Representa aproximadamente la mitad del área
forestada
En los últimos 20 años Uruguay incrementó en
130.000 hás. su bosque nativo
La Dirección General Forestal (DGF),
dependiente del Ministerio de Ganadería, Agricultura y
Pesca (MGAP), avanza en la redacción del expediente
sancionatorio contra la empresa Ence, que procedió a la
tala de áreas no autorizadas de bosque nativo y que
implicará el pago de una multa. Ambas partes acordaron,
como medida mitigadora, la plantación por cuenta del
emprendimiento privado, de algarrobos en más de 233 hás.
en Paysandú
En Uruguay, la superficie de bosques
nativos es del orden de las 730.000 hás, lo que
representa aproximadamente la mitad del área forestada,
indicó el titular de la Dirección General Forestal (DGF)
del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP),
Carlos Mantero Álvarez, quien aclara que en ese total
incluye 70.000 hás. de palmares, a pesar que no toda
esa área posee los 250 árboles por hectárea requeridos
para ser considerada bosque.
El
jerarca sostuvo que en los últimos 20 años, y desde que
entró en vigor la Ley No. 15.939, conocida como Ley
Forestal, aumentó en aproximadamente 130.000 hás. la
superficie de bosques.
La
biodiversidad del bosque nativo se manifiesta en
nuestro país bajo distintos ecosistemas que constituyen
comunidades fluviales, de parque, serranas, de
quebrada, de arenales costeros y palmares.
El mayor incremento se dio en
la comunidad de parque, parcialmente en las serranas, y
en las grutas y quebradas, en particular del norte del
país.
La Cuarta Carta Foresta (2004)l -un
relevamiento mediante imágenes satelitales realizado
por el MGAP- establece que ese año se detectaron en el
país cerca de 1.400.000 hás. de forestación, de las
cuales el 53% es de bosque nativo, mientras que el 40%
corresponde a plantaciones industriales y el resto a
montes de abrigo y sombra, bosques costeros y parques.
La Ley Forestal, constituye el marco
institucional del sector. Toma en conjunto todo lo que
es flora arbórea, lo nativo y lo plantado, establece
normas para las plantaciones y formas de hacerlo y
protege al monte nativo. No está absolutamente
prohibido usarlo, sino que hay formas en las que si se
puede utilizar y obtener sus productos, en producciones
integradas con la ganadería o la fruticultura, explicó
Mantero Álvarez.
Ese cuerpo legal define a los
bosques como “las asociaciones vegetales en las que
predomina el arbolado de cualquier tamaño, explotado o
no, y que estén en condiciones de producir madera u
otros productos forestales o de ejercer alguna
influencia en la conservación del suelo, en el régimen
hidrológico o en el clima, o que proporcionen abrigo u
otros beneficios de interés nacional”.
La revalorización del bosque
nativo
El bosque nativo,
también denominado monte indígena, tiene un valor
social, ambiental y económico considerable y concita el
interés científico de diferentes disciplinas, señala el
Grupo Guayubirá, una organización ambientalista que
promueve el recurso, su uso y conservación.
El monte no es simplemente un
conjunto de árboles y arbustos, sino un sistema
complejo donde una infinidad de seres vivos interactúan
entre sí y con un medio físico con determinadas
características. El monte actual es el resultado de
millones de años de evolución y adaptación de todas
esas especies a un sistema del que todas se benefician.
Entre otros
puntos destacables, este tipo de bosque, abastece
a las fuentes subterráneas de agua y aseguran el flujo
continuo de los cursos hídricos, conserva las márgenes
de los ríos y arroyos, constituye uno de los hábitats
fundamentales para numerosas especies de la fauna
nativa, y retiene carbono atmosférico, cuya
conservación contribuye a mitigar el efecto
invernadero. Pero eso no es todo. El bosque nativo,
posee un valor potencial en materia de productos
alimenticios (fruta, miel y carne) y usos medicinales
e industriales (taninos,
esencias, etc.). Mantero Álvarez, agregó que “hay
estudios químicos, buscando aceites esenciales,
experiencias de medicina alternativa, con buenos
resultados, pero que nadie explotó desde el punto de
vista comercial”.
El
turismo rural y ecoturismo, como actividades que
promueven la conservación y el aprovechamiento racional
del bosque nativo, también contribuyen a su integridad
y aprovechamiento racional.
“Históricamente, desde tiempo coloniales y hasta la
entrada en vigencia de la actual legislación, el bosque
indígena se utilizó como fuente de madera para
combustible o construcciones rústicas y estuvo sometido
a una importante presión de corta que hoy se traduce en
la existencia de bosques primarios (no intervenidos) y
secundarios (los que crecen después de su
destrucción)”, exponía Juan F. Porcile, en una
conferencia titulada “El Desafío del Manejo Sustentable
del Bosque Nativo”, que dictó en octubre de 2005, en la
Intendencia Municipal de Montevideo.
A la hora
de referirse a algunas de las especies más utilizadas
del bosque nativo, Mantero Álvarez, mencionó a la
coronilla, el guayabo, el algarrobo y el espinillo,
como proveedores de leña. Y apreció al timbó, el
ibirapitá y algunas especies de laureles por la buena
calidad de su madera. Citó el caso del amarillo, una
variedad que en otras épocas era requerida por
monteadores que recibían la denominación de “amarilleros”,
que era apreciado por las cintas que se obtenían de él
para fabricar canastos para la leña y el pan. El cambio
tecnológico hizo que esos canastos se dejaran de usar y
fue así que la presión sobre el amarillo cesó.
En
referencia a los frutos, el técnico alentó la
posibilidad de mejora genética que permita desarrollar
y domesticar algunas especies. En ese sentido, recordó
una iniciativa del Instituto Nacional de Investigación
Agropecuaria (INIA), que estudia algunos frutos
indígenas como el ubajai, la pitanga y el arazá, para
obtener tamaños suficientes que faciliten su
comercialización.
Mantero
Álvarez también mencionó la experiencia del vivero del
MGAP, en Toledo, que fue inaugurado en 1912 y se
especializa en la producción de especies indígenas como
quebracho, espinillo, timbó, cinacina, ibirapitá,
ombú y arazá, además de tres variedades de eucalipto
colorado. Si bien éste no es indígena, se promueve la
plantación por su utilidad en las actividades ganadera,
agrícola y maderera. Mientras que las nombradas en
primer término se solicitan como ornamentales y para
incluirlas en sistemas agroforestales y montes de
protección de cuencas, suelo y ganado.
La agresión de la presión urbana
Uno de los problemas más graves que
padece hoy el bosque nativo, según el entrevistado, es
que está siendo dominado por especies exóticas que lo
invaden, como es el caso del ligustro, el fresno y
algunas variedades de arces. En estos casos, la
dependencia que dirige sugiere medidas tendientes a
dificultar su reproducción y expansión.
Otros factores de disturbio que
pueden incidir sobre la sanidad y vitalidad del
ecosistema comprenden a: insectos nativos,
enfermedades, incendios, tormentas, despeje de tierra
(tala rasas y desmontes), inundación permanente
(construcción de embalses, represas hidroeléctricas,
reservas de agua para riego arrocero) y desarrollo
urbano, además de la extracción de las propias especies
vegetales.
En ese sentido, Mantero Álvarez
sostiene que “la agresión más fuerte al bosque nativo
se da en las fuentes fluviales próximas a las ciudades
del interior del país, en terrenos generalmente
municipales, lo que produce una presión urbana
considerable”. En este caso, si bien el control para
evitar la extracción de la madera corresponde a la DGF,
al encontrarse en propiedades municipales, las
intendencias también tendrían facultades para
impedirlo. Pero allí, más allá de un tema de
competencias entre su dependencia y las comunas, el
funcionario advierte un trasfondo social.
El bosque indígena significa en
invierno la fuente de ingresos de los llamados
“carreros” y sus familias. “Nosotros somos partidarios
de que el bosque nativo pueda ser utilizado a favor de
la vida de la gente y hacer un uso sustentable del
recurso”, aseveró.
La DGF es
el órgano ejecutor de la política forestal nacional que
la Ley Forestal encomienda al MGAP. Esa dependencia
tiene la misión de lograr el manejo forestal sostenible
a partir de la defensa, el mejoramiento, la ampliación
y la creación de recursos forestales y el desarrollo de
las industrias del sector.
“Desde la
creación de la Ley se piensa en lo forestal del país
como una cosa única en la que se diferencian dos
divisiones, una que se dedica al manejo y el
ordenamiento y otra a la planificación”. Es decir, la
generación de la política forestal, el estudio de las
posibles formas de planificarlo y el control de lo que
está establecido legalmente, indicó Mantero Álvarez.
En el
organigrama de la DGF se incluye a la División del
Bosque Nativo; a esta repartición le competen tareas de
gestión, fiscalización, evaluación y desarrollo.
Algunas de éstas tienen que ver con el estudio,
aprobación y manejo de solicitudes de actuación sobre
bosque nativo, otorgamiento de guías de transporte de
productos procedentes de los montes indígenas y tareas
inspectivas de control de ilícitos de corta, transporte
de productos del bosque nativo y control de stock de
barracas. Además, lleva estadísticas relativas al área,
así como evalúa el recurso a corto, mediano y largo
plazo y promueve la investigación de técnicas de manejo
y niveles de producción. Consultado sobre los permisos
de corta otorgados, el técnico se limitó a manifestar
que éstos “no superan las 40.000 ton. anuales de
madera”.
El cuerpo
inspectivo de la División del Bosque Nativo está
integrado por ocho funcionarios que Mantero Álvarez
considera, tienen un buen conocimiento geográfico de
nuestro país y su bosque nativo.
El
responsable de la DGF dijo que ese número de
funcionarios es suficiente, aún considerando el
aumento de infracciones sobre el monte indígena a
partir de las denuncias sobre la tala no autorizada de
la empresa Ence en Paysandú y los medios de
comunicación difundieron a fines de agosto. No
obstante, el funcionario aseguró que “El crecimiento de
las denuncias es circunstancial”.
Mantero
Álvarez, –quien también se desempeña como docente del
Departamento de Producción Forestal y Tecnología de la
Madera de la Facultad de Agronomía de la Udelar-
sostuvo que la mayor desforestación del bosque nativo
no es ocasionada por las compañías forestales, sino que
es provocada por las actividades agrícolas (arroz,
vid, y posiblemente soja) y ganaderas. Advirtió, que
“la competencia por la tierra es la que genera este
tipo de conflictos”, en el entendido que mientras
mayores son los precios de los mencionados productos,
“más difícil es controlar e impedir infracciones sobre
el monte indígena, porque las multas que surgen de la
normativa vigente son menores respecto a la
rentabilidad de la empresa infractora, que gana
superficie para el cultivo de esos productos
agropecuarios.
Ante la
consulta de si el aumento del número de denuncias de
infracciones sobre el bosque nativo responde también a
una creciente concienciación medioambiental de la
sociedad, Mantero Álvarez dijo que “es probable que eso
sea cierto”. Pero, aclaró, que el aumento de las
denuncias tiene que ver con otras cosas, incluso con
otras valoraciones y circunstancias que son
coyunturales. Detrás de esa “efervescencia” hay
posiciones grupales e individuales que tienen que ver
con quién es el que cometió el ilícito (en referencia a
Ence) y por lo tanto, atacan con mayor virulencia. Eso
genera muchas denuncias, explicó.
Para
redondear su razonamiento, el director de la DGF señaló
que “sin dudas el país tiene cada vez mayor conciencia
ambiental, aunque no siempre la preocupación está en
las cosas que son más importantes para el medio
ambiente. Si lo pienso en términos agrarios, quizás lo
peor que esté pasando es la erosión de los suelos”,
apuntó.
El
caso de Ence
Carlos
Mantero señaló que la empresa Ence, instalada desde
hace 18 años en nuestro país, cuenta con áreas
forestadas, principalmente en Paysandú (desde Quebracho
al sur, por el litoral), Soriano, Lavalleja y Rocha.
Calificó
como “una relación muy estrecha” la que mantienen la
DGF y la propia empresa, producto de la presentación de
los proyectos de plantación de eucaliptos para su
aprobación que debe presentar la compañía a su
repartición.
En el
transcurso de este año la compañía de capitales
españoles hizo los trámites de rutina para forestar con
eucaliptos una zona en la que confluyen el arroyo
Capilla Vieja con el Río Queguay, al sureste del
departamento de Paysandú. La DGF delimitó un área de
bosque nativo que se debía proteger conformada por
algarrobales de distintas edades.
La
empresa se comprometió a demarcar el terreno con una
máquina llamada “rotobador”. Se marca una faja de
terreno y se establece el área de corte. Eso no se hizo
y se dieron las instrucciones en forma oral.
Lo que
dice la empresa es que la empresa contratada para
realizar el trabajo cortó más allá de lo que debía y
ese fue el error. “No cortó 80 hás. juntas, sino que en
aquéllos lugares que le dijimos que no corte, lo hizo
de a secciones en varios puntos”, relató Mantero
Álvarez.
“Ellos
dicen que fue un error y probablemente lo haya sido”,
confiesa. “Si me dijeras que vas a plantar eucaliptos
en un área de 80 hás. que están en un solo predio,
capaz que lo entiendo, pero si se trata de una sección
aquí, otra allá, y otra más allá, parece que no es
lógico (pensar que se trató de algo premeditado)”,
reflexionó.
Acto
seguido, la DGF convoca a la empresa al tiempo que se
detiene el proyecto en el área referida y se
interrumpen los trámites ante esa dependencia
ministerial. Ence reconoció su error y a consecuencia
realizó una propuesta de cambio de naturaleza por
naturaleza, al tiempo que se comienza a evaluar la
multa a aplicar, que, según trascendió, sería del orden
de las 2.000 UR (aproximadamente U$S 36.000), según lo
estipula la Ley Forestal.
“Ahora lo
que estamos haciendo es redactar el expediente
sancionatorio que va a decir lo que, en definitiva, la
empresa debe hacer”, adelantó Mantero Álvarez.
Ence
proponía disponer un área de 233 hás. para que se
desarrollara el algarrobal a partir de los pocos
ejemplares existentes de la especie. Habría que hacer
una plantación y dejar que crezcan como lo habían hecho
los otros ejemplares, a costo de la empresa”. Como el
INIA tenía un proyecto en el que estaba estudiando la
especie, le propusimos a Ence que hiciera un convenio
con ese Instituto para poder utilizar la plantación que
se haga en el área y utilizar el manejo del algarrobal
vivo para capitalizar conocimiento, lo que fue aceptado
por la compañía”.
Habrá que
esperar mucho tiempo para que el área de 233 hás., en
cuya selección tuvo que ver la DGF, se regenere.
La
iniciativa dispuesta para mitigar los daños ocasionados
al bosque nativo permitirá obtener conocimientos sobre
cómo plantarlo, manejarlo y mejorar las condiciones de
una interesante especie como lo es el algarrobo.
Consultado sobre si la cuantificación material de las
multas representa la magnitud del daño ocasionado, el
jerarca reclamó “una valoración real del bosque nativo,
a través de un estudio profundo de las distintas
expresiones que éste tiene en el país, que puede
ayudarnos a valorar lo que está aportando al medio
ambiente nacional, en términos de protección de suelos,
de mejora de la calidad del agua, de mantenimiento de
la biodiversidad y de recreación. A todos los valores
posibles que son medianamente intangibles, adjudicarles
un valor monetario que sea reconocido como el aporte
del monte indígena. Eso permitiría tener mucho más
claro cuánto es lo que se perdió o lo que se dejó de
ganar durante cualquier intervención”.
Otro
posible camino a recorrer, mucho más rápido, pero
quizás no tan justo, ni tan científico, sería aumentar
las multas, o que se considere una intervención que
tiene que ver con el ambiente, que pudiera ser
catalogado “un delito ambiental”, sugirió Mantero
Álvarez. |