08/03/07


EN LUCHA CONTRA LA VIOLENCIA FAMILIAR.
La presidenta de la Coordinadora Departamental de Defensorías Comunitarias del Cusco (Perú), Martha Galarza, manifestó ayer miércoles 7, que “hemos roto el círculo”, y reafirmó el cometido de dicha coordinadora de enfrentar la violencia familiar con una estrategia sencilla, pero muy poderosa, y tener éxito en fomentar una cultura de paz. Esta iniciativa cuenta con el apoyo de la CEPAL y Fundación Kellogg.

Las defensoras surgieron en los poblados del Cusco, como parte de un proyecto comunitario para apoyar a las víctimas de la violencia familiar, del abuso sexual, del maltrato, respaldar el proceso de denuncia y hacerle seguimiento.

La iniciativa trabaja con líderes de la comunidad, quienes se capacitan para impulsar la promoción y protección de los derechos de las mujeres, niñas y niños. Las defensoras son voluntarias y su lengua materna es el quechua, al igual que del 70 % de la población local, y a quienes las víctimas pueden recurrir con más facilidad para solucionar sus problemas.

La semana pasada Rocío Franco, representante del Instituto de Defensa Legal (IDL), organización no gubernamental de Perú que impulsó el proyecto, fue invitada a Ghana para dar a conocer esta iniciativa, ganadora además del concurso Experiencias en innovación social, organizado por la CEPAL y la Fundación Kellogg, ciclo 2005-2006.

El gobierno de la República del Africa Occidental tiene un ambicioso programa de reforma del sistema judicial y, las Defensorías comunitarias son reconocidas como una estrategia sencilla y poco costosa que permite al sistema judicial llegar a lugares muy alejados y atender problemas que de otro modo quedarían fuera de su alcance.

Hoy se celebra el Día Internacional de la Mujer. “La violencia contra las mujeres y las niñas persiste sin disminución en todos los continentes, todos los países y todas las culturas, con efectos devastadores en la vida de las mujeres, sus familias y toda la sociedad. La mayor parte de las sociedades prohíben esa violencia, pero en la realidad frecuentemente se encubre o se tolera tácitamente”, señaló Ban Ki-moon, Secretario General de la ONU.

“La violencia contra las mujeres en América Latina es la violación más extendida de los derechos humanos”, según Marta Maurás, Secretaria de la Comisión de la CEPAL.

El quechua abre los corazones

“Por el uso de la lengua común, el quechua, se abren los corazones y la confianza”, señala Rocío Franco. El IDL decidió iniciar este proyecto en Cusco porque allí hay una tradición de participación y liderazgo femenino, por su carácter intercultural, y porque permitiría trabajar con la ciudadanía en una zona de extrema pobreza.

También porque en el Cusco, pese a que el 69% de las mujeres han sido violentadas, las denuncias de violencia intrafamiliar eran muy reducidas. El fenómeno queda oculto por miedo, por vergüenza, o por las dificultades que enfrenta el sector público para atenderlas. Una encuesta reveló que el 72% de las mujeres maltratadas no había recurrido a ninguna institución en busca de ayuda.

Defensorías Comunitarias se creó para enfrentar la violencia familiar, como un primer paso para revertir conductas agresivas generalizadas y fomentar una cultura de paz desde la familia.

Esto se logra dando a conocer ampliamente los derechos y creando conciencia de que la violencia familiar no se debe tolerar ni permitir. No hay nada ni nadie que la pueda justificar. Y así se susurra, se dice, se grita en las campañas de difusión.

Desde el inicio del proyecto en 1999, las Defensorías comunitarias peruanas han aumentado de 8 a 38 y el número de defensoras/es, de 79 a 380, la mayoría de ellas en zonas rurales. El proyecto ha llegado a más de 35 mil personas, incluyendo a las mismas defensoras, a la población sensibilizada, autoridades contactadas y víctimas.

El agresor puede y debe ser juzgado

Una de las claves del éxito está en las defensoras comunitarias. Ellas son un elemento novedoso e innovador, ya que no se trabaja con técnicos externos a las comunidades y el acceso a la justicia ocurre a través de la participación ciudadana.

Las defensoras son personas de la misma comunidad, que además de ayudar a otros, se empoderan y se convierten en un ejemplo vivo de que es posible cambiar la actitud frente a la violencia y defenderse dentro de un marco de derechos. Se dan cuenta que eliminar la violencia es un derecho y no una agresión hacia el agresor, que ellas no son culpables y que el agresor puede y debe ser juzgado.

“Con la capacitación me di cuenta que como mujer tenía derechos, que hay leyes que nos protegen y que la autoridad debe respetarlas, dice Martha Galarza, 52 años, casada, madre de 4 hijos.

“Antes primero hacía las labores de la casa, luego le pedía permiso a mi esposo para salir. No sólo cambié yo, también cambió toda mi familia. Aprendí a respetarle los espacios a mis hijos, con mi esposo aprendimos a no gritarnos, empezamos a compartir los roles entre todos” cuenta Martha.

También aprendieron a defender a las mujeres golpeadas, a los niños que no tenían acceso al colegio o a la Justicia. “Ayúdamos para que ejerzan sus derechos, o simplemente acompáñamos a hacer la denuncia en la Comisaría. La policía las maltrataba, les decía: ‘tu a qué vienes, no le habrás cocinado a tiempo a tu esposo, por eso te pega’, entonces la mujer salía peor de su denuncia”, añade.

La confianza ganada poco a poco

Poco a poco la gente comenzó a confiar en ellas. Las Defensorías a su vez tejieron nuevas redes sociales, forjaron lazos con el Instituto Médico Legal, con las Comisarías, con la Justicia, con organismos que rehabilitan, abrieron puertas para mejorar el proceso de acompañamiento de las víctimas.

Los requisitos que deben cumplir los potenciales defensores son: mayoría de edad, vivir en la comunidad; tener tiempo para la Defensoría, seguridad y autoestima; gozar de confianza y reconocimiento de la gente; ser discreto y saber guardar secretos; saber escuchar con calma y paciencia; ser arriesgado para enfrentar los problemas. Su capacitación dura tres días.

Una evaluación de IDL de 177 casos de usuarias de las Defensorías reveló que la mayoría son mujeres (74%), predominantemente con casos de violencia familiar (39%), seguidos por juicios de alimentos (19%), abandono familiar (14%) y problemas de matrícula escolar (13%).

Gran parte de las usuarias se muestran satisfechas con los servicios obtenidos: el 67% afirma que la Defensoría generó un cambio positivo en su vida y la de la comunidad. Aunque sólo el 22% de entrevistadas reportó que se resolvió su caso, 50% consideran que aprendieron del proceso y, para el 28% fue clave el apoyo emocional durante la atención de las defensoras. El 97% de las usuarias recomendaría el servicio a un familiar, amiga o vecina: 24,5% porque es gratuito, 22,6% porque apoyan y orientan y 18,9% porque ofrecen una solución rápida a los problemas.

Por su parte, las defensoras se han legitimado lo suficiente en sus comunidades como para forjar en 2005 una Coordinadora provincial, para evaluar su trabajo, compartir experiencias y plantear los nuevos desafíos.

Este año, la Coordinadora va a condecorar a las autoridades, les dará su reconocimiento a los organismos de los gobiernos comunales y estaduales que están brindando apoyo en este gran cambio cultural. Esa es una prueba de su legitimación.

Y Martha Galarza, así como algunas otras defensoras, están asistiendo a la universidad. “Pensé que mis neuronas ya no iban a funcionar, pero es falso. Sacaré mi título en conserjería familiar y me prepararé en conciliaciones extrajudiciales, para poder cumplir mejor”, dice con una amplia sonrisa.

Amplia información sobre este concurso Experiencias en innovación social en español, inglés, francés y portugués, así como material multimedia en la página web http://www.cepal.org/dds/innovacionsocial.

Los interesados en más información pueden contactarse con Pilar Bascuñán, vía correo electrónico: pilar.bascunan@cepal.org o innovacion.social@cepal.org. Teléfonos: 562-2102148/ 2451/2263.

Testimonios de usuarias/os de la defensoría comunitaria

Recogidos por Liliana La Rosa, evaluadora de la visita de campo para el concurso Experiencias en innovación social, de CEPAL y Fundación Kellogg.

- Eugenia (44 años), vendedora de chicha en la Plaza de Armas de Yanaoca. Tiene cinco hijos, cuatro con su marido y uno que tuvo cuando estaba soltera.

“Yo tenia problemas con mi esposo, me maltrataba, hasta que un día casi me mata, delante de mis hijitos, por eso fui a la defensora, para que me ayude. Yo sabía que estaban las defensoras en el pueblo, que siempre acompañaban, por eso las busqué, me lo aconsejaron mis vecinas.

Por años viví agredida, ahora ya no me pega, pero me humilla, me afecta psicológicamente. No me pega porque le han hecho firmar un papel en la Prefectura y con eso se contiene, me pide perdón, pero yo siento tristeza, lo he perdonado, pero me he quedado triste”.

Eugenia pareciera por ratos perderse en sus recuerdos y sus ojos se llenan de lagrimas, dice: “no dejo a mi esposo porque necesitamos vivir, ayuda al sustento de la casa. Ahora estamos tranquilos, me ayuda, pero el maltrato con mi persona ha sido grande, tanto he llorado, el me botaba de la casa con mis hijos chicos, me tenia que ir, tanto he llorado que mis ojos están enfermos, ya no veo bien, me siento mal”.

Las defensoras la han acompañado por semanas, desde que supieron el caso y le dieron fuerzas hasta que decidió denunciarlo. El comportamiento violento del esposo era cíclico: le pegaba cuando estaba borracho y luego, cuando se le pasaba, se humillaba pidiendo perdón.

Con las defensoras y la prefectura han hecho un acta de garantía por la cual el esposo además de disculparse, firmo un compromiso de no violencia y se le informo que si lo viola se le pondrá una multa de S/500 (US $ 150) y se tomaran medidas drásticas.

Eugenia dice que si no hubiesen existido las Defensoras ella estaría muerta o seguiría con el mismo problema. Las defensoras han sido su apoyo, le dan fuerza y aunque ella no tome decisiones, siguen apoyándola, siguen aconsejándola.

- Alejandra (58 años), analfabeta. Comunera de Kunturkanki.

Alejandra es una mujer pobre, quechua hablante, que caminó cuatro horas para dar su testimonio ante nosotros. Su pueblo queda a más de 4,000 metros sobre el nivel del mar.

Usa ojotas y su ropa está compuesta por falda de bayeta negra (hecha a mano con fibra de oveja) con bordado rojo, chaleco del mismo material y sombrero. Ella cría una nieta cuyo padre no la ha querido reconocer y no la apoya con recursos para alimentarla. Su nieta tiene ya 8 años, va a la escuela y está en tercero de primaria.

Señala: “sobrevivimos tejiendo, hilando, trabajando en las casas cuando nos dan trabajo, cuidamos nuestros animalitos, somos evangélicos”.

Para ella la Defensoría comunitaria es muy importante porque le han brindado orientación, han llevado al padre de su nieta al juez y lo van a hacer reconocer a su hija y darle para su manutención. Está preocupada porque cuando ella se muera, no sabe qué pasara con su nieta.

Alejandra dice: “el pueblo no piensa, no sabe, yo tampoco sé mucho, es bueno conversar, hacer que tengamos mas defensoras, mas gente que sepa y conozca de derechos, yo soy pobre, ignorante, no fui al colegio, no sé leer, pero he aprendido de mis derechos con las defensoras y de los derechos de mi nieta, por eso estoy defendiendo yo también”.

Joaquina (60 años). Analfabeta, seis hijos. Vive con su esposo de 80 años. Dice que sus hijos están alcoholizados y son irresponsables con sus nietos.

La señora Joaquina dice: “La Defensoría es importante porque con la pobreza en que estamos nos tragamos no más nuestros dolores. Los padres abusan de sus hijos y no hay quien diga nada. Este reconocimiento es importante porque así las autoridades y los policías van a respetar lo que hacen las defensoras, por eso he venido a contar mi historia”.

Para Joaquina, “las defensoras son la única opción de los pobres, porque ellas también son pobres, son mujeres, hablan quechua, viven en el mismo sitio que todos, conocen al pueblo y son buenas personas, no cobran nada por todo lo que saben, trabajan gratis, de voluntarias”.

El caso: Su hija tuvo un hijo y el padre no lo quiso reconocer, no da alimentos, está alcoholizado y trabaja en la Municipalidad, están tratando que la Municipalidad le transfiera una mensualidad para que el nieto sobreviva. Las defensoras le han llamado la atención al padre y lo han llevado al juez, lo están aconsejando para que cambie, también la están asesorando a ella para lograr el reconocimiento del niño y para que lo críe con cariño.

Joaquina cuenta que sus hijos varones les pegan a sus esposas, que toman alcohol y se vuelven violentos y por eso ella está preocupada y busca a las defensoras para que los reprendan. Contó que a uno de sus hijos lo llevaron a la Comisaría y allí le llamaron la atención y le hicieron firmar un documento. Con eso está cambiando, ha empezado a trabajar y portarse mejor, tiene la esperanza de lograr poco a poco que todos cambien.

Pedro (44 años). Comunidad de Tusa. Secundaria completa. Conoció de la existencia de las Defensorías a través de la radio, pues escuchaba sus programas.

El señala que: “antes de las defensorías todo era un abuso, los policías y las autoridades salían a favor de los que tenían dinero, de los que coimeaban, por eso siempre perdían las victimas, porque el que tenia dinero y compraba a los policías y autoridades ganaba”.

Su caso:

La esposa de Pedro dio a luz un “natimuerto” (recién nacido muerto), estaba muy deprimida y fue a visitar a sus familiares. Pero peleó con sus padres y la situación se puso tan violenta que la golpearon hasta dejarla semi-inconsciente.

Pedro la llevó al hospital y denunció el hecho en la Comisaría. Sin embargo, la policía no le hizo caso porque su suegro los coimeó. Entonces él recurrió a las defensoras, quienes visitaron al suegro y hermano golpeadores y les llamaron la atención, además de exigirles que cubrieran los gastos de hospitalización de su hija. Así se logró que pagaran los gastos e incluso le compraran vitaminas y pidieran perdón.

Las defensoras también denunciaron el hecho ante las autoridades para que la policía sea reprendida.

Cipriana (actualmente defensora, 52 años).

Dos personas la golpearon porque no pagó una deuda y fue a hacer la denuncia a la policía. La policía hizo el reporte y puso “agresión mutua”, cuando en realidad fue una golpiza de dos personas a una que no se defendió. Según las defensoras esto es bastante común y se da cuando hay coima de por medio.

La agredida fue donde la defensora y ésta acudió a la policía, exigió leer el reporte del caso y utilizando técnicas de intimidación, como solicitarles el nombre y rango del policía y tomando notas de éstos, además de notas del reporte, lograron que la policía hiciera un nuevo reporte fiel a la verdad e incluyendo el reporte del medico que evaluó a la agredida.

Dioselina (25 años), tres hijos.

El esposo de Dioselina la maltrataba físicamente y ella no tenia dónde acudir porque es de un pueblo lejano y no tiene familiares en Cuzco. El esposo la maltrataba cuando estaba borracho o enojado. Tanto ella como sus hijos fueron golpeados repetidas veces. Ella fue a la policía y se burlaron de ella, la culpabilizaron, no le hicieron caso a sus moretones y sangrado, no le aceptaron la denuncia.

Como era vecina de una defensora, acudió para relatarle la situación. La defensora la llevó al Defensor del Pueblo (autoridad regional) y el esposo fue llamado y denunciado, ahora esta con tratamiento psicológico y ya no golpea a la familia.

© 2006 PRESIDENCIA - República Oriental del Uruguay | Derechos Reservados