También Área Protegida
La Localidad Rupestre de Chamangá aspira a ser un sitio
de Patrimonio Mundial de UNESCO
Las 43 pinturas rupestres relevadas e
inventariadas a la fecha en el área, tienen la singularidad
de no estar en cuevas, aleros o lugares protegidos como en
la mayor parte del mundo. Población humana ocupaba la zona
830 años antes del presente. El marco legal permitió que
muchas de ellas fueran declaradas Monumento Histórico
Nacional. Hoy, se aguarda además, su incorporación al
Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP).
Referirnos al arte
rupestre quizás nos retrotraiga a las imágenes de algún
texto liceal sobre las cuevas de la
región de la
Dordogne francesa
o de Altamira en el Cantábrico español, las que bien pueden
considerarse el Louvre de la Prehistoria. Invaluables
representaciones prehistóricas también pueden encontrarse
en África subsahariana, en Australia o aún más cerca, en
nuestra región, en la Sierra de Capivara del
nordeste brasileño, o en la
Cueva de las Manos en la Patagonia, en Argentina.
Nuestro país no está
desprovisto de estos invalorables documentos visuales
prehistóricos. La Localidad Rupestre de Chamangá cuenta con
la mayor concentración de pictografías del país y aguarda
su incorporación al SNAP, lo que garantizaría su
conservación e investigación. En la División de
Biodiversidad y Áreas Protegidas de la Dirección Nacional
de Medio Ambiente (DINAMA), se confirmó que a la fecha, la
iniciativa “ha pasado todas las etapas previstas en el
Decreto No. 52/005 de la Ley No. 17.234 que crea el Sistema
Nacional de Áreas Protegidas. Estas se refieren a:
presentación en la Comisión Nacional Asesora, puesta de
manifiesto público, audiencia pública y preparación técnica
del proyecto. Resta aún su redacción legal para que
Presidencia de la República emita el Decreto de creación de
Área Protegida.
A las diversas
medidas que ha tomado nuestro país
para la protección de su patrimonio arqueológico rupestre,
la Intendencia Municipal de Flores (IMF) ha
iniciado, además, las gestiones necesarias para lograr que
sea reconocida como un sitio de Patrimonio Mundial por la
UNESCO. A esos efectos, la Directora de Cultura de la IMF,
Beatriz Río, adelantó que el 1º. de octubre recorrerá la
zona la Jefa de Sección de América Latina y el Caribe del
Centro del Patrimonio Mundial de ese organismo
internacional, Nuria Sanz.
Colonia del Sacramento fue el primer sitio
en nuestro país en ser declarado Patrimonio de la Humanidad
en 1995 y Chamangá es otro de los sitios
con que cuenta el país que podría aspirar a similar
reconocimiento. Por ello, ya fue incluida por Uruguay en su
lista indicativa como sitio de valor patrimonial local, que
ameritaría un reconocimiento universal. El área ya ha sido
visitada por expertos de UNESCO y otros destacados
especialistas del mundo que han reconocido sus valores
singulares en toda la Cuenca del Plata.
“Sería muy
importante que se concrete este reconocimiento de la UNESCO
y contar con otro sitio patrimonial de protección mundial
en el mapa regional. Esto incrementaría el interés
científico y la presencia de turistas del exterior que
además de Colonia del Sacramento podrían visitar Chamangá”,
dijo entusiasmado el arqueólogo Andrés Florines, que
integra el equipo técnico del proyecto homónimo que
funciona en la órbita de la Comuna trinitaria.
Sobre el valor del
área, Florines puntualizó que “los valores sobre el
Patrimonio Arqueológico siempre son relativos. No tiene un
valor inmanente o natural sino un valor social. Es la
sociedad quien dice si esto merece preservarse o no, por lo
tanto, este valor no es algo que sea atemporal. En cada
momento, cada sociedad va a definir que es lo que
conservará. Los propios pueblos –agregó- reconocen en sus
obras del pasado un valor universal”.
El informe “Paisaje
Protegido. Localidad Rupestre de Chamangá”, elaborado en
julio de 2006, señala que “Las diferentes investigaciones
arqueológicas en el área han demostrado que ésta posee un
enorme valor en representaciones pictográficas y decenas de
emplazamientos con alto valor arqueológico donde se
incluyen miles de artefactos líticos y cerámicos”.
Florines definió a
las pictografías como “todo trazo antrópico de pintura
(pigmento mineral natural) adherido al sustrato por un
proceso de impregnación de sílice, independientemente del
tamaño, forma y de que su diseño sea discernible o no”.
Ignorancia
patrimonial
La Localidad
Rupestre de Chamangá abarca un área de aproximadamente 120
kilómetros cuadrados y se encuentra ubicada al Este del
departamento de Flores, próximo al límite con los
departamentos de Durazno y Florida. Está comprendida por la
cuenca del Arroyo Chamangá y sus afluentes, los arroyos
Molles, Tala y Duraznito.
En la zona se
relevaron e inventariaron 43
pictografías, incluyendo algunas que fueron posteriormente
destruidas por la acción humana. La prospección sistemática
abarcó además de los bloques con pictografías, cientos de
puntos de interés arqueológico como canteras prehistóricas
y artefactos líticos. En el área se recuperó una variedad
de registros que incluyen piedra tallada, pulida y
alfarería decorada. Su denominación de Localidad
Rupestre de debe a la alta densidad de
pictografías encontradas en la zona del arroyo del mismo
nombre.
Las pictografías se
encuentran sobre bloques de granito aislados y redondeados,
que forman parte de los afloramientos rocosos
característicos de la zona. En cuanto al estilo de las
pinturas, éstas registran trazos y formas geométricas
abstractas y presentan diversos tipos de diseño que se
repiten, tales como elementos cruciformes y sus variantes.
En Chamangá aparecen también diseños
menos frecuentes como ser improntas o positivos de manos,
pertenecientes a un panel destruido y otros también
excepcionales con trazos grabados muy finos.
El color
predominante de las pictografías es el rojo y la base
mineral del pigmento es el óxido de hierro. La conservación
a través de los años se debe a un proceso que combina la
técnica de aplicación, la fijación en el sustrato con
algún material que asegure su
adherencia -por ejemplo, grasa- y luego un proceso natural
donde el pigmento mineral se impregna de silicato exudado
por la propia roca. La materia orgánica que eventualmente
pudiera contener el trazo desaparece, quedando solo su
contenido mineral.
Chamangá, según un
viejo relato recogido por Orestes
Araujo, es una deformación
del nombre “Tía Mangá”, china vieja y semibruja que por el
1880 tenía su rancho en las cercanías de este arroyo. No
obstante, hay quienes desacreditan esta versión y
consideran la palabra de origen guaraní.
Datación por termoluminiscencia
Florines estima que
al sur del Río Negro existen poco más de 60 pinturas
rupestres de las cuales las dos
terceras partes están en Chamangá.
El procedimiento de rigor establece que una vez que las
pictografías son localizadas se informa a la Comisión de
Patrimonio del hallazgo, esta les asigna un número de
catálogo para su registro y posterior preservación. “Si las
queremos proteger no hay más remedio que declararlas una a
una Monumento Histórico”, apuntó el especialista. Florines
reconoció la labor pionera en la conservación
de su colega de la Comisión de Patrimonio, Elianne
Martínez.
Hacia fines de la
década del 80, la Comisión de Patrimonio Cultural de la
Nación del Ministerio de Educación y Cultura (MEC), a
través de su Departamento de Arqueología, emprendió un plan
para la conservación de las representaciones rupestres,
pues la explotación industrial del granito acentuaba el
riesgo de destrucción de los registros pictográficos.
Se logró la
aplicación de la Ley No. 14.040 de Protección del
Patrimonio, por la que, en un período de más de diez años,
muchas pictografías fueron declaradas Monumento Histórico
Nacional. En un principio se estableció un área de
protección circundante de 80 metros de radio que,
posteriormente, se llevó a 800 metros,
que incluye no
sólo la representación rupestre sino también su entorno
paisajístico
inmediato”.
“Uruguay conoce que
tiene este tipo de manifestación prehistórica hace más de
cien años. La primera pintura rupestre se da a conocer a
fines
del siglo XIX y la primera comunicación científica data de
1916. No es un tema nuevo para los viejos
aficionados y los actuales profesionales de la
arqueología”, sostuvo
Florines.
En relación a la
antigüedad de las pictografías, en 2001 Florines logró
fechar en el
año 1170 d.C. (830 años antes del
presente)
componentes
alfareros con decoración
recuperados en conjuntos
superficiales de Chamangá.
Lo hizo mediante un
complejo procedimiento denominado
termoluminiscencia, realizado en el Laboratorio de
Física de la Pontificia Universidad de Chile.
Esto
no significa que la antigüedad de las pictografías sea
exactamente la misma pero se toma ese fechado
como referencia de una población humana que
ocupó ese territorio. La termoluminiscencia es un método de
datación absoluto que permite determinar la antigüedad de
elementos que fueron sometidos en su manufactura a altas
temperaturas, como la cerámica.
Florines advierte
que a partir de los trazos de
pintura no es posible realizar un fechado absoluto a través
del método del Carbono 14 porque, como ya dijimos, el mismo
está constituido por óxido de hierro (hematita)
y carece de materia orgánica. El arqueólogo,
que se ha dedicado a estudiar las pinturas rupestres de
Chamangá desde el año 1999, destacó que las
representaciones del área no están en cuevas, en aleros o
lugares protegidos como la mayor parte de las pinturas en
el mundo, sino que aparecen al aire libre, a la intemperie.
Esta característica le otorga al sitio su
singularidad. La pregunta
resulta obvia, entonces. ¿Cómo fue posible que lograran
perdurar? Las pinturas sortearon las adversidades
climáticas y el paso del tiempo “por el tipo de roca”,
indicó el entrevistado. “Estos granitos que hay en
el centro del país son muy especiales, facilitan un proceso
natural que impregna y cubre a la pintura con una delgada
película de silicato transparente. Este proceso seguramente
era conocido por los indígenas. Fue deliberado pintar allí
donde sabían que se iba a preservar”, apuntó.
Las pictografías
ubicadas en algunos de los afloramientos rocosos de la zona
de Chamangá se encuentran afectadas tanto por agresiones
antrópicas como naturales. Se estima
que el 20% fueron destruidas o presentan algún daño
irreversible. Algunas fueron destruidas para utilizar el
granito y otras están quemadas, rayadas o coloreadas con
graffitis por particulares que ignoran o desconocen su
importancia patrimonial prehistórica.
Los relevamientos
realizados en la zona lograron identificar una considerable
lista de agresiones: grietas, escurrimientos, comunidades
bióticas (líquenes, algas, musgo y microorganismos),
alteraciones mecánicas producidas por el movimiento de
árboles y arbustos cercanos a las pictografías, excremento
de aves, grasa animal por rascado, bloques naturalmente
quebrados, descascarados, con desprendimientos, superficies
quemadas, panel destruido, con graffiti, entre otros.
Picapedreros y
canteras de granito
La explotación del
granito en esa zona del departamento de Flores se lleva a
cabo de forma tradicional e industrial. En el primero de
los casos, Florines advirtió que “no hay que olvidar que
existe una actividad tradicional extractiva de los
artesanos de la piedra o picapedreros, que elaboran postes
de piedra que se utilizan en la construcción rural”. Este
tipo de explotación ocasiona una “degradación lenta” de las
pictografías. A diferencia del método industrial, donde “la
destrucción es más acelerada porque se utiliza maquinaria y
explosivos. Las canteras de granito arrasan varias
hectáreas y lo que fue un afloramiento de granito, termina
convirtiéndose en un paisaje lunar”, se lamentó.
“La explotación
industrial implica -señala el informe-, mayores agresiones,
tanto por el riesgo potencial de destrucción de registros
aún cubiertos por líquenes o de difícil observación
directa, como por el daño a los registros subsuperficiales
que no se detectan por estar cubiertas con vegetación. La
destrucción de este suelo arqueológico en la zona de los
afloramientos podría destruir materiales que ayudarían a
esclarecer el origen, hábitos de vida y edad de las
poblaciones que habitaban el área y que posiblemente
realizaron las pictografías existentes”.
En otro tramo del
documento se informa que en Chamangá los afloramientos
rocosos son acompañados por la flora arbustiva del monte
aunque en forma más achaparrada, conformando matorrales en
donde aparecen algunas especies indígenas. Las más
características que se observan aquí son: Tala (Celtis
tala), Tembetarí (Fagara rhoifolia) y Coronilla
(Scutia buxifolia).
En el ecosistema de
pradera, hay aproximadamente unas 80 especies de aves,
entre las que se destacan el Churrinche y la Garza Blanca,
a ésta última especie migratoria se la puede apreciar en
los humedales y espejos de agua de la zona. Además, se
constató la presencia de varias especies de la fauna
autóctona como mulitas, zorros, zorrillos, lagartos,
carpinchos y ñandúes, que requieren para sobrevivir de la
relación monte-pradera (la pradera les proporciona
alimentación y el monte ribereño protección y reserva de
agua).
Mientras los
técnicos avanzan en la hoja de ruta para que la Localidad
Rupestre Chamangá sea declarada
Sitio de Protección Mundial
por la UNESCO, se espera de un momento a otro que el área
sea declarada Paisaje Protegido
por la Dirección Nacional de Medio Ambiente (DINAMA). De
concretarse, Chamangá “ingresaría al SNAP
como la única área -hasta el momento- cuyo valor
prioritario es el Patrimonio
Cultural”, destacó Florines. “Eso es bastante singular
porque implica el reconocimiento
de que los valores
culturales, -en este caso el Patrimonio Arqueológico- es
tan frágil y no renovable como el Patrimonio Biológico del
país”, aclaró.
Valor paisajístico y
cultural
El técnico dijo que
el territorio de la Localidad Rupestre es en su totalidad
propiedad privada y abarca una región donde se practica la
ganadería extensiva, como en toda la región centro-sur del
país. Por lo que aquí se plantea una nueva interrogante:
¿cómo hacemos para compatibilizar un área que cuenta con un
Patrimonio Cultural, en una región que tiene
como característica ser 100% propiedad
privada y en la que los propietarios aspiran a continuar su
tradicional modo de producción?
Con esos parámetros,
Florines respondió que se ha establecido una “alianza” con
los productores ganaderos en busca del “equilibrio”
necesario. Si bien éstos llevan adelante una explotación de
tipo tradicional, son muy afines a incorporar
nuevos usos y tecnologías agropecuarias.
“Esto es del todo compatible en la medida que sea
considerada la preservación del Patrimonio Arqueológico”,
puntualizó el entrevistado. “Hemos
llegado al consenso de que determinados valores de la
naturaleza también tienen que ser preservados, como los
entornos donde están las pinturas que presentan monte
nativo, el cual está dañado y debe ser recuperado”,
adelantó Florines. Y anticipó que entre los usos posibles
del área se excluirán aquellos que son incompatibles
con la preservación del paisaje cultural rupestre
como la minería y la
forestación.
En cuanto al
turismo, se garantizará el acceso del público
con fines educativos y recreativos. “Un
turismo que no aspira a ser masivo sino
de calidad, un turismo responsable, que le dará prioridad a
los habitantes de la región y que prevé programas de
desarrollo local”, apuntó Florines.
Hoy, las visitas son
muy controladas, “para no poner en riesgo lo que se quiere
preservar”. El profesional adelantó que se procura que el
visitante que llegue al área incorpore elementos críticos.
Además de la información científica que le aporta la visita
se pretende que incorpore elementos para valorar la
magnitud del lugar al que accedió”.
Florines dejó
planteado a modo de sugerencia que “lo más importante para
un visitante a una pintura rupestre es que reflexione, que
signifique un aporte para el individuo y que no quede como
una mera experiencia exótica. Tomar
contacto con el pasado remoto del hombre contiene una
enseñanza para el presente y el futuro”.
A la riqueza
pictográfica y arqueológica, se suma el ecosistema de
pradera natural con una amplia red de arroyos y cañadas
existentes en el área, la mayoría de los cuales conservan
el bosque galería nativo (corredor biológico del área).
Esto implica la existencia de fauna autóctona asociada a
estas formaciones vegetales y también a los afloramientos
rocosos que cumplen funciones diversas en esas unidades
“ambientales-territoriales” incluyendo la definición de las
micro cuencas hidrográficas existentes”.
La inclusión de la
Localidad Rupestre del Arroyo Chamangá dentro del SNAP
posibilitaría su preservación, la cual no se asegura a
plenitud con las figuras jurídicas que se aplican en la
actualidad como la Ley de Patrimonio (No. 14.040) y el
Reglamento de Impacto Ambiental (Decreto No. 435/994).
“No sólo se
protegerían las pictografías, sino también los
afloramientos, ecosistemas de praderas y cursos de agua que
conforman un patrimonio paisajístico y cultural de
características únicas, con valores relevantes y
representativos de esta zona del país”, establece el
informe.
Florines indicó que
un equipo multidisciplinario, encabezado
por la arquitecta Margarita Etchegaray
elaboró un documento con las bases conceptuales para la
gestión del área que servirá de insumo cuando esta
Localidad Rupestre sea
reconocida como Área Protegida.
Los objetivos que se
persiguen son los de preservación, investigación, educación
ambiental, recreación y turismo sostenible. Precisamente,
se prevé la construcción de un centro de visitantes con
guías locales
debidamente entrenados. Además de las pictografías,
los sitios arqueológicos superficiales pueden ilustrar al
visitante acerca de la vida cotidiana de las personas que
allí vivieron hace miles de años, como eran sus artefactos
de piedra y su estrategia de supervivencia.
Con esto, se busca incorporar elementos críticos al
visitante para que pueda hacer una mejor lectura de la
Prehistoria del país y
no sólo de Chamangá. “Que pueda interpretar con mayor
calidad lo que va a presenciar porque la visita a un sitio
arqueológico es también una experiencia social y hasta
emocional”, afirmó.
Marcadores
territoriales
Antes de responder
sobre quienes pintaron esos afloramientos de granito en el
centro del país cientos de años
antes del contacto, Florines
aclara que si bien estas manifestaciones rupestres
provienen de nuestro pasado prehistórico, no se las debe
emparentar en forma simple
con los grupos etnográficos históricos como charrúas,
guenoas/minuanes o
chanás. Por analogía estilística se estima que las pinturas
de Chamangá podrían haber sido realizadas entre el
año 1000 d.C. y el 1500 d.C. Existe una similitud con las
representaciones de la Pampa y la Patagonia, conocidas como
“estilo grecas”. El mismo presenta características
geométricas y abstractas con signos escalonados, almenados
y cruciformes. En Uruguay las pictografías solo
excepcionalmente representan figuras humanas, animales o
positivos de mano. Estas últimas corresponderían a otro
estilo de representación probablemente más antiguo.
Los restos de
alfarería encontrados en Chamangá, fechados en el año
1170 d.C.,
argumentan a favor de una ocupación humana contemporánea a
la que pintó en la Patagonia con un estilo similar.
Florines invita a
olvidarnos de los límites nacionales por un momento para
imaginar un territorio que abarque
la actual provincia de Entre
Ríos, Uruguay y el Estado de Río Grande del Sur. Las
piedras de granito de Chamangá eran pintadas en un área
central de nuestro país contemporáneamente a las
culturas emergentes de los
cerritos de indios en el este y a la de los grupos
alfareros muy complejos del litoral de los grandes ríos
(Bajo Paraná y Bajo Uruguay). Por lo tanto tenemos
establecidas dos culturas arqueológicas bien definidas
en los flancos y en la zona central de estas
manifestaciones de arte rupestre.
Florines sospecha y
maneja la hipótesis de trabajo que quienes realizaron las
pinturas no constituyeron un grupo diferente a los
constructores de los cerritos o de los alfareros. Su
presunción es que se trataba de una zona de frontera en
donde se disputaba ese territorio central. De allí que esas
pinturas obrarían como marcadores territoriales. Como si
uno u otro grupo nos dijera a través de las pinturas: ‘este
territorio es de uso exclusivo o
prioritario de mi linaje, de mi parcialidad o de mi grupo’.
“Posiblemente hubiera
comercio, intercambio y disputas entre ambos. Habría todo
lo que hay cuando dos grupos humanos comparten un
territorio de frontera entre dos ambientes en los que se
desarrollan”.
Sobre la visibilidad
social de la Prehistoria, Florines dijo que debería
significar un ejercicio reflexivo.
Las pictografías están allí, invisibles al hombre de
campaña que sin embargo domina como nadie su medio. Muchas
de ellas son evidentes a más de 50 metros, pero no se
percibe lo que uno no ha sido educado para reconocer.
“Si nuestros pueblos van a
tener algún destino, necesariamente tienen que ser mirados
en su espejo más profundo, en sus raíces”, reflexionó.
“Percibir la Prehistoria no
es sólo reconocer una lasca, una boleadora, o una punta de
flecha para luego exhibirla como un trofeo. La
visibilidad social de
la Prehistoria pasa porque el individuo la respeta y le
adjudica un valor, en el sentido que los vestigios
materiales nos hablan de la experiencia del Hombre en este
territorio. Aquellos,
sobrellevaron cambios dramáticos en el ambiente
-extinciones masivas de fauna, cambios radicales en el
nivel del mar- similares a los que ahora nos amenazan. Este
legado del pasado está muy distorsionado en el imaginario
de los ciudadanos y la tarea de transmitir la nueva
información generada por la Arqueología es un proceso largo
que no se construye a partir de acciones aisladas.
El conocimiento más integral del pasado
prehistórico que hoy poseemos debe transmitirse a toda la
sociedad”, finalizó. |