04/11/06


Intervención del Presidente de la República Oriental del Uruguay, Tabaré Vázquez, en la Primera Sesión Plenaria de la XVI Cumbre Iberoamericana, en el Hotel Radisson
PRESIDENTE VAZQUEZ: En la actualidad, unos 25 millones de latinoamericanos han emigrado de sus respectivos países, y representan aproximadamente el 13% del movimiento migratorio mundial. Y aproximadamente un millón y medio de ellos están radicados legalmente en España, un país cuya diáspora podría calcularse entre un millón y medio y dos millones de españoles residentes en el exterior. Sabido es que muchas elecciones, por ejemplo de Galicia, se deciden con los votos emitidos en México, Caracas, Buenos Aires o Montevideo.

¿Qué decir de Portugal? Unos diez millones de portugueses viven en su país y otros cuatro millones y medio en otros países. ¿Y de Uruguay? Poco más de tres millones de habitantes en nuestro territorio y unos 600.000 en el exterior. Y Buenos Aires, es –y ayer lo decíamos en el Solís- casi seguramente la segunda concentración urbana de uruguayos u orientales, como gustaba llamarnos Jorge Luis Borges, que también tenía vínculos familiares en este lado del Río que une, que siempre une, a los hermanos pueblos de Argentina y Uruguay.

Basta tener en cuenta estos rasgos que acabo de enunciar, para comprender que aquí en este recinto y alrededor de esta mesa no hay víctimas ni culpables, todos somos responsables, mejor dicho co-responsables. Y si somos co-responsables, debemos actuar en consecuencia, todos debemos hacerlo, tanto los países de origen como de destino migratorio; respetado las normativas nacionales y la legislación internacional referida a estos procesos; respetando los derechos, lo cual no significa deslizarse al todo vale, ni caer en modalidad alguna de discriminación, atendiendo especialmente la situación de niños, adolescentes y mujeres migrantes, y simultáneamente generando desarrollo, porque –permítanme reiterar algo que expresé ayer– la gente no emigra por el placer de viajar ni por amor a la aventura. Lo que la gente reclama, porque lo necesita y porque tiene derecho a ello, es un lugar donde realizarse como persona y vivir dignamente en sociedad. Una dignidad que implica nivel y calidad de vida, que implica alimentación, salud, educación, empleo, protección social, pero que también implica libertad, tolerancia, democracia, justicia, solidaridad, esperanza y confianza.

Amigas y amigos, creemos que no hay fórmulas milagrosas ni recetas infalibles para el desarrollo, pero aún así, algunas cosas creemos están claras: primero, el desarrollo no es un problema técnico, es un asunto sustancialmente político y más aún ético.

Segundo, tampoco en materia de desarrollo pueden confundirse los medios con los fines.

Tercero, no hay auténtico desarrollo sin igualdad; no hay desarrollo sin libertad y sin democracia, como régimen de gobierno y estado de la sociedad.

Cuarto, y no hay –reitero- desarrollo sin cooperación y solidaridad que no es lo mismo que filantropía o caridad.

En este marco –creo- debemos saber administrar y cuidar la actual y favorable coyuntura económica, esa bonanza económica debemos cuidarla, creando líneas de defensa para el período de inversiones del ciclo económico internacional, como acaban de discutir en el encuentro empresarial en Punta del Este.

Este favorable desarrollo de la economía ofrece especiales condiciones para: uno, acelerar políticas sociales para reducir los niveles de pobreza desigualdad y desempleo; dos, consolidar y profundizar la cooperación regional y la cooperación Iberoamericana.

En ese sentido plantemos un par de iniciativas que de ser aprobadas podrán traducirse en mandatos a la Secretaría General Iberoamericana: una, promover encuentros iberoamericanos para la promoción de las inversiones e infraestructuras; y dos, promover políticas de cooperación iberoamericana a PYMEs y microempresas.

Señoras y señores, amigas y amigos, tales son los temas planteados en esta reunión que por supuesto no aspira a resolver total y definitivamente pero que tiene la inexcusable responsabilidad de aportar a su progresiva y colectiva dilucidación.

Tal es nuestra responsabilidad, la de quienes estamos aquí y ahora. Una saludable forma de abordar esa tarea es -permítame la sugerencia- hacerlo sin mayor retórica. Ser concretos, lo que no significa ser intrascendentes, seguramente ayudará a que la síntesis de esta reunión no se reduzca a un libro de quejas o a una carta de deseos y pedidos navideños.

La comunidad iberoamericana no puede reducirse a un cronograma de reuniones ni a una colección de discursos y fotos oficiales, ni a la evocación nostálgica de lo que fue, lo que pudo ser, de lo que deseamos ser o de lo que tal vez algún día podemos ser.

La Comunidad Iberoamericana en tanto casa común habitable para todos, sin que nadie tenga que renunciar a lo suyo, será señoras y señores lo que nosotros mismos seamos capaces de construir.

Muchas gracias.

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