Con la presencia del Presidente de la República,
Tabaré Vázquez, el Ministro de Vivienda, Ordenamiento Territorial y
Medio Ambiente, Mariano Arana, en representación del Poder Ejecutivo
hizo uso de la palabra en el acto conmemorativo del 176º aniversario de
la Jura de la Constitución.
En el acto se hicieron presentes, autoridades
nacionales, departamentales, autoridades del Cuerpo Diplomático y
religiosos.
PALABRAS DEL MINISTRO DE VIVIENDA, ORDENAMIENTO
TERRITORIAL Y MEDIO AMBIENTE, MARIANA ARANA.
MINISTRO ARANA: Señor Presidente de la República,
doctor Tabaré Vázquez; autoridades nacionales; departamentales;
militares; policiales y religiosos. Señores miembros del Cuerpo
Diplomático. Compatriotas.
Año a año, gobernantes y ciudadanos nos reunimos en
este día y en este sitio emblemático, no para cumplir tan sólo con la
formalidad de un ritual, sino para interpelarnos individual y
colectivamente sobre el sentido esencial de la fecha que hoy y aquí nos
convoca.
Ha sido nuestra voluntad permanente, tender puentes
entre la actualidad y el pasado.
Entre memoria y presente.
De seguro, en algún momento, todos nosotros hemos
tratado de imaginar qué habrán sentido aquellos hombres, mujeres y
niños, que se reunieron para jurar fidelidad a la primera Carta Magna
del país y dar nacimiento así a algo nuevo, inequívocamente nuevo.
¿Habrán tenido cabal conciencia del hecho del que
fueron protagonistas?
¿Habrán sospechado siquiera que 176 años más tarde
estaríamos convocados para recordarlos y rendirles el agradecido
homenaje de la nación, por haber expresado una clara voluntad de
soberanía y de afirmación republicana, que ciertamente selló nuestro
destino compartido?
La vocación de reconstituir simbólicamente, ciertos
sucesos relevantes del pasado, materializando en una sola imagen el
tiempo individual y el tiempo histórico de la colectividad, es la que
inspiró a Blanes Viale, el gran pintor uruguayo, al realizar su
monumental "Jura de la Constitución".
Invención creadora que nos remite a ese
acontecimiento trascendente de nuestra gesta nacional.
A través del arte, aquél pasado distante y de
imposible recreación, matrizó en el inconsciente colectivo, la
formalización perdurable de tan relevante fecha.
Pero más allá de aquella voluntad de tender puentes
entre la actualidad y el ayer y subrayar la desafiante dimensión ética
de la memoria, el conocimiento y la comprensión profunda de la historia
nos importa, por sobre todo, en tanto reto para enfrentar
responsablemente el presente y nuestro inmediato futuro.
A pesar de sus errores, de sus vacíos, de su carácter
conservador, -consignaba Pablo Blanco Acevedo hacia 1939 - "aquellos
gestores de 1829 y 1830 dieron forma escrita al derecho, a los
principios de gobierno, consagrando libertades indiscutibles e
inconmovibles, en la conciencia de los hombres"
17 años más tarde, el profesor Juan Pivel Devoto,
señalaba que el primer texto constitucional "podrá no haber reflejado
enteramente nuestra realidad, pero sin duda, revistió para los
orientales, las características de un símbolo. Los Constituyentes –
sostenía todavía Pivel – supieron rodear la obra de 1830, de un
sentimiento casi místico que convirtió aquella Carta en algo sagrado a
los ojos de los pueblos".
A pesar de las sucesivas modificaciones
democráticamente adoptadas y de los quebrantos institucionales
provocados por el oscurantismo autoritario, se mantuvieron sin embargo
inconmovibles algunos principios básicos, hondamente arraigados en la
colectividad nacional.
Hoy, debe ser compromiso de todos encarnar en los
hechos, lo que las normas legales en vigencia y el texto constitucional
consignan:
El derecho a la vida.
El derecho a la educación, al trabajo, a la vivienda
digna y a un medio ambiente saludable.
El derecho a la libertad de pensamiento.
El derecho a la soberanía y la autodeterminación.
El derecho compatriotas, a la libre circulación
dentro y fuera de fronteras –derecho que como es sabido, debemos
reivindicar día a día.
Y también:
El respeto a las normas del Derecho Internacional.
La defensa de la diversidad, rechazando toda forma de
exclusión y discriminación por raza, nacionalidad, creencias o las más
variadas opciones personales; rechazando igualmente toda forma de
xenofobia, de intolerancia, de irracionalidad y de violencia oficial o
encubierta.
Al respecto, no puedo soslayar compatriotas, que hace
12 años en una mañana gélida en este mismo enclave urbano de nuestra
Ciudad Vieja y en ocasión de la misma celebración que hoy nos reúne,
supimos entre incrédulos e indignados, del infame atentado a la AMIA,
perpetrado en la hermana República Argentina.
No puedo soslayar además a los cientos de víctimas
inocentes de confrontaciones que en este mismo instante, hieren la
conciencia democrática del planeta.
Y tampoco puedo soslayar la brutal agresión contra
ciudadanos indefensos que apenas hace una semana atrás, enlutó al pueblo
y al gobierno de la India, como producto, un nuevo producto del
fanatismo terrorista.
Este, nuestro gobierno, rechaza enfáticamente los
"asesinatos selectivos" y las "guerras preventivas", síntoma de
intransigencia y de barbarie y afirma, si acaso, la "Paz Preventiva",
señal de amplitud, de pluralidad y de esperanza.
El Gobierno de la República ha hecho público un
llamado al cese inmediato de las hostilidades en el Medio Oriente, cuyas
víctimas son fundamentalmente civiles y a la negociación de la paz bajo
el control de las Naciones Unidas.
Reiterémoslo compatriotas: la democracia uruguaya ha
sustentado siempre y hoy reafirma la Fuerza de la Razón frente a la
Razón de la Fuerza, apostando al diálogo respetuoso y sereno, capaz de
obtener objetivos confluyentes.
En ésta nuestra democracia recuperada, convocamos a
todos, absolutamente a todos sin exclusión alguna, a reafirmar el
mandato constitucional y el ideario artiguista de una patria libre,
próspera y soberana, deseosa de priorizar al más desvalido y avanzar en
el desafío siempre vigente de una integración regional de pueblos y de
naciones, en procura de una sociedad cada vez más integrada y cada vez
más justa y solidaria.
Gracias