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30 de diciembre, 2009

Patrimonio cultural no renovable

Proyecto prevé construcción de Parque Arqueológico en áreas de petroglifos de Salto
En un área de 40 kilómetros cuadrados se registraron 3.700 grabados rupestres de los cuales más del 50% se encuentran en Colonia Itapebí y en la cuenca del Arroyo Valentín Grande. Dos concentraciones en esos sitios fueron declarados, en 2005, monumentos histórico nacionales. Habrían sido realizados desde hace 4.600 años. Representan un universo de elementos ideológico-simbólicos y cumplían una función determinada al interior de la comunidad

Nuestro país cuenta con dos grandes regiones en materia de manifestaciones rupestres. La región sur, en los departamentos de Flores y Durazno, caracterizada por la existencia de 43 pinturas (pictografías) relevadas e inventariadas, que se concentran mayoritariamente en la Localidad Rupestre de Chamangá. Y una segunda área que se extiende al Norte del Río Negro, en Artigas, Paysandú y Salto en donde, en la última década, se localizaron varios miles de grabados rupestres (petroglifos), particularmente en este último departamento.

Las pictografías y los petroglifos fueron realizados sobre la superficie de las rocas y constituyen representaciones que plasman un universo de elementos ideológico-simbólicos, intencionalmente elaborados para cumplir una función determinada al interior de la comunidad, según lo fundamentó el proyecto “Petroglifos del Departamento de Salto. Investigación y diseño de un Parque Arqueológico”, elaborado por el arqueólogo Leonel Cabrera.

En la actualidad estas representaciones rupestres constituyen los testimonios que se preservaron de los grupos humanos que ocuparon este territorio y su estudio, junto con el de otros vestigios arqueológicos, nos permitirán aproximarnos al conocimiento del comportamiento del hombre del pasado. Así lo expresa la resolución del Poder Ejecutivo, del 27 de noviembre de 2005, que declaró monumentos históricos nacionales, a dos sitios con grabados ubicados, uno, próximo a la localidad de Colonia Itapebí, y el otro, en la cuenca del Arroyo Valentín Grande, ambos en Salto.

El documento oficial establece que los grabados de esos sitios arqueológicos fueron realizados en afloramientos de arenisca silicificada, sobre superficies planas. Presentan una predominante tendencia a un patrón de diseños de tipo abstracto, con motivos geométricos. Algunos grabados aparecen aislados y otros en conjuntos, integrados a otros artefactos arqueológicos que indican las múltiples funciones de estos complejos arqueológicos.

“Ahí hay comunicación”, aseguró el arqueólogo Leonel Cabrera quien trabaja en el área desde el año 1999. “Para los realizadores y sus grupos, se sabía perfectamente qué mensajes había detrás de cada una de esas representaciones, las cuales pudieron tener que ver con las creencias religiosas, con la demarcación territorial. Puede tratarse de personas que dejaron su ‘marca’ grupal, incluso es posible que puedan tratarse de mapas”, especuló.

Si bien en la mayoría de los casos, el soporte de los grabados es en afloramientos de areniscas silicificadas, también se registraron –aunque en menor número- petroglifos sobre basalto. El especialista coincidió en que los petroglifos muestran diseños de tipo geométrico, fueron elaborados por técnicas de picoteado en la gran mayoría de los casos y/o abrasión (raspado) y comprenden motivos simples o complejos.

 “Una de las cosas que me llama mucho la atención es la simetría que tienen”, confió Cabrera. “Hay círculos perfectos que, mediante tallado, no es fácil de lograr. Es probable que haya habido un diseño previo con algún tipo de colorante o sustancia sobre el que se realizó el grabado, lo que facilitaría la simetría de las formas”, reflexionó el investigador.  

“La roca soporte puede tener tamaños muy variados desde unos pocos centímetros a más de un metro. Encontramos diseños que muestran motivos simples o con cierta complejidad, efectuados con un trazo aparentemente unitario, en los que todas las líneas o superficies se vinculan a una sola entidad. Igualmente, existen motivos compuestos sencillos, resultados de la reiteración de figuras simples o diseños complicados, sin rigor geométrico, así como motivos indeterminados”, indicó Cabrera en el artículo “Petroglifos en el Uruguay” publicado en la revista especializada argentina Tefros, en diciembre de 2008. Allí se menciona que en muchos casos la representación apenas se destaca del fondo, lo que provoca poco contraste. Depende de la incidencia de la luz, lo que permite que en determinadas horas del día, la visibilidad aumente en forma considerable. Es entonces cuando el plano cobra volumen y los motivos se destacan mediante un mayor grosor o profundidad de las líneas, aproximándose a un alto relieve.   

Iconografía europea

En el caso del afloramiento de Colonia Itapebí, que fue declarado Patrimonio Histórico Nacional, bajo esta Administración, se encuentra en un predio privado, destinado a la cría extensiva de ganado. Está próximo a la ruta 31 desde donde no se distingue visualmente el lugar preciso en que se encuentra el promontorio de rocas. Con más de 170 grabados, en un área de unos 1.600  metros cuadrados es, hasta el momento, el sitio en el que se concentra la mayor densidad de representaciones. El Director del Museo de Arqueología y Ciencias Naturales de Salto, Mario Trindade, recorrió en bicicleta muchos de los caminos entre los sitios, en una paciente tarea de relevamiento institucional.  Éste afirmó que en un área circundante de 40 kilómetros a la redonda, se registraron 3.700 petroglifos, de los cuales más del 50% se encuentran en Colonia Itapebí y en la cuenca del Arroyo Valentín Grande.

En una recorrida por el primero de los sitios mencionados, Trindade se detuvo en señalar las particularidades de uno de los petroglifos del conjunto. “Aquí también vemos iconografía europea. Es una cruz y dos palmeras, conocida como cruz de los martirios. Es lo único figurativo que tenemos”. Por su parte, Cabrera relató que la zona formó parte de la estancia misionera de Yapeyú. “Los jesuitas recorrían el área, y es posible que vieran los grabados ya existentes y era práctica frecuente exorcizar los lugares rompiendo las señales de los grupos anteriores y colocando cruces como una forma de marcar la presencia cristiana en el lugar”.

Cabrera manifestó que el mes pasado, en un relevamiento en una zona que no precisó, ubicada entre los ríos Arapey Chico y Arapey Grande, en el Noreste del departamento, se detectó otra concentración tan importante como las de Colonia Itapebí y Punta de Valentín. Ésta presentaba diseños muy particulares y hasta el momento no fue inventariada.  

Cabrera, quien integra además el Departamento de Arqueología de la Facultad de Humanidades de la UDELAR, estableció una relación tentativa, debido a la similitud de la técnica empleada y a la proximidad geográfica, con las “placas grabadas” halladas en la década del ’70 en la zona de Salto Grande, en ambas márgenes del Río Uruguay. Algunas de esas piezas se exhiben en el Museo de Salto y en el Museo Nacional de Antropología de Montevideo. Se desconoce su finalidad y habrían sido realizadas por sociedades cazadoras acerámicas. La prueba de Carbono 14 reveló que datan de alrededor de 4.600 años.

Esas piezas tienen formas subrectangulares, ovaladas o circulares, elaboradas en arenisca silicificada, con dimensiones promedio de 10 a 15 centímetros, y un espesor que rara vez supera los 4 centímetros con grabados geométricos rectilíneos. El especialista dijo también que a través de contactos con otros profesionales y publicaciones de prensa, se pudo constatar similitudes en el diseño con representaciones rupestres encontradas en las provincias argentinas de Misiones, Corrientes y Entre Ríos, lo que alimenta el concepto que en la Prehistoria, los distintos grupos humanos se desplazaban de acuerdo al trayecto de los grandes ríos –en este caso el Uruguay- hacia nuevos territorios.  

Miles de grabados prehistóricos

Hasta 1996 se conocían sólo dos grabados en nuestro país. Uno, localizado en 1956 en el Departamento de Artigas, en el Arroyo Tres Cruces, próximo a su desembocadura en el Río Cuareim que fue investigado por uno de los pioneros de la Arqueología nacional, José Joaquín Figueira. El otro petroglifo, aislado y muy singular, fue hallado en 1991, en la Cuchilla del Fuego, en las cercanías del Río Queguay, en Paysandú. En 1995 se localizaron al sur del Río Arapey, un número importante de grabados rupestres que, debido a su alta concentración, concitaron el interés de la comunidad científica. Tres años más tarde, se elaboró un primer proyecto de relevamiento conocido como Santo Domingo, que tomó su nombre del establecimiento rural donde se ubicó la primera manifestación rupestre. El mismo permitió un relevamiento primario, por parte de Trindade, tendiente a la ubicación de sitios y registro de las manifestaciones rupestres más importantes que fueron llevados adelante con muchas dificultades y en forma dilatada en el tiempo debido a la escasez de recursos disponibles. El proyecto permitió, en una segunda fase, un relevamiento con registro completo y realización de pequeños cortes estratigráficos (sondeos) y relevamientos planialtimétricos, a cargo del Museo de Arqueología y Ciencias Naturales de Salto.

Cabrera reveló que hasta el momento se excavó en el sitio de Punta de Valentín a una profundidad de 30 centímetros. Allí se encontró material arqueológico mayoritariamente relacionado con la elaboración de los diseños rupestres. El entrevistado adelantó que en 2010 se realizará un programa sistemático de excavación.

Con posterioridad, y a instancias de la Comisión Nacional de Arqueología, dependiente del Ministerio de Educación y Cultura (MEC), se solicitó a la UNESCO un peritaje técnico por el cual los sitios fueron visitados en años posteriores por expertos internacionales quienes destacaron su importancia y la necesidad de protección e investigación.

Posteriormente, la UDELAR a través de la Comisión Sectorial de Investigación Científica (CSIC), financió dos proyectos de iniciación, los que fueron desarrollados por Diana Roseta y Santiago Alzugaray, estudiantes avanzados del área de Arqueología, bajo la dirección de Cabrera. A través de tales proyectos se logró realizar el relevamiento exhaustivo de los grabados comprendidos  en los dos sitios declarados Monumento Histórico por el Poder Ejecutivo.

Cabrera sugirió que los trabajos realizados hasta la fecha, y que permitieron ubicar diversos sitios arqueológicos con miles de grabados prehistóricos de singular interés, deben extenderse por un área mucho mayor e involucrar una amplia región del territorio nacional. Los estudios realizados demuestran que los grabados se encuentran integrados a extensos sitios arqueológicos, los que a partir de los escasos cortes estratigráficos efectuados, muestran un muy rico registro, tanto en superficie como en capa, el cual incluye diferentes testimonios socioculturales de los grupos humanos que en el pasado habitaron el área. “Las características y la densidad de estos vestigios, constituyen uno de los descubrimientos más importantes en el ámbito prehistórico, no sólo para Uruguay, sino para toda la región”.

Parque arqueológico

Cabrera entiende que “desde el punto de vista formal” la Declaración de los dos sitios como monumentos históricos nacionales “evidentemente” contribuyó a su protección aunque es necesario explicarle a los pobladores locales las responsabilidades que se contraen con esa designación. En ese sentido, el documento remitido por el Poder Ejecutivo señala que las representaciones rupestres constituyen un “patrimonio cultural no renovable” que deben ser protegidos de las transformaciones que pueden destruirlos de forma irreversible. Para ello se sugiere protegerlos en un radio de 400 metros a partir del centro del afloramiento soporte de los grabados. No obstante, Cabrera apuntó que en uno de los dos sitios, y con posterioridad de la Declaración,  se plantó dentro de esa zona de exclusión, un monte de eucaliptos. “Creo que no es mala voluntad, lo que hay es desconocimiento”, apuntó Cabrera.

El investigador alertó sobre las canteras que explotan la arenisca local, que es la roca utilizada como soporte de los petroglifos. Es así que se constató la utilización de este material en forma de lajas, con restos de grabados, en los pisos de patios y galpones en las viviendas de la región, e incluso en estructuras históricas. “El gran problema es que los sitios están corriendo un riesgo muy importante ya que la gente, sin saber que hay grabados, explota la cantera y fue así que desaparecieron infinidad de petroglifos que ni siquiera se registraron ni fotografiaron”, se lamentó.

En el pasado año, el proyecto “Petroglifos del Departamento de Salto. Investigación y diseño de un Parque Arqueológico” fue aprobado por la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANNI), que comenzó su ejecución en febrero pasado. Ello permitió el financiamiento necesario para que Cabrera y su equipo lo lleven adelante. La propuesta, comprende el relevamiento e investigación de los sitios arqueológicos con arte rupestre existente en Salto, ubicados en los últimos diez años y que aún no fueron abordados en forma sistemática, así como explorar áreas aun no investigadas. El proyecto propone instancias que permitan acceder a su conocimiento, registro, análisis, determinación cronológica y sociocultural. Se procura obtener la información necesaria que permita responder preguntas tales como: ‘¿quiénes?’, ‘¿cuándo?’, ‘¿cómo?’ y ‘¿para qué?’ se generaron esas manifestaciones rupestres. En forma simultánea se incluye el estudio de factibilidad y eventual  diseño de un Parque Arqueológico, a partir de un número reducido de sitios. Así se procura explorar posibles estrategias de socialización, involucrando en la gestión, a entidades públicas y privadas del área. Para ello se diseñarán senderos, carteles, centros de interpretación, respetando lo más posible el entorno y optando por la menor intervención posible con relación al paisaje. Estas acciones procuran promover una mejor comprensión de las poblaciones prehistóricas y su entorno para así lograr herramientas de valoración y preservación de los bienes patrimoniales.

Cabrera reconoció que los pobladores locales no han tenido un rol preponderante en la identificación de los sitios porque les resulta difícil de reconocer. “No los ven porque su visión, su mirada del entorno, es más general que la que podemos tener los investigadores. Si no los reconocen, es muy difícil que valoren y protejan tal patrimonio”, sentenció. De todas formas, el proyecto iniciado prevé que los técnicos expongan en las escuelas cercanas a los sitios arqueológicos. Cabrera, advirtió que “no se entiende mucho qué aporta y para qué, lo que estamos investigando”. Ante este escenario, se intenta que los pobladores perciban a las representaciones rupestres del territorio en que habitan, como testimonios del pasado. Incluso, se les instruye en que el cuidado y protección de los grabados permitirían potenciar los sitios como lugares de atractivo turístico-cultural, con el consiguiente posible beneficio económico local.

En el mes de diciembre se culminaría con la etapa de prospección muy intensa que se realiza en Salto, donde se recorrieron las diferentes áreas y se pudieron identificar otras zonas de posible interés utilizando todos los caminos primarios, secundarios y terciarios. En la tarea participó un equipo de Antropología de la Facultad de Humanidades y del Departamento de Geología de la Facultad de Ciencias, de (UDELAR), en coordinación con el Museo de Arqueología y Ciencias Naturales y la Regional Norte de la Universidad de Salto “Ahora tenemos un mapa bastante completo de la presencia de este tipo de testimonios prehistóricos”, adelantó Cabrera.

“En cada afloramiento de arenisca existe la posibilidad que aparezca un grabado. Caminamos kilómetros y más kilómetros y de esos grabados localizados hay algunos que repiten sus diseños, hay otros que son específicos. Tienen una variedad de figuras geométricas enorme, combinaciones de figuras, grabados muy simples, de una sola línea, y hay otros cuyo diseño aparece atiborrado de formas diferentes que quizás puedan pertenecer a épocas y grupos diversos. Hay en estas piedras, una historia tremendamente compleja y difícil de desentrañar”, concluyó.

   
 
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