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30 de octubre, 2009

Cuevas en Cuchilla de Haedo

El hallazgo podría significar un acontecimiento en la Comunidad Arqueológica americana
Son las primeras cuevas descubiertas al norte del río Negro con ocupación humana observable en niveles superficiales a través de artefactos líticos. El área no cuenta con antecedentes de ocupación prehistórica y posee alta concentración de sitios arqueológicos. Además de sitios habitación, existen de aprovisionamiento y manufactura. El Proyecto Mataojo prevé prospectar y excavar el área, ubicada al noreste del departamento de Salto.

Los especialistas entienden que las investigaciones arqueológicas pueden develar evidencias de las ocupaciones humanas más antiguas del continente americano, una tradición cultural denominada “Paleoindio” que tiene entre 14.000 y 9.000 años de antigüedad en la Cuchilla de Haedo, un lugar donde prácticamente no hay antecedentes de ocupación prehistórica.

“Llegué, viejo”, expresó Mario Trindade, el Director del Museo de Arqueología y Ciencias Naturales de Salto, cuando se enfrentó a la primera de las cuatro bocas oscuras, horadadas en arenisca, en los ramales de la Cuchilla de Haedo. Fue el 26 de agosto del año pasado, minutos antes de las 16:00 horas, según anotó en su diario de campo.

Cuando pequeño, Trindade creció con aquellas historias de hombres ásperos que vivían al margen de la ley y se ocultaban en la espesura del monte, en cuevas inaccesibles próximas al arroyo Mataojo. Dedicarle el hallazgo a su  padre, un policía rural de Salto, que conocía aquellos parajes escondidos, por seguir el rastro de los maleantes, fue significativo. Implicó un reconocimiento a quien contribuyó a la germinación de la semilla del futuro arqueólogo.

La región donde se encuentran las cuevas fue recientemente definida, en una publicación científica, como “Región Arqueológica Catalanes Nacientes Arapey” (RACNA),  debido a que integra un paisaje natural y antrópico homogéneo. Allí se observan sitios canteras y talleres de arenisca silicificada y ágata, en un corredor con rumbo Norte-Sur de aproximadamente 100 kilómetros de largo por 40 kilómetros de ancho. Este se extiende desde las inmediaciones de la desembocadura del arroyo Catalán Grande hasta las nacientes del río Arapey.  La flora del lugar está asociada a los cauces de los arroyos y la ladera de los cerros en lo que se puede llamar monte de quebrada, la vegetación crece al abrigo de las laderas donde se concentra la humedad y se desarrolla la flora arbórea, arbustiva y herbácea. Es frecuente encontrar en esta zona la presencia de helechos arborescentes, debido a la influencia de las altas tasas de humedad y precipitaciones registradas.

Las cuevas y aleros se encuentran en predios privados y su acceso se ve franqueado por el monte indígena donde es posible identificar mataojos, guayabos, pitangas, espinillos, coronillas, blanquillos y acacias, entre otras especies. “La fauna nativa en este nicho ecológico está conformada por especies típicas nativas de los montes, agregándose la presencia del jabalí como especie introducida y la liebre común. Permanece en estos hábitats relictos de venado de campo y también se ha registrado un ejemplar de oso hormiguero, aves típicas de la zona de monte y serranías. Se destaca la presencia de ñandúes, seriemas, gatos monteses y se han registrado datos orales sobre la presencia de pumas”, expresó Trindade.

Desde la entrada a una de las cuevas se puede ver, a nivel de superficie, artefactos líticos (de piedra) indígenas dispersos que se alternan con hojas. Las paredes interiores se muestran cubiertas de hollín, que es atribuible –presuntamente- al humo de fogatas realizadas en su interior. En las evaluaciones realizadas en sus paredes no se constataron a simple vista, grabados o  pinturas rupestres aunque para establecerlo con rigor científico será necesaria la utilización de equipos de iluminación aún no disponibles en el país. Lo que sí hay, son colonias de líquenes y hongos que también deberán ser analizadas.

Sus ocupantes aprovecharon la concavidad de la piedra para refugiarse. Hay que considerar que el clima en lo que hoy es Uruguay, al final del Pleistoceno -última edad del hielo- era muy frío, con varios grados menos de temperatura que en la actualidad. “Los grupos indígenas prehistóricos que ocupaban la zona utilizaban seguramente estos refugios naturales como lugares de habitación donde realizaban diferentes actividades relacionadas con la vida cotidiana de un grupo cazador-recolector”, opinó el arqueólogo Rafael Suárez.

Ocupación prehistórica

Trindade relató que desde que las cuevas fueron redescubiertas “todo sigue en su lugar, no se ha tocado absolutamente nada” y se pretende que eso continúe así.

Señalando con su índice algunos artefactos de piedra que asomaban sobre la superficie plana del piso, apuntó que “lo que se puede ver desde aquí es que hay selección de materia prima local -arenisca silicificada”- proveniente presumiblemente de una cantera cercana. “Por una ley estratigráfica natural lo que está más arriba -si el sedimento no fue alterado- es lo más moderno. Los artefactos líticos que se ven en superficie son vestigios de las últimas ocupaciones indígenas en la cueva, que deben tener como mínimo más de 200 años”, acotó Suárez. 

Trindade y Suárez tienen la esperanza de poder excavar y recuperar evidencia de ocupación prehistórica en el sitio arqueológico. Se estima que se podría excavar a un metro, un metro y veinte centímetros  de profundidad y poder encontrar vestigios que permitan conocer la vida de los grupos prehistóricos que ocuparon esos resguardos naturales. Suárez, dijo que en sitios arqueológicos de Patagonia, como el alero Piedra Museo, hay dataciones con ocupación humana de aproximadamente 14.000 años calendario de antigüedad,  a menos de un metro de profundidad. Esto se debe a que en las cuevas el depósito de sedimento es producto de la actividad eólica y la tasa de sedimentación es mínima.   

El valor científico del hallazgo se sustenta en que “se trata de las primeras cuevas descubiertas al Norte del río Negro con ocupación humana observada en niveles superficiales, a través de artefactos líticos. Esto genera expectativas de poder recuperar evidencia de ocupaciones prehistóricas en estratigrafía cuando se excaven”, indicó Suárez. 

El profesional explicó que las cuevas en general son lugares de muy buena a excelente preservación, debido a las condiciones ambientales donde se encuentran enterrados los objetos arqueológicos. El interior de estos sitios arqueológicos tienen escasa humedad, están protegidos de la erosión, de la descomposición causada por los cambios bruscos de temperatura y humedad, como la acción de la lluvia, exposición solar, calor y heladas”. En ese sentido, se tienen expectativas de recuperar objetos de hueso, madera y otros elementos perecederos que en otros sitios arqueológicos no sobreviven a las inclemencias meteorológicas y al paso de los milenios. 

Trindade, Suárez y Carmen Curbelo dirigen un equipo multidisciplinario de investigación que presentó a la Comisión de Patrimonio Cultural de la Nación, el Proyecto Mataojo. Curbelo, por su parte, dirige otro proyecto temático sobre Arqueología misionera (PROPIM). El Proyecto Mataojo es financiado por el Departamento de Cultura de la Intendencia Municipal de Salto y prevé tareas de prospección y excavación en el área. Establece, entre sus objetivos, la gestión y puesta en valor de bienes culturales arqueológicos históricos y prehistóricos. Además de generar conocimiento relacionado al pasado indígena prehistórico e histórico en el departamento.

Los investigadores aspiran a obtener información prehistórica del Este de Salto y lograr avances en aspectos relacionados a la tecnología lítica, cambio cultural, territorialidad y movilidad  de los cazadores-recolectores prehistóricos del Noreste y Este del departamento, entre otros aspectos. El equipo está integrado además por colaboradores y asesores, nacionales y extranjeros en Geología, Paleontología, Botánica, Geomorfología, Arqueología Prehistórica, Arqueología de Cuevas y Tecnología Lítica.

Concentración de sitios arqueológicos

Suárez entiende que las investigaciones arqueológicas nos pueden develar “evidencias de las ocupaciones humanas más antiguas del continente americano, una tradición cultural denominada Paleoindio que tiene entre 14.000 - 9.000 años de antigüedad en la Cuchilla de Haedo, un lugar donde prácticamente no hay antecedentes de ocupación prehistórica”. Además, -dijo-“hay muy buenas perspectivas de identificar ocupaciones Paleoindias en cuevas en Uruguay. Los sitios tempranos del período Paleoindio conocidos en nuestro país hasta el presente, son todos a cielo abierto y están asociados a cursos de agua como ríos, arroyos y lagunas”.

Suárez y su equipo de investigación vienen trabajando en sitios Paleoindios en Uruguay desde el año 1999. Este especialista ha realizado su tesis de doctorado sobre las ocupaciones humanas más antiguas de Uruguay. Recuperando evidencia de los primeros americanos que llegaron al país hace 12.800 años calendario de antigüedad, así como los primeros registros de fauna extinguida del Pleistoceno (caballo prehistórico americano y Glyptodon) asociados a material de origen cultural. Estos hallazgos fueron realizados en la localidad arqueológica Pay Paso (río Cuareim, Artigas) teniendo repercusión en la comunidad académica internacional.

La relativa proximidad y amplia movilidad que tenían los grupos Paleoindios generan muy buenas posibilidades de recuperar evidencias de los primeros americanos en las cuevas recientemente descubiertas. Adicionalmente en Pampa y Patagonia hay varios sitios Paleoindios en cuevas (Cueva Fell, Chile; alero Piedra Museo y Cueva Tixi, Argentina, entre otros), por lo que no sería extraño que los grupos Paleoindios de Uruguay también hubieran ocupado cuevas o aleros. “Recordemos que el clima al final del Pleistoceno era seco y frío con varios grados menos de temperatura promedio que en la actualidad”. Los antecedentes de ocupación humana en cuevas en nuestro país alcanzan una profundidad temporal de aproximadamente 3.100 años AP (Cueva del Diablo en la Sierra de San Miguel, Rocha). Por lo tanto, poder extender cronológicamente las ocupaciones en cuevas hacia los períodos Arcaico (aproximadamente 8.500 – 4.000 años de antigüedad) y Paleoindio (13.000 - 9.500 años AP)”, constituiría un avance importante en el conocimiento de la Prehistoria más antigua del Uruguay. 

Suárez anticipó que el hallazgo realizado por Trindade “seguramente va a tener un fuerte impacto en la Comunidad Arqueológica, no solo local sino americana. Es uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes de los últimos años”, aseveró. “No solo por el entorno en si, sino por los otros sitios que están asociados a las cuevas, donde se registran sitios de abastecimiento de materia prima, talleres líticos y estructuras de piedra. Desde el punto de vista arqueológico, esto ya no es un sitio sino una localidad arqueológica, es decir,  un lugar donde hay una alta concentración de sitios arqueológicos”. Estos hallazgos están a la par de los descubrimientos realizados en 1955 por Antonio Taddei en la zona. “Los sitios descubiertos recientemente presentan mayor variabilidad funcional: sitios habitación -cuevas-; sitios de aprovisionamiento -canteras-; sitios de manufactura de artefactos de piedra -talleres líticos-”, enumeró Suárez.

Cantera-taller de areniscas

En las proximidades del monte nativo, a corta distancia de una de las cuevas existe un importante sitio arqueológico. Se trata de un afloramiento de dimensiones considerables utilizado como cantera-taller. Es lo que definieron como un gran taller de reducción de areniscas silicificadas. Al analizar la distribución de los sitios en el paisaje de la localidad arqueológica, Suárez tiene como hipótesis de trabajo que la proximidad de la cantera con una de las cuevas, haría factible el traslado de material del afloramiento-taller al sitio habitación (cueva).

“Los cazadores-recolectores en su circuito de movilidad anual deben aprovisionarse de materias primas líticas (rocas altamente silicificadas) con las cuales manufacturan sus artefactos. En algunos casos deben desplazarse a distancias de cientos de kilómetros, desde su lugar habitación o residencia hacia el lugar de aprovisionamiento. En estas cuevas el aprovisionamiento se realiza al fondo o en el jardín de su lugar de habitación. Es esperable -como sucede generalmente en los sitios habitación- que en la cueva se puedan recuperar artefactos que han llegado al final de su vida útil, como puntas de proyectil fracturadas y/o altamente reavivadas, que han perdido su función como arma, así como también raspadores y raederas con filos desgastados. Por lo tanto, la cueva potencialmente puede presentar evidencia de la manufactura de un nuevo equipamiento de caza (puntas de proyectil, por ejemplo), lo que nos indicaría que algunas de las actividades desarrolladas allí  estén relacionadas al recambio, reparación y manufactura de nuevas armas por los cazadores-recolectores prehistóricos que ocuparon el lugar”, reflexionó.

Suárez advirtió que la cercanía con la cantera hace pensar que en esta actividad de recambio y reparación de sus puntas de proyectil los cazadores-talladores se aprovisionaran y pre-acondicionaran bifaces (artefacto tallado en ambas caras elaborado previamente a la confección de una punta de proyectil) en la cantera para confeccionar, luego, nuevas puntas de proyectil. Si esta hipótesis es correcta, en la cueva deberíamos recuperar los desechos de la manufactura de puntas de proyectil, o puntas de proyectil fracturadas durante su producción, actividad que suponemos puede haberse realizado en el sitio habitación.

Destacó como fundamental que el área sea poco conocida. “Son lugares donde la gente no transita, no utiliza este espacio y eso protege a las cuevas”, manifestó. Éstas, además, se han preservado porque es una de las zonas menos conocidas desde el punto de vista arqueológico en todo el Uruguay. En contraposición, se procura evitar, el caso de las cuevas del cerro de Pan de Azúcar que la gente alteró escribiendo en sus paredes, lo que provocó la destrucción del sitio arqueológico.

Al día de hoy se conocen cuatro cuevas y aleros en la localidad arqueológica. La puesta en marcha del proyecto Mataojo permitirá realizar una prospección intensiva en la región, identificar nuevos sitios de interés, poner en valor los sitios y preservarlos. El resultado de las investigaciones, en una etapa posterior, seguramente confirmará o descartará y generará nuevas hipótesis e interpretaciones aportando nuevas páginas de conocimiento a la Prehistoria uruguaya.

   
 
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