Novoa; señor Intendente
Municipal de Florida, maestro Juan Francisco Giachetto; señora
Presidenta de la Junta Departamental de Florida, p rofesora Mariní
Cabrera; autoridades nacionales y departamentales; Representantes del
Cuerpo Diplomático acreditado en nuestro país; señoras y señores:
La historia no es una cronología de hechos
sobresalientes ni una galería de personajes ilustres. La historia la
hace la gente cotidianamente. Toda la gente, todos los días.
La historia, lejos de ser lo que algunos
historiadores denominan con razón "la trampa de la coherencia posterior
a los hechos", es un largo camino lleno de ondulaciones y rodeos.
Por eso, la celebración de aniversarios como el que
hoy nos convoca y reúne no debe reducirse a la formalidad del protocolo
y a la evocación retórica del pasado.
Tampoco puede el aniversario de nuestra independencia
nacional revivir la anacrónica discusión sobre si ha sido mejor ser un
país independiente que haber sido una parte privilegiada de algún país
vecino.
Más allá de las diversas coyunturas de nuestra
historia, la República Oriental del Uruguay es independiente y soberana.
Somos una nación. No somos una nación "por donación",
o "por casualidad"; somos una nación por "propio esfuerzo" y por
"voluntad de serlo".
Y somos también una república, porque así lo hemos
querido y para ello hemos trabajado.
Lo que sucedió aquí en Florida, hace 180 años, no fue
ni un accidente, ni un regalo, ni un milagro; fue el reconocimiento de
los hechos impuestos por la voluntad del pueblo oriental.
Solía comentar con ironía un prestigioso historiador
nacional: ningún inglés murió en las batallas de Sarandi, Rincón o
Ituzaingó. Y es verdad: más allá de los respetables debates
historiográficos, nuestra independencia es producto de la pertinaz gesta
que inició Artigas y que retomó aquel puñado de hombres -jóvenes todos
ellos, alguno adolescente aún , y entre ellos, desmintiendo cierta
"historia oficial", cuatro paraguayos y dos afrodescendientes- que en
abril de 1825 habían desembarcado en La Agraciada.
Señor Presidente de la República, señoras y señores,
el pasado es una dimensión permanente de la conciencia humana, un
componente obligado de las instituciones, valores y demás elementos de
la sociedad humana.
En tal sentido, las leyes de independencia y unión
aprobadas el 25 de agosto de 1825 por la Sala de Representantes de la
Provincia Oriental reunida en Florida, expresa principios y compromisos
plenamente vigentes.
El derecho a la libertad, el derecho a la soberanía y
el derecho a la autodeterminación de los pueblos, nítida y
enfáticamente proclamados en la Ley de Independencia, siguen siendo
irrenunciables.
La condena "a la violencia de la fuerza" fuertemente
explicitada en dicha ley, es otra dimensión permanente de la conciencia
humana y de la sociedad democrática.
El rechazo al "absoluto despotismo" de los poderes
extranjeros hacia el pueblo oriental y hacia sus respectivos pueblos,
también presente en aquella ley de Independencia no es un detalle menor
ni una pieza de museo si se tiene en cuenta el devenir mundial en los
últimos 180 años.
La voluntad y el compromiso de promover el Estado de
derecho, componentes implícitos de aquella declaratoria de la
independencia, son aún hoy voluntad y compromiso ante el desafío
–permanente, complejo, hermoso- de asumir la democracia como forma de
gobierno pero también como estado de la sociedad.
La unión a las Provincias del Río de la Plata, como
forma de garantizar la independencia y, al mismo tiempo y reasumiendo el
federalismo artiguista, construir un sistema regional.
En síntesis: la convicción de que la fuerza no otorga
derechos ni garantiza la impunidad; la conciencia de que no basta la
independencia para construir la nación; el compromiso de
institucionalizar la revolución pensando en la república y en los
ciudadanos, y la vocación de la "patria chica en la patria grande", son
enseñanzas que la gesta que hoy celebramos tomó del artiguismo y
proyectó en líneas de larga duración que hoy, 180 años después de aquel
25 de agosto, debemos continuar.
Porque la historia no es asunto del pasado; también
refiere –y hasta podría decirse que fundamentalmente refiere – al
presente y al futuro.
Señor Presidente de la República; Señoras y señores:
Somos una nación y somos una república. Pero las naciones y las
repúblicas son, afortunadamente, obras siempre inconclusas.
Nunca serán perfectas, pero siempre son perfectibles.
No hay recetas para construirlas, pero hay caminos para ello. Y en ese
camino no hay elegidos. Todos somos caminantes. Todos tenemos el derecho
a la nación y responsabilidades para con ella. Todos somos parte de la
república.
La nación y la república somos las uruguayas y los
uruguayos, sin excepción alguna y en condiciones de igualdad ante la
ley.
Tenemos un pasado común y queremos un futuro también
común, pues, al fin y al cabo, la nación es lo que une a una
sociedad por encima de la identidad individual o grupal de sus
integrantes, mientras que la república es la que hace funcionar a esa
unidad tan diversa.
En tal sentido, este Gobierno Nacional es, ante todo
y sin renunciar a los rasgos que lo identifican, el gobierno la sociedad
uruguaya en su conjunto.
Como tal, debe atender el presente. Y a esa tarea
está dedicado.
Pero también debe anticiparse al futuro. Es
pertinente resaltarlo en esta ocasión, cuando celebramos el 180
aniversario de la declaratoria de nuestra independencia nacional, pues
si algo caracterizó a quienes el 25 de agosto de 1825 se reunieron en
este lugar, fue su compromiso con el futuro.
Creían que era posible construir una nación
independiente, y desde esta "piedra alta" pusieron la piedra fundamental
de una construcción continuada por sucesivas generaciones de uruguayas y
uruguayos.
En esa construcción no hay ni "historia oficial" ni
"final de la historia". Las sociedades democráticas no necesitan
"historias oficiales" ni "puntos finales". Necesitan, porque de lo
contrario no son auténticamente democráticas, paz, verdad, igualdad,
justicia y solidaridad.
Y también necesitan objetivos de progreso. Porque una
sociedad sin utopías, aparte de ser peligrosa, está condenada al
fracaso.
Señor Presidente de la República; Señoras y Señores:
Dentro de exactamente veinte años, el 25 de agosto de 2025, el Uruguay
celebrará el bicentenario de su independencia.
Veinte años puede ser mucho o poco tiempo, depende de
la escala y de las circunstancias con que se mida.
Pero es tiempo suficiente para hacer muchas cosas y
hacerlas desde ya, de forma tal que quien esté en esta tribuna el 25 de
agosto de 2025 pueda decir que esta nación y esta República Oriental del
Uruguay ha hecho realidad el sueño de sus fundadores garantizando el
pleno ejercicio de sus inalienables derechos a la totalidad de quienes
en ella han nacido o viven; y ofreciendo a todas las uruguayas y a todos
los uruguayos condiciones de igualdad ante la ley y ante la vida. Muchas
gracias. |