OPORTUNIDADES Y RIESGOS DE LA BIOENERGÍA
La CEPAL y la FAO dieron a conocer este lunes 7, un
estudio conjunto que discute las diversas implicancias que la bioenergía
podría tener sobre la seguridad alimentaria de América Latina y el
Caribe.
Dicha labor surge del pedido que realizó el
presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva al Director General de
la FAO, mediante una carta en la que solicitó el apoyo de dicho
organismo para estudiar el posible impacto que el desarrollo de esta
nueva energía podría tener sobre los países de la Región.
José Luis Machinea, Secretario Ejecutivo de la
Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones
Unidas (CEPAL), recalcó que “para un desarrollo rápido y eficiente de
los biocombustibles, que maximice además los beneficios para amplios
grupos de la población, es necesario coordinar políticas entre las
esferas agrícola, energética, medio-ambiental, comercial, financiera y
tributaria. Esta coordinación requiere de la constitución de grupos de
trabajo multi-ministeriales y también de la participación de la
sociedad civil.”
Por su parte, el Representante Regional de la FAO,
José Graziano da Silva, destacó que toda nueva oportunidad implica
riesgos, y que es responsabilidad de los gobiernos implantar políticas
para minimizar los riesgos y maximizar los beneficios. “La FAO puede y
debe prestar asistencia técnica a los gobiernos de la Región que deseen
implantar un programa sustentable de producción de bioenergía, que
asegure además la preservación de la biodiversidad y garantice la
seguridad alimentaria de los países”, señaló.
Una de las conclusiones fundamentales del estudio es
que las implicaciones de la bioenergía para la seguridad alimentaria y
el medio ambiente dependerán de la escala y velocidad de cambio, así
como el tipo de sistema que se considere, la estructura de los mercados
de productos y energía, y las decisiones en materia de políticas
agrícolas, energéticas, ambientales y comerciales.
Una región excedentaria
En el corto plazo es muy probable que una rápida y
fuerte expansión en la producción de biocombustibles a nivel mundial
tenga efectos sobre la demanda, las exportaciones, la asignación de
hectáreas para cultivos energéticos y no energéticos y en los precios
de los cultivos, poniendo en riesgo el acceso a alimentos de los
sectores más pobres.
Sin embargo, América Latina y el Caribe tiene una
amplia capacidad instalada de producción de alimentos. Además, presenta
un mayor crecimiento en la producción de alimentos y una mayor
proporción de exportaciones de alimentos respecto al promedio mundial.
De los países de la región para el período 1990-1992 y 2002-2004 todos
presentan un superávit en la producción de alimentos, salvo Haití y
Bolivia. En general los países de Centroamérica, cuya dieta está basada
en el maíz, son los que presentan mayores riesgos de disponibilidad de
alimentos frente al auge de la bioenergía. En el caso de los países del
Caribe, la falta de tierras disponibles y aptas para dedicar a los
cultivos energéticos es un freno importante en su capacidad para
producir biocombustibles.
Cabe notar que aún se pueden realizar grandes avances
en distintas áreas tecnológicas, lo que podría reducir la competencia
entre cultivos energéticos y alimenticios. Un ejemplo de esto son los
aumentos de la productividad agrícola en la cadena de caña de
azúcar-etanol en Brasil, que aumentaron significativamente la
productividad de las materias primas utilizadas en la elaboración de
dicho biocombustible.
El crecimiento potencial
Existe la percepción generalizada de que la tierra
arable está totalmente ocupada o que existe solamente una pequeña
cantidad disponible para nuevas tierras de cultivo. Las cifras muestran
lo contrario, es decir que existe aun un gran potencial para su aumento.
Parte de esta tierra arable disponible podría ser utilizada para
cultivos energéticos que si están acompañados de un paquete de políticas
y programas bien diseñados, podrían ir en beneficio de millones de
pequeños productores rurales que actualmente se encuentran en
condiciones de pobreza, sin comprometer los bosques ni la seguridad
alimentaría de la región.
Considerando las áreas con condiciones climáticas,
ambientales y tecnologías, así como el área necesaria para una obtención
de mezcla de 5% de etanol en el combustible, los países con mayor
potencial de expansión de la frontera agrícola, en base a caña o maíz,
son Brasil, Bolivia, Argentina, Colombia, Paraguay y Uruguay. En
biodiesel los países con mayor potencial a partir de soja o palma
aceitera, son Brasil, Argentina, Perú, Colombia, y Bolivia.
Los programas de bioenergía podrían representar una
gran oportunidad si son focalizados hacia los pequeños productores.
Experiencias exitosas en la organización de los productores de ricino en
Brasil, que incluyen a más de 30 mil familias en la región semi-árida
del nordeste, han demostrado que los programas de producción de aceite
para la bioenergía pueden ser poderosos elementos dinamizadores de las
economías locales. Estos agricultores siembran fríjol intercalado con
los cultivos energéticos, lo que ha aumentado significativamente la
producción de alimentos en las mismas áreas utilizadas para la
producción de biocombustibles.
Por ultimo es importante señalar que un aumento
generalizado en el precio de los cultivos puede tener impactos en la
distribución del ingreso. Por ende, es importante que los países diseñen
políticas que promuevan y aseguren la rentabilidad de la bioenergía, así
como también que los beneficios de la producción alcancen las zonas
rurales y garanticen y promuevan el acceso a alimentos de los sectores
más desprotegidos.
Políticas necesarias
Para cuidar la seguridad alimentaria de la Región, es
indispensable la implementación de un conjunto de políticas que puedan
reducir los riesgos, entre los cuales cabe resaltar: (i) políticas de
desarrollo y ordenamiento territorial que clasifiquen las tierras
disponibles para los cultivos bioenergéticos, ordenen los incentivos y
las penalizaciones para el uso de bosques, agua y otros recursos; (ii)
políticas tecnológicas que exploren todas las posibilidades de materias
primas de la Región y que sean idóneas y accesibles a los pequeños
agricultores; (iii) un marco regulatorio del uso de los biocombustibles,
normas de comercio, sus incentivos e impuestos; (iv) el mejoramiento de
las relaciones contractuales entre los diversos actores de la cadena
productiva incluyendo la inserción de la agricultura familiar; y
finalmente (v) políticas que tengan en cuenta también la estructura de
consumo de los biocombustibles de manera que no se incentive el
desperdicio en función de un modelo de consumo creciente de energía.
El estudio concluye con una invitación a los países
para que empiecen a discutir un Código de Conducta Voluntario de la
Producción y Utilización de Bioenergía, como una forma de implementar un
conjunto de políticas y buenas prácticas que orienten la realización de
mejores intervenciones público-privadas en la promoción del desarrollo y
la reducción de la pobreza.
El texto del estudio completo está disponible en la
página web:
http://www.rlc.fao.org/prior/segalim/bioenergia.htm. |