28/08/06


ENTENDEMOS LA LAICIDAD COMO UN FACTOR DE DEMOCRACIA
El Presidente Tabaré Vázquez reiteró el estricto respeto de este Gobierno Nacional al Estado laico y a la libertad de cultos religiosos y su compromiso activo con la laicidad en tanto marco de convivencia democrática; es la condición para la convivencia de las culturas y la expresión de un método más que un contenido, dijo.

Vázquez expresó que el vocablo "laicidad", como la palabra "laicismo" derivan de la expresión "laico", y analizó detalladamente estos conceptos, que son parecidos pero no iguales –dijo-, apoyándose en sus expresiones del 14 de julio de 2005 cuando visitara la Sede de la gran logia de la Masonería del Uruguay.

El Primer Mandatario hizo estas puntualizaciones en el marco de una disertación denominada "Concepto Auténtico de la Laicidad" en la Sala "Dr. Aquiles Lanza" de la Intendencia de Montevideo, en un evento organizado por el Departamento Pastoral Social de la Conferencia Episcopal del Uruguay y el Centro de Estudio y Difusión de la Doctrina Social-Cristiana (CEDIDOSC). Integraron la mesa junto al Presidente e hicieron uso de la palabra: Mireya Matonte; Susana Montreal; Carlos Maggi; Víctor Chávez y Monseñor Luis del Castillo.

Vázquez expresó que la laicidad es un marco de relación en el cual los ciudadanos pueden entenderlo desde la diversidad pero en igualdad. Hay que pensar y actuar libremente, sin prejuicios ni condicionamientos. "Triste época la nuestra donde es más fácil desintegrar un átomo que acabar con un prejuicio", dijo.

La Laicidad es un espacio de encuentro sobre bases de libertad, tolerancia e igualdad, lo que constituye un marco de convivencia sustancialmente democrático, agregó.

Vázquez destacó la importancia del respeto mutuo y a las mismas reglas, asumiendo que no hay igualdad sin pluralidad y sin el compromiso para que todos tengan la oportunidad de construir su propia vida, y coadyuvar al bien común en libertad y con razón.

El Presidente se mostró abierto al debate ciudadano sobre el tema, como fundamento para la construcción democrática de la Nación.

"La laicidad hunde sus raíces en el derecho que todos los seres humanos tenemos al dudar de todo, a vivir la desafiante angustia de la incertidumbre, a buscar respuestas que disipen esas dudas y a elegir con la razón entre esas respuestas la que nos parece lo mejor, aunque nos equivoquemos, porque equivocarse es –sin duda- una condición humana", enfatizó el Mandatario.

PALABRAS DE BIENVENIDA DE LA PRESIDENTA DEL CENTRO DE ESTUDIO Y DIFUSIÓN DE LA DOCTRINA SOCIALCRISTIANA, PROFESORA MIREYA MATONTE

MATONTE: Buenas noches, señor Presidente de la República, Tabaré Vázquez; señores miembros del panel, Monseñor Luis del Castillo, señora Susana Montreal, doctor Carlos Maggi, licenciado Víctor Chávez; autoridades civiles y religiosas; señoras y señores:

Muy bienvenidos. Para mí constituye un enorme honor darles a ustedes esta cordial recepción en nombre de las instituciones que han organizado este evento, el Departamento de Pastoral Social y la Conferencia Episcopal, y el Centro de Estudio y Difusión de la Doctrina Socialcristiana (CEDIDOS); y agradecerles su presencia.

Este panel sobre "Concepto Auténtico de Laicidad" está enmarcado dentro de la Semana de Doctrina Social de la Iglesia que se está llevando a cabo y forma parte también del trabajo que nuestro Centro está realizando en estos momentos sobre Educación y Cultura, como un aporte al Debate Educativo.

Muchísimas gracias, a los señores panelistas por aceptar nuestra invitación; pero me permitirán ustedes que agradezca de una manera muy especial al señor Presidente de la República que ha tenido la deferencia de participar con nosotros en este evento, lo que constituye una distinción.

De nuevo y a todos, muchísimas gracias por su presencia.

DISERTACIÓN DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA, TABARÉ VÁZQUEZ

PRESIDENTE VÁZQUEZ: Muy buenas noches para todos ustedes. Demás está decir el honor que representa para mi estar junto a cada uno de quienes han concurrido a este evento en la noche de hoy.

Profesora Mireya Matonte, Presidenta del Centro de Estudio y Difusión de la Doctrina Socialcristiana; Monseñor Luis del Castillo, Presidente de la Conferencia Episcopal del Uruguay; autoridades nacionales y departamentales; autoridades religiosas; ilustres visitantes; estimados anfitriones; distinguidos panelistas; señoras y señores; amigas y amigos:

Agradezco al Departamento de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal del Uruguay, al Centro de Estudios y Difusión de la Doctrina Social de la Iglesia y a todos ustedes la hospitalidad con que me reciben, así, como la oportunidad que me brindan en el marco de la Semana Nacional de la Doctrina Social de la Iglesia, de exponer y compartir nuevamente algunas reflexiones sobre la laicidad.

Y digo nuevamente, pues, a este mismo tema me referí el 14 de julio del año pasado cuando en la misma condición con la cual estoy hoy aquí -es decir, en mi condición de Presidente de la República Oriental del Uruguay- estuve en la sede de la Gran Logia de la Masonería del Uruguay para hablar precisamente de este mismo tema.

En aquella ocasión dije algunas cosas que, a modo de inventario, quiero repasar brevemente para luego profundizar algunas de ellas.

Dije que para abordar esta temática es necesario -desde mi muy modesto punto de vista- en primer lugar, dilucidar un aspecto terminológico que lejos de ser un detalle menor hace a la sustancia de dicha temática.

En otras palabras, analicemos qué entendemos por laicidad. Y a modo de respuesta a tal interrogante expresé que el vocablo laicidad, como la palabra laicismo, derivan de la expresión laico.

Laico, laicismo y laicidad términos que siendo de una misma familia, como ustedes lo saben muy bien, no significan lo mismo; son parecidos pero no son iguales, y ustedes bien lo saben.

Etimológicamente, laico deriva del griego laos que significa pueblo y de ikos sufijo que denota pertenencia a un grupo.

En la antigua Grecia la expresión laico se usaba para referir a la población común en cuanto grupo diferenciado de los gobernantes.

Es con las primeras traducciones de la Biblia hebraica que la palabra laico comienza a ser utilizada en tanto cosa no consagrada a Dios.

Y será en la Edad Media, y más precisamente a partir del decreto del monje y teólogo Gracián, aproximadamente en el año 1140, que la palabra laico adquiere el sentido de fiel no consagrado al Ministerio cristiano. Esto en cuanto a laico.

La palabra laicismo en cambio refiere más bien a la reacción ante un largo proceso de intolerancia de la Iglesia y a la intervención de sus autoridades en los asuntos civiles.

Esto despierta la reacción en la sociedad, reacción en la que también incidieron los avances científicos y tecnológicos -que los hubo por cierto, no son patrimonio exclusivo de nuestra época- de los siglos XV, XVI, XVII y XVIII, dando lugar a un proceso de transformaciones culturales, económicas, sociales y políticas características que denominamos "modernidad".

Así entendimos, entonces, laico y laicismo una manifestación reactiva a una realidad que existía, ¿qué entendemos por laicidad?

Aquel 14 de julio del año pasado, cuando me referí a este tema, dije: "entendemos como un marco de relación en el cual los ciudadanos podemos entendernos desde la diversidad, desde la diversidad, pero en igualdad".

Entendemos a la laicidad como un factor de democracia.

Permítanme, entonces, en esta ocasión compartir algunas reflexiones a propósito de esa definición de laicidad que, por cierto, no pretende ser la única; que seguramente no es la más profunda en términos filosóficos, ni la más ajustada en términos de otras disciplinas académicas, pero que es la que mejor expresa lo que -reitero- modestamente pensamos sobre este tema.

Amigas y amigos, soy un enamorado de la vida, quizás porque durante muchísimos años hemos convivido muy cerca de la muerte. Y creo que para el ser humano que nace sin que se le consulte su vida, la de todos nosotros, es una especie de travesía en un mar de interrogantes a las cuales -en la medida de nuestra inteligencia- debemos dar o buscar, por lo menos, una respuesta.

Ahora bien, toda respuesta supone dudas, búsquedas, opciones y decisiones. Y para decidir entre varias opciones hay que pensar y actuar, actuar y pensar libremente, sin prejuicios ni condicionamientos; lo cual no es sencillo en el mundo actual.

"¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que acabar con un prejuicio", decía Albert Einstein hace ya varias décadas. Pero sigue teniendo razón.

Hoy se desintegra más fácil un átomo, cosa que no es nada fácil, que cambiar un prejuicio.

Creo también que la laicidad hunde sus raíces en el derecho, en todos los seres humanos; simplemente por serlo, tendemos a dudar de todo, a vivir la desafiante angustia de la incertidumbre; a buscar respuestas que disipen esas dudas, y a elegir con la razón entre esas respuestas aquella que nos parece la mejor aunque nos equivoquemos, porque equivocarse es, sin duda, una condición humana.

Consecuentemente entonces con lo anterior, creo que la laicidad es un espacio de encuentro sobre bases de libertad, tolerancia e igualdad; espacio en el que hay creyentes, cualquiera sea la religión que profesan, agnósticos y ateos.

Ello, lejos de ser -permítanme el término quizás no muy académico- lejos de ser un "cambalache" constituye un marco de convivencia sustancialmente democrático.

Un marco que abarca disposiciones legales, por supuesto, pero que más allá de estas implica además una actitud de reconocer en el otro a un semejante; de respetarnos mutuamente y de respetar todos las mismas reglas; de asumir que no hay igualdad sin pluralidad, y de comprometerse para que todos y cada uno tengan la oportunidad de construir su propia vida y coadyuvar al bien común, en libertad y con razón.

La laicidad, en mi opinión, no es una reliquia ni una isla, ni un camino con un único, predeterminado e inexorable final.

Y, en tal sentido, me siento identificado con Norberto Bobbio cuando define a la laicidad como "una condición para la convivencia de todas las posibles culturas y como expresión, como expresión de un método más que un contenido".

Y me gustaría ejemplificar lo que acabo de decir a través de una interpretación personal. Y entre muchos ejemplos prácticos de ese método, de ese marco de convivencia, de buscar herramientas que nos hagan aceptarnos entre todos, permítanme traer a este ámbito un ejemplo que seguramente ustedes conocen, pero que a mí me resulta conmovedor.

El ejemplo de aquel Nuncio Apostólico en Turquía, que en 1942 decidió valientemente montar una operación de bautismo y rescate de judíos húngaros, que de lo contrario serían internados y exterminados en los campos de concentración nazi. Aquel Nuncio se llamaba Giuseppe Roncalli, el futuro y siempre presente Papa bueno, Juan XXIII.

Amigas y amigos, sería redundante hacer referencias a las inexcusables responsabilidades que tiene el Estado y los Gobiernos en la vigencia de un marco jurídico que garantice la laicidad, y en la existencia de un contexto social favorable a la misma.

Todos los aquí presentes somos conscientes de ello. Pero aún a riesgo de caer en otra redundancia, creo oportuno manifestar aquí y ahora, y quizás esta sea la mayor contribución de nuestra modesta intervención a esta jornada, quiero manifestar aquí y ahora el estricto respeto de este Gobierno Nacional al estado laico y a la libertad de cultos religiosos establecidos en el Artículo 5° de la Constitución de la República, así como su compromiso activo con la laicidad en tanto marco de convivencia democrática.

En ese compromiso, sin dudas, hay lugar para el debate de ideas e incluso de creencias. ¡Por supuesto, que lo hay!

Solo los fundamentalistas le temen al diálogo. No es mi propósito coartar o condicionar ese debate. Todo lo contrario.

No solamente soy un apasionado de la vida, también y consecuentemente soy un apasionado de la libertad.

Dicho lo anterior, permítanme decirles, además, que en mi opinión ese debate sobre la laicidad más que situarse en términos de religiosidad o no religiosidad; de clericalismo o anticlericalismo; tendría que ubicarse en el plano de la ciudadanía como fundamento para la construcción democrática de la Nación.

Todos los aquí presentes, no tengo dudas al respecto, queremos un Uruguay donde toda la información fluya con total libertad; donde el conocimiento esté al alcance de todos; donde cada persona tenga la posibilidad de decidir por sí misma y construir su propia vida en una sociedad cohesionada en lo interno e integrada en lo externo.

Queremos un Uruguay mejor para todos. Y queremos construir un Uruguay entre todos; sin exclusiones, porque quien excluye discrimina y quien discrimina ejerce la peor de las violencias, la violencia que duele en la razón pero que sobre todo duele en el alma.

Este Gobierno está trabajando para ello. Y este encuentro es prueba de esa voluntad, de ese compromiso y de esa confianza que nos une y que sin anular la especificidad propia de cada una, nos hace a todos iguales. Muchas gracias.

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