PALABRAS DEL PRESIDENTE URUGUAYO, TABARÉ VÁZQUEZ, EN
EL ACTO DE CLAUSURA DE LA XVI CUMBRE IBEROAMERICANA, TRAS FINALIZAR LA
TERCERA SESIÓN PLENARIA, EN EL HOTEL RADISSON
PRESIDENTE VÁZQUEZ: Su
Majestad Don Juan Carlos de Borbón, -estimado amigo-; señores Jefes de
Estado y de Gobierno; señora Presidenta de Chile; señor Secretario
General Iberoamericano; señor Secretario General de la Organización de
Estados Americanos; señoras y señores Representantes de Organismos
Internacionales y Gobierno invitados, amigas y amigos.
Previo al cierre, a
mis palabras de cierre de clausura de esta XVI Cumbre Iberoamericana,
quiero saludar, y seguramente lo estoy haciendo en nombre de todos
ustedes, a otro Presidente como el Presidente de Ecuador, el Presidente
Palacio que también dejará, al igual que el Presidente Fox, dentro de
algún tiempo la Presidencia de su país pero estamos seguros que nos
encontraremos en el camino de trabajar juntos para mejorar la calidad de
vida de nuestra gente.
Amigas y amigos,
llegó el momento de cerrar esta XVI Cumbre Iberoamericana, y créanme no
me resulta fácil hacerlo. Ha sido tan grato recibirlos en Uruguay y
compartir con ustedes estas jornadas que sinceramente me cuesta la
despedida.
Pero además qué
puedo agregar a lo que ya ha sido dicho en las Sesiones de ayer y hoy de
mañana, qué puedo agregar a lo expresado en los documentos que firmamos
en esta misma Sesión, o a lo manifestado hace algunos momentos por
quienes me han precedido en el uso de la palabra, en todo caso el
compromiso del Gobierno uruguayo ante esta Comunidad, de trabajar
incansablemente para apoyar a los uruguayos que están fuera de nuestro
país, a auxiliarlos en el legítimo derecho de defender sus posiciones
pero también a entender que en este marco la responsabilidad cabe
también a los países que ayer, hoy y mañana serán objeto de migración.
Quien se va de un
país en estas condiciones no lo hace ni por deporte, ni por aventura, lo
hace porque condiciones políticas, económicas o sociales le obligan a
buscar en otros lugares lo que no encuentran en sus países. Y aquí hay
una responsabilidad de todos los países que hoy somos el sujeto central
de las migraciones, trabajar fuertemente para actuar sobre las causas
que ocasionan estas migraciones. Poco más puedo agregar, pero en todo
caso permítanme hacer referencia a la "tía miseria", a la "tía miseria",
una brevísima narración oral que alguna vez hizo Juan Rulfo en una
tertulia que mantuvo con Camilo José Cela, Marta Portales y Eraclio
Zepeda. En esa ocasión Rulfo comentó que en uno de esos pueblos, donde
todo es penuria y dolor como muchos pueblos de nuestra Latinoamérica,
vivía una mujer vieja y pobre cuyo único bien terrenal era un raquítico
manzano. Muchos en el pueblo se reían de aquella mujer y robaban las
manzanas de su árbol.
Un día apareció un
hombre y le pidió a la vieja algo de comer, ella le dijo sólo tengo este
pobre manzano; el hombre conmovido le prometió a la pobre mujer como
aquellos magos que surgían de la lámpara de Aladino, cumplir tres deseos
a los cuales ésta respondió: "uno, que cuando me vaya a morir me avises
un día antes. Dos, que cuando alguien suba al árbol no pueda bajar.
Tres, que sólo baje cuando yo se lo ordene. Pasó el tiempo y un día se
presentó la muerte para avisarle a la mujer que su tiempo había
concluido.
La vieja le pidió a
la muerte que subiera al árbol para cortar la última manzana que comería
ante de morir. La muerte aceptó, y cuando intento bajar del árbol no
pudo, al sentirse atrapada se angustió, amenazó, rogó pero todo en vano,
la viejita sólo le permitía bajar si le garantizaba la vida eterna.
Desquiciada la
muerte clamaba a Dios: "Señor, sácame de aquí, tengo mucho trabajo, se
me están quedando muchos vivos, a pesar de tantos tiros y puñaladas no
se muere nadie porque yo estoy aquí prisionera".
Durante muchos
tiempo Dios no atendió esa suplica, pero un día ya fastidiado le dijo a
la muerte: "dile a la vieja que aceptas su reclamo y olvídate de ella,
de la "tía miseria". Así sucedió y desde entonces nadie puede librarse
de la "tía miseria" en el mundo.
Amigas y amigos, la
narración de Rulfo como ficción es excelente, pero la realidad puede y
debe ser mejor.
La miseria existe,
la material y la otra que duele más aún que la anterior, pero es posible
librarse de ambas, no es fácil ni inmediato, pero es posible. Y esta
reunión creo que lo ha demostrado. Y ha demostrado también que como
Comunidad Iberoamericana seremos lo que hagamos y no lo que nos presten
desde afuera. Yo confío en lo que seamos capaces de hacer todos y a
todos los niveles, a todos los niveles, con una amplia participación de
nuestra gente, de nuestro pueblo para no quedar aislados como
Gobernantes y alejados de nuestra gente.
Durante el tiempo
que tenemos por delante y hasta la organización de la próxima Cumbre
Iberoamericana, debemos comprometer nuestro mayor esfuerzo para llevar
adelante los buenos propósitos que expresamos en esta Cumbre. Y confío
querida amiga, señora Presidente de la hermana República de Chile, que
en esa ocasión, cuando estemos en su casa, no solamente daremos cuenta
de la consolidación y proyección de la Comunidad Iberoamericana que
somos, sino que también caminaremos con usted por esas alamedas que nos
enseñó un gran compatriota suyo en el último y supremo momento de su
vida que no ha muerto. Muchas gracias. |