Conclusiones obtenidas en el Censo 2007 realizado a
Funcionarios del Ministerio del Interior
El censo realizado a 26.000
funcionarios policiales, indica entre otras cosas, que
uno de cada diez efectivos es mujer; menos de la quinta
parte de los efectivos cuenta solamente con educación
primaria; el promedio de edades ronda los 38 años y el
58% de los funcionarios es casado. Otro dato relevante
muestra que aproximadamente el 11% de los policías
vivirían en asentamientos y cerca del 18% solucionaron
el tema de la vivienda.
En el marco del Proyecto de
Fortalecimiento Institucional de la Agencia Española de
Cooperación Internacional para el Desarrollo, el
Ministerio del Interior suscribió un convenio con el
Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias
Sociales (Universidad de la República) para la
realización de un censo nacional de
funcionarios del Ministerio del
Interior. La intención original fue la de conocer con
exactitud los rasgos socioeconómicos, laborales y
funcionales de las 27.000 personas que trabajan en el
área de la seguridad pública.
El Ministerio del Interior y la
Policía Nacional constituyen instrumentos clave para el
despliegue de las políticas públicas en materia de
seguridad ciudadana, razón por la cual es
imprescindible un diagnóstico acabado de sus
principales características. Este Censo aportó -y
aporta- elementos sustantivos para reflexionar sobre
una parte del Estado que ha tenido un dificultoso y
errático proceso de construcción a lo largo de décadas,
y a la cual se le demanda hoy más que nunca respuestas
eficientes y eficaces.
En un esfuerzo de investigación de
proporciones inéditas, durante abril y mayo de 2007 se
llevó el trabajo de campo a lo largo y ancho de todo el
territorio nacional que permitió censar a cerca de
26.000 funcionarios distribuidos en cerca de 30
Unidades Ejecutoras. La primera conclusión se hace
evidente: el Ministerio del Interior y la Policía
Nacional son un todo altamente complejo, heterogéneo y
variado que no se deja reducir en fáciles afirmaciones.
En promedio, muchas evidencias
censales ponen en aprietos distintos estereotipos y
preconceptos sobre el perfil de los funcionarios
policiales. De hecho, se trata de una fuerza más joven,
integrada y capacitada de lo que habitualmente se cree.
Frente a esta realidad, se impone la
obligación de analizar en profundidad este complejo
mapa a los efectos de obtener el necesario margen de
maniobra para imaginar y proyectar escenarios futuros
de nuevos modelos de “policiamiento” en el marco de
sociedades que cambian aceleradamente.
Este Censo ya ha dado utilidades
trascendentes en el contexto de elaboración y discusión
de la Rendición de Cuentas en trámite, y del proceso de
“Transformación Democrática del Estado” que tiene al
Ministerio del Interior entre los cuatro primeros
ministerios en fase de “reestructura”.
El presente informe es una síntesis
y un adelanto del capítulo “Evaluación institucional:
una mirada al Ministerio del Interior y su desempeño”
del libro Panorama de violencia, la criminalidad y la
inseguridad en Uruguay (Observatorio Nacional sobre
Violencia y Criminalidad-Ministerio del Interior y
Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo), que
será editado el próximo mes de setiembre.
Como encargada del orden, la policía
comparte marginalmente con otras entidades públicas
responsabilidades por materia o territorio; tal es el
caso de la Prefectura Nacional Naval con competencias
en el área fluvial o de la Fuerza Aérea en lo relativo
a seguridad aeroportuaria, pese a que ello represente
tan sólo una parte de las políticas del orden. También
el Ejército Nacional, por ejemplo, cumple funciones
específicas en explosivos y armamento, situándose en
ciertas oportunidades en la frontera con las
actividades policiales. Complementariamente, existe un
mercado privado de seguridad adjunto a la policía que
en ocasiones se superpone con sus tareas.
Desde el punto de vista
cuantitativo, Interior dispone de aproximadamente
27.000 funcionarios distribuidos en 30 unidades
ejecutoras: 19 jefaturas de policía
departamentales y 11 direcciones
nacionales con especialización funcional. Dicha cifra
en permanente fluctuación, se distribuye irregularmente
en la extensión del territorio entre las distintas
dependencias en función de diversos criterios.
Las jefaturas de policía
departamentales coinciden con los límites geográficos
de los departamentos, en tanto las direcciones
nacionales cuentan con competencias en todo el
territorio en virtud de su especificidad:
identificación civil, migración, policía científica
(técnica), policiamiento en rutas nacionales,
información e inteligencia, policía de fuego o custodia
de reclusos. Otras direcciones poseen un cometido
específico respecto a la propia institución; tal es el
caso de la sanidad policial y de sus familiares, la
formación del personal policial y los servicios
previsionales o promoción socioeconómica.
Desde el punto de vista orgánico, el
Ministerio del Interior es quien define las políticas y
estrategias en materia de seguridad, siendo
responsabilidad de su titular el nombramiento y
establecimiento de lineamientos a los jerarcas de las
respectivas unidades ejecutoras policiales, así como la
supervisión y control de las actividades por ellos
desempeñadas.
En cuanto a funcionarios públicos,
todo el personal que revista en el Ministerio del
Interior ostenta estado policial en el denominado
escalafón “L”, es decir, jurídicamente se diferencia
del personal civil del resto de la administración
pública pese a que un porcentaje importante de éste no
cumpla tareas policiales. Pero no todos desarrollan
labores operativas o de seguridad. De acuerdo a los
registros, unos 21.000 funcionarios están destinados a
las actividades policiales, en tanto 5.000 personas se
dedican a las funciones profesionales, administrativas
o servicios de mantenimiento.
El Personal perteneciente a la
propia Secretaría o a unidades ejecutoras tales como la
Sanidad Policial o los servicios previsionales
(Asistencia Social) también se incluye entre los
funcionarios policiales.
Entre los efectivos se incluyen al
personal de ambos sexos, aunque en lo concerniente a
género, Interior tiene una fuerte concentración de
personal masculino. Si bien el 80% del total de
funcionarios son hombres, tan solo uno de cada diez
policías ejecutivos es mujer, estando levemente
atenuada la cifra por el peso femenino dentro de los
administrativos y profesionales. Con todo, la presente
administración ha hecho grandes esfuerzos por balancear
esta inequidad de género quitando las limitaciones en
los cupos de vacantes de ingreso. Hasta hace poco
tiempo, los aspirantes tenían cargos diferenciales en
virtud de su sexo e incluso calificaban por
subescalafones separados, pero esta situación ha sido
modificada a partir de 2005. Con esta transformación se
constata actualmente una fuerte demanda de aspirantes
mujeres.
Otra categoría de análisis para ver
la distribución de los recursos humanos del Ministerio
y de la Policía Nacional es lo atinente al rol
desempeñado dentro de la estructura. Existen dos
caminos para integrarse a la policía: aspirante a los
cuadros subalternos (es decir, el personal de base) con
una formación profesional que ronda los seis meses, o
como aspirante a los cuadros superiores (en esencia, el
personal con fuerte capacidad de mando y control) con
un sustento académico de corte universitario de cuatro
años. El grueso de la plantilla de personal integra los
cuadros subalternos con una participación del 90% de
los efectivos pero son pocos los aspirantes que pujan
por un lugar para formarse en la Escuela Nacional de
Policía como oficial. Según el Censo, si bien las
escalas educacionales se mantienen en proporciones se
vislumbran cambios en la propensión a estudiar, muchas
veces fomentado por las políticas ministeriales.
En términos generales, la imagen
distorsionada que suele tener la ciudadanía es una
fuerza policial bajamente calificada. Y aunque algunos
de sus recursos humanos cuentan tan solo con primaria
queda demostrado que son solamente menos de la quinta
parte y además tienden a disminuir su proporción en
función del recambio generacional. Pero además, si bien
hay una fuerte concentración del personal calificado en
la Secretaría por sus conocimientos técnico –
profesionales, existe un número importante de
funcionarios con alta capacitación que no integra
formalmente la plantilla de funcionarios profesionales
universitarios.
No obstante, resta por mejorar los
niveles de profesionalización en los centros de
enseñanza; en principio, no todos recibieron un curso
exhaustivo de formación profesional por distintas
razones. Recientemente, más de 5.000 personas acudieron
al llamado para el llenado de 18 cargos de
administrativos en dependencias del Ministerio del
Interior.
Otro punto a desterrar es la vieja
concepción de que la verdadera escuela es la calle o la
comisaría, hecho que si bien no deja de tener cierto
sustento en cuanto práctica profesional, evade la
imperiosa necesidad de una formación teórica de base lo
más sólida posible. Por tanto, existe un desafío
asumido recientemente de profundizar la capacitación
inicial del funcionario que a posterior cumplirá las
tareas de seguridad pública.
Uno de los mayores retos existentes
para cualquier organización es contar con los recursos
apropiados para cumplir con los objetivos. A diferencia
de otras profesiones u oficios que son altamente
demandados por una fuerza de trabajo ociosa, la función
pública como policía no se encuentra entre las más
solicitadas. Por otro lado, la demanda de seguridad por
parte de la ciudadanía sigue en aumento, hecho que
lleva a presionar por la creación de nuevas vacantes
para satisfacer los reclamos sociales. Eso conduce a la
generación de algunos nudos complejos de solucionar, ya
que el mercado de trabajo no siempre responde a la
voluntad de la sociedad. El gran problema de la
actualidad es que, aún con las mejoras salariales
experimentadas en las leyes presupuestales y
rendiciones de cuentas precedentes, no se logra
completar el cupo de vacantes en los cargos ejecutivos,
hecho que contrasta con los llamados para ocupar cargos
administrativos pese a la menor retribución de dicha
función. Por lo tanto, despejadas las variables
“educación” y “retribución” queda pendiente una tercera
variable que talla en función de ellas: procedencia de
los recursos humanos.
En cuanto a cuáles son los
departamentos proveedores de funcionarios, se toma como
dato el lugar de nacimiento declarado por el policía en
el Censo realizado recientemente, indicador más
confiable que el domicilio. En cuanto a fuente de
selección de los recursos humanos de la Policía
Nacional existen algunas apreciaciones. Una primera
observación puede hacerse al contrastar el personal
ejecutivo de base, el subalterno, con los oficiales. En
tanto a las vacantes de ingreso para las escuelas
departamentales se nutren con ciudadanos provenientes,
generalmente, del propio departamento, la formación
policial de la oficialidad atrae a jóvenes de todos los
puntos del país. Sin embargo, en ambas escalas se
producen fenómenos de consideración.
A excepción de los departamentos de
Maldonado y Montevideo (en segundo lugar, aunque a gran
distancia del primero), los departamentos restantes se
abastecen con recursos nacidos en el lugar. Quedan
excluidas de este análisis las Direcciones Nacionales
que poseen por su especialización competencia funcional
en todo el territorio y que se ven nutridas por
personal de todos los departamentos, aunque con
prevalencia de ciudadanos montevideanos.
Por el contrario, los oficiales
tienen un comportamiento diferente: los que prestan
servicio en el departamento, los que nacieron y prestan
servicio dentro del departamento y su procedencia en
toda la policía según su lugar de nacimiento. La
procedencia de los oficiales indica: 1) los grandes
proveedores en valores absolutos (Montevideo, Rivera,
Artigas, Cerro Largo y Tacuarembó); 2) los intermedios
(Durazno, Treinta y Tres, Soriano y Salto) y 3) los
bajos proveedores (Canelones, Flores, Rocha, Lavalleja,
Florida, Río Negro, Paysandú, Colonia, San José y
Maldonado). No obstante, estas categorías se modifican
al ponderar la estructura de cargos existente en cada
departamento. Teniendo en cuenta que Montevideo reúne
al 40% de la población del país, su participación con
un 18% de la fuerza efectiva de los oficiales
policiales queda disminuida ante departamentos de baja
densidad demográfica como Artigas (2%), Cerro Largo
(3%), Rivera (3%), Tacuarembó (3%) o Treinta y Tres
(1%). En ese sentido se sostiene que estos
departamentos son los que efectivamente nutren de los
recursos humanos necesarios a la institución, es decir,
son los proveedores de los oficiales de la policía.
Este fenómeno, en teoría, podría asociarse a las bajas
oportunidades laborales en el norte del país, entre
otros factores.
Se observa una gran dificultad en
Montevideo, para el llenado de las vacantes de ingreso
de personal ejecutivo en los grados más bajos de la
organización, lo cual no hace más que confirmar la
escasa motivación social por incorporarse a la
institución, conformando una estructura de clase media
- baja, exceptuada por los niveles más altos de la
organización.
Otro aspecto a considerar son las
edades de los funcionarios policiales.
En tanto la media o promedio de
edades ronda los 37 - 38 años tanto para hombres como
para mujeres con un rango que va desde los 18 a los 70
años, su distribución por jerarquía difiere
sustantivamente.
Si bien las mujeres pesan menos en
cantidad dentro de la organización que los hombres, en
cuanto a carrera funcional corresponde destacar que
ascienden promedialmente a edades más tempranas que su
sexo opuesto, al menos en los grados subalternos.
A continuación se describen algunos
rasgos de sus hogares. En términos generales, el
Ministerio cuenta con una plantilla de recursos con una
caracterización típica de la familia tradicional.
En cuanto a estado civil, el 58% de
los funcionarios declaró estar casado, frente a un 8%
que se encuentra en unión concubinaria. Asimismo, solo
un 20% manifiesta permanecer soltero, ante un 13% que
ha pasado al menos por una situación de divorcio o
separación. Véase que la adición de casados, solteros,
divorciados y viudos, categorías formales
tradicionales, globaliza a 23.110 personas, frente a
las 2.557 que participan de relaciones no formales como
la unión libre o separación.
Al discriminar por unidades
ejecutoras se observa que no todas presentan el mismo
patrón de comportamiento en sus relaciones personales.
La media nacional policial es de 57.8% de funcionarios
casados.
En otro orden, la composición de
hogar tiene ribetes de consideración. El promedio de
los hogares arroja integración de, a lo sumo, cuatro
personas.
Tampoco pueden establecerse
diferencias significativas en cuanto a la composición
del hogar por departamento. De esta forma también caen
algunos mitos que suelen ser recurrentes y que
establecen que los funcionarios policiales poseen
muchos hijos. Puede observarse que un 58% de
funcionarios que declaró no habitar con un menor de 14
años efectivamente tiene hijos. Este es un indicador
importante, ya que la tenencia de hijos es
independiente de su estado civil o de la cantidad de
menores que convivan con él. Podría suponerse que
alrededor de 6.000 funcionarios que hayan experimentado
alguna situación de separación, relaciones informales o
nuevos vínculos afectivos no conviven con sus hijos.
En cuanto a la situación
habitacional –según las propias declaraciones– la mayor
parte de los funcionarios habitan en construcciones
tipo “casas” (18.665), seguidos a mucha distancia por
una tercera parte en apartamentos (6.089); una pequeña
proporción de funcionarios habita en construcciones que
no fueron diseñadas para vivienda, concentrándose esta
categoría en personal perteneciente a la plantilla
subalterna y de menores ingresos..
De los 25.398 funcionarios que
respondieron las preguntas del censador, solamente
4.721 han solucionado definitivamente el problema
habitacional y no poseen deuda en relación a la
vivienda, en tanto una cantidad similar (4.452) se
encuentra en plan de pago por la adquisición de la
propiedad. En el otro extremo, tenemos 3.933
funcionarios que son ocupantes gratuitos y 146
funcionarios que – pese a la presión social que
significa – respondieron ocupar la vivienda sin permiso
del propietario. Solo la cuarta parte respondió ser
arrendatario, valores que son realmente bajos frente a
los propietarios o promitente compradores en una
profesión que el colectivo suele calificar como mal
remunerada. Como era lóico esperar, en las jerarquías
más bajas que ostentan los menores ingresos formales
por la institución, el peso de los arrendatarios es
mucho más marcado que el de los propietarios, situación
que tiende a equipararse o revertirse en los grados más
altos.
Esto permitiría concluir que la
carrera policial permitiría satisfacer una de las
necesidades básicas de la gente como lo es la vivienda,
al menos luego de determinada antigüedad en el
ejercicio de la profesión, más allá de la calidad o
valor que la finca pueda ostentar y que, por razones
obvias, no puede evaluarse en esta investigación.
Otro mito que queda desterrado con
la investigación realizada es que muchos policías viven
en condiciones de extrema pobreza al punto de radicarse
en caseríos o cantegriles. Solamente el 5,5% de los
entrevistados respondió vivir en un asentamiento. Si
considerásemos el número de funcionarios que no
respondió la pregunta o que dudó frente a ella (1.550
en total) para suponer que ellos también viven en
condiciones de pobreza respecto a la vivienda, nos
situaríamos en el entorno de 2.900 funcionarios, es
decir, 11% del total.
Otro de los aspectos que
generalmente caracteriza a los funcionarios policiales
es la gran extensión de sus jornadas de trabajo para
dar cobertura a sus necesidades económicas. Y en este
tema existe una gran heterogeneidad laboral, ya que
algunos complementan sus actividades ordinarias con el
servicio policial extraordinario – el servicio por
Artículo 222 – y otros apelan al multiempleo bajo
prestaciones en otras áreas de actividad. Un segundo
aspecto refiere a la modalidad de trabajo, donde
coexisten muchos regímenes horarios para dar
satisfacción al mantenimiento de los servicios
policiales.
De los aproximadamente 22.000
policías que se destinan a las tareas ejecutivas poco
más de 14.000 se dedican a complementar la jornada a
través del conocido “222”. Vale decir que las dos
terceras partes de los policías destinan parte de su
tiempo libre a seguir trabajando.
En promedio, cada policía realizaría
unas 104 horas mensuales, es decir, unas 3 horas y
media adicionales por día en el trabajo ordinario.
Consultados sobre si tienen
descuentos por préstamos en sus salarios, tres cuartas
partes de los funcionarios respondieron
afirmativamente, comprometiendo de esta forma su
capacidad de ahorro. Este hecho plantea dificultades
para la restricción en el límite de horas permitidas
para brindar el servicio en condiciones aceptables.
Finalmente, 64.257 personas
manifestaron vivir en un departamento diferente al que
trabajan, cifra que debe ser atenuada por aquellos que
se domicilian de departamentos linderos. |