08/05/07


OPORTUNIDADES Y RIESGOS DE LA BIOENERGÍA
La CEPAL y la FAO dieron a conocer este lunes 7, un estudio conjunto que discute las diversas implicancias que la bioenergía podría tener sobre la seguridad alimentaria de América Latina y el Caribe.

Dicha labor surge del pedido que realizó el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula  da Silva al Director General de la FAO, mediante una carta en la que solicitó el apoyo de dicho organismo para estudiar el posible impacto que el desarrollo de esta nueva energía podría tener sobre los países de la Región.

José Luis Machinea, Secretario Ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas (CEPAL), recalcó que “para un desarrollo rápido y eficiente de los biocombustibles, que maximice además los beneficios para amplios grupos de la población, es necesario coordinar políticas entre las esferas agrícola, energética, medio-ambiental, comercial, financiera y tributaria. Esta coordinación requiere de la constitución de grupos de trabajo multi-ministeriales y también de la participación  de la sociedad civil.”

Por su parte, el Representante Regional de la FAO, José Graziano da Silva,  destacó que toda nueva oportunidad implica riesgos, y que es responsabilidad de los gobiernos implantar políticas para minimizar los riesgos y maximizar los beneficios. “La FAO puede y debe prestar asistencia técnica a los gobiernos de la Región que deseen implantar un programa sustentable de producción de  bioenergía, que asegure además la preservación de la biodiversidad y garantice la seguridad alimentaria de los países”, señaló.

Una de las conclusiones fundamentales del estudio es que las implicaciones de la bioenergía para la seguridad alimentaria y el medio ambiente dependerán de la escala y velocidad de cambio, así como el tipo de sistema que se considere, la estructura de los mercados de productos y energía, y las decisiones en materia de políticas agrícolas, energéticas, ambientales y comerciales.

Una región excedentaria

En el corto plazo es  muy probable que una rápida y fuerte expansión en la producción de biocombustibles a nivel mundial tenga efectos sobre la demanda, las exportaciones, la asignación de hectáreas para  cultivos energéticos y no energéticos y en los precios de los cultivos, poniendo en riesgo el acceso a alimentos de los sectores más pobres.

Sin embargo, América Latina y el Caribe tiene una amplia capacidad instalada de producción de alimentos. Además, presenta un mayor crecimiento en la producción de alimentos y una mayor proporción de exportaciones de alimentos respecto al promedio mundial. De los países de la región para el período 1990-1992 y 2002-2004 todos presentan un superávit en la producción de alimentos, salvo Haití y Bolivia. En general los países de Centroamérica, cuya dieta está basada en el maíz, son los que presentan mayores riesgos de disponibilidad de alimentos frente al auge de la bioenergía. En el caso de los países del Caribe, la falta de tierras disponibles y aptas para dedicar a los cultivos energéticos es un freno importante en su capacidad para producir biocombustibles.

Cabe notar que aún se pueden realizar grandes avances en distintas áreas tecnológicas, lo que podría reducir la competencia entre cultivos energéticos y alimenticios. Un ejemplo de esto son los aumentos de la productividad agrícola en la cadena de caña de azúcar-etanol en Brasil, que aumentaron significativamente la productividad de las materias primas utilizadas en la elaboración de dicho biocombustible.

El crecimiento potencial

Existe la percepción generalizada de que la tierra arable está totalmente ocupada o que existe solamente una pequeña cantidad disponible para nuevas tierras de cultivo. Las cifras muestran lo contrario, es decir que existe aun un gran potencial para su aumento. Parte de esta tierra arable disponible podría ser utilizada para cultivos energéticos que si están acompañados de un paquete de políticas y programas bien diseñados, podrían ir en beneficio de millones de pequeños productores rurales que actualmente se encuentran en condiciones de pobreza, sin comprometer los bosques ni la seguridad alimentaría de la región.  

Considerando las áreas con condiciones climáticas, ambientales y tecnologías, así como el área necesaria para una obtención de mezcla de 5% de etanol en el combustible, los países con mayor potencial de expansión de la frontera agrícola, en base a caña o maíz, son Brasil, Bolivia, Argentina, Colombia, Paraguay y Uruguay. En biodiesel los países con mayor potencial a partir de soja o palma aceitera, son Brasil, Argentina, Perú, Colombia, y Bolivia.

Los programas de bioenergía podrían representar una gran oportunidad si son focalizados hacia los pequeños productores. Experiencias exitosas en la organización de los productores de ricino en Brasil, que incluyen a más de 30 mil familias en la región semi-árida del nordeste, han demostrado que los programas de producción de aceite para la bioenergía pueden ser poderosos elementos dinamizadores de las economías locales. Estos agricultores siembran fríjol intercalado con los cultivos energéticos, lo que ha aumentado significativamente la producción de alimentos en las mismas áreas utilizadas para la producción de biocombustibles.

Por ultimo es importante señalar que un aumento generalizado en el precio de los cultivos puede tener impactos en la distribución del ingreso. Por ende, es importante que los países diseñen políticas que promuevan y aseguren la rentabilidad de la bioenergía, así como también que los beneficios de la producción alcancen las zonas rurales y garanticen y promuevan el acceso a alimentos de los sectores más desprotegidos.

Políticas necesarias

Para cuidar la seguridad alimentaria de la Región, es indispensable la implementación de un conjunto de políticas que puedan reducir los riesgos, entre los cuales cabe resaltar: (i) políticas de desarrollo y ordenamiento territorial que clasifiquen las tierras disponibles para los cultivos bioenergéticos, ordenen los incentivos y las penalizaciones para el uso de bosques, agua y otros recursos; (ii) políticas tecnológicas que exploren todas las posibilidades de materias primas de la Región y que sean idóneas y accesibles a los pequeños agricultores; (iii) un marco regulatorio del uso de los biocombustibles, normas de comercio, sus incentivos e impuestos; (iv) el mejoramiento de las relaciones contractuales entre los diversos actores de la cadena productiva incluyendo la inserción de la agricultura familiar; y finalmente (v) políticas que tengan en cuenta también la estructura de consumo de los biocombustibles de manera que no se incentive el desperdicio en función de un modelo de consumo creciente de energía.

El estudio concluye con una invitación a los países para que empiecen a discutir un Código de Conducta Voluntario de la Producción y Utilización de Bioenergía, como una forma de implementar un conjunto de políticas y buenas prácticas que orienten la realización de mejores intervenciones público-privadas en la promoción del desarrollo y la reducción de la pobreza.  

El texto del estudio completo está disponible en la página web: http://www.rlc.fao.org/prior/segalim/bioenergia.htm.

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