25/08/05


GARANTIZAR EL PLENO EJERCICIO DE LOS DERECHOS Y OFRECER A TODOS CONDICIONES DE IGUALDAD ANTE LA LEY Y ANTE LA VIDA

Tras afirmar que la nación es lo que une a una sociedad por encima de la identidad individual o grupal, y que la república es lo que hace funcionar a esa unidad tan diversa, la Ministra Berrutti ratificó el compromiso de garantizar el pleno ejercicio de los derechos de todos los habitantes del país, así como de ofrecer a todas las uruguayas y a todos los uruguayos condiciones de igualdad ante la ley y ante la vida.

El Presidente Tabaré Vázquez, junto a altas autoridades nacionales y departamentales, encabezó hoy en Piedra Alta (Florida) los actos conmemorativos del 180° Aniversario de la Declaratoria de la Independencia, siendo la Ministra Azucena Berrutti la única oradora en representación del Poder Ejecutivo.

Tras la alocución de la titular de la Defensa Nacional, el Primer Mandatario se trasladó hasta la Plaza Asamblea, donde asistió al tradicional desfile de instituciones educativas, organizaciones sociales y culturales, así como de efectivos militares.

Además de la Ministra Berrutti, también hjzo uso de la palabra el Intendente de Florida, Juan Francisco Giachetto.

PALABRAS DE LA MINISTRA DE DEFENSA, AZUCENA BERRUTTI, EN EL ACTO CONMEMORATIVO DEL 180° ANIVERSARIO DE LA DECLARATORIA DE LA INDEPENDENCIA

MINISTRA BERRUTTI: Señor Presidente de la República Oriental del Uruguay, doctor Tabaré Vázquez; señor Presidente de la Asamblea General Legislativa, señor Rodolfo Nin Novoa; señor Intendente Municipal de Florida, maestro Juan Francisco Giachetto; señora Presidenta de la Junta Departamental de Florida, profesora Mariní Cabrera; autoridades nacionales y departamentales; Representantes del Cuerpo Diplomático acreditado en nuestro país; señoras y señores:

La historia no es una cronología de hechos sobresalientes ni una galería de personajes ilustres. La historia la hace la gente cotidianamente. Toda la gente, todos los días.

La historia, lejos de ser lo que algunos historiadores denominan con razón "la trampa de la coherencia posterior a los hechos", es un largo camino lleno de ondulaciones y rodeos.

Por eso, la celebración de aniversarios como el que hoy nos convoca y reúne no debe reducirse a la formalidad del protocolo y a la evocación retórica del pasado.

Tampoco puede el aniversario de nuestra independencia nacional revivir la anacrónica discusión sobre si ha sido mejor ser un país independiente que haber sido una parte privilegiada de algún país vecino.

Más allá de las diversas coyunturas de nuestra historia, la República Oriental del Uruguay es independiente y soberana.

Somos una nación. No somos una nación "por donación", o "por casualidad"; somos una nación por "propio esfuerzo" y por "voluntad de serlo".

Y somos también una república, porque así lo hemos querido y para ello hemos trabajado.

Lo que sucedió aquí en Florida, hace 180 años, no fue ni un accidente, ni un regalo, ni un milagro; fue el reconocimiento de los hechos impuestos por la voluntad del pueblo oriental.

Solía comentar con ironía un prestigioso historiador nacional: ningún inglés murió en las batallas de Sarandi, Rincón o Ituzaingó. Y es verdad: más allá de los respetables debates historiográficos, nuestra independencia es producto de la pertinaz gesta que inició Artigas y que retomó aquel puñado de hombres -jóvenes todos ellos, alguno adolescente aún , y entre ellos, desmintiendo cierta "historia oficial", cuatro paraguayos y dos afrodescendientes- que en abril de 1825 habían desembarcado en La Agraciada.

Señor Presidente de la República, señoras y señores, el pasado es una dimensión permanente de la conciencia humana, un componente obligado de las instituciones, valores y demás elementos de la sociedad humana.

En tal sentido, las leyes de independencia y unión aprobadas el 25 de agosto de 1825 por la Sala de Representantes de la Provincia Oriental reunida en Florida, expresa principios y compromisos plenamente vigentes.

El derecho a la libertad, el derecho a la soberanía y el derecho a la autodeterminación de los pueblos, nítida y enfáticamente proclamados en la Ley de Independencia, siguen siendo irrenunciables.

La condena "a la violencia de la fuerza" fuertemente explicitada en dicha ley, es otra dimensión permanente de la conciencia humana y de la sociedad democrática.

El rechazo al "absoluto despotismo" de los poderes extranjeros hacia el pueblo oriental y hacia sus respectivos pueblos, también presente en aquella ley de Independencia no es un detalle menor ni una pieza de museo si se tiene en cuenta el devenir mundial en los últimos 180 años.

La voluntad y el compromiso de promover el Estado de derecho, componentes implícitos de aquella declaratoria de la independencia, son aún hoy voluntad y compromiso ante el desafío –permanente, complejo, hermoso- de asumir la democracia como forma de gobierno pero también como estado de la sociedad.

La unión a las Provincias del Río de la Plata, como forma de garantizar la independencia y, al mismo tiempo y reasumiendo el federalismo artiguista, construir un sistema regional.

En síntesis: la convicción de que la fuerza no otorga derechos ni garantiza la impunidad; la conciencia de que no basta la independencia para construir la nación; el compromiso de institucionalizar la revolución pensando en la república y en los ciudadanos, y la vocación de la "patria chica en la patria grande", son enseñanzas que la gesta que hoy celebramos tomó del artiguismo y proyectó en líneas de larga duración que hoy, 180 años después de aquel 25 de agosto, debemos continuar.

Porque la historia no es asunto del pasado; también refiere –y hasta podría decirse que fundamentalmente refiere – al presente y al futuro.

Señor Presidente de la República; Señoras y señores: Somos una nación y somos una república. Pero las naciones y las repúblicas son, afortunadamente, obras siempre inconclusas.

Nunca serán perfectas, pero siempre son perfectibles. No hay recetas para construirlas, pero hay caminos para ello. Y en ese camino no hay elegidos. Todos somos caminantes. Todos tenemos el derecho a la nación y responsabilidades para con ella. Todos somos parte de la república.

La nación y la república somos las uruguayas y los uruguayos, sin excepción alguna y en condiciones de igualdad ante la ley.

Tenemos un pasado común y queremos un futuro también común, pues, al fin y al cabo, la nación es lo que une a una sociedad por encima de la identidad individual o grupal de sus integrantes, mientras que la república es la que hace funcionar a esa unidad tan diversa.

En tal sentido, este Gobierno Nacional es, ante todo y sin renunciar a los rasgos que lo identifican, el gobierno la sociedad uruguaya en su conjunto.

Como tal, debe atender el presente. Y a esa tarea está dedicado.

Pero también debe anticiparse al futuro. Es pertinente resaltarlo en esta ocasión, cuando celebramos el 180 aniversario de la declaratoria de nuestra independencia nacional, pues si algo caracterizó a quienes el 25 de agosto de 1825 se reunieron en este lugar, fue su compromiso con el futuro.

Creían que era posible construir una nación independiente, y desde esta "piedra alta" pusieron la piedra fundamental de una construcción continuada por sucesivas generaciones de uruguayas y uruguayos.

En esa construcción no hay ni "historia oficial" ni "final de la historia". Las sociedades democráticas no necesitan "historias oficiales" ni "puntos finales". Necesitan, porque de lo contrario no son auténticamente democráticas, paz, verdad, igualdad, justicia y solidaridad.

Y también necesitan objetivos de progreso. Porque una sociedad sin utopías, aparte de ser peligrosa, está condenada al fracaso.

Señor Presidente de la República; Señoras y Señores: Dentro de exactamente veinte años, el 25 de agosto de 2025, el Uruguay celebrará el bicentenario de su independencia.

Veinte años puede ser mucho o poco tiempo, depende de la escala y de las circunstancias con que se mida.

Pero es tiempo suficiente para hacer muchas cosas y hacerlas desde ya, de forma tal que quien esté en esta tribuna el 25 de agosto de 2025 pueda decir que esta nación y esta República Oriental del Uruguay ha hecho realidad el sueño de sus fundadores garantizando el pleno ejercicio de sus inalienables derechos a la totalidad de quienes en ella han nacido o viven; y ofreciendo a todas las uruguayas y a todos los uruguayos condiciones de igualdad ante la ley y ante la vida. Muchas gracias.

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