27/04/06


URUGUAY NO NACIÓ PARA SER UN ESTADO NI PROVINCIA DEPENDIENTE
"Para nosotros, para todos los uruguayos, nuestro país no nació para ser un Estado dependiente, ni una provincia dependiente, sino que nacimos para ser un país libre, independiente y soberano" precisó el Presidente Vázquez en el Colegio Nacional de México.

Esta tarde en el marco de su visita oficial a los Estados Unidos Mexicanos el Presidente de la República Tabaré Vázquez se refirió especialmente al "Uruguay integrado porque la viabilidad del Uruguay como nación es inseparable de su inserción en la región y en el mundo; de ahí entonces la importancia de que nuestro Gobierno adjudica al acuerdo, diseño e instrumentación de una política exterior independiente, y de Estado la cual tiene entre sus puntos principales el respeto al Derecho Internacional, entendiendo que las normas que ordenan y regulan las relaciones entre los Estados constituyen la mejor forma de garantizar la convivencia pacífica y el respeto a los derechos de los pueblos".

Señaló que "durante muchos años se percibió al Uruguay, y el Uruguay se percibió a sí mismo, como "una casita linda y tranquila en un barrio feo y barrullento". Pero una cosa son las percepciones y otra es la realidad".

También hizo referencia a que nuestro país "integra junto a Argentina, Brasil y Paraguay, el MERCOSUR, un proceso de integración regional iniciado en 1991 que no es sencillo ni lineal, que a 15 años de su fundación evidencia limitaciones, debilidades y bloqueos, pero que aún así representa la mejor opción para una región que, como la nuestra, ha estado tanto tiempo de espaldas a sí misma".

"Uruguay reafirma su compromiso con el MERCOSUR porque no quiere la soledad como destino, pero tampoco quiere un MERCOSUR en soledad", afirmó el Presidente.

Vázquez precisó que en su gestión de Gobierno las cinco áreas más importantes son el Uruguay social; el Uruguay social; el Uruguay innovador; el Uruguay democrático; el Uruguay integrado a la región y al mundo; enfatizando que no hay libertad en la pobreza y el desamparo social; ni en la desigualdad, ni en la soledad, ni en la resignación.

"El hilo conductor de nuestro proyecto de país, puede resumirse en una palabra de diez letras: democracia, la cual es una forma de gobierno, por supuesto, pero además, la democracia como contrato republicano, como estado de la sociedad".

Destacó además que "un distinguido miembro de este Colegio Nacional, el escritor Carlos Fuentes, expresa en "Los años con Laura Díaz", una excelente novela y al mismo tiempo una aguda mirada al México del Siglo XX, que más que creer en un futuro feliz hay que creer en las oportunidades cotidianas de la libertad".

En ese sentido dijo que "esa creencia en la libertad es la que con marchas y contramarchas, con éxitos y frustraciones, es una línea de larga duración en el devenir de la humanidad", agregando que "esa creencia en la libertad, que también es un compromiso con ella, es la que pauta la labor de este Colegio Nacional de México y de quienes hoy aquí nos encontramos".

También expresó que "que no hay libertad en la pobreza y el desamparo social; ni en la desigualdad, ni en la soledad, ni en la resignación, la libertad por el saber también es la libertad para concretar aquellas utopías que sabemos son razonables y reales".

PALABRAS DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA, TABARÉ VÁZQUEZ, EN EL COLEGIO NACIONAL DE MÉXICO

PRESIDENTE VÁZQUEZ: Amigas y amigos, sean mis primeras palabras de agradecimiento al Colegio Nacional de México por convocar a ese encuentro y a ustedes por responder a dicha convocatoria con esta presencia que valoro como un reconocimiento no sólo a mi investidura. sino también -y sustancialmente- al Uruguay, a sus hombres y mujeres donde quiera que estén; también aquí, en este país al cual tantos y tan fuertes lazos nos unen.

Me siento honrado de estar junto a ustedes en esta institución emblemática del pensamiento y la cultura de México.

Honrado en lo personal, pero también como Presidente de la República Oriental del Uruguay, cuyo pueblo y gobierno comparten esa "libertad por el saber" que sintetiza la razón de ser de este Colegio Nacional.

Seguramente esa comunión de valores y principios es causa y consecuencia de lo mucho que mexicanos y uruguayos tenemos en común: …. el pasado que heredamos, el presente que vivimos, el futuro que queremos …

Y es precisamente sobre ese futuro deseado y posible sobre el cual quiero centrar esta exposición.

Porque el futuro no es el mañana que nunca llega. El futuro también implica memoria y, sobre todo, asumir el presente con toda su complejidad, sus problemas, su potencialidad y sus desafíos.

Amigas y amigos, seguramente ustedes conocen la situación económica y social que vive nuestro país, que vive el Uruguay.

Saben que la realidad actual de ese país, que alguna vez pareció o creyó ser "la Suiza de América", es resultado de una combinación de circunstancias externas y de importantes fragilidades internas, agudizadas durante la segunda mitad del siglo pasado.

Saben también que en las elecciones nacionales realizadas en octubre de 2004 la ciudadanía uruguaya expresó, soberana y categóricamente, su voluntad de revertir esta profunda crisis mediante un proceso de cambios que suponga no sólo resolver las emergencias planteadas en lo económico y en lo social, ¡y vaya si es importante resolverlas!, sino también promover una estrategia de desarrollo productivo.

¡Pobre del gobierno que agote su visión en el corto plazo, por los problemas livianos!

En otras palabras, cuando hablamos de cambios hablamos de cambios en serio para resolver las dificultades del presente, pero también y al mismo tiempo para emprender un proyecto de nación en términos de mediano y de largo plazo.

Eso es lo que, precisamente, está haciendo el Gobierno que asumió funciones hace casi 14 meses, el 1° de marzo de 2005.

Con limitaciones y dificultades, por cierto; pero con convicción y voluntad expresadas en una gestión que reconoce cinco grandes áreas complementarias entre sí y que por comodidad de lenguaje podríamos enunciar de la siguiente manera:

En primer lugar, el Uruguay social; porque la mayor riqueza de un país es su propia gente y en el nuestro aproximadamente un tercio de la población vive en condiciones de pobreza y desamparo social.

En segundo lugar, el Uruguay productivo; porque para emprender la senda de un desarrollo sostenible Uruguay necesita reorganizar su economía, mejorar su Estado, establecer reglas claras de juego entre éste y el mercado, recalificar el valor del trabajo, generar empleo, producir, competir y vender. Uruguay tiene una población de tres millones y monedas de habitantes; el Uruguay debe abrirse al mundo y buscar en el mercado mundial lo que su propio y limitado mercado no le puede aportar.

Tercero, el Uruguay innovador; porque para producir, competir y vender en el mundo actual hay que apostar a la inteligencia de la gente, a la educación, a la investigación, a la creación de nuevas herramientas, productos, bienes, servicios y formas de organizar el trabajo.

En cuarto lugar, el Uruguay democrático; porque nosotros creemos en la sociedad, creemos en nuestra gente. Asumimos su compleja diversidad sin dramatismo pero con el compromiso de gestionarla democráticamente. Es que a la gente, más que invocarla, más que acudir a ella cada cinco años o cada cuatro años cuando se producen contiendas electorales, hay que convocarla para que se involucre realmente en los asuntos que hace a su propia vida. Tal es, al fin y al cabo, la mayor responsabilidad de los gobiernos.

Y en quinto lugar, el Uruguay integrado a la región y al mundo; porque ningún país -y menos aún uno como el nuestro- puede darse el lujo de la soledad. Tampoco ignoramos la complejidad del mundo actual, ni las desigualdades existentes en materia de desarrollo humano e intercambio comercial, ni las dificultades inherentes a los procesos de integración; pero somos de los que piensan que no hay que resignarse a las dificultades y que en la mayoría de ellas anidan posibilidades que no debemos desaprovechar.

Amigas y amigos, ante la imposibilidad de referir detalladamente a la totalidad de las áreas mencionadas, haré algunas consideraciones respecto a una de ellas y a cierta dimensión que es común a todas las que mencioné.

El área, precisamente, al que quiero referirme es a la que hace un momento enuncié como el "Uruguay integrado".

Como ustedes saben, nuestro país se forjó en un contexto signado por la lucha entre los reinos de España y Portugal, primero; luego entre las Provincias Unidas del Río de la Plata y el Imperio de Brasil, por el control, precisamente, del Río de la Plata y de lo que hoy es el territorio uruguayo. Y como telón de fondo, aunque en realidad ni tan telón ni tan de fondo, la incidencia del entonces hegemónico Imperio Británico.

Tales circunstancias, como ustedes podrán apreciar extremadamente complejas y que se extienden prolongadamente en el tiempo, determinaron que la dimensión internacional en el Uruguay esté presente desde los orígenes de nuestro país. ¡Y lo sigue estando!

Su constitución como país independiente, su afirmación como Estado de derecho y sus posibilidades de desarrollo han estado, están y estarán estrechamente vinculadas a su inserción internacional.

Para nosotros, para todos los uruguayos, nuestro país no nació para ser un Estado dependiente, ni una provincia dependiente, sino que nacimos para ser un país libre, independiente y soberano.

Pero para eso tenemos que interactuar no solo en la región, sino en el mundo.

Dicho de otra manera: la viabilidad del Uruguay como nación es inseparable de su inserción en la región y en el mundo.

De ahí entonces la importancia que nuestro gobierno adjudica al acuerdo, diseño e instrumentación de una política exterior independiente, de una política exterior de Estado, y basada en principios y valores tales como:

A) El decidido compromiso con la paz, la soberanía y la solidaridad.

B) El firme rechazo a todo tipo de terrorismo, violencia y discriminación.

C) El inalienable derecho de los países a tener fronteras estables y seguras, y a ejercer en forma libérrima su soberanía y autodeterminación.

D) El respeto, el respeto al Derecho Internacional, entendiendo que las normas que ordenan y regulan las relaciones entre los Estados constituyen la mejor forma de garantizar la convivencia pacífica y el respeto a los derechos de los pueblos.

E) El no alineamiento y la no intervención en los asuntos internos de otras naciones.

F) La reafirmación del multilateralismo como forma de fortalecer el Derecho Internacional, jerarquizando el papel de las Naciones Unidas, lo cual implica promover las reformas necesarios para que dicha organización cumpla plenamente sus cometidos.

G) El reconocimiento a la indivisibilidad de todos los derechos humanos, sean políticos, sociales, económicos, civiles o culturales; incluidos los derechos de titularidad colectiva, tales como el derecho al desarrollo y al medioambiente saludable.

Ahora bien; los países, como ustedes los saben muy bien, al igual que las personas en la vida cotidiana se relacionan puertas afuera a partir de su realidad más inmediata; es decir, sus vecinos, su región, nuestra América, esta a la cual un agudo humorista político uruguayo definía no como "América latina", sino como "América la pobre"; ante la fenomenal paradoja de vivir en una de las regiones más ricas del mundo, pero donde peor se distribuye la riqueza y donde los niveles de pobreza nos tienen que avergonzar.

Durante muchos años se percibió al Uruguay, y por qué no decirlo el Uruguay se percibió a sí mismo, como -entrecomillas porque no son frases que nos pertenecen- "una casita linda y tranquila en un barrio feo y barrullento".

Pero una cosa son las percepciones y otra es la realidad.

La realidad es que profundas realidades históricas, políticas, sociales y culturales nos unen a Argentina, Brasil y Paraguay, nuestros vecinos más inmediatos.

Después de Montevideo, quizás la ciudad que tenga más uruguayos sea Buenos Aires.

Un país con tres millones, trescientos mil habitantes, como el nuestro; con una gran diáspora, un gran Uruguay peregrino, tenemos más de trescientos mil uruguayos viviendo en la hermana República Argentina. Y que los supo recibir, acoger y brindarles oportunidades que su propio país no se les brindaba. ¡Vaya si tenemos y si tendremos que estrechar los lazos con nuestros hermanos argentinos! ¡Con nuestros hermanos brasileños, y con Paraguay , claro está!

Con ellos estamos en el MERCOSUR, un proceso de integración regional iniciado en 1991, que no es sencillo ni lineal; que a 15 años de su fundación evidencia limitaciones, debilidades y bloqueos, pero que aún así representa la mejor opción para una región que, como la nuestra, ha estado tanto tiempo de espaldas a sí misma.

Por eso, y sin desconocer esfuerzos y avances que también los hay en este proceso de integración, Uruguay quiere más y mejor MERCOSUR.

A los países pequeños del MERCOSUR, el MERCOSUR que hoy tenemos, no nos sirve porque no le sirve a los pueblos.

Y si un proceso de integración no le sirve a los pueblos de los países que la integran, no es un proceso de integración deseable ni que deba sostenerse en el tiempo. Tampoco es para desecharlo, pero sí para intentar mejorarlo.

Más y mejor MERCOSUR en términos de unión aduanera, pero también más y mejor MERCOSUR en términos del fortalecimiento institucional, respetar el derecho dentro de cada paridad, respetar el marco legal regional e internacional.

Queremos más y mejor MERCOSUR para una integración energética e infraestructural; para una complementación productiva; para una preservación del medio ambiente; para una complementación científica y tecnológica; para una mejor y mayor accesibilidad a los mercados; y, en fin, más y mejor MERCOSUR en términos de ciudadanía, de democracia y de desarrollo.

Amigas y amigos, el Uruguay reafirma su compromiso con el MERCOSUR porque no quiere la soledad como destino. Pero tampoco quiere un MERCOSUR en soledad.

Nuestra pertenencia al MERCOSUR no es incompatible con un amplio sistema de relacionamiento internacional, que pasa -desde nuestro muy modesto punto de vista- por la ampliación del propio MERCOSUR y su interacción con otros procesos de integración regional y áreas de libre comercio, tanto en nuestro continente como en otros; pero también pasa por la inserción específica del Uruguay en el escenario internacional.

Esto es: por sus relaciones bilaterales con otros países. Hace pocas horas estuvimos revisando con el gobierno de este país el avance en el Tratado de Libre comercio entre Uruguay y México, que ha sido extremadamente beneficioso para los intereses de nuestros países.

Pasa también para el Uruguay, más allá de sus relaciones bilaterales y los tantos acuerdos del MERCOSUR, por su presencia activa en organismos multilaterales; así como por su capacidad de aporte en asuntos tales como el fortalecimiento de la paz, el combate al terrorismo y al narcotráfico, la lucha contra la pobreza, la cooperación científica, el intercambio cultural, etcétera.

No hay contradicción alguna entre ser uruguayo, sentirse latinoamericano y proyectarse más allá de los límites de nuestra Patria Grande.

En ese contexto han de entenderse las relaciones bilaterales entre México y Uruguay y la acción de ambos países en instancias multilaterales.

Somos diferentes, pero somos más iguales que diferentes. No hay razón que justifique la lejanía, el desconocimiento o la indiferencia entre nosotros.

Amigas y amigos, la dimensión común a todas las áreas de la tarea de gobierno que la ciudadanía uruguaya nos ha confiado, el hilo conductor de nuestro proyecto de país, el hilo que une esas cinco áreas a las que hice referencia al inicio de mi exposición, puede resumirse en una palabra de diez letras: democracia.

La democracia como forma de gobierno, por supuesto. Pero además, la democracia como contrato republicano, como estado de la sociedad. Para que cada ciudadano sea no solo igual ante la ley, sino que sea igual ante la vida.

Ya lo sabemos, la democracia no es perfecta. Ninguna obra humana es perfecta.

Pero asumamos que la democracia siempre es perfectible y que la clave de esa perfectibilidad, que es tal vez el mayor encanto de la democracia, radica en "democratizar la democracia".

Democratizarla, por supuesto, en términos de gestión del Estado. Democratizarla también en términos de relacionamiento entre el Estado y la sociedad.

Y democratizarla, además, a nivel de organización y funcionamiento de la sociedad para que todos sus integrantes sean auténticamente iguales; como decíamos hace un momento, iguales ante la ley e iguales ante la vida.

Democratizar la democracia es una tarea para la cual no hay modelos universales, ni recetas infalibles, ni protagonistas exclusivos. Es tarea de todos, de cada uno de nosotros.

Y en lo que a los uruguayos respecta, si bien tenemos motivos para sentirnos sanamente orgullosos de nuestra democracia, la que con tanto sacrificio forjaron nuestros padres y abuelos, también tenemos razones para mejorarla.

Y tenemos la voluntad de hacerlo. Sin caer en el peligroso error de pretender ser "modélicos", o intentar clonar en nuestro país experiencias respetables pero ajenas.

Los cambios, en Uruguay, serán "a la uruguaya" o no serán cambios.

Amigas y amigos, un distinguido miembro de este Colegio Nacional, el escritor Carlos Fuentes, expresa en "Los años con Laura Díaz", de lo que he hecho mención en varias intervenciones en otras oportunidades, una excelente novela y al mismo tiempo una aguda mirada al México del Siglo XX, que más que creer en un futuro feliz hay que creer en las oportunidades cotidianas de la libertad.

Esa creencia en la libertad es la que con marchas y contramarchas, con éxitos y frustraciones, constituye una línea de larga duración en el devenir de la humanidad.

Esa creencia en la libertad, que también es un compromiso con ella, es la que pauta la labor de este Colegio Nacional de México y de quienes hoy aquí nos encontramos.

Y esa creencia y compromiso con la libertad que es, sin duda, uno de los más hermosos aspectos de la naturaleza humana, es la que convoca e impulsa a nuestra sociedad uruguaya.

Porque no hay libertad en la pobreza y en el desamparo social; ni en la desigualdad, ni en la soledad, ni en la resignación.

La libertad por el saber también es la libertad para concretar aquellas utopías que sabemos son razonables y que son reales y posibles. Muchas gracias.

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