01/02/06


ASUMIÓ NUEVO COMANDANTE EN JEFE DEL EJÉRCITO
Este miércoles, asumió el Teniente General, Carlos Díaz, como nuevo Comandante en Jefe del Ejército, quien sustituye en esta función al Teniente General Ángel Bertolotti, ambos coincidieron en mencionar su respeto a la Constitución y a las Leyes, su adscripción al Mando Superior y a los propósitos aprobados por la sociedad en su conjunto.

La ceremonia se realizó en la Plaza de Armas del Comando General del Ejército; el encargado del despacho del Comando General del Ejército, General Tomás M. Medina fue quien presentó el discurso de apertura, sustituyendo en el uso de la palabra al Comandante en Jefe del Ejército, Teniente General, Ángel Bertolotti, quien se encuentra recuperándose tras una intervención quirúrgica en Colombia.

En su discurso, el ahora Ex-Comandante en Jefe del Ejército, Teniente General Ángel Bertolotti, expresaba que "las circunstancias en las que nos tocó actuar y decidir tuvieron características muy singulares en todos los niveles y en todos los actores. Sin embargo, y esto me complace subrayarlo, me consta que nunca hemos perdido el rumbo en la fiel observancia de las leyes, bajo el mandato de la Constitución y poniendo por delante los fines superiores de la Patria".

Asimismo, después de ser investido por la Ministra de Defensa Nacional, Azucena Berrutti, en el cargo de Comandante en Jefe del Ejército, el Teniente General, Carlos Díaz, destacó que está es la función de máxima responsabilidad que un profesional militar puede alcanzar y manifestó que "en ningún sentido este cargo es un fin es sí mismo, sino que constituye un instrumento que conlleva el compromiso del ejercicio del mando, con el más absoluto apego a la Constitución y a los valores castrenses que sustentan la provisión de las armas al servicio del Estado y el pleno convencimiento como profesional que los efectos que generen las fuerzas que comando deberán satisfacer exclusivamente los propósitos aprobados por la sociedad en su conjunto".

PALABRAS DEL COMANDANTE EN JEFE DEL EJERCITO TENIENTE GENERAL ANGEL BERTOLOTTI NEUMAN

BERTOLOTTI: Llegado al término de mi Comando de la Jefatura del Ejército Nacional tengo el honor de dirigirme por última vez a la Fuerza - que ha sido mi hogar por casi 50 años- a las autoridades nacionales, ya la Sociedad toda. Tras de este acto, como corresponde, me llamaré a silencio.

Pero no quería irme sin señalar el orgullo que me embarga por la disciplina y la responsabilidad, que siempre han demostrado todos y cada unos de los integrantes del Ejército Nacional en todas las horas que me ha tocado comandarlo, que no fueron horas fáciles, es cierto, pero que fueron fecundas en resultados de comprensión tanto dentro como fuera de la Fuerza.

Me siento satisfecho de haber mantenido en alto ese preciado capital del Ejército que es su ética profesional, su devoción del deber, su respeto a la Constitución y las Leyes y su adscripción sin menguas al Mando Superior.

Las circunstancias en las que nos tocó actuar y decidir tuvieron características muy singulares en todos los niveles y en todos los actores. Sin embargo, y esto me complace subrayarlo, me consta que nunca hemos perdido el rumbo en la fiel observancia de las leyes, bajo el mandato de la Constitución y poniendo por delante los fines superiores del la Patria.

Nuestra Institución fue respetada y respetuosa y fue considerada con dignidad y lealtad, sabiendo sortear las muchas pruebas que la realidad le ha ido marcando.

Hubo momentos difíciles: no en todos los casos los tiempos y los hechos ocurrieron conforme a las disposiciones adoptadas.

Aciertos, errores, ansiedades, incomprensión, solidaridades no esperadas, apoyos, incertidumbres; todo este año fueron luces y sombras, que ustedes sabrán comprender ante mi confesión de labor no concluida, pero que brindó las primeras bases de un relacionamiento institucional impostergable para la Nación.

En cada una de las circunstancias fuimos concientes de que nuestra misión de tutelar los bienes de la Nación y la unidad y profesionalidad de nuestro Ejército estaban por encima de las coyunturas, que nada nos apartaría de las bases doctrinarias y de las conductas que nos hacen merecedores de la honrosa tradición que nos precede. A ello dedicamos nuestro esfuerzo.

No es este el momento, ni soy yo la persona indicada para trazar un balance justo e imparcial de lo que nuestra institución ha hecho, o aún más de aquello que hemos evitado. Porque entiéndase, la realidad no se compone de las cosas que existen y se verifican positivamente, sino también de aquellas que hemos logrado conjurar, no permitiendo que cristalizaran y se convirtieran en obstáculos a los mejores resultados que la mayoría de los uruguayos sinceramente deseamos.

Simplemente quiero expresar que en las condiciones en las que me ha tocado actuar, nunca perdí de vista, que el encuadre profesional, sus valores, su desarrollo y perfeccionamiento en todas las áreas y órdenes jamás deberían entrar en colisión con la rica y plena institucionalidad democrática, sino estar a su servicio.

He pensado siempre y lo ratifico ahora, que los mejores Ejércitos, los más poderosos en el plano moral y en la calidad de sus Soldados, son los que sirven con lealtad a la causa de la Nación, expresada ella en la constante autoridad legal de sus órganos y de sus representantes, y, en la sumisión constante a los principios que le dieron origen y permanencia a lo largo de la Historia.

Mantener, estimular y seguir optimizando esas cualidades en el Ejército, y que la sociedad las reconozca, creo que es una de las misiones centrales que hace a las responsabilidades del cargo que hoy abandono. Quienes me precedieron en la función han cumplido con honor y eficacia esa misión. Y lo mismo hará -estoy seguro que con toda entereza, habida cuenta de sus cualidades personales y de su excelente trayectoria- el distinguido Oficial General que habrá de sucederme en pocos minutos.

Mi deseo, mi más profundo deseo, es que el nuevo Comandante en Jefe, el Teniente General Carlos Díaz, un hombre de gran experiencia en el mando, de fino y profundo conocimiento de la realidad del Ejército y un oficial de firmes convicciones militares y ciudadanas, tenga acceso a los tiempos necesarios para llevar adelante la obra que todas las generaciones hemos ido forjando, conforme a las distintas circunstancias que nos han tocado en suerte.

En el Ejército, al cabo de los últimos años, se hizo mucho en materia de crecimiento, mucho en materia de adaptación, en el de desarrollo de posibilidad profesional, de transformaciones estructurales. Pero mucho es poco en relación a la demanda creciente que proponen las cambiantes realidades del mundo, de la región, del país y de todos los factores que a ellas las definen.

De modo que hay un horizonte abierto y un compromiso vivo que entrelaza el lugar al que hemos llegado con el venturoso porvenir que todos tenemos el deber de ayudar a construir. Y cuando digo todos, no digo algunos: digo todos, porque un país no es meramente la suma aritmética de las personas que pisan su suelo, sino una vocación, un compromiso, un sueño y una responsabilidad que nos abarca y nos obliga por igual, más allá de las lógicas y a veces fuertes diferencias que naturalmente podamos tener.

No quiero terminar sin agradecer a quienes confiaron en mi persona y en mi trabajo, y a quienes lealmente me sirvieron durante este año que he transcurrido al frente del Ejército. Y al Señor Teniente General, Carlos Díaz, todos mis votos, toda mi colaboración y, desde luego, mi reconocimiento personal y mi amistad de siempre y, como soldado, toda mi obediencia.

¡Salud Ejército Oriental! El Comandante en Jefe del Ejército, Teniente General, Ángel Bertolotti, el encargado del despacho del Comando General del Ejército, General Tomás M. Medina.

PALABRAS DEL COMANDANTE EN JEFE DEL EJERCITO, CARLOS DÍAZ, EN LA ASUNCIÓN DEL MANDO, EN LA PLAZA DE ARMAS DEL COMANDO DEL EJERCITO

DIAZ: Señor Presidente de la República, doctor Tabaré Vázquez; señor Vicepresidente de la República y Presidente de la Asamblea General, señor Rodolfo Nin Novoa; señor Presidente de la Suprema Corte de Justicia, doctor Hipólito Rodríguez Caorsi; señora Ministra de Defensa Nacional, doctora Azucena Berrutti, señores Ministros de Estado, señora Presidenta de la Cámara de Representantes, Nora Castro, señor Secretario de la Presidencia de la República, doctor Gonzalo Fernández; señores senadores de la República y representantes nacionales, señor Subsecretario de Defensa Nacional, doctor José Bayardi, señor ex Presidente de la República, senador Julio María Sanguinetti, autoridades nacionales, señores Comandantes en Jefes de la Armada Nacional y de la Fuerza Aérea Uruguaya; señores Comandantes en Jefes y representantes de ejércitos de países amigos, señores Intendentes municipales y autoridades departamentales, señores representantes diplomáticos, señores oficiales generales y almirantes de las Fuerzas Armadas en actividad y retiro, señores agregados militares acreditados ante nuestro país, personal superior de las Fuerzas Armadas y del Instituto Policial en actividad y retiro, caballeros y damas cadetes, personal subalterno, señoras y señores.

Al asumir hoy como Comandante en Jefe del Ejército Nacional, quiero inicialmente prestar el mayor reconocimiento al Mando Superior de la Armada, por haber depositado su confianza en mí persona para desempeñar tan honroso cargo, el cual representa la máxima responsabilidad que un profesional militar puede alcanzar. En ningún sentido este cargo es un fin es sí mismo, sino que constituye un instrumento que conlleva el compromiso del ejercicio del mando, con el más absoluto apego a la Constitución y a los valores castrenses que sustentan la provisión de las armas al servicio del Estado y el pleno convencimiento como profesional que los efectos que genere las fuerzas que comando deberán satisfacer exclusivamente los propósitos aprobados por la sociedad en su conjunto.

Agradezco las palabras del señor Teniente General Ángel Bertolotti a la vez que le deseo una pronta recuperación, a él y a todos quienes me antecedieron en el cargo vaya también mi respeto por la tarea por ellos desarrollada. A mis camaradas de armas, sepan que tendrán mi compromiso de volcar todo el esfuerzo intelectual y físico para que el Ejército Nacional continúe evolucionando en pos de alcanzar los objetivos fijados por el mando superior de las Fuerzas Armadas en el ámbito de la defensa nacional.

Nos encontramos hoy en un escenario signado por los avances tecnológicos que inciden marcadamente en la organización de las Fuerzas Armadas, así como en su armamento y doctrina de empleo; esto será enfrentado por el Ejército Nacional mediante el desarrollo de capacidades que atiendan el más amplio espectro de amenazas y circunstancias que ameriten su empleo, lo que necesariamente implica establecer una clara distinción y priorización de las mismas, en función de la vasta gama de operaciones y tareas esenciales o accesorias más inmediatas.

Este hecho será la continuación del proceso de modernización que tomará como base los requerimientos operacionales que resulten justificables desde el punto de vista económico sustentables en términos presupuestales y capaces de satisfacer las necesidades de la sociedad. Estas actitudes militares destinadas principalmente a defender los valores sustanciales de la nación, son el fundamento de nuestra existencia como institución a su servicio, y constituyen el elemento central para la generación de efectos que cumplan con los diferentes propósitos y circunstancias que se presenten.

Es necesario para ello considerar una estructura en donde exista la posibilidad cierta de combinar las armas y servicios de manera de cumplir con aquellos fines para los cuales ningún elemento aisladamente ha sido expresamente creado. Sin dudas, será necesario desarrollar paulatinamente la habilidad de combinar unidades, sub-unidades, sistemas, sub-sistemas de armas y estructura de apoyo logístico, explotando al máximo la especificidad de cada uno de ellos.

Flexibilidad, adaptabilidad y robustez será las características esenciales de la organización y dependerán en gran medida de la habilidad para combinar módulos de cualquiera de los componentes mencionados, en aras de alcanzar las capacidades operativas que resulten necesarias.

Los planes para la adquisición de material y equipo, acompañarán la priorización de éstas y la necesidad de integrar fácilmente los distintos elementos, asegurando la interoperabilidad entre ellos con las restantes fuerzas y con otros organismos gubernamentales o no, con los que ya interactuamos y continuaremos haciéndolo para generar los resultados que satisfagan los intereses nacionales.

El sistema de enseñanza del Ejército, cimiento de los logros alcanzados por la institución en sus diferentes campos de actuación promoverá y desarrollará en un ambiente de continuo aprendizaje la excelencia en cada uno de los componentes de la Fuerza, considerando que sin ésta es imposible alcanzar la eficiencia operativa necesaria para el eficaz cumplimiento de las distintas misiones asignadas.

Asimismo ofrecerá, complementado con el Sistema Nacional de Educación la más amplia base cultural a sus alumnos de manera de generar en esto la iniciativa, el dominio de idiomas, la capacidad analítica, el discernimiento y la imaginación.

Desde la formación del Ejército Nacional en el campo de batalla de Las Piedras, nuestros hombres y mujeres han constituido la ventaja comparativa por excelencia, quienes con su vocación de servicio caracterizada por la abnegación, el desinterés, el valor, la disciplina, han hecho posible que este cumpliera satisfactoriamente cada misión a la que ha sido asignada.

Por lo tanto, su bienestar social seguirá constituyendo un elemento central en la acción del mando.

Son estos profesionales militares quienes en definitiva sustentarán las capacidades operacionales del Ejército, hombres y mujeres caracterizados por el conocimiento específico, lo que asegura un alto nivel de competencia profesional. Por su responsabilidad social en la medida en que es la sociedad la única receptora de los efectos que se generen mediante las acciones del Ejército, en cualquier circunstancia y por su sentido corporativo, tan característico de una profesión pública como lo es la militar, pero que en ningún sentido se antepone al logro del interés general.

Es propicio el momento para expresar el afecto y gratitud que guardo hacia quienes fueron mis instructores y jefes a lo largo de mi carrera militar, y en particular a los camaradas y amigos que hoy me acompañan en esta ceremonia. A mis subordinados y subalternos, y muy especialmente a mi familia por su incondicional apoyo.

A quien egresó de la escuela militar ocupando el primer lugar de mi promoción y sobre todo al entrañable amigo que hoy no me acompaña, pero que en mi más profunda intimidad se encuentra a mi lado, el compromiso de que seguiré intentando consolidar aquellos anhelos que juntos iluminaron nuestra vida profesional y que hoy me permiten recordarlo con el mismo cariño, respeto, y admiración de siempre.

Antes de finalizar, quiero agradecer la presencia de todos quienes hicieron hoy un alto en su labor para acompañarnos en esta ceremonia.

Asimismo me comprometo a dar mis mayores esfuerzos para propiciar la actuación conjunta de las Fuerzas Armadas, y mantener el nivel de intercambio de experiencias y conocimiento con los países amigos, con quienes además, compartimos el privilegio de interoperar en distintas misiones de mantenimiento de la paz, las que tanto han beneficiado el proceso de instrucción, entrenamiento y apresto de nuestro Ejercito así como también son un motivo de prestigio para nuestra sociedad en el contexto internacional.

Por último, exhorto a los integrantes del Ejército Nacional a continuar trabajando con el mismo ahínco, y responsabilidad de siempre, con el convencimiento de que el fin último de nuestra tarea es contribuir, junto con los demás componentes del Estado, a lograr el bienestar de todos nuestros compatriotas. Esta es nuestra misión, muchas gracias.

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