URUGUAY NO DEBE IGNORAR EL ESCENARIO INTERNACIONAL
En el marco de su visita al Instituto de Ciencias
Políticas de la Sorbonne, París, el Presidente de la República, Tabaré
Vázquez, sostuvo que "la viabilidad del Uruguay como nación es
inseparable de su inserción en la región y en el mundo".
En su visita al Instituto de Ciencias Políticas de la
Sorbonne, París, el Presidente, Tabaré Vázquez, sostuvo que "la
viabilidad del Uruguay como nación es inseparable de su inserción en la
región y en el mundo", ya que "la nuestra no es la región más pobre del
mundo, pero es cierto que es la más desigual".
Respecto a la reafirmación de los compromisos del
Uruguay con el MERCOSUR, el mandatario expresó que no quiere la soledad
como destino, pero tampoco quiere un MERCOSUR en soledad.
En el mismo sentido, enfatizó que "No hay
contradicción alguna entre ser uruguayo, sentirse latinoamericano e
insertarse en un escenario internacional que es complejo pero que puede
ser mucho más complejo aún si ignora, excluye o agrede a alguno de sus
integrantes".
A continuación se ofrece el discurso completo del
Presidente Vázquez, cuyo texto no ha sido cotejado con audio.
PALABRAS DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA, TABARÉ
VÁZQUEZ, EN EL INSTITUTO DE CIENCIAS POLÍTICAS DE LA SORBONNE, PARÍS
PRESIDENTE VÁZQUEZ: Señoras y señores: Agradezco al
Instituto de Ciencias Políticas la realización de este encuentro y a
ustedes la participación en el mismo.
Es para mí un honor y un placer estar en este ámbito
académico y reflexionar junto a ustedes sobre asuntos que hacen a la
vida cotidiana de la gente porque eso es, al fin y al cabo, el devenir
de la humanidad.
Vida y devenir en los que la Universidad desempeña un
papel importantísimo no solamente como formadora de profesionales y
creadora de conocimiento, lo cual es muy importante, sino también como
difusora de valores, dinamizadora de ciudadanía y promotora de la
democracia como forma de gobierno y estado de la sociedad.
Entre los muchos e interesantes asuntos que podríamos
considerar en este encuentro, en consulta con nuestros amables
anfitriones he optado por centrar mi exposición en una temática
sintetizable en el siguiente titular: América Latina en el proceso de
globalización.
Señoras y señores: Hasta hace pocos años, el término
"globalización" era casi desconocido, por no decir extravagante. Hoy es
una muletilla que muchos usan para aludir a "lo que está pasando", sin
entender en realidad qué está pasando.
No es mi propósito explicar lo que en mi opinión está
sucediendo. En todo permítanme decirles que estoy de acuerdo con el
cientista social brasileño Luis Carlos Bresser Pereira cuando sostiene
que la globalización como fenómeno real ha de diferenciarse con claridad
de la globalización como ideología.
En efecto, un análisis sistemático y profundo de este
fenómeno demuestra que una cosa es el proceso o conjunto de procesos de
transformación en la organización espacial de las relaciones sociales y
de las transacciones generando flujos o redes de actividad, interacción
o ejercicio del poder de carácter transcontinental o interregional y
otra -bastante diferente, por cierto ...- es la manipulación ideológica
de la globalización para justificar la revolución conservadora o el fin
de la historia.
Es que la globalización como proceso o, mejor dicho,
conjunto de procesos, ya es indiscutible.
Entre otras razones porque no es inédita. Un conocido
de todos nosotros, el historiador Fernand Braudel, reconoció por lo
menos ocho anteriores: la fenicia, la cartaginesa, la romana, la europea
cristiana, la islámica, la de Moscovia, la de China y la de India.
Y a éstas podríamos agregar otras. Porque, ¿qué fue
el encuentro de lo que hoy son Europa y América sino una modalidad de
globalización?
Lo que sí es discutible es la globalización actual,
esta globalización que agudiza las desigualdades y las convierte en el
gran fracaso y el mayor peligro de la humanidad.
No puede decirse otra cosa cuando el Informe sobre
Desarrollo Humano correspondiente al año 2004 del Programa de las
Naciones Unidas para el Desarrollo indica que:
en medio de una economía mundial cada vez más
pujante, diez millones de niños menores de cinco años mueren
anualmente de hambre o a causa de enfermedades evitables y/o curables.
el 40% de la población mundial tiene que
ingeniárselas para sobrevivir con menos de dos dólares diarios
los 500 individuos más ricos del mundo reúnen un
ingreso superior al de los 416 millones de personas más pobres del
mismo.
Se podrían agregar más datos pero ... ¿acaso es
necesario hacerlo?, ¿acaso no resulta suficientemente claro que nunca
antes en la historia de la humanidad hubo tanta desigualdad y que nunca
antes semejante fracaso fue presentado como un éxito?
Amigas y amigos: En este contexto ha de ubicarse la
realidad de esa región al parecer condenada a parecer lo que no es.
En efecto, ya Antonio de Pigafetta, un navegante
florentino que acompañó a Magallanes en el primer viaje alrededor del
mundo, escribió lo que le pareció ver a su paso por nuestra América.
Contó que había visto cerdos con el ombligo en el lomo, unos pájaros sin
patas cuyas hembras empollaban en las espaldas de los machos y hasta un
engendro animal con cabeza de mula, cuerpo de camello, patas de ciervo y
relincho de caballo.
Este testimonio tal vez fue el primero de una larga
serie de espejismos del que aún no nos hemos librado. La imagen de una
América Latina "de siesta y de fiesta" aún hoy es tomada por muchos como
la realidad de una región cuya vida ha sido y es una dramática aventura.
Cierto es que hubo en el siglo XIX un excéntrico
presidente mexicano que ordenó sepultar con honores acordes a su rango
la pierna que había perdido en una batalla; pero también es cierto que
hace apenas 32 años un presidente chileno murió en su despacho
resistiendo el bombardeo de quienes avasallaron la democracia.
Cierto es que la nuestra no es la región más pobre
del mundo. Pero también es cierto que es la más desigual.
Cierto es que somos una decena de países porque
fracasó la gesta de los padres de nuestra independencia para ser una
nación. Pero también es cierto que en ninguna otra región del mundo hay
tantos ámbitos y procesos de integración: la Organización de Estados
Americanos, el MERCOSUR, la Comunidad Andina de Naciones, la Comunidad
del Caribe, la Comunidad Sudamericana de Naciones, la Asociación
Latinoamericana, el Sistema Económico Latinoamericano, etc.
Más allá de este tupido entramado de siglas,
instancias y procesos, hay una vocación de integración que nos convoca y
que nos impulsa como latinoamericanos, así como una clara conciencia de
que tal integración es imprescindible para interactuar con el ALCA, con
la Unión Europea, con India, con China, con otros procesos de
integración y áreas de libre comercio y ámbitos multilaterales.
En otras palabras: los latinoamericanos no nos
resignamos ni a la soledad, ni al aislamiento, ni ser testigos o
víctimas del mundo actual; queremos asumir el derecho y la
responsabilidad de ser protagonistas del mismo.
Asumimos nuestras dificultades y carencias, pero ha
de reconocerse que no somos los únicos que las tenemos.
Cometeríamos un grave error si le diéramos la espalda
al mundo; pero el error no sería menor si la comunidad internacional nos
diera la espalda o siguiera considerándonos como pueblos "de siesta y de
fiesta".
Ya lo expresó magistralmente Gabriel García Márquez
al recibir el Premio Nóbel: sería bueno que la originalidad que se nos
tolera sin reservas en la literatura se extendiera también cuando
nuestros pueblos quieren asumir el derecho a vivir dignamente.
No nos consideramos más que nadie. Pero tampoco
menos.
Amigas y amigos: Sería una grave imprudencia de mi
parte si les hablara en nombre de América Latina, si me auto adjudicara
la representación de los gobiernos y pueblos de la región.
Pero como Presidente de la República Oriental del
Uruguay tengo la inexcusable responsabilidad de las líneas rectoras de
nuestra política internacional.
Como ustedes saben, nuestro país nació en medio de
complejas circunstancias regionales e internacionales: la lucha entre
los reinos de España y Portugal primero, luego entre las Provincias
Unidas del Río de la Plata y el Imperio de Brasil por el control,
precisamente, del Río de la Plata y de lo que es nuestro actual
territorio; y como telón de fondo (aunque en realidad ni tan telón ni
tan de fondo ...), la incidencia del entonces hegemónico Imperio
Británico.
Tales circunstancias determinaron que la dimensión
internacional en el Uruguay esté presente desde los orígenes del mismo.
Su constitución como país independiente, su
afirmación como Estado de derecho y sus posibilidades de desarrollo han
estado, están y estarán estrechamente vinculadas a su inserción
internacional.
Dicho de otra manera: la viabilidad del Uruguay como
nación es inseparable de su inserción en la región y en el mundo.
De ahí entonces la importancia que nuestro gobierno
adjudica al acuerdo, diseño e instrumentación de una política exterior
independiente, de Estado y basada en valores y principios tales como:
El decidido compromiso con la paz, la soberanía y
la solidaridad.
El firme rechazo a todo tipo de terrorismo,
violencia y discriminación.
El inalienable derecho de los países a tener
fronteras estables y seguras, y a ejercer en forma libérrima su
soberanía y autodeterminación.
El respeto al Derecho Internacional, entendiendo
que las normas que ordenan y regulan las relaciones entre los Estados
constituyen la mejor forma de garantizar la convivencia pacífica y el
respeto a los derechos de los pueblos.
el no alineamiento y la no intervención.
la reafirmación del multilateralismo como forma de
fortalecer el Derecho Internacional, jerarquizando el papel de las
Naciones Unidas (lo cual implica promover las reformas necesarias para
que dicha organización cumpla plenamente sus cometidos)
el reconocimiento a la indivisibilidad de todos los
derechos humanos, sean políticos, sociales, económicos, civiles o
culturales; incluidos los derechos de titularidad colectiva tales como
el derecho al desarrollo y al medio ambiente.
Ahora bien; los países - como las personas-, se
relacionan puertas afuera a partir de su realidad más inmediata, es
decir, sus vecinos.
Durante muchos años se percibió al Uruguay, y también
el Uruguay se autopercibió, como "una casita linda en un vecindario
feo o por lo menos barullento". Aquel mito del "Uruguay Suiza de
América" y "tacita de plata", da cuenta de ello..... pero fue
un mito.
La realidad es que profundas realidades históricas,
políticas, económicas, sociales y culturales nos unen a Argentina,
Brasil y Paraguay, nuestros vecinos más inmediatos.
Con ellos estamos en el MERCOSUR, un proceso de
integración iniciado en 1991 que no es sencillo ni lineal y para cuyo
avance no alcanza con firmar declaraciones de buenas intenciones, pero
que aún con sus dificultades a cuestas viene avanzando.
Nosotros no desconocemos tales avances, pero queremos
más y mejor MERCOSUR.
Más y mejor MERCOSUR en términos de unión aduanera,
complementación de procesos productivos, accesibilidad a los mercados,
integración física y energética, preservación de recursos naturales y
respeto al medioambiente, complementación científica y tecnológica,
fortalecimiento institucional, integración social .... y sobre todo, más
y mejor MERCOSUR en términos de ciudadanía, de democracia y de
desarrollo.
Porque no hay desarrollo sin democracia ni democracia
sin ciudadanía.
Amigas y amigos: La necesaria brevedad de esta
intervención no hace posible entrar en aspectos específicos o detalles
concretos de la política de integración regional e inserción
internacional que lleva adelante el gobierno nacional que presido desde
el pasado primero de marzo.
Sin embargo, permítanme dos precisiones de carácter
general.
La primera: el Uruguay reafirma su compromiso con el
MERCOSUR porque no quiere la soledad como destino. Pero tampoco quiere
un MERCOSUR en soledad.
Nuestra pertenencia al MERCOSUR no es incompatible
con un amplio sistema de relacionamiento internacional que pasa por la
ampliación del propio MERCOSUR y su integración con otros procesos de
integración regional y áreas de libre comercio tanto en nuestro
continente como en otros; pero también por la inserción específica del
Uruguay en el escenario internacional.
Esto es: por sus relaciones bilaterales con otros
países, por su presencia activa en organismos multilaterales, así como
por su capacidad de aporte en asuntos tales como el fortalecimiento de
la paz, la lucha contra la pobreza, el combate al terrorismo, la
cooperación, el comercio internacional, etc.
No hay contradicción alguna entre ser uruguayo,
sentirse latinoamericano e insertarse en un escenario internacional que
es complejo pero que puede ser mucho más complejo aún si ignora, excluye
o agrede a alguno de sus integrantes.
La segunda precisión de carácter general que estimo
pertinente realizar al final de esta exposición es la siguiente: la
política internacional de un país no puede estar divorciada de país como
proyecto nacional. Nuestra política exterior, nuestra vocación y nuestro
compromiso de integración nacional e inserción internacional, es parte
de una estrategia de país, de un proyecto nacional de largo aliento.
En su primera e histórica acepción, la palabra nación
significaba nacimiento.
A partir de ese significado original, luego dio
nombre al conjunto de individuos nacidos en un mismo territorio o
pertenecientes a un grupo identificable por su lengua, su cultura o su
simple voluntad de estar unidos bajo un mismo gobierno
Pero las naciones son algo más que un pasado y un
presente en común. Son también una visión de futuro compartido, una
utopía concreta, un horizonte hacia el cual caminar juntos.
En tal sentido, cabe consignar que en las elecciones
nacionales realizadas el 31 de octubre de 2004 la ciudadanía uruguaya
expresó soberana y contundentemente su voluntad de darle un nuevo
impulso al Uruguay como nación.
Un impulso que asumiendo el rico y generoso pasado de
nuestro país, lo proyecte al futuro con confianza en sí mismo.
Aquel pronunciamiento ciudadano del cual la semana
próxima se cumplirá un año, es un mandato para el gobierno que asumió el
pasado primero de marzo.
Y nosotros estamos trabajando en su cumplimiento que
es también la realización de nuestras utopías. Muchas gracias. |