27/04/06


¡POR EL BIEN DE TODOS, PRIMERO LOS POBRES!
"En el desempeño de las responsabilidades que la ciudadanía nos ha confiado, hemos sido leales a ese conjunto de valores y principios que ustedes han sintetizado en una frase con la cual también me siento plenamente identificado: ‘¡Por el bien de todos, primero los pobres!’", dijo el Presidente Vázquez en la sede del Gobierno del Distrito Federal.

"Tan parecida a aquella que expresara nuestro prócer don José Gervasio Artigas, cuando dijera que "los más necesitados sean los más privilegiados", dijo el Primer Mandatario uruguayo coincidiendo de esta forma en pensamiento con el titular del Gobierno de la Ciudad de México, Alejandro Encinas.

En la oportunidad, tras ser nombrado Huésped Distinguido, Vázquez se refirió a la colonia de uruguayos que vive en México, en algunos casos desde tanto tiempo, agradeciendo a los mexicanos por haberles dado "tantos afectos, tanto apoyo, tanta ayuda para construir una vida nueva, aquella que su propio país no supo darles en su momento"; y agregando que "traigo a este país, a esta ciudad, no solo del gobierno y del Presidente de la República Oriental del Uruguay, sino del pueblo uruguayo el más profundo de los agradecimientos".

"Un agradecimiento no solo por la recepción que hemos tenido, en el día de ayer y en el día de hoy, sino agradecimiento por lo que el pueblo mexicano hizo, hace y seguramente hará por nuestros hermanos que viven acá en México; que los supo recibir con los brazos abiertos, con solidaridad, con fraternidad; que les dio oportunidades, pero también les dio lo más importante: el abrazo de hermanos", dijo.

Por su parte, el Jefe de Gobierno del Distrito Federal de Ciudad México, Alejandro Encinas, dijo que "le damos la bienvenida en este Palacio de Ayuntamiento de la ciudad de México, a un hombre con una larga trayectoria de lucha por las mejores causas de la democracia en nuestro Continente, a un político inquebrantable de la izquierda latinoamericana y amigo entrañable de nuestro país".

Encinas recordó que "Uruguay no solo es la riqueza de sus tierras y de su gente, su floreciente economía pastoral y sus 11 millones de cabezas de ganado o sus 25 millones de ovejas que pastan sus tierras; ni tampoco es sólo un país con una ciudad joya de Iberoamérica, espejo del espíritu cosmopolita como Montevideo".

Y agregó: "Uruguay es mucho más. Es una nación que encarna la esperanza de millones de demócratas y socialistas iberoamericanos, que habiendo conocido los extremos del autoritarismo y la barbarie creen de un modo indomable en la democracia, y en la libertad".

PALABRAS DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA, TABARÉ VÁZQUEZ

PRESIDENTE VÁZQUEZ: Señor Jefe de Gobierno del Distrito Federal de México, Licenciado Alejandro Encinas; autoridades del Gobierno del Distrito Federal; señoras y señores invitados; amigas y amigos; queridos hermanos uruguayos: Gracias por recibirme en la sede del gobierno de esta magnífica ciudad a cuya riqueza histórica, arquitectónica y cultural ustedes han agregado una riqueza intangible pero sustancial que, según he podido observar en la comunicación institucional del gobierno, se expresa en la frase "México, ciudad de la esperanza".

Gracias, entonces, por recibirme nuevamente en esta ciudad. Y digo "nuevamente" pues el gobierno de esta ciudad me recibió hace ya unos cuantos años, cuando yo me desempeñaba como Intendente Municipal del departamento de Montevideo.

Fue aquella también una inolvidable visita en el marco de una rica experiencia de gobierno.

En efecto, en el desempeño de aquel cargo -intendente Municipal de Montevideo- aprendí, por ejemplo, que las ciudades son paisajes urbanos, pero principalmente son paisajes humanos; paisajes humanos.

Aprendí también a valorar adecuadamente la importancia que los gobiernos locales tienen sobre la vida cotidiana de la gente, en la concreción del derecho que todo ser humano -por la simple pero irrefutable razón de serlo- tiene a vivir dignamente.

Como gobernante municipal comprobé que la sociedad es un complejo entramado de recuerdos y de esperanzas; de anhelos y compromisos, que sólo puede articularse de una única manera: democráticamente, con la más amplia participación de todos los ciudadanos en la construcción del futuro de nuestras vidas.

Asumiendo la democracia como forma de gobierno, por cierto, pero también como estado de la sociedad.

Aprendí además que edificios como éste han de ser mucho más que un conjunto de despachos y bastante más que la sede de una administración. Estos edificios, con su riqueza arquitectónica e histórica, en tanto sede de un gobierno democrático, debe ser la casa de todos los ciudadanos.

Y conocí, créanme, también algunos sinsabores de la gestión municipal: la crónica insuficiencia de recursos que obliga a opciones dolorosas, y la virulencia -por decirlo de alguna manera- de ciertas críticas, tergiversaciones, de agresiones, a las que a veces uno se hace merecedor del gobierno de turno.

Por eso, señor Jefe de Gobierno, me sentí muy cerca suyo cuando leyendo el Informe de la Gestión de Gobierno correspondiente al primer trimestre del año 2006, que usted presentó recientemente ante la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, constaté que a usted también lo acusan de ser responsable de que Ciudad México sea la más insegura, la más contaminada, la más empobrecida y la más endeudada del país. ¡A mí me pasaba lo mismo! ¡Sí, lo mismo! Sin embargo, aquí estamos, ¡como Presidente de la República Oriental del Uruguay!

Y si hasta aquí hemos llegado es, seguramente, porque más allá de la intransferible especificidad de nuestras respectivas circunstancias, y de los aciertos y errores que podamos tener -y sin duda los tenemos- en el desempeño de las responsabilidades de gobierno que la ciudadanía nos ha confiado, hemos sido leales a ese conjunto de valores y principios que ustedes han sintetizado en una frase con la cual también me siento plenamente identificado: "¡Por el bien de todos, primero los pobres!".

Tan parecida a aquella que expresara nuestro prócer don José Gervasio Artigas, cuando dijera que "los más necesitados sean los más privilegiados".

Señor Jefe y autoridades del Gobierno de Ciudad México; amigas y amigos, recibo con orgullo la distinción con que ustedes me honran.

Pero permítanme decirles que aquí, entre ustedes, no me siento un huésped. Aquí, entre ustedes, siento que estoy en mi propia casa.

Y es por eso que abusando de vuestra gentileza y bonhomía, quisiera destinar apenas unos minutos, si usted me lo permite, para dirigirme a mis hermanos uruguayos que están aquí.

A esta, de alguna forma hay que llamarlo, colonia de uruguayos que vive acá en México, que lo hacen a veces en algunos casos desde tanto tiempo; donde recibieran tantos afectos, tanto apoyo, tanta ayuda para construir una vida nueva, aquella que su propio país no supo darles en su momento; sepan, queridos compatriotas, que traigo a este país, a esta ciudad, no solo del gobierno y del Presidente de la República Oriental del Uruguay, sino del pueblo uruguayo el más profundo de los agradecimientos.

Un agradecimiento no solo por la recepción que hemos tenido, en el día de ayer y en el día de hoy, sino agradecimiento por lo que el pueblo mexicano hizo, hace y seguramente hará por nuestros hermanos que viven acá en México; que los supo recibir con los brazos abiertos, con solidaridad, con fraternidad; que les dio oportunidades, pero también les dio lo más importante: el abrazo de hermanos.

Hoy aquel abrazo se transformó en que varios descendientes de aquellos primeros uruguayos que llegaron -hoy algunos peinan canas, otros son muy jóvenes y algunos son niños- por sus venas corre hermanada la sangre de dos pueblos: del pueblo mexicano, querido hermano, y del pueblo uruguayo. Muchas gracias.

PALABRAS DEL JEFE DE GOBIERNO DEL DISTRITO FEDERAL, ALEJANDRO ENCINAS RODRÍGUEZ

ENCINAS: Muchas gracias, muy buenos días. Distinguido doctor Tabaré Ramón Vázquez Rosas, Presidente de la República Oriental del Uruguay; excelentísima señora Perla María Carballo Soto, Embajadora de México en Uruguay; excelentísimo señor José Ignacio Korzeniak, Embajador uruguayo en México; magistrado José Guadalupe Carrera Domínguez, presidente del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal; diputado Carlos Reyes Lamí, presidente de la Comisión de Gobierno de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal; licenciada Cristina Jaramillo, Jefa Delegacional en Cuauhtémoc; miembros de la comunidad uruguaya; amigas y amigos todos:

Es para la Ciudad de México un honor y motivo de gran satisfacción recibir al doctor Tabaré Vázquez Rosas, Presidente de la hermana República Oriental del Uruguay.

Le damos la bienvenida en este Palacio de Ayuntamiento de la ciudad de México, a un hombre con una larga trayectoria de lucha por las mejores causas de la democracia en nuestro Continente, a un político inquebrantable de la izquierda latinoamericana y amigo entrañable de nuestro país.

Uruguay no solo es la riqueza de sus tierras y de su gente, su floreciente economía pastoral y sus 11 millones de cabezas de ganado o sus 25 millones de ovejas que pastan sus tierras; ni tampoco es sólo un país con una ciudad joya de Iberoamérica, espejo del espíritu cosmopolita como Montevideo.

Uruguay es mucho más. Es una nación que encarna la esperanza de millones de demócratas y socialistas iberoamericanos, que habiendo conocido los extremos del autoritarismo y la barbarie creen de un modo indomable en la democracia, y en la libertad.

Uno de los grandes escritores de nuestro Continente Juan Carlos Onetti, orgullo del Uruguay y de América, afirma que en un mundo en globalización, en un mundo intensamente recorrido y cubierto por las comunicaciones entre todos los pueblos, no podíamos olvidarnos de las décadas perdidas de Iberoamérica y del fracaso de las economías neoliberal.

Se trata, dice Onetti, de recoger la herencia de la cultura ante el notorio quebranto de los pueblos que la han construido, en una toma de posición, y a caso de una toma de posesión de la cultura, para llevarle a los débiles y desposeídos, sumergidos en un océano de desigualdad, y miseria.

Preguntarse si Iberoamérica está madura para una transición semejante no resulta un disparate, diversas ocasiones hemos enfrentado esa interrogante, y hemos tenido que reconocer en el orden de las transformaciones democráticas y sociales, son los pueblos quienes escogen su hora.

Por ahí, señor presidente, permítame manifestar nuestra coincidencia, cuando usted señala, el desarrollo que no pone a la gente en la calidad debida de su gente, de sus esperanzas; de sus derechos, podrá ser en el mejor de los casos crecimiento, pero no es desarrollo.

Después de tras años de luchas y esfuerzos pero también de reveses, nos encontramos ante la responsabilidad de conducir la vida de nuestros países o de nuestras ciudades, no podemos ser –y aquí yo tengo una cita de una intervención suya ante la CEPAL- no podemos ser arbitrarios pero tampoco podemos ser neutrales. No se puede ser neutral ni se puede ser indiferente ante la pobreza; ante el desamparo; la violencia, la corrupción y la intolerancia, y lo ratifico.

Eso es el asunto central de nuestros tiempos, la pobreza y la desigualdad, generan exclusión, intolerancia, violencia y desencuentro social. Y ello pone en riesgo no solamente la posibilidad de un desarrollo pleno para las nuevas generaciones, sino también pone en riesgo los avances democráticos alcanzados en nuestra región.

Lamentablemente, en los años recientes, en muchos países de nuestro Continente, se ha profundizado la desigualdad. Una desigualdad que ha sido acompañada además, de una enorme polarización social y de una más grave concentración del ingreso, lo que profundiza las brechas sociales en materia de educación, salud, vivienda, en general de calidad de vida.

Uno de los países que mejor reflejan estas situaciones es México. En donde por un lado, pertenecemos a la Organización para las Cooperación de Desarrollo Económico, que concentra los 13 países más poderosos del mundo, y al mismo tiempo prevalece en nuestra sociedad, niveles de pobreza comparables con los más bajos a nivel internacional.

En México, mientras el 10% de la población más favorecida concentra el 40% del ingreso nacional, el 10% menos favorecido solamente alcanza el 1.3% de su ingreso.

Esto da cuenta de la gravedad de los problemas sociales y de la pobreza que ostenta nuestro país.

En los últimos años, hemos sido testigos de un debate muy interesante respecto a la necesidad de que prevalezca la actual política económica del país, y se ha sostenido que no es necesario inventar nada nuevo ya que se ha alcanzado una importante estabilidad macroeconómica. Sin lugar a dudas, eso sí es importante, pero no es suficiente.

¿De qué sirve tener estabilidad macro económica y financiera cuando las condiciones de desigualdad social se profundizan? Como la pobreza no sólo no disminuye, sino alienta la emigración de niveles mexicanos hacia los Estados Unidos, alimenta la economía informal y crea un ambiente de inseguridad pública derivada de la falta de oportunidad.

No basta tener estabilidad macroeconómica, se requiere además, generar condiciones que permitan mejorar la calidad de vida y la expectativa de desarrollo del conjunto de la sociedad. Ese es el reto central de nuestro Continente, estabilidad macroeconómica sí; pero desarrollo, bienestar y calidad de vida también.

Ese es el llamado de América Latina, de nuestra sociedad y dentro de ella, este es el llamado de los desposeídos. Este es el reto que le corresponde enfrentar a nuestra América en este momento de transición, en el que frente al fracaso de esas políticas del neoliberalismo que redefine los proyectos nacionales.

Tengamos presentes lo dicho por otro gran uruguayo, por Eduardo Galeano en "Las venas abiertas de América Latina" nuestros héroes, artífices de la identidad nacional, no han sido personas fuertes y triunfadoras, no recordamos a los grandes emperadores expansionistas aztecas, sino la entereza del Emperador Cuauhtémoc. No honramos a Venustiano Carranza, al proyecto triunfante de la revolución, como lo hacemos con Zapata, el más puro de los líderes de la revolución; el más fiel a la causa de los pobres; el más fervoroso en su voluntad de redención social.

Eso es el correcto, esa es nuestra memoria, y permítame señor Presidente del Uruguay, dar a usted la más cálida bienvenida a la ciudad de México, "la ciudad de la esperanza", a esa ciudad donde el corazón late a la izquierda. Muchas gracias.

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