¡POR EL BIEN DE TODOS, PRIMERO LOS POBRES!
"En el desempeño de las responsabilidades que la
ciudadanía nos ha confiado, hemos sido leales a ese conjunto de valores
y principios que ustedes han sintetizado en una frase con la cual
también me siento plenamente identificado: ‘¡Por el bien de todos,
primero los pobres!’", dijo el Presidente Vázquez en la sede del
Gobierno del Distrito Federal.
"Tan parecida a aquella que expresara nuestro prócer
don José Gervasio Artigas, cuando dijera que "los más necesitados sean
los más privilegiados", dijo el Primer Mandatario uruguayo coincidiendo
de esta forma en pensamiento con el titular del Gobierno de la Ciudad de
México, Alejandro Encinas.
En la oportunidad, tras ser nombrado Huésped
Distinguido, Vázquez se refirió a la colonia de uruguayos que vive en
México, en algunos casos desde tanto tiempo, agradeciendo a los
mexicanos por haberles dado "tantos afectos, tanto apoyo, tanta ayuda
para construir una vida nueva, aquella que su propio país no supo darles
en su momento"; y agregando que "traigo a este país, a esta ciudad, no
solo del gobierno y del Presidente de la República Oriental del Uruguay,
sino del pueblo uruguayo el más profundo de los agradecimientos".
"Un agradecimiento no solo por la recepción que hemos
tenido, en el día de ayer y en el día de hoy, sino agradecimiento por lo
que el pueblo mexicano hizo, hace y seguramente hará por nuestros
hermanos que viven acá en México; que los supo recibir con los brazos
abiertos, con solidaridad, con fraternidad; que les dio oportunidades,
pero también les dio lo más importante: el abrazo de hermanos", dijo.
Por su parte, el Jefe de Gobierno del Distrito
Federal de Ciudad México, Alejandro Encinas, dijo que "le damos la
bienvenida en este Palacio de Ayuntamiento de la ciudad de México, a un
hombre con una larga trayectoria de lucha por las mejores causas de la
democracia en nuestro Continente, a un político inquebrantable de la
izquierda latinoamericana y amigo entrañable de nuestro país".
Encinas recordó que "Uruguay no solo es la riqueza de
sus tierras y de su gente, su floreciente economía pastoral y sus 11
millones de cabezas de ganado o sus 25 millones de ovejas que pastan sus
tierras; ni tampoco es sólo un país con una ciudad joya de Iberoamérica,
espejo del espíritu cosmopolita como Montevideo".
Y agregó: "Uruguay es mucho más. Es una nación que
encarna la esperanza de millones de demócratas y socialistas
iberoamericanos, que habiendo conocido los extremos del autoritarismo y
la barbarie creen de un modo indomable en la democracia, y en la
libertad".
PALABRAS DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA, TABARÉ
VÁZQUEZ
PRESIDENTE VÁZQUEZ: Señor Jefe de Gobierno del
Distrito Federal de México, Licenciado Alejandro Encinas; autoridades
del Gobierno del Distrito Federal; señoras y señores invitados; amigas y
amigos; queridos hermanos uruguayos: Gracias por recibirme en la sede
del gobierno de esta magnífica ciudad a cuya riqueza histórica,
arquitectónica y cultural ustedes han agregado una riqueza intangible
pero sustancial que, según he podido observar en la comunicación
institucional del gobierno, se expresa en la frase "México, ciudad de
la esperanza".
Gracias, entonces, por recibirme nuevamente en esta
ciudad. Y digo "nuevamente" pues el gobierno de esta ciudad me recibió
hace ya unos cuantos años, cuando yo me desempeñaba como Intendente
Municipal del departamento de Montevideo.
Fue aquella también una inolvidable visita en el
marco de una rica experiencia de gobierno.
En efecto, en el desempeño de aquel cargo -intendente
Municipal de Montevideo- aprendí, por ejemplo, que las ciudades son
paisajes urbanos, pero principalmente son paisajes humanos; paisajes
humanos.
Aprendí también a valorar adecuadamente la
importancia que los gobiernos locales tienen sobre la vida cotidiana de
la gente, en la concreción del derecho que todo ser humano -por la
simple pero irrefutable razón de serlo- tiene a vivir dignamente.
Como gobernante municipal comprobé que la sociedad es
un complejo entramado de recuerdos y de esperanzas; de anhelos y
compromisos, que sólo puede articularse de una única manera:
democráticamente, con la más amplia participación de todos los
ciudadanos en la construcción del futuro de nuestras vidas.
Asumiendo la democracia como forma de gobierno, por
cierto, pero también como estado de la sociedad.
Aprendí además que edificios como éste han de ser
mucho más que un conjunto de despachos y bastante más que la sede de una
administración. Estos edificios, con su riqueza arquitectónica e
histórica, en tanto sede de un gobierno democrático, debe ser la casa de
todos los ciudadanos.
Y conocí, créanme, también algunos sinsabores de la
gestión municipal: la crónica insuficiencia de recursos que obliga a
opciones dolorosas, y la virulencia -por decirlo de alguna manera- de
ciertas críticas, tergiversaciones, de agresiones, a las que a veces uno
se hace merecedor del gobierno de turno.
Por eso, señor Jefe de Gobierno, me sentí muy cerca
suyo cuando leyendo el Informe de la Gestión de Gobierno correspondiente
al primer trimestre del año 2006, que usted presentó recientemente ante
la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, constaté que a usted
también lo acusan de ser responsable de que Ciudad México sea la más
insegura, la más contaminada, la más empobrecida y la más endeudada del
país. ¡A mí me pasaba lo mismo! ¡Sí, lo mismo! Sin embargo, aquí
estamos, ¡como Presidente de la República Oriental del Uruguay!
Y si hasta aquí hemos llegado es, seguramente, porque
más allá de la intransferible especificidad de nuestras respectivas
circunstancias, y de los aciertos y errores que podamos tener -y sin
duda los tenemos- en el desempeño de las responsabilidades de gobierno
que la ciudadanía nos ha confiado, hemos sido leales a ese conjunto de
valores y principios que ustedes han sintetizado en una frase con la
cual también me siento plenamente identificado: "¡Por el bien de todos,
primero los pobres!".
Tan parecida a aquella que expresara nuestro prócer
don José Gervasio Artigas, cuando dijera que "los más necesitados sean
los más privilegiados".
Señor Jefe y autoridades del Gobierno de Ciudad
México; amigas y amigos, recibo con orgullo la distinción con que
ustedes me honran.
Pero permítanme decirles que aquí, entre ustedes, no
me siento un huésped. Aquí, entre ustedes, siento que estoy en mi propia
casa.
Y es por eso que abusando de vuestra gentileza y
bonhomía, quisiera destinar apenas unos minutos, si usted me lo permite,
para dirigirme a mis hermanos uruguayos que están aquí.
A esta, de alguna forma hay que llamarlo, colonia de
uruguayos que vive acá en México, que lo hacen a veces en algunos casos
desde tanto tiempo; donde recibieran tantos afectos, tanto apoyo, tanta
ayuda para construir una vida nueva, aquella que su propio país no supo
darles en su momento; sepan, queridos compatriotas, que traigo a este
país, a esta ciudad, no solo del gobierno y del Presidente de la
República Oriental del Uruguay, sino del pueblo uruguayo el más profundo
de los agradecimientos.
Un agradecimiento no solo por la recepción que hemos
tenido, en el día de ayer y en el día de hoy, sino agradecimiento por lo
que el pueblo mexicano hizo, hace y seguramente hará por nuestros
hermanos que viven acá en México; que los supo recibir con los brazos
abiertos, con solidaridad, con fraternidad; que les dio oportunidades,
pero también les dio lo más importante: el abrazo de hermanos.
Hoy aquel abrazo se transformó en que varios
descendientes de aquellos primeros uruguayos que llegaron -hoy algunos
peinan canas, otros son muy jóvenes y algunos son niños- por sus venas
corre hermanada la sangre de dos pueblos: del pueblo mexicano, querido
hermano, y del pueblo uruguayo. Muchas gracias.
PALABRAS DEL JEFE DE GOBIERNO DEL DISTRITO FEDERAL,
ALEJANDRO ENCINAS RODRÍGUEZ
ENCINAS: Muchas gracias, muy buenos días. Distinguido
doctor Tabaré Ramón Vázquez Rosas, Presidente de la República Oriental
del Uruguay; excelentísima señora Perla María Carballo Soto, Embajadora
de México en Uruguay; excelentísimo señor José Ignacio Korzeniak,
Embajador uruguayo en México; magistrado José Guadalupe Carrera
Domínguez, presidente del Tribunal Superior de Justicia del Distrito
Federal; diputado Carlos Reyes Lamí, presidente de la Comisión de
Gobierno de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal; licenciada
Cristina Jaramillo, Jefa Delegacional en Cuauhtémoc; miembros de la
comunidad uruguaya; amigas y amigos todos:
Es para la Ciudad de México un honor y motivo de gran
satisfacción recibir al doctor Tabaré Vázquez Rosas, Presidente de la
hermana República Oriental del Uruguay.
Le damos la bienvenida en este Palacio de
Ayuntamiento de la ciudad de México, a un hombre con una larga
trayectoria de lucha por las mejores causas de la democracia en nuestro
Continente, a un político inquebrantable de la izquierda latinoamericana
y amigo entrañable de nuestro país.
Uruguay no solo es la riqueza de sus tierras y de su
gente, su floreciente economía pastoral y sus 11 millones de cabezas de
ganado o sus 25 millones de ovejas que pastan sus tierras; ni tampoco es
sólo un país con una ciudad joya de Iberoamérica, espejo del espíritu
cosmopolita como Montevideo.
Uruguay es mucho más. Es una nación que encarna la
esperanza de millones de demócratas y socialistas iberoamericanos, que
habiendo conocido los extremos del autoritarismo y la barbarie creen de
un modo indomable en la democracia, y en la libertad.
Uno de los grandes escritores de nuestro Continente
Juan Carlos Onetti, orgullo del Uruguay y de América, afirma que en un
mundo en globalización, en un mundo intensamente recorrido y cubierto
por las comunicaciones entre todos los pueblos, no podíamos olvidarnos
de las décadas perdidas de Iberoamérica y del fracaso de las economías
neoliberal.
Se trata, dice Onetti, de recoger la herencia de la
cultura ante el notorio quebranto de los pueblos que la han construido,
en una toma de posición, y a caso de una toma de posesión de la cultura,
para llevarle a los débiles y desposeídos, sumergidos en un océano de
desigualdad, y miseria.
Preguntarse si Iberoamérica está madura para una
transición semejante no resulta un disparate, diversas ocasiones hemos
enfrentado esa interrogante, y hemos tenido que reconocer en el orden de
las transformaciones democráticas y sociales, son los pueblos quienes
escogen su hora.
Por ahí, señor presidente, permítame manifestar
nuestra coincidencia, cuando usted señala, el desarrollo que no pone a
la gente en la calidad debida de su gente, de sus esperanzas; de sus
derechos, podrá ser en el mejor de los casos crecimiento, pero no es
desarrollo.
Después de tras años de luchas y esfuerzos pero
también de reveses, nos encontramos ante la responsabilidad de conducir
la vida de nuestros países o de nuestras ciudades, no podemos ser –y
aquí yo tengo una cita de una intervención suya ante la CEPAL- no
podemos ser arbitrarios pero tampoco podemos ser neutrales. No se puede
ser neutral ni se puede ser indiferente ante la pobreza; ante el
desamparo; la violencia, la corrupción y la intolerancia, y lo ratifico.
Eso es el asunto central de nuestros tiempos, la
pobreza y la desigualdad, generan exclusión, intolerancia, violencia y
desencuentro social. Y ello pone en riesgo no solamente la posibilidad
de un desarrollo pleno para las nuevas generaciones, sino también pone
en riesgo los avances democráticos alcanzados en nuestra región.
Lamentablemente, en los años recientes, en muchos
países de nuestro Continente, se ha profundizado la desigualdad. Una
desigualdad que ha sido acompañada además, de una enorme polarización
social y de una más grave concentración del ingreso, lo que profundiza
las brechas sociales en materia de educación, salud, vivienda, en
general de calidad de vida.
Uno de los países que mejor reflejan estas
situaciones es México. En donde por un lado, pertenecemos a la
Organización para las Cooperación de Desarrollo Económico, que concentra
los 13 países más poderosos del mundo, y al mismo tiempo prevalece en
nuestra sociedad, niveles de pobreza comparables con los más bajos a
nivel internacional.
En México, mientras el 10% de la población más
favorecida concentra el 40% del ingreso nacional, el 10% menos
favorecido solamente alcanza el 1.3% de su ingreso.
Esto da cuenta de la gravedad de los problemas
sociales y de la pobreza que ostenta nuestro país.
En los últimos años, hemos sido testigos de un debate
muy interesante respecto a la necesidad de que prevalezca la actual
política económica del país, y se ha sostenido que no es necesario
inventar nada nuevo ya que se ha alcanzado una importante estabilidad
macroeconómica. Sin lugar a dudas, eso sí es importante, pero no es
suficiente.
¿De qué sirve tener estabilidad macro económica y
financiera cuando las condiciones de desigualdad social se profundizan?
Como la pobreza no sólo no disminuye, sino alienta la emigración de
niveles mexicanos hacia los Estados Unidos, alimenta la economía
informal y crea un ambiente de inseguridad pública derivada de la falta
de oportunidad.
No basta tener estabilidad macroeconómica, se
requiere además, generar condiciones que permitan mejorar la calidad de
vida y la expectativa de desarrollo del conjunto de la sociedad. Ese es
el reto central de nuestro Continente, estabilidad macroeconómica sí;
pero desarrollo, bienestar y calidad de vida también.
Ese es el llamado de América Latina, de nuestra
sociedad y dentro de ella, este es el llamado de los desposeídos. Este
es el reto que le corresponde enfrentar a nuestra América en este
momento de transición, en el que frente al fracaso de esas políticas del
neoliberalismo que redefine los proyectos nacionales.
Tengamos presentes lo dicho por otro gran uruguayo,
por Eduardo Galeano en "Las venas abiertas de América Latina" nuestros
héroes, artífices de la identidad nacional, no han sido personas fuertes
y triunfadoras, no recordamos a los grandes emperadores expansionistas
aztecas, sino la entereza del Emperador Cuauhtémoc. No honramos a
Venustiano Carranza, al proyecto triunfante de la revolución, como lo
hacemos con Zapata, el más puro de los líderes de la revolución; el más
fiel a la causa de los pobres; el más fervoroso en su voluntad de
redención social.
Eso es el correcto, esa es nuestra memoria, y
permítame señor Presidente del Uruguay, dar a usted la más cálida
bienvenida a la ciudad de México, "la ciudad de la esperanza", a esa
ciudad donde el corazón late a la izquierda. Muchas gracias. |