22/11/05


Informe de FAO sobre la situación alimentaria urge a los gobiernos a tomar medidas
El hambre y la malnutrición matan a seis millones de niños al año, una cifra equivalente a toda la población preescolar de Japón, alertó en Roma este martes la FAO en la presentación de su último informe anual sobre "El estado de la inseguridad alimentaría en el mundo" (SOFI-2005, por sus siglas en inglés).

La gran mayoría de esos niños mueren a causa de unas pocas enfermedades infecciosas curables, como diarrea, neumonía, paludismo (malaria) y sarampión. Habrían sobrevivido si sus cuerpos y sus sistemas inmunitarios no estuvieran debilitados por el hambre y la malnutrición.

Esos dos factores figuran entre las causas más profundas de la pobreza, el analfabetismo, la enfermedad y la alta mortalidad en los países en desarrollo, según el informe de la FAO.

Por ello, el documento subraya la enorme importancia de erradicar el hambre, objetivo explícito fijado en la Cumbre Mundial de la alimentación de 1996 y recogido en el primero de los Objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU (ODM): luchar contra la pobreza y el hambre extremas. También se señala que la lucha contra el hambre es esencial para alcanzar el resto de los ODMs.

"El progreso hacia la reducción de la proporción de personas hambrientas en los países en desarrollo a la mitad para el año 2015 ha sido muy lento y la comunidad internacional está lejos de conseguir los objetivos que se había marcado y los compromisos incluidos en los ODM y la Cumbre Mundial de la Alimentación (CMA)", asegura el Director General de la FAO, Jacques Diouf, en el prefacio del informe.

" Si se mantiene el ritmo actual de la reducción de la pobreza en las distintas regiones en desarrollo, únicamente América del Sur y el Caribe alcanzarán la meta marcada en los ODM de reducir a la mitad el porcentaje de personas hambrientas. Ninguna de ellas conseguirá el objetivo, más ambicioso, de la CMA, que pretendía reducir a la mitad la cifra de las personas hambrientas", añade Diouf.

La región de Asia y el Pacífico tiene también posibilidades de alcanzar los ODM si se logra incrementar ligeramente el ritmo de los avances en los próximos años. En el Cercano Oriente y África del Norte la prevalencia del hambre es baja, pero está aumentando en lugar de disminuir.

En África subsahariana, el índice de malnutrición ha disminuido muy lentamente, aunque el ritmo del progreso realizado era ligeramente mejor en la década de los años 90 de lo que es hoy. Para poder alcanzar la meta de los ODM será necesario acelerar considerablemente ese ritmo.

"Todavía podemos alcanzar la mayor parte de las metas de los ODM y la CMA, incluso todas, pero sólo será posible si se redoblan los esfuerzos y se hacen más eficaces. Para reducir el número de hambrientos, es preciso dar prioridad a las zonas rurales y a la agricultura como principal fuente de los medios de subsistencia rurales", indica el Director General de la FAO.

Según las últimas estimaciones de la FAO (2004) en el mundo existían 852 millones de personas subnutridas en el período 2000-2002. Esta cifra incluye 815 millones de personas en países de desarrollo, 28 millones en países con economías de transición y 9 millones en las naciones industrializadas. SOFI-2005 no actualiza la cifra de personas hambrientas, pero está prevista una nueva estimación en la edición que se realice el próximo año.

Eliminar el hambre para conseguir los Objetivos del Milenio.

Cerca del 75 por ciento de las personas en el mundo víctimas de hambre y la pobreza viven en las zonas rurales con menos recursos. En estas regiones residen la gran mayoría de los casi 11 millones de niños que mueren antes de cumplir los cinco años, de los 121 millones que no frecuentan la escuela y de las 530 000 mujeres que fallecen durante el embarazo y el parto, y se producen los 300 millones de casos de paludismo agudo y del millón largo de muertes por esta enfermedad cada año.

Asegurar a los niños una alimentación adecuada es crucial para romper el círculo vicioso del hambre y la pobreza y alcanzar los ODM. Reducir la prevalencia de la insuficiencia ponderal –falta de peso- en los niños en tan solo cinco puntos porcentuales podría salvar las vidas del 30 por ciento de los niños menores de cinco años que fallecen. Estas cifras se basan en un estudio realizado en 59 países en desarrollo. En algunos de los países en peor situación, la prevalencia de la insuficiencia ponderal entre los niños menores de cinco años se elevaba al 45 por ciento.

"La reducción del hambre debería convertirse en la fuerza motora del progreso y la esperanza, toda vez que la mejora de la nutrición se traduce en mejores condiciones de salud, hace que aumente la tasa de asistencia a la escuela, reduce la mortalidad infantil y materna, potencia la capacidad de acción de la mujer y disminuye la incidencia y la tasa de mortalidad por VIH/SIDA, paludismo y tuberculosis", concluye Diouf.

Condiciones necesarias

El estudio de la FAO indica que el crecimiento económico, las inversiones en agricultura, el buen gobierno, la estabilidad política y la paz interna, el imperio de la Ley, las infraestructuras rurales, la investigación agrícola, una educación de calidad para los niños en las áreas rurales y la mejora de la situación de la mujer son condiciones esenciales para incrementar la producción agrícola y reducir el hambre y la pobreza.

Sin embargo, muchos países son incapaces de garantizar estos elementos básicos. Cuando los gobiernos no pueden mantener la paz interna, los conflictos violentos trastornan la producción agrícola y el acceso a los alimentos. En África, la producción alimentaria per cápita disminuyó, por término medio, el 12,4 por ciento en periodos de conflicto.

La infraestructura rural tiende a estar menos desarrollada en los países y regiones con los niveles más altos de hambre, la densidad de carreteras en África a comienzos de la década de los años 90 era menos de la sexta parte de la existente en India en el momento de su independencia en 1950. Estudios realizados en China e India han determinado que la construcción de carreteras es la inversión en bienes públicos más eficaz para reducir la pobreza, y hay pruebas de que tiene un efecto similar en la reducción del hambre.

Millones de niños no tienen la oportunidad de obtener una educación básica. Los problemas de salud y los retrasos en el desarrollo causados por la malnutrición suelen impedir o retrasar la matriculación en la escuela.

Por término medio, los adultos han completado sólo 3,5 años de escuela en África subsahariana y sólo 4,5 años en Asia meridional, dos subregiones donde mayor es la prevalencia del hambre. Además, el bajo peso al nacer, la insuficiencia de aporte de proteínas y calorías, la anemia y la carencia de yodo reducen la capacidad de aprender de los niños.

Las desigualdades entre hombres y mujeres impiden a estas últimas mejorar los medios de subsistencia de sus familias. Los estudios confirman que las mujeres que han recibido educación tienen familias más sanas y sus hijos están mejor nutridos y tienen menos probabilidades de morir a corta edad y más posibilidades de frecuentar la escuela.

Conseguir para las mujeres un mejor acceso a la propiedad de la tierra y al crédito y promover la igualdad entre los sexos podría contribuir más a reducir el hambre y la malnutrición que cualquier otro de los ODM, según la FAO.

Las enfermedades se ceban en los grupos vulnerables

VIH/SIDA, paludismo y tuberculosis matan a más de seis millones de personas al año, la mayoría en África subsahariana y Asia meridional, las regiones con los índices mas elevados de subnutrición y pobreza extrema, y donde se encuentran los grupos de población más vulnerables. Millones de familias ven como sus condiciones se deterioran a causa de la enfermedad y la muerte de quienes son el sostén de la familia y debido a los costos de la atención a los enfermos, los funerales de los difuntos y el hacerse cargo de los huérfanos.

Las consecuencias del VIH/SIDA, paludismo y tuberculosis se ven exacerbadas por el hambre y la pobreza. Detener su propagación ahorraría millones de vidas y miles de millones de dólares.

Para conseguir los objetivos antes mencionados, el informe sobre el hambre de la FAO indica un enfoque de doble componente: en primer lugar, realizar inversiones a nivel nacional e internacional para aumentar la productividad y los ingresos de las personas pobres y que padecen hambre, en sectores como el riego a pequeña escala, infraestructuras (carreteras, recursos hídricos, etc.) la pesca y la silvicultura.

Al mismo tiempo, hay que proporcionar acceso directo a los alimentos y crear redes de protección social para los pobres, con ayuda alimentaria para madres y niños pequeños, comedores escolares, huertos escolares y programas de "comida por trabajo".

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