26/10/05


EL PRESIDENTE REIVINDICÓ CARÁCTER HUMANISTA DE LA CIENCIA
“Cambiemos el estereotipo de que nos educamos para aumentar nuestro bienestar; nos educamos para razonar la vida”, dijo el Presidente de la República, Tabaré Vázquez, al hablar ante las jerarquías de la Oficina de las Naciones Unidas para la Educación (UNESCO).

El mandatario reivindicó en su alocución el carácter humanista de la ciencia y reafirmó el rol de la Comisión Nacional de la Educación que funciona en nuestro país procurando desarrollar nuevos criterios de formación ciudadana.

A continuación ofrecemos el texto -versión no cotejada con audio- de la alocución presidencial.

PALABRAS DEL PRESIDENTE DE LA REPUBLICA, TABARE VAZQUEZ, ANTE EL DIRECTOR GENERAL DE LA UNESCO 

PRESIDENTE VAZQUEZ: Señor Director General de UNESCO,  Embajador Koichiro Matsuura: Con el mismo placer que hace algunos meses lo recibí en la sede de la Presidencia de la República Oriental del Uruguay, hoy vengo a la sede de la UNESCO.

Le agradezco recibirme y agradezco también la presencia de las autoridades que lo acompañan.

Todos quienes aquí estamos somos conscientes de la importancia de esta organización y actuamos en consecuencia.

En lo que al Uruguay respecta, así lo manifestamos a usted durante su visita a nuestro país y así lo hemos reafirmado tanto en la reciente reunión del Consejo Ejecutivo como, hace pocos días y en la persona de nuestro Ministro de Educación y Cultura, en la Conferencia General de UNESCO.

En ambos foros hemos planteado nuestra concepción del sistema educativo como un todo, para todos y durante  toda la vida, y nuestro compromiso de darle un nuevo impulso a la enseñanza en todos sus niveles y a la investigación  científica y tecnológica, así como el estímulo a la vinculación estrecha de los ámbitos en los que la investigación se realiza con las demandas de la sociedad en general y del sector productivo en particular.

También expresamos nuestra disposición a promover la educación física y el deporte y nuestro propósito de consolidar al Uruguay, en el marco de una estrategia nacional de desarrollo productivo sostenible,  como un centro de alto nivel científico a nivel regional.

Hemos reiterado además que, consecuentemente con la importancia que asignamos a la UNESCO en el contexto de un proceso de reformas del sistema de las Naciones Unidas,  jerarquizamos a la Comisión Nacional  de UNESCO en tanto rasgo característico de esta organización.

En tal sentido, cabe consignar que nuestro gobierno ha renovado la integración de dicha Comisión Nacional y le ha dado una fuerte participación a la sociedad civil, en particular a la comunidad de la educación, de la ciencia y de la cultura.

Esta Comisión está elaborando un plan estratégico que refleja, a nivel nacional, los principios rectores, los objetivos y las metas de globales de  UNESCO.

Señor Director General, señoras y señores:

No los aburriré repitiendo en esta oportunidad lo que las autoridades del Ministerio de Educación y Cultura y nuestra representación permanente ante UNESCO han manifestado ya en otras instancias de esta organización.

Sólo quiero decirles que esta organización carga con una enorme responsabilidad y tiene ante sí,  también, un enorme pero al mismo tiempo hermoso  desafío: la responsabilidad y el desafío de educar.

Porque el futuro de la humanidad radica en la educación.

Ahora bien: existe cierto estereotipo según el cual vivimos para educarnos, nos educamos para trabajar y trabajamos para mejorar económicamente nosotros y, de paso,  enriquecer  la sociedad a la cual pertenecemos.

No es el peor de los estereotipos. Pero es insuficiente.

En realidad, vivimos para mucho más que educarnos; no nos educamos sólo para acceder a un buen empleo, y no trabajamos solamente para “tener más”.

En consecuencia, debemos evitar degradar la vida creyendo que todo lo que tenemos que hacer con ella es educarnos; tenemos que cuidarnos de no limitar  la educación a una capacitación para el empleo y  no debemos caer en el error de confundir trabajo con poder adquisitivo.

En otras palabras: tenemos que razonar la vida.

Y digo “tenemos que razonar la vida” pues si bien el ser humano es, ante todo, un ser racional, la razón no es un don ni un regalo: la razón es un logro social posibilitado por capacidades naturales y evolutivas.

Para ese logro la educación es fundamental. Y, consecuentemente, también son fundamentales las instituciones educativas.

Como bien señala el filósofo español Fernando Savater, hay que educar para la razón. Educar para la razón no es reducir la educación  a una transmisión de información. Entre otras razones porque la información es tan amplia, cambia tanto y existen tantas formas de acceder a ella, que sería absurdo que la función educativa fuera simplemente transmitir contenidos educativos. 

Si algo tiene que transmitir la educación, son pautas para analizar la información disponible y para asumir los límites del conocimiento.

Educar para la razón no es reducirla a un “saber hacer”.  Hay que saber hacer, pero también hay que saber para qué se hace lo que se hace, y no hacerlo creyendo que el fin justifica los medios.

Al fin y al cabo, se es lo que se hace ....

En un excelente libro titulado provocativamente “Los bastardos de Voltaire” el historiador, novelista y ensayista canadiense John Ralston Saul señala que los tecnócratas de nuestro tiempo se creen herederos de la Edad de la Razón  pero en realidad son incapaces de comprender porqué sus talentos no producen los resultados buscados. Saben mucho sobre muy poco y su visión abstracta y distante de la sociedad humana tampoco les permite comprender los procesos históricos.

Son esclavos del dogma y, en el mejor de los casos, mercenarios del poder de quienes los contratan.

Educar para la razón es educar desde el humanismo.

Yo, que como médico oncólogo y radioterapeuta tengo una formación científica,  me asombro y me entristezco cuando oigo a gente supuestamente experta en asuntos educativos oponer las asignaturas humanísticas a las científicas ..... ¡como si la ciencia no fuera humana!!, ¡como si a quienes se dedican a la actividad científica les estuviera prohibida la capacidad de ordenar, de relacionar, de razonar o de criticar dentro de su área de trabajo!, ¡como si un músico, un historiador o un sociólogo no utilizaran métodos científicos para desarrollar su labor!

Sucede que más allá de la discutible clasificación de las asignaturas entre  humanistas o no humanistas, todas las asignaturas pueden y debieran ser enseñadas de un modo humanista, esto es, estimulando la capacidad de ordenar, de relacionar, de reflexionar, de criticar, etc

Educar para la razón es educar para  la tolerancia y el respeto.

El respeto a la persona, aunque su opinión no sea compartible (porque no todas las opiniones son compartibles por el hecho  ser opiniones ...)

Ser racional no es solamente poder  persuadir con argumentos. También es poder ser persuadido con argumentos.

Defender las razones propias y reconocer las ajenas forma parte, también, de la racionalidad de la cultura y de la civilización.

Educar para la razón es educar para la libertad y la autonomía. 

No se trata de apostar al “vale todo” ni al aislamiento, pero está claro que quien no desarrolle la capacidad de pensar por sí mismo, de andar con sus propios pies,  está irremediablemente condenado a la dependencia de los demás.

Educar para la razón es educar para la sociedad y para la democracia.

Para la sociedad en un doble sentido, porque educar supone un proceso social que, valga la redundancia, ha de implicar a la sociedad toda.

Para la democracia como forma de gobierno, por supuesto;  pero también para la democracia  como impulso humano y como estado de la sociedad.

La democracia no se protege con limitaciones; se protege  y se fortalece –reitero- como forma de gobierno y como estado de la sociedad,  con mujeres y hombres educados, autónomos, protagonistas de sus propias vidas y conscientes de sus derechos y responsabilidades como ciudadanos. Educar para la razón es educar para el desarrollo; porque la pobreza es, sencillamente, irracional.

Amigas y amigos: No es poco lo que esta organización ha hecho a lo largo de 60 años. Pero, afortunadamente, aún tiene mucho por hacer.

Y hemos de hacerlo juntos pues, al fin y al cabo,  la UNESCO no es una entelequia ni una sigla. La UNESCO somos nosotros. Muchas gracias.

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