18/11/05


VÁZQUEZ REIVINDICÓ EL HUMANISMO Y EL COMPROMISO CIUDADANO DE SER MÉDICO
"Nunca está demás reivindicar el humanismo y actuar en consecuencia. Por eso no solamente me siento profesionalmente orgulloso de ser médico, sino que además siento el compromiso ciudadano de ser médico", dijo en Buenos Aires el Presidente Vázquez al recibir el premio "Médico del Año".

De esta forma, la Fundación argentina Gracias Doctor reconoció la labor y trayectoria del doctor Vázquez, quien en la ocasión realizó una exposición sobre el tema "Humanismo Médico", cuya duración fue de aproximadamente unos 18 minutos.

En la ceremonia que tuvo lugar este viernes en los salones del Hotel Marriot Plaza, de la ciudad de Buenos Aires, el Primer Mandatario uruguayo expresó ante sus colegas que "no es que los médicos, simplemente por tener un diploma que nos acredite como tales, estemos ineluctablemente destinados a ser héroes o villanos; monjes de clausura o Presidentes de la República... es que para ser buen médico hay que ser buen ciudadano", dijo.

Tras agradecer el premio otorgado, Vázquez se preguntó si era realmente merecedor de dicha distinción, afirmando que "al fin y al cabo, médicos hay muchos y la inmensa mayoría de ellos -estoy seguro- serían dignos destinatarios de la misma".

Al respecto, recordó como merecedores de tal distinción, por citar apenas tres casos dijo, "nuestros colegas de Sierra Leona que trabajan por la vida en un país cuya tasa de mortalidad infantil es de 166 cada mil nacidos vivos; o los médicos de Afganistán, que deben intervenir sobre las terribles secuelas que día a día provocan las alrededor de 25.000 bombas de contacto sin explotar, que quedaron enterradas tras las operaciones militares "Justicia Infinita" y "Libertad Duradera" del año 2001; o los que primero llegaron a New Orleans para asistir a miles de personas castigadas por los efectos -muchos de ellos prevenibles- del huracán Katrina y desamparadas por quienes tienen la obligación de protegerlas".

En este sentido, señaló que "son muchos los hombres y las mujeres que merecen la distinción que ustedes me han otorgado. Dado que no puedo hablar en su nombre, permítanme entonces por lo menos compartirla con ellos. Porque médicos del año hay en todas partes y todos los años".

Tras señalar que "la presencia de ustedes en este acto y el premio que acaban de entregarme testimonian un reconocimiento que mucho valoro y agradezco", Vázquez afirmó que lo asumía "como un renovado impulso para seguir trabajando como médico y ciudadano, para que la medicina se libere de ese manto de "ciencia lúgubre" que aún la cubre y salud sea un derecho auténticamente universal".

Más adelante, el Presidente explicó que "aunque como hombre de ciencia y gobernante soy consciente que la extinción de la especie humana es una simple y sobrecogedora posibilidad", señaló que también como médico y ciudadano "me niego a admitir el fin del hombre. Me niego a admitir la desnaturalización de la ciencia, me niego a admitir la mercantilización de los derechos, y me niego a admitir –permítanme decirlo enfáticamente para que no queden dudas- el deterioro del medioambiente".

"Afortunadamente, no soy el único que se niega al fin de la aventura humana; afortunadamente, somos muchos quienes compartimos tal convicción", dijo.

PALABRAS DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA, TABARÉ VÁZQUEZ, AL RECIBIR EN BUENOS AIRES EL PREMIO "MÉDICO DEL AÑO

PRESIDENTE VÁZQUEZ: Les ruego me permitan, en primer lugar, expresar de la única forma que puedo hacerlo en este momento, mis sentimientos. Queridas amigas y queridos amigos, muchas gracias por esta distinción que me han otorgado. Y como estamos acostumbrados a decir por allá, por el otro lado del Plata, primero lo primero: quiero agradecer en la persona de su Director, doctor Tulio Huberman, a la revista "Gracias doctor" la realización de este encuentro.

Quiero también agradecer a ustedes la presencia en el mismo, el tiempo que han dispuesto para estar acá, ¡y vaya si los médicos sabemos que lo único que no tenemos posibilidad de recuperar en esta vida es el tiempo, por eso lo valoramos enormemente! Y además quiero agradecer la fraternidad con que me han recibido.

Y quiero agradecer a todos, y especialmente a la institución hospitalaria responsable de mi postulación a este título, por honrarme con la distinción "Médico del Año" a nivel internacional.

Con la misma sinceridad con que formulo este agradecimiento, me pregunto, me pregunto si realmente merezco tal distinción, pues, al fin y al cabo médicos hay muchos -demasiados, según algunos entendidos en diversas materias- y la inmensa mayoría de ellos, estoy seguro, serían dignos destinatarios de la misma.

Merecerían tal distinción, por citar apenas tres casos, nuestros colegas de Sierra Leona que trabajan por la vida en un país cuya tasa de mortalidad infantil es de 166 cada mil nacidos vivos; o los médicos de Afganistán, que deben intervenir sobre las terribles secuelas que día a día provocan las alrededor de 25.000 bombas de contacto sin explotar, que quedaron enterradas tras operaciones militares denominadas, ¡vaya a saber por qué!, "Justicia Infinita" y "Libertad Duradera" del año 2001; o los que primero llegaron a New Orleans para asistir a miles de personas castigadas por los efectos, muchos de ellos previsibles, del huracán Katrina y desamparadas por quienes tienen la obligación de protegerlas.

En fin, son muchos los hombres y las mujeres que merecen la distinción que ustedes me han otorgado. Y dado que no puedo hablar en su nombre, permítanme entonces por lo menos, compartirla con ellos. Porque médicos del año hay en todas partes y todos los años.

Pero como los médicos no nos formamos ni trabajamos solos; también compartir este premio con quienes de una forma u otra me han formado y me apoyan: mi familia, mis amigos, mis entrañables maestros de la Facultad de Medicina; mis colegas, mis colaboradores, mis alumnos; en fin, mi país.

Ese pequeño gran país hermano de ustedes, ese Uruguay, cuya educación pública le ofreció a este nieto de inmigrantes, a este hijo de modestos trabajadores, la oportunidad –formidable e inigualable- de ser médico.

Amigas y amigos: poco tendría para agregar sobre el humanismo en medicina, más allá de lo que ustedes han visto y escuchado de nuestros colegas, al inicio de esta reunión. Yo creo que ellos lo han expresado con una claridad meridiana.

Pero, en función de la invitación que me hiciera mi querido amigo, voy a intentar por lo menos esbozar algunas ideas al respecto.

Según los más recientes datos estadísticos, en Uruguay viven tres millones trescientas mil personas, tres millones trescientas mil personas, y hay 13.071 médicos; que por supuesto también somos personas.

Ello determina una relación de un médico cada 252 habitantes; lo cual, lamentablemente, en nuestro país no significa que cada uno de esos 252 compatriotas ejerza plenamente su derecho a una cobertura de salud adecuada. Tal derecho es aún hoy un objetivo a lograr para muchos uruguayos y es uno de los compromisos que el gobierno que presido ha tomado como prioritario.

Esa proporción de un médico cada 252 habitantes puede estrecharse más aún, si se tiene en cuenta que mientras el crecimiento anual de la población uruguaya se ubica en un muy modesto 0,7%, hay 6.236 estudiantes inscriptos en la Facultad de Medicina.

Dicho sea de paso: la de Medicina es la tercera facultad más poblada de la Universidad de la República; la primera es Derecho, la segunda Ciencias Económicas, la tercera es Medicina; y esos 6.236 estudiantes representan el 9% del total de la matrícula universitaria.

Obviamente, nunca antes en el Uruguay hubo tal relación numérica entre médicos y total de la población, ni entre estudiantes de medicina y total de estudiantes universitarios.

Sin embargo, la "medicalización" es una línea de larga duración en la sociedad uruguaya.

El médico en la sociedad uruguaya, seguramente como en la sociedad argentina, ocupa un lugar de distinción en la misma.

Tan es así, que José Pedro Barrán -entrañable compañero, actual Vicepresidente del Consejo Directivo de la Administración Nacional de la Educación Pública y, sin dudas, el más importante historiador uruguayo de nuestros días- ha publicado varios, voluminosos e interesantísimos libros dedicados a disecar lo que él, con envidiable oficio de anatomista, denomina "el poder médico en el Uruguay".

Y aunque nos duelan prendas, los médicos debemos admitir que razones no le faltan a Barrán para utilizar tal expresión al disecar nuestra profesión en el contexto del devenir de la sociedad uruguaya.

Es que a veces los médicos, en el Uruguay, tenemos la tentación de pensar que somos los protagonistas de un acto donde los protagonistas en realidad son nuestros enfermos.

"¿A qué viene todo esto?", se preguntarán algunos de ustedes. "Está argumentando contra la profesión por la cual lo estamos galardonando", pensarán otros.

No. Todo lo contrario. Lo que quiero decirles es que sin perjuicios de esta realidad, soy como ustedes médico por vocación y me siento enormemente feliz de serlo. Y si tuviese la posibilidad de nacer nuevamente, otra vez volvería a ser médico y otra vez volvería a ser oncólogo.

Amigas y amigos: como ustedes, siento el orgullo profesional de ser médico. Ello, por supuesto, sin subestimar otras profesiones u oficios, pero reivindicando nuestra misión que no es solamente la de curar la enfermedad, sino también -y hasta principalmente- la de preservar la salud previniendo la enfermedad.

Una reivindicación que hago desde el humanismo. Esta aclaración puede parecer innecesaria si se considera que nuestra tarea es defender la vida humana en todas sus etapas; pero creo que es oportuna en estos tiempos de tanto afán por "tener más" y tan poca lucidez para "ser mejores"; de tanta "técnica de funcionamiento" y tan poca "cultura de vida".

A mí, médico oncólogo y radioterapeuta, me asombra y entristece cuando oigo a gente supuestamente experta en muchos asuntos importantes, oponer la ciencia al humanismo; que "nos dicen los médicos son científicos, como conviven con la enfermedad, con los enfermos, a lo largo de toda su vida, de todos los días de su vida, se insensibilizan".

¡Y qué error! ¡Cuánto nos duele cada día que pasa el dolor de nuestros enfermos!

¡Cómo si la ciencia no fuera humana!!

¡Cómo si quienes tenemos formación científica, tuviésemos vedada la capacidad de ordenar, de relacionar, de razonar, de criticar, de sentir, de vivir, de compartir el dolor que a veces nos rodea!

¡Cómo si un músico, un historiador o un sociólogo no utilizaran métodos científicos en el desempeño de su labor!!

¡Cómo si los médicos debiésemos ver en cada semejante apenas un caso clínico! ¡O peor aún: un cliente, o un expediente!

¡Cómo si debiésemos mantenernos ajenos y por encima del "mundanal ruido"!

¡Cómo si no nos doliera el sufrimiento de nuestro prójimo!

Nunca está demás reivindicar el humanismo y actuar en consecuencia. Por eso no solamente me siento profesionalmente orgulloso de ser médico, sino que además siento el compromiso ciudadano de ser médico.

No es que los médicos, simplemente por tener un diploma que nos acredite como tales, estemos ineluctablemente destinados a ser héroes o villanos, monjes de clausura o Presidentes de la República.

Es que para ser buen médico hay que ser un buen ciudadano. Y para ser buen ciudadano no basta con ejercer el derecho al sufragio; importantísimo, por cierto, en un régimen democrático de gobierno.

Para ser buen ciudadano hay que asumir en la práctica cotidiana los derechos y las responsabilidades que la ciudadanía conlleva; lo cual es importante no sólo para la democracia, como "forma de gobierno", sino también fundamental para la democracia en tanto "estado de la sociedad" y manera de vida.

Amigas y amigos: créanme que a lo largo de mi vida me he esforzado por ser buen médico y buen ciudadano.

Muchos me han ayudado en esta tarea y a cada uno de ellos le estoy agradecido.

No soy el más indicado para opinar si pese a la ayuda recibida y al esfuerzo realizado, he logrado alcanzar ese horizonte de valores concretos.

Pero, objetivamente, existen algunos indicadores y testimonios referidos a mi intención -por lo menos a mi intención- de ser buen médico y buen ciudadano.

La presencia de ustedes en este acto y el premio que acaban de entregarme testimonian un reconocimiento que -reitero- mucho valoro y agradezco, y que asumo como un renovado impulso, para seguir trabajando como médico y ciudadano, para que la medicina se libere de ese manto de "ciencia lúgubre" que aún la cubre y salud sea un derecho auténticamente universal, para todos los ciudadanos.

Porque aunque como hombre de ciencia y gobernante soy consciente que la extinción de la especie humana es una simple y sobrecogedora posibilidad, en un contexto internacional que Eric Hobsbawm ha comparado con un manicomio administrado por sus pacientes; también como médico y ciudadano me niego a admitir el fin del hombre.

Me niego a admitir la desnaturalización de la ciencia, me niego a admitir la mercantilización de los derechos, y me niego a admitir –permítanme decirlo enfáticamente, para que no queden dudas- el deterioro del medioambiente.

Afortunadamente, no soy el único que se niega al fin de la aventura humana. Afortunadamente, somos muchos quienes compartimos tal convicción.

Y ustedes en primer lugar, por supuesto.

Por eso, he aceptado el premio que ustedes han tenido la generosidad de otorgarme y he venido a recibirlo. Porque tenemos mucho para hacer, queridos colegas.

Y porque, poco a poco y entre todos, vamos a transformar la incertidumbre en esperanza, los avances en logros y los objetivos en derechos; y seguramente con ustedes, permítanme terminar diciendo: ¡Gracias a la vida, por lo que nos ha dado! Muchas gracias.

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