10/04/07


VÁZQUEZ RECORDÓ A ALLENDE DURANTE LA CENA EN SU HONOR
El presidente de la República recordó anoche al ex presidente chileno Salvador Allende durante la cena con la que fue agasajado por su par trasandina, Michelle Bachelet. “Entregó su vida por compromiso democrático, por lealtad a su pueblo y por dignidad hacia sí mismo”, dijo Tabaré Vázquez.

PALABRAS DEL PRESIDENTE TABARÉ VÁZQUEZ DURANTE LA CENA OFRECIDA EN SU HONOR POR LA PRESIDENTA DE CHILE

PRESIDENTE VÁZQUEZ: Señoras y señores Ministros de Estado, autoridades nacionales civiles y militares, integrantes del cuerpo diplomático, señoras y señores, amigos y amigas.

 “El amor vale lo que se ha sufrido por él”, expresó uno de esos personajes anónimos, atormentados y apasionados, típicos en la obra de William Faulkner, en una obra publicada en el año 1939, que mantiene un diálogo entre una pareja de amantes. Es la obra titulada “Palmeras Salvajes”. Y es verdad:  aunque parezca contradictorio, lo cierto es que en el amor no todo es color de rosa, del mismo modo que los Presidentes democráticamente electos de Chile y Uruguay se encuentren hoy en este edificio tan emblemático, es un hecho que trasciende largamente lo formal.

Y que esos dos Presidentes estén tan marcados generacional, política y hasta profesionalmente por otro que hace 33 años, en este mismo lugar, entregó su vida por compromiso democrático, por lealtad a su pueblo y por dignidad hacia sí mismo, tiene mucho que ver con lo que decía aquel personaje de Faulkner.

Gracias, señora Presidenta, por habernos invitado a esta visita de Estado. No ha sido fácil venir. Muchos esfuerzos, de mucha gente, durante muchos años, han sido necesarios para ello. Pero es hermoso haber llegado. En nombre del gobierno que presido, en nombre de la comitiva que me acompaña y por supuesto en mi nombre, quiero agradecer a usted, señora Presidenta y a ustedes, autoridades del gobierno de Chile, por la hospitalidad con que nos han recibido y el afecto que nos están demostrando. Sentimos que estamos como en nuestra propia casa.

Traigo y permítanme transmitirlo ya mismo y enfáticamente, el saludo de todos los uruguayos, de toda la ciudadanía de la República Oriental del Uruguay. Un saludo como somos los uruguayos: un poco tímidos, pero –créannos- cálidos y sinceros.

Un saludo con historia, porque el pasado nunca descansa, pero sobre todo, señora Presidenta, señoras y señores, un saludo con futuro. Un futuro donde chilenos y uruguayos tenemos esperanzas comunes y, en consecuencia, compromisos y tareas compartidas.

Saludo y  futuro, entonces, que nos convocan e impulsan.

Señora Presidenta, estimados amigos y amigas, los diálogos que hemos mantenido, así como los acuerdos, convenios y entendimientos suscritos en el marco de esta visita, dan cuenta de objetivos y desafíos comunes a Chile y Uruguay. Comunes a sus gobiernos, pero no sólo a estos. Comunes también a las sociedades de ambos países y a las diversas expresiones sectoriales de ellas.

Es importante que así sea, y es de justicia resaltarlo, porque somos una misma región, y ni la geografía -ni la física ni la humana- pueden justificar la lejanía o la indiferencia entre nuestros pueblos y nuestros gobiernos. Somos países distintos, pero no tan distintos como creímos ser o nos hicieron creer que éramos.

Somos países jóvenes, que para ejercer su inalienable derecho al desarrollo necesitan conjugar crecimiento económico, con justicia social, sostenibilidad ambiental e inserción en un contexto internacional complejo pero del cual no podemos, no debemos, ni queremos, aislarnos.

Somos, por decirlo sencillamente, naciones en construcción. Y somos gobiernos con valores y principios bien definidos y con señas de identidad que comparten. Entre ellas, la de no renunciar a la ilusión, la de no resignarse a esa suerte de agnosticismo crítico que es la cultura del “no se puede” y del “no te metas”. Somos gobiernos que conciben la construcción de la nación como una tarea permanente, colectiva, decididamente democrática y sustancialmente ciudadana, porque no hay democracia sin ciudadanía.

No somos gobiernos infalibles. Hay dificultades, tenemos carencias y cometemos errores. Pero hay errores que no cometemos. Y eso lo percibe la gente y lo saben hasta nuestros más implacables opositores. Y cuando cometemos errores, los reconocemos y tratamos de enmendarlos con firmeza, pero sin dramatismo.

Somos gobiernos conscientes de que la tarea que se nos ha encomendado implica no sólo gobernar el presente sino también gobernar el futuro en lo que éste tiene de previsible, que no es poco. Y asumimos nuestras responsabilidades sin perder de vista que la mayor riqueza de un país es su gente y que la tarea sustantiva del gobierno es acompañar a la gente a lo largo de la vida. A toda la gente durante toda la vida.

Señora Presidenta, estimadas amigas y amigos, no descarto que entre los buenos amigos aquí presentes alguno piense que lo que acabo de decir es una suerte de reivindicación corporativa que hago aprovechando nuestra común condición de médicos. La sospecha es razonable. Pero conviene aclarar que los médicos no somos esos seres circunspectos, distantes, casi santos a veces, casi diabólicos otras, como algunos colegas aparentan y mucha gente cree. Los médicos somos ciudadanos, ni mejores ni peores que los demás y como ciudadanos tenemos principios, valores, derechos y responsabilidades.

Yo me atrevo a decir en su nombre, señora Presidenta, y en el mío, que la misma razón que hace varios años nos llevó a la profesión médica, luego nos trajo a las responsabilidades de gobierno. Sólo hay una forma de vivir la vida: vivirla dignamente. Y la dignidad no es tener más, sino tener lo necesario para ser mejores.

Y aquí estamos, señora Presidenta: rodeados seguramente de abogados, economistas, ingenieros, sociólogos, militares, pero sobre todo compañeros. Porque seguramente, de aquí en el futuro, los chilenos y los uruguayos rendiremos honor a esa palabra: compañero, que quiere decir, “aquellos que comparten el pan”.

Compañeras y compañeros de esperanzas y de compromisos en la difícil pero hermosa tarea de construir entre todos naciones donde nacer no sea un problema, estudiar y trabajar no sea un privilegio y donde envejecer no sea una condena. Países donde soñar no sea sospechoso ni amar sea ridículo. Naciones que encaren el futuro confiadas en sí mismas y en las posibilidades del presente. En fin: naciones como las que chilenos y uruguayos, como todos los pueblos del mundo, reclamamos y merecemos.

Señora Presidenta, señoras y señores ministros, autoridades de gobierno, amigas y amigos: las cenas, por cierto, no son ocasiones propicias para los discursos, ni siquiera las oficiales. Permítanme entonces terminar esta breve intervención diciendo solamente, y nuevamente, gracias y hasta pronto, como siempre.

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