RELACIONES ENTRE PAÍSES ESTÁN AL SERVICIO DEL
DESARROLLO DE LOS PUEBLOS
El Presidente Vázquez exhortó a “terminar con el
comercio administrado y empecemos a hacer realidad la idea de que el
liberalismo económico es igual para todos los sectores del comercio”,
porque “el progreso de todos es la única forma que tenemos de sobrevivir
como especie humana, puesto que lo contrario es la oscuridad profunda,
final y definitiva”.
Vázquez, en Washington, al referirse a que hoy existe una fuerte
tendencia a la “diplomacia de los negocios”, afirmó que “en lo que a
nosotros respecta no nos mortifica por cuanto creemos que las relaciones
internacionales sustancialmente son un instrumento al servicio del
desarrollo económico y social de los pueblos”, agregando que “de nada
valdría un gran crecimiento económico si este no favoreciera a todos los
habitantes de ese país”.
En su
exposición de poco más de 25 minutos con motivo de la 36º Conferencia
del Consejo de las Américas, el Presidente uruguayo reiteró que nuestro
país trabaja por un MERCOSUR más amplio y profundo, que “lejos de
encerrarse en sí mismo, interactúe con otros procesos de integración,
pues en el mundo actual no hay razón que justifique la soledad o el
aislamiento”.
Por tal motivo,
dijo, la siguiente “consideración que estimo pertinente formular en
este tan prestigioso ámbito refiere a algo que no es incompatible con el
compromiso regional mencionado hace un instante: hablo de la
imprescindible inserción que cada país como tal ha de tener en el
escenario internacional”.
Al
respecto, afirmó que en ese contexto “se inscribe nuestro
relacionamiento con Estados Unidos”, recordando que el mismo “viene de
lejos y que deseamos vaya más lejos aún”.
No
obstante, en este sentido, reconoció que el relacionamiento con los
Estados Unidos, por ser tal, “tiene mucho de encuentro pero que no ha
estado libre de algunos desencuentros”, por lo cual exhortó a que “es
bueno que cada quien asuma sus responsabilidades, para que los mismos no
vuelvan a suceder porque las diferencias entre los gobiernos las pagan
generalmente los pueblos”.
Más
adelante, al referirse a la situación y perspectivas de las relaciones
comerciales entre los Estados Unidos de Norteamérica y Uruguay, dijo que
“si bien es cierto que las relaciones comerciales no están divorciadas
de las relaciones diplomáticas, culturales, científicas, etcétera; es
obvio que hoy existe una fuerte tendencia a la “diplomacia de los
negocios” que -en lo que a nosotros respecta- no nos mortifica por
cuanto creemos que las relaciones internacionales sustancialmente son un
instrumento al servicio del desarrollo económico y social de los
pueblos”, agregando que “de nada valdría un gran crecimiento económico
si este no favoreciera a todos los habitantes de ese país”.
Posteriormente, el Presidente uruguayo se refirió a los aspectos que
hacen a los negocios con los Estados Unidos, señalando que Uruguay está
interesado en trabajar con ese país para profundizar el marco legal
entre ambos naciones “para mejorar nuestro acceso a los mercados en
bienes y servicios”.
Al respecto, dijo que “nos interesa
-¡claro que nos interesa!- mejorar nuestro acceso al mercado
estadounidense en los sectores carne, lácteos, textiles y software, por
citar apenas algunos de aquellos en los cuales somos competitivos.
Señaló
que Uruguay también está dispuesto a perfeccionar la normativa y las
reglas comerciales que regulan los intercambios entre ambos países, como
ya se hiciera en el área de las inversiones mediante el Tratado
Bilateral firmado en noviembre del año 2004.
No
obstante, Vázquez fue categórico al señalar que “el Uruguay ofrece pero
también reclama”, añadiendo que “no reclamamos privilegios ni caridad;
reclamamos oportunidades”.
En este
sentido, explicó que “reclamamos, porque tenemos derecho a ella, la
oportunidad de competir en igualdad de condiciones en lo que sabemos
somos eficientes. Reclamamos que el liberalismo económico sea
efectivamente tal para todos los sectores del comercio. Reclamamos que
el liberalismo político y el liberalismo económico vayan de la mano,
porque el autoritarismo político es a la democracia lo que el
proteccionismo es al comercio internacional. Reclamamos inversiones de
calidad que apuesten a nuestra potencialidad, que sean rentables tanto
para el inversor como para la sociedad uruguaya. ¿Acaso son reclamos
injustos o exagerados?”, se preguntó.
PALABRAS DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA, TABARÉ
VÁZQUEZ, ANTE EL CONSEJO DE AMÉRICA, EN WASHINGTON
PRESIDENTE VÁZQUEZ: Muchas
gracias, señor Rockefeller; buenos días para todos ustedes; amigas y
amigos: agradezco
al Gobierno de los Estados Unidos de América y a su Departamento de
Estado la hospitalidad y amistad con la que otra vez me han recibido.
En esta
oportunidad, para abordar una agenda de trabajo calificada y exigente,
como corresponde a los muchos e importantes asuntos que hacen a las
relaciones entre nuestros países.
Agradezco también al
Consejo de América y muy especialmente a su señora Presidenta
Ejecutiva, Susan Segal, querida amiga, la invitación que me formulara
para participar en esta Conferencia Anual.
Es una
invitación que me honra en lo personal y que he aceptado en el contexto
de las relaciones de amistad existentes entre los Estados Unidos y
Uruguay, así como de los desafíos y oportunidades que ambas naciones
tienen en común más allá de sus respectivas identidades.
La
temática de esta Conferencia sintetiza buena parte de esos desafíos y
oportunidades que nuestras naciones comparten y cuya consideración, como
dije anteriormente, abordaremos en las próximas horas con el señor
Presidente y otras altas autoridades del gobierno estadounidense.
En
efecto, señoras y señores, crear empleo y generar esperanza; hacer
realidad el derecho al desarrollo armónico de nuestros pueblos;
consolidarnos como nación; integrarnos como región en el marco de una
globalización aún contradictoria pero preñada de oportunidades, son
-esquemáticamente enunciadas- tareas ineludibles para nuestras
sociedades y para quienes en ellas desempeñamos las tareas de gobierno
que la ciudadanía nos ha confiado. En este contexto, entonces,
permítanme exponer y compartir con ustedes algunas consideraciones que
sintetizan la actitud y la posición del Uruguay respecto a dicha
temática.
En
primer lugar, nunca está demás reiterarlo, nuestro compromiso con la
paz, la libertad y la democracia. No concebimos el desarrollo que no sea
sobre estas bases. La democracia como régimen de gobierno, pero también
como estado de la sociedad.
La
segunda consideración está estrechamente vinculada a la anterior y
refiere a la relación biunívoca que en nuestra opinión existe entre la
paz, la libertad y la democracia, con el desarrollo.
En
efecto, por más que intente explicar y justificar lo contrario, la
realidad indica que no hay paz en la intolerancia, ni libertad en la
pobreza, ni democracia en la desigualdad.
Las
sociedades democráticas tienen el deber de asegurar que los frutos del
desarrollo lleguen a todos los sectores de la misma y el Estado, el
Estado en tanto articulador y factor de democracia, ha de liderar esa
tarea.
En una
línea de continuidad con las dos anteriores, la tercera consideración
que deseo hacer refiere a la especificidad de nuestro país, el Uruguay,
como nación.
Uruguay
es un país orgulloso de su tradición y confiado en el futuro.
No
pretende ser modélico, pero tampoco está dispuesto -los uruguayos no
estamos dispuestos- a asumir como propias otras experiencias que podrán
ser respetables pero que son ajenas.
Respetamos a todos y no aceptamos tutelajes; pero, obviamente, no
vivimos de espaldas al mundo.
Por
eso, y ésta es la cuarta consideración que me interesa compartir con
ustedes, nuestro compromiso con una auténtica integración regional.
Esto
es, con una integración regional que trascienda las siglas, la retórica
y el protocolo de las reuniones y fotos oficiales.
Sabemos
que los procesos de integración son, valga la redundancia, procesos
largos y complejos; asumimos que el MERCOSUR, que echamos a andar hace
15 años con nuestros hermanos de Argentina, Brasil y Paraguay, tiene
dificultades, limitaciones y bloqueos que -entre otras manifestaciones-
hoy lamentablemente se expresa en el diferendo planteado entre Uruguay y
Argentina en torno al impacto ambiental que eventualmente provocaría la
instalación de plantas de producción de celulosa en territorio uruguayo.
Comprenderán ustedes, que no puedo abordar aquí los pormenores de este
diferendo. Entre otras razones, porque el gobierno de la República que
presido está continuamente haciendo gestiones para resolverlo.
Y si
perseveramos en esa tarea es porque estamos convencidos que el camino
del diálogo es el mejor camino para que la integración, más allá de sus
problemas, sea una verdadera solución para los problemas que tienen
nuestros respectivos pueblos.
Por
eso, queremos más y mejor MERCOSUR; no solamente en términos de unión
aduanera, sino también en términos de integración energética y de
infraestructuras; complementación productiva; cooperación científica y
tecnológica; uso racional de los recursos naturales; preservación del
medioambiente, etcétera.
Trabajamos por un MERCOSUR más amplio y profundo.
Un
MERCOSUR que lejos de encerrarse en sí mismo, interactúe con otros
procesos de integración, pues en el mundo actual no hay razón que
justifique la soledad o el aislamiento.
La
quinta consideración que estimo pertinente formular en este tan
prestigioso ámbito refiere a algo que no es incompatible con el
compromiso regional mencionado hace un instante: hablo de la
imprescindible inserción que cada país como tal ha de tener en el
escenario internacional.
En lo
que a Uruguay respecta, nuestro compromiso con el MERCOSUR no excluye un
amplio sistema de relaciones internacionales que abarca también
relaciones bilaterales con otros países.
En ese
contexto se inscribe nuestro relacionamiento con Estados Unidos. Un
relacionamiento que viene de lejos y que deseamos vaya más lejos aún; un
relacionamiento que por ser tal tiene mucho de encuentro pero que no ha
estado libre de algunos desencuentros por los cuales es bueno que cada
quien asuma sus responsabilidades, para que los mismos no vuelvan a
suceder porque las diferencias entre los gobiernos las pagan
generalmente los pueblos.
No
pretendo repasar aquí la larga historia de las relaciones bilaterales
entre nuestros países; tampoco referirme a la globalidad de las mismas
en el momento actual.
Pero ya
que estamos en este ámbito, permítanme, a modo de sexta consideración,
referir a la situación y perspectivas -desde nuestro muy humilde punto
de vista- de las relaciones comerciales entre los Estados Unidos de
Norteamérica y nuestro muy pequeño Uruguay.
Si bien
es cierto que las relaciones comerciales no están divorciadas de las
relaciones diplomáticas, culturales, científicas, etcétera; es obvio que
hoy existe una fuerte tendencia a la “diplomacia de los negocios” que,
en lo que a nosotros respecta, no nos mortifica por cuanto creemos que
las relaciones internacionales sustancialmente son un instrumento al
servicio del desarrollo económico y social de los pueblos.
De nada
valdría un gran crecimiento económico si este no favoreciera a todos los
habitantes de ese país.
O por
lo menos debiera serlo, pues no ignoramos la realidad ni nos resignamos
a ciertos lamentables aspectos de la misma.
Amigas
y amigos, en el marco de la Cumbre de las Américas celebrada en
Argentina en noviembre de 2004, los gobiernos de Estados Unidos y
Uruguay suscribieron un Tratado Bilateral para la promoción y protección
recíproca de inversiones.
Dicho
Tratado ya ha sido ratificado por el Parlamento uruguayo y confiamos que
lo mismo hará a la brevedad el Congreso de los Estados Unidos.
Para
nosotros ese Tratado no es un hecho excepcional. Uruguay tiene acuerdos
similares con otros 25 países, pero es un hecho de especial relevancia
si se tiene en cuenta la significación de la contraparte.
Tampoco
es el principio ni el final de historia alguna, sino que se inscribe en
un proceso que aspiramos profundizar.
En
efecto, y permítanme decirlo breve pero lo más nítido posible.
Primero, Uruguay está interesado en trabajar con Estados Unidos para
profundizar el marco legal entre ambos países para mejorar nuestro
acceso a los mercados en bienes y servicios.
Nos interesa -¡claro que nos
interesa!- mejorar nuestro acceso al mercado estadounidense en los
sectores carne, lácteos, textiles y software, por citar apenas algunos
de aquellos en los cuales somos competitivos.
En
segundo lugar, Uruguay también está dispuesto a perfeccionar la
normativa y las reglas comerciales que regulan los intercambios entre
ambos países, como ya lo hicimos en el área de las inversiones mediante
el Tratado Bilateral firmado en noviembre del año 2004.
Para
ello el Uruguay ofrece, ofrece:
A)-
Estabilidad democrática.
B)-
Respeto a sus contratos y obligaciones; nunca, jamás, ni aún en las
peores circunstancias el Uruguay dejó de cumplir con sus compromisos, o
dejó de respetar sus contratos. ¡Y vaya si en el momento actual, ante
difíciles circunstancias, el Uruguay sigue cumpliendo con estos
principios!
C)- Una
programación macroeconómica equilibrada y consistente.
D)- No
discriminación entre inversores uruguayos y no uruguayos. No nos gusta
decir “extranjeros”; en el Uruguay quienes nos visitan no son
extranjeros, están en su propia casa.
E)-
Políticas de especialización productiva -sistema agroindustrial,
biotecnología, industria del software, industrias culturales y
creativas, industrias turísticas- sobre bases de calidad, innovación,
asociatividad empresarial y sistemas de gestión modernos, eficientes y
transparentes.
F)-
Regímenes promocionales en distintas áreas de la actividad productiva
que concede beneficios al inversor; principalmente exoneraciones
fiscales y exenciones arancelarias.
Ofrece
también nuestro país dos bienes intangibles pero sustanciales.
El
primero de ellos, la cultura de su gente, sus valores de vida y de
convivencia, su educación. En Uruguay los empresarios no necesitan
custodia ni vehículos blindados.
Dos,
reglas de juego estables y claras para todos. Ningún Estado está libre
de corrupción, el nuestro tampoco. Lamentablemente, no existe la vacuna
contra la corrupción; sería muy buen negocio descubrirla. Pero en
Uruguay no es necesario apelar a métodos espurios para hacer buenos
negocios.
Y tres,
complementariamente con lo anterior, el Uruguay ofrece su compromiso en
el combate al narcotráfico y lavado de activos en la región, así como su
compromiso de luchar contra toda forma de terrorismo.
Amigas
y amigos, el Uruguay ofrece pero también reclama. No reclamamos
privilegios ni caridad; reclamamos oportunidades.
Reclamamos, porque tenemos derecho a ella, la oportunidad de competir
en igualdad de condiciones en lo que sabemos somos eficientes.
Reclamamos que el liberalismo económico sea efectivamente tal para todos
los sectores del comercio.
Reclamamos que el liberalismo político y el liberalismo económico vayan
de la mano, porque el autoritarismo político es a la democracia lo que
el proteccionismo es al comercio internacional.
Reclamamos inversiones de calidad que apuesten a nuestra potencialidad,
que sean rentables tanto para el inversor como para la sociedad
uruguaya.
¿Acaso
son reclamos injustos o exagerados?
Amigas
y amigos, no ignoramos que en materia de relaciones comerciales
bilaterales hay aspectos que trascienden lo estrictamente bilateral.
Vivimos
el tiempo de la globalización, palabra cuyo contenido no es demasiado
preciso, pero con la cual referimos a un conjunto de transformaciones en
la organización espacial de las relaciones sociales y de las
transacciones, generando flujos o redes de actividad, interacción o
ejercicio del poder de carácter transcontinental.
No es
un fenómeno inédito ni sencillo. Tampoco es ingobernable.
De
nosotros, de todos y cada uno de nosotros, depende que esta
globalización supere sus deficiencias y despliegue sus oportunidades.
En ese
contexto, han de desenvolverse los organismos multilaterales y muy
especialmente la Organización Mundial del Comercio.
El
ingreso de China a la OMC, en el año 2001, fue uno de los
acontecimientos más relevantes de la presente década. Pero en los tres
años y medio que faltan para que la misma termine encaremos desde la OMC
otro gran desafío: comencemos a terminar con el comercio administrado y
empecemos a hacer realidad la idea de que el liberalismo económico es
igual para todos los sectores del comercio.
Si
queremos que la Ronda de Doha sea exitosa debemos terminar de
reglamentar y abrir el sector de la agricultura, como antes lo hizo la
Ronda de Tokio con la industria y la Ronda Uruguay con la apertura de
los servicios.
También
debemos esforzarnos para que esta Ronda marque además un sustantivo
avance en la reglamentación del uso de las tecnologías de la
información, que genere oportunidades para todo el mundo, sin
excepciones.
Porque
el progreso de todos es la única forma -pensamos nosotros, reitero, muy
humildemente- que tenemos de sobrevivir como especie humana, puesto que
lo contrario es la oscuridad profunda, final y definitiva.
Amigas
y amigos, el tema de esta reunión refiere también a la esperanza.
Para la
esperanza no tenemos fórmulas. Tampoco la encontramos en farmacias o en
supermercados.
En
realidad, por lo menos en lo que a mí respecta, ni siquiera sabemos bien
lo qué es.
Sólo
sabemos que existe, porque su ausencia nos agobia y su presencia nos
estimula en esta hermosa aventura que es la vida y que compartimos en
estos tiempos entre nosotros.
En lo
que a mí respecta, si he aceptado las responsabilidades de gobierno que
la ciudadanía me ha confiado y si he aceptado la invitación que ustedes
tan generosamente me hicieron para participar en esta importante
Conferencia, es porque tengo esperanza en el Uruguay, pero también tengo
esperanza en todos ustedes.
Y
quiero hacer realidad la esperanza de trabajar juntos por un futuro
mejor para nuestros pueblos y, por cierto, un futuro mejor para la
humanidad. Muchas gracias. |