Discurso de la Secretaria de
Estado de los Estados Unidos, Hillary
Clinton, sobre la libertad en Internet
Muchas
gracias Alberto, no sólo por su amable introducción, sino
por el liderazgo que usted y sus colegas ejercen en esta
importante institución. Es un placer estar aquí en el
Newseum. Esta institución es un monumento a algunas de
nuestras más preciosas libertades y agradezco la
oportunidad de hablar sobre la manera en que estas
libertades se aplican a los desafíos del siglo XXI.
Aunque no puedo verles a todos porque en
escenarios como este la luz me da en los ojos y ustedes
quedan a oscuras, pero sé que hay aquí muchos amigos y
antiguos colegas. Deseo reconocer a Charles Overby, el
director ejecutivo del Foro de la Libertad aquí en el
Newseum; al senador Richard Lugar y al senador Joe
Lieberman, mi antiguos colegas en el Senado, que ambos
votaron para que se aprobara la Ley de La Voz, que se
refiere al compromiso del Congreso y del pueblo
estadounidense con la libertad en Internet, un compromiso
que cruza fronteras de partido y ramas del gobierno.
--También me dicen que están aquí los
senadores Sam Brownback y Ted Kaufman, y la representante
Loretta Sánchez; muchos representantes del cuerpo
diplomático: embajadores, encargados de negocios, y
participantes en nuestro Programa Internacional de Líderes
Visitantes sobre la libertad en Internet procedentes de
China, Colombia, Irán, Líbano y Moldavia. También deseo
reconocer la asistencia de Walter Isaacson, presidente del
Instituto Aspen, nombrado recientemente para nuestra Junta
de Gobernadores de Transmisiones (Broadcasting Board of
Governors) y por supuesto, instrumental en el apoyo del
trabajo sobre la libertad en Internet que el Instituto
Aspen ha venido realizando.
Aunque este es un discurso importante sobre
un asunto importante, antes quisiera hablar brevemente
sobre Haití. Durante los últimos ocho días, el pueblo de
Haití y los pueblos de todo el mundo se han unido para
enfrentar a una tragedia de descomunales proporciones.
Nuestro hemisferio ha sufrido su cuota de dificultades,
pero hay pocos precedentes en situaciones como la que
estamos viendo en Puerto Príncipe. Las redes de
comunicación han tenido un papel crítico en nuestra
respuesta. Por supuesto que quedaron averiadas y en muchos
lugares destrozadas. En las horas tras el terremoto
trabajamos con asociados en el sector privado para
establecer la campaña de mensajes de texto “HAITI”, para
que los usuarios de teléfonos móviles en Estados Unidos
puedan donar a los esfuerzos de socorro por medio de
mensajes de texto. Esta iniciativa ha mostrado la
generosidad del pueblo estadounidense y hasta el momento se
ha recaudado más de 25 millones de dólares para los
esfuerzos de recuperación.
Las redes de información también han tenido
un papel crítico en el terreno. Cuando estaba con el
presidente Préval, el sábado, en Puerto Príncipe, una de
sus prioridades principales era tener las comunicaciones en
funcionamiento. Los miembros del gobierno no podían
comunicarse entre ellos, o lo que quedaba de ellos, con las
ONG, nuestros líderes civiles, nuestros líderes militares,
estaban severamente afectados. La comunidad tecnológica ha
establecido mapas interactivos para ayudar a identificar
necesidades y a que los recursos estén dirigidos a estas.
El lunes un equipo estadounidense de búsqueda y rescate
extrajo de los escombros de un supermercado a una niña de
siete años de edad y a dos mujeres que habían enviado un
mensaje de texto pidiendo ayuda. Estos ejemplos son
manifestaciones de un fenómeno mucho más amplio.
La diseminación de redes de información
está formando un nuevo sistema nervioso en nuestro planeta.
Cuando algo ocurre en Haití o en Hunan, el resto de
nosotros nos enteramos de ello cuando se está produciendo,
y por medio de personas reales, y podemos responder también
en el tiempo en que realmente está ocurriendo lo que sea.
Los estadounidenses que desean ayudar tras el desastre y la
niña atrapada en el supermercado están conectados de
maneras que no podían ni imaginarse hace un año, o hace una
generación. El mismo principio se aplica a casi toda la
humanidad hoy día. Mientras estamos aquí sentados,
cualquiera de ustedes, o cualquiera de sus niños, pueden
tomar herramientas que utilizamos todos los días y
transmitir este diálogo a miles de millones de personas en
todo el mundo.
En muchos aspectos la información nunca se
ha movido tan libremente. Hay más formas de diseminar más
ideas a más personas que en ningún otro momento de la
historia. Incluso en países autoritarios las redes de
información ayudan a la gente a descubrir nuevos hechos y
pedir más cuentas a los gobiernos.
Durante su visita a China en noviembre, por
ejemplo, el presidente Obama celebró una reunión tipo
cabildo abierto en la que había un componente en línea,
para así destacar la importancia de Internet. En respuesta
a una pregunta enviada por Internet defendió el derecho de
la gente a tener libre acceso a la información y dijo que
cuanto más libremente fluya la información, más fuertes se
hacen las sociedades. Habló sobre el modo en que el acceso
a la información ayuda a los ciudadanos a pedir cuentas a
sus gobiernos, a generar nuevas ideas, a estimular la
creatividad y el espíritu empresarial. La creencia de
Estados Unidos en esta verdad fundamental es lo que me trae
hoy aquí.
Debido a este aumento sin precedentes en la
conectividad también debemos reconocer que estas
tecnologías no son una bendición por sí mismas.
Estas herramientas también las están
explotando algunos para socavar el progreso de la humanidad
y los derechos políticos. Podemos utilizar el acero para
construir hospitales pero también para construir
ametralladoras, podemos utilizar energía nuclear para
abastecer de electricidad una ciudad, pero también para
destruirla, y de la misma manera las redes modernas de
información y la tecnología que las apoya pueden ser
utilizadas para bien o para mal. Las mismas redes que
ayudan a organizar movimientos por la libertad también
permiten a Al Qaeda diseminar odio e incitar a la violencia
contra los inocentes. Tecnologías con el potencial de abrir
el acceso al gobierno y promover la transparencia también
pueden ser secuestradas por los gobiernos para aplastar la
disensión y negar los derechos humanos.
En el último año hemos visto un aumento en
las amenazas contra el libre flujo de la información.
China, Túnez, y Uzbekistán han elevado su censura de
Internet. En Vietnam, el acceso a los sitios populares de
redes sociales ha desaparecido de repente; y el pasado
viernes en Egipto, 30 comentaristas de blog y activistas
fueron detenidos. Un miembro de este grupo, Bassem Samir –
que, menos mal, ya no está en prisión, está con nosotros
hoy. Así que aunque está claro que la diseminación de estas
tecnologías está transformando nuestro mundo, no está
todavía claro el modo en que esta transformación vaya a
afectar a los derechos humanos y al bienestar de gran parte
de la población mundial.
Por sí mismas, estas tecnologías no se
ponen de parte de nadie en la lucha por la libertad y el
progreso, pero Estados Unidos si lo hace. Estamos de parte
de un Internet único en el que toda la humanidad tenga
acceso al conocimiento y las ideas. Reconocemos que la
infraestructura informativa del mundo se hace a partir de
lo que nosotros y otros hacemos de ella. El desafío que
enfrentamos puede ser nuevo, pero nuestra responsabilidad,
de ayudar a asegurar el libre intercambio de ideas, data
desde el nacimiento de nuestra república. Las palabras de
la primera enmienda de la Constitución están grabadas en 50
toneladas de mármol de Tennessee en la fachada de este
edificio, y todas las generaciones de estadounidenses han
trabajado para proteger los valores grabados en esa piedra.
Franklin Roosevelt se basó en estas ideas
cuando pronunció el discurso de las Cuatro Libertades, en
1941. En aquel tiempo, los estadounidenses se enfrentaban a
una diversidad de crisis y a una crisis de confianza. Pero
la visión de un mundo en que la gente disfrutara de la
libertad de expresión, la libertad de culto, la libertad de
hacer lo que se desee y la libertad de vivir sin miedo
trascienden a los problemas de aquel momento. Años después,
una de mis heroínas, Eleanor Roosevelt trabajó para que
estos principios se adoptaran como piedra angular de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos. Han
proporcionado las pautas para todas las generaciones
posteriores, guiándonos, estimulándonos, y capacitándonos
para avanzar frente a la incertidumbre.
Mientras la tecnología avanza, debemos
recapacitar sobre ese legado. Tenemos que sincronizar
nuestro progreso tecnológico con nuestros principios. Al
aceptar el Premio Nobel el presidente Obama habló sobre la
necesidad de crear un mundo en que la paz descanse sobre
los derechos y dignidad inherentes a todos los individuos;
y en mi discurso sobre derechos humanos en Georgetown unos
días después, hablé sobre el modo en que debemos encontrar
la manera de hacer realidad los derechos humanos. Hoy
existe una urgente necesidad de proteger estas libertades
en la frontera digital del siglo XXI.
Hay muchas otras redes en el mundo. Algunas
ayudan en el movimiento de personas y de recursos, y
algunas facilitan los intercambios entre individuos con el
mismo trabajo o intereses, pero Internet es una red que
multiplica el poder y el potencial de todas las demás y es
por ello que pensamos que es crítico que sus usuarios
tengan la seguridad de gozar de ciertas libertades básicas.
La primera de estas libertades es la libertad de expresión.
Esta libertad ya no se define solamente por la posibilidad
de que los vecinos puedan ir a la plaza del pueblo y
criticar a su gobierno sin miedo a que haya una venganza
contra ellos. Los comentarios en blogs, correo electrónico
y mensajes de texto han abierto nuevos foros para
intercambiar ideas y han creado nuevos objetivos para la
censura.
Mientras hablo con ustedes ahora, los
censores de algunos gobiernos trabajan celosamente para
borrar mis palabras de los registros de la historia, pero
la historia misma ya ha condenado estas tácticas. Hace dos
meses estuve en Alemania para la celebración del 20
aniversario de la caída del Muro de Berlín. Los líderes
reunidos en esa ceremonia rindieron homenaje a los
valientes hombres y mujeres del lado lejano de la barrera
que luchaban contra la opresión circulando pequeños
panfletos llamados samizdat. Estos folletos cuestionaban
las alegaciones e intenciones de los dictadores del bloque
del Este y muchas personas pagaron un alto precio por
distribuirlos, pero sus palabras ayudaron a perforar el
cemento y alambre de púas de la Cortina de Hierro.
El Muro de Berlín simbolizaba un mundo
dividido, definió una era en su totalidad. Hoy los restos
del muro están en este museo, en donde pertenecen, y la
nueva infraestructura que simboliza nuestra era es
Internet. En lugar de división, significa conexión, pero
incluso cuando las redes se distribuyen en todo el mundo,
hay muros virtuales que crecen en lugar de paredes
visibles.
Algunos países han erigido barreras
electrónicas que evitan que su pueblo tenga acceso a
secciones de las redes del mundo. Han eliminado palabras,
nombres y frases de los resultados ofrecidos por los
motores de búsqueda. Han violado la privacidad de los
ciudadanos que participan en diálogos políticos no
violentos. Estas actuaciones contravienen la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, que nos dice que todos
los pueblos tienen el derecho a buscar, recibir y diseminar
información e ideas por cualquier medio sin tener en cuenta
las fronteras. Con la diseminación de estas prácticas
restrictivas, un nueva cortina de información desciende
sobre gran parte del mundo. Más allá de esta partición,
videos que se ven en todas partes y comentarios de blog se
han convertido en los samizdat de nuestros días.
Como en las dictaduras del pasado, los
gobiernos tienen como objetivo a los pensadores
independientes que utilizan estas herramientas. En las
manifestaciones que siguieron a las elecciones
presidenciales en Irán, las imágenes granulosas de una
filmación en un teléfono móvil, del asesinato sangriento de
una joven, proporcionaron una acusación digital de la
brutalidad del gobierno. Hemos visto informes de que cuando
los iraníes que viven en el extranjero escriben comentarios
en línea que critican a los líderes de su gobierno, los
miembros de sus familias en Irán reciben represalias. A
pesar de la intensa campaña de la intimidación del
gobierno, valientes ciudadanos hechos reporteros continúan
utilizando tecnología en Irán para mostrarle al mundo y a
sus conciudadanos lo que está ocurriendo en su país. Al
hablar en nombre de sus propios derechos humanos, el pueblo
iraní ha inspirado al mundo y su valor está redefiniendo el
modo en que se utiliza la tecnología para diseminar la
verdad y exponer la injusticia.
Ahora bien, todas las sociedades reconocen
que la libertad de expresión tiene sus límites. No
toleramos a aquellos que incitan a otros a la violencia,
tal como los agentes de Al Qaeda, que en estos momentos
están utilizando Internet para fomentar el asesinato en
masa de personas inocentes en todo el mundo. Las palabras
de odio que tienen como objetivo a individuos por razón de
su raza, religión, grupo étnico, género u orientación
sexual son reprobables. Es un desafortunado hecho que estos
asuntos sean desafíos crecientes que la comunidad
internacional debe confrontar unida. También debemos tratar
el asunto de las expresiones anónimas. Aquellos que
utilizan Internet para reclutar terroristas o distribuir
propiedad intelectual robada no pueden separar sus
actuaciones en línea de sus identidades en el mundo real.
Sin embargo estos desafíos no deben convertirse en una
excusa para que los gobiernos violen sistemáticamente los
derechos y la privacidad de aquellos que utilizan Internet
para propósitos políticos pacíficos.
La libertad de expresión puede ser la
libertad más obvia para enfrentar desafíos con la
diseminación de nuevas tecnologías, pero no es la única. La
libertad de credo normalmente involucra los derechos de los
individuos de estar en comunión con su creador– o no
estarlo. Ese es un canal de comunicación que no depende de
la tecnología. Pero la libertad de credo también habla
sobre el derecho universal de congregarse con aquellos que
comparten los valores propios y visión para la humanidad.
En nuestra historia, esas congregaciones se llevaban a cabo
con frecuencia en iglesias, sinagogas, mezquitas y templos.
En la actualidad, pueden realizarse también se pueden
llevar a cabo en línea.
Internet puede ayudar a superar las
divisiones que existen entre personas de diferentes
religiones. Como el presidente dijo en El Cairo, la
libertad de religión es fundamental para la capacidad de
las personas de vivir juntas. A medida que buscamos maneras
de expandir el diálogo, Internet ofrece esa formidable
promesa. Ya hemos comenzado a vincular estudiantes en
Estados Unidos con jóvenes en comunidades musulmanas en
todo el mundo, con la finalidad de dialogar sobre los
desafíos mundiales. Por lo que continuaremos usando esta
herramienta para fomentar el diálogo entre individuos de
diferentes comunidades religiosas.
Sin embargo, algunas naciones han escogido
Internet como una herramienta contra las personas de fe
para y silenciarlas. Por ejemplo, el año pasado en Arabia
Saudita, un hombre pasó meses en prisión por iniciar un
blog sobre el cristianismo. Un estudio realizado por la
Universidad de Harvard, se encontró que el gobierno saudita
bloqueó muchas páginas web sobre hinduismo, judaísmo,
cristianismo y aun el Islam. Varios países, incluso Vietnam
y China, emplearon tácticas similares para restringir el
acceso a información religiosa.
Así como estas tecnologías no se deben usar
para castigar la expresión política pacífica, no se deben
usar tampoco para perseguir o silenciar a las minorías
religiosas. Las oraciones siempre viajarán en redes más
elevadas, pero las tecnologías de comunicación como
Internet y los sitios web de redes sociales deben mejorar
la capacidad de los individuos de rendir culto según lo
consideren apropiado, de congregarse con personas de su
propia religión y de aprender más sobre las creencias de
otros. Debemos trabajar para fomentar la libertad de credo
en línea, tal como lo hacemos en otras áreas de la vida.
Existen, por supuesto, cientos de millones
de personas que viven sin los beneficios de estas
tecnologías. En nuestro mundo, como lo he dicho en
repetidas ocasiones, el talento está distribuido de manera
universal, pero la oportunidad no lo está. Sabemos por
larga experiencia que fomentar el desarrollo social y
económico – en países donde la gente carece de acceso al
conocimiento, mercados, capital y oportunidad – puede
resultar frustrante, y en algunas ocasiones, trabajo
inútil. En este contexto, Internet puede servir como una
gran niveladora. Al proporcionar a la gente con acceso al
conocimiento y a mercados potenciales, las redes pueden
crear oportunidades donde no existe ninguna.
Durante el transcurso del último año, he
presenciado esto directamente. En Kenia, donde agricultores
han visto aumentar su ingreso en hasta 30 por ciento desde
que empezaron a usar tecnología bancaria móvil. En
Bangladés, donde más de 300.000 personas se inscribieron
para aprender inglés en sus teléfonos celulares. Y en el
África subsahariana, donde mujeres empresarias usan
Internet para obtener acceso a micropréstamos y enlazarse
ellas mismas a mercados internacionales.
Ahora, estos ejemplos de progreso se pueden
replicar en la vida de miles de millones de personas que se
encuentran en el fondo de la economía mundial. En muchos
casos, Internet, los teléfonos celulares y demás
tecnologías de comunicación pueden hacer por el crecimiento
económico lo que la revolución verde hizo por la
agricultura. Se pueden generar rendimientos significativos
de ingresos muy moderados. Un estudio del Banco Mundial
encontró que en el caso típico de un país en desarrollo, un
aumento de 10 por ciento en el índice de penetración de
teléfonos celulares, condujo a un aumento de casi 1 por
ciento en el Producto Interno Bruto per cápita. Sólo para
poner esto en perspectiva, para la India, eso equivaldría a
casi 10.000 millones de dólares al año.
Una conexión a las redes de información
mundial es como una rampa a la modernidad. En los primeros
años de estas tecnologías, muchos creyeron que dividirían
al mundo entre los que las tienen y los que no las tienen.
Eso no ha sucedido. Existen 4.000 millones de teléfonos
celulares en uso hoy en día. Muchos de esos teléfonos
celulares están en las manos de vendedores en mercados, de
hombres que tiran cochecitos que transportan gente y de
otros que históricamente no han tenido acceso a la
educación ni a la oportunidad. Las redes de información se
han convertido en un gran nivelador, por lo que debemos
usarlas juntas para ayudar a la gente a salir de la pobreza
y brindarles libertad frente a la necesidad.
Actualmente, tenemos toda razón para tener
esperanza sobre lo que la gente puede lograr cuando
utilizan redes y tecnología de comunicación para alcanzar
el progreso. Pero no se confundan, algunos utilizan y
seguirán utilizando las redes de información mundial para
propósitos más oscuros. Los extremistas violentos, los
carteles delictivos, los abusadores sexuales y los
gobiernos autoritarios buscan aprovechar estas redes
mundiales. Así como los terroristas han aprovechado la
apertura de nuestras sociedades para llevar a cabo sus
complots, los extremistas violentos usan Internet para
radicalizar e intimidar. A medida que trabajamos para
mejorar las libertades, debemos trabajar también contra
quienes usen las redes de comunicación como herramientas de
trastorno y temor.
Gobiernos y ciudadanos deben tener la
confianza de que las redes que están en el centro de su
seguridad nacional y prosperidad económica son seguras y
resistentes. Ahora, esto es más que sobre piratas
informáticos insignificantes que modifican sitios web.
Nuestra capacidad de utilizar la banca en línea, de usar el
comercio electrónico y de proteger miles de millones de
dólares en propiedad intelectual está completamente en
riesgo si no podemos confiar en la seguridad de nuestras
redes informáticas.
Las interrupciones en estos sistemas exigen
una respuesta coordinada por parte de todos los gobiernos,
el sector privado y la comunidad internacional. Necesitamos
más herramientas para ayudar a las agencias de aplicación
de la ley a cooperar entre jurisdicciones cuando
delincuentes informáticos y agrupaciones del crimen
organizado ataquen redes para su beneficio financiero. Lo
mismo es cierto cuando los males sociales tales como la
pornografía infantil y la explotación de la trata de
mujeres y niñas en línea existe para que el mundo lo vea, y
para quienes abusan de estas personas para obtener una
ganancia. Aplaudimos las iniciativas, tales como el Consejo
de la Convención Europea sobre para la Delincuencia
Cibernética, que facilita la cooperación internacional en
juzgar tales delitos, por lo que deseamos redoblar nuestros
esfuerzos.
Hemos tomado medidas como gobierno y como
Departamento para encontrar soluciones diplomáticas que
fortalezcan la seguridad informática mundial. Contamos con
muchas personas en el Departamento de Estado que laboran en
esto. Se han unido y hace dos años creamos una oficina para
coordinar la política exterior en el espacio cibernético.
Hemos trabajado para enfrentar este desafío en las Naciones
Unidas y en otros foros multilaterales y para incluir la
seguridad cibernética en la agenda mundial. El presidente
Obama acaba de designar a un nuevo coordinador nacional de
política cibernética, que nos ayudará a trabajar aún más
estrechamente para garantizar que las redes de todos
permanezcan libres, seguras y confiables.
Los estados, los terroristas y quienes
actúen como sus representantes deben saber que Estados
Unidos protegerá nuestras redes. Aquéllos que interrumpen
el libre flujo de información en nuestra sociedad o en
cualquier otro lugar, representan una amenaza a nuestra
economía, nuestro gobierno y nuestra sociedad civil. Los
países o individuos que participen en ataques informáticos
deben enfrentar las consecuencias y la condena
internacional. En un mundo interconectado por Internet, un
ataque a las redes de una nación podría ser un ataque
contra todos. Y al reforzar ese mensaje, podemos crear
normas de conducta entre los estados y fomentar el respeto
a las comunidades mundiales unidas por las redes.
La última libertad, que probablemente era
inherente en lo que el presidente Roosevelt y la señora
Roosevelt pensaron y escribieron hace tantos años, surge de
las cuatro que ya he mencionado: la libertad de conectarse
– la idea de que los gobiernos no deben impedir que las
personas se conecten a Internet, a sitios web, o uno con el
otro. La libertad de conectarse es como la libertad
asociación en el espacio de cibernético. Permite a los
individuos conectarse en línea, reunirse y ojalá, cooperar.
Una vez que uno está en Internet, no
necesita ser un magnate ni una estrella de rock para tener
un enorme impacto en la sociedad.
La respuesta pública más grande a los
ataques terroristas en Mumbai la inició un muchacho de 13
años de edad. Este joven utilizó las redes sociales para
organizar donaciones de sangre y un gran libro de
condolencias interreligioso. En Colombia, un ingeniero
desempleado reunió a más de 12 millones de personas en 190
ciudades del mundo para manifestar contra el movimiento
terrorista FARC.
Las protestas fueron las manifestaciones
antiterroristas más grandes de la historia. En las semanas
que siguieron, las FARC vieron más desmovilizaciones y
deserciones que durante una década de acción militar. Y en
México, un sólo correo electrónico de un ciudadano
particular que estaba harto del azote de la violencia
relacionada con las drogas dio origen a grandes
manifestaciones en los 32 estados de ese país. En la Ciudad
de México, 150.000 salieron a las calles a protestar.
O sea que Internet puede ayudar a la
humanidad a defenderse de quienes promueven la violencia,
el crimen y el extremismo. En Irán y Moldavia y en muchos
otros países, organizarse en línea ha sido un instrumento
decisivo para adelantar la democracia y facultar a los
ciudadanos para que protesten por resultados electorales
sospechosos. Aun en democracias establecidos como la de
Estados Unidos, hemos visto el poder de estos instrumentos
para cambiar la historia. Algunos de ustedes quizás
recuerden elección presidencial de 2008.
La libertad de conectarse a estas
tecnologías puede ayudar a las sociedades a transformarse,
pero también es crucial para los individuos. Me conmovió
recientemente el relato de un médico – y no les diré de qué
país era-- que desesperadamente trataba de diagnosticar la
rara condición médica de su hija. Consultó con dos docenas
de especialistas, pero aun así no tenía una respuesta.
Finalmente identificó la condición – y encontró una cura –
al usar la búsqueda de Internet. Esa es una de las razones
por las que el acceso libre a la tecnología de las máquinas
de búsqueda es tan importante en las vidas de las personas.
Los principios que he resumido hoy guían
nuestro enfoque de la cuestión de la libertad de Internet y
el uso de estas tecnologías. Quiero hablar acerca de cómo
los aplicamos en la práctica. Estados Unidos está
comprometido a dedicar los recursos diplomáticos,
económicos y tecnológicos necesarios para adelantar estas
libertades. Somos una nación formada por inmigrantes de
todos los países y los intereses que se extienden por todo
el globo. Nuestra política exterior se basa en la idea de
que Estados Unidos se beneficia mucho cuando hay
cooperación entre las personas y los estados y tiene una
carga muy pesada sobre sí cuando el conflicto o el mal
entendimiento aparta a las naciones.
Estamos en buena situación para aprovechar
las oportunidades que vienen con la interconectividad . Y
como lugar de origen de tantas de estas tecnologías,
inclusive Internet misma, tenemos la responsabilidad de ver
que se las use para el bien.
Para hacer eso, debemos desarrollar nuestra
capacidad para lo que llamamos, en el Departamento de
Estado la diplomacia del siglo XXI.
Cuando el telégrafo se introdujo, fue
motivo de gran ansiedad para muchos en la comunidad
diplomática, en la que la perspectiva de recibir
instrucciones diarias desde las capitales no era acogida
plenamente.
Pero así como nuestros diplomáticos
dominaron finalmente el uso del telégrafo, ahora hacen lo
mismo para aprovechar también el potencial de estas nuevas
herramientas.
Me enorgullece que el Departamento de
Estado esté trabajando ya en más de 40 países para ayudar a
las personas silenciadas por gobiernos opresivos. También
le estamos dando a este tema prioridad en las Naciones
Unidas, y hemos incluido la libertad de Internet como un
elemento de la primera resolución que hemos presentado
después de regresar al Consejo de Derechos Humanos de la
ONU.
Apoyamos también la creación de nuevos
instrumentos que habiliten a los ciudadanos a ejercer su
derecho a la libertad de expresión circunviniendo la
censura políticamente motivada. Proporcionamos fondos a
grupos de todo el mundo para asegurar que esos instrumentos
lleguen a las personas que los necesitan, en idiomas
locales, y con el adiestramiento que necesitan para acceder
a Internet en forma segura.
Estados Unidos ha venido ayudando en estos
esfuerzos por algún con un enfoque en aplicar los programas
de la manera más eficiente y efectiva posible. Tanto el
pueblo estadounidense como los países que censuran Internet
deben entender que nuestro gobierno se enorgullece de
promover la libertad de Internet.
Estamos pensando también acerca de la
próxima ola de tecnologías conectivas, y estamos iniciando
programas para permitir el acceso a la información sin
filtración en teléfonos móviles y para ayudar a las ONG a
proteger su información y sus comunicaciones contra ataques
cibernéticos. Estamos adoptando lo que la gente en la
comunidad tecnológica llamaría un planteamiento de ángel
inversionista, al sostener una variedad de actores
emprendedores. Nuestro objetivo en estos esfuerzos es
sencillo: un acceso a información sin trabas, seguro, para
un mayor número de personas en un mayor número de
lugaresQueremos poner estas herramientas en manos de gentes
que las utilicen para adelantar la democracia y los
derechos humanos, luchar contra el cambio climático y las
epidemias, crear un apoyo mundial para la meta del
presidente Obama de un mundo sin armas nucleares, y para
estimular un desarrollo económico sostenible que eleve a
todas las personas desfavorecidas.
Es por esto que anuncio hoy que en el curso
del año próximo trabajaremos con nuestros asociados de la
industria, el mundo académico y las organizaciones no
gubernamentales para establecer un esfuerzo permanente que
utilice el poder de las tecnologías de conexión y las
aplique a nuestras metas diplomáticas.
Al contar con teléfonos móviles, las
aplicaciones de cartografía y otras tecnologías nuevas,
podemos facultar a los ciudadanos, fortalecer nuestra
diplomacia tradicional. Podemos abordar también las
deficiencias en el actual mercado para la innovación.
Permítanme darles un ejemplo: digamos que deseo crear una
aplicación de teléfono móvil que permita a la gente evaluar
los ministerios del gobierno en cuanto a su sensibilidad,
su eficiencia y revelar y denunciar la corrupción.
Los equipos necesarios para hacer que esta
idea funcione está ya en las manos de miles de millones de
usuarios potenciales. Y sería relativamente de poco costo
desarrollar y aplicar los programas de computadora
necesarios. Si la gente aprovechara este instrumento, nos
ayudaría a enfocar nuestros gastos de ayuda exterior,
mejorar vidas y estimular la inversión extranjera en países
con gobiernos responsables. Sin embargo, en este momento,
los creadores de aplicaciones móviles no tienen asistencia
financiera para realizar este proyecto por su propia cuenta
y el Departamento de Estado carece de un mecanismo para que
eso ocurra.
Esta iniciativa debería ayudar a resolver
ese problema, y producir dividendos a largo plazo de
inversiones modestas en la innovación. Trabajaremos con los
expertos para encontrar la mejor estructura para esta
empresa, y necesitaremos el talento y los recursos de las
compañías tecnológicas y las organizaciones sin fines de
lucro para obtener los mejores resultados.
Por lo tanto, todos ustedes aquí en esta
sala, que tienen este talento, por favor considérense
invitados a ayudarnos.
Mientras tanto, hay compañías, personas e
instituciones que trabajan en ideas y aplicaciones que
podrían adelantar nuestros objetivos diplomáticos y de
desarrollo. Y el Departamento de Estado iniciará una
competencia de innovación para dar a este trabajo un
impulso inmediato. Pediremos a los estadounidenses que nos
envíen sus mejores ideas sobre aplicaciones y tecnologías
que ayuden a romper las barreras lingüísticas, superar el
analfabetismo y conectar la gente a los servicios y la
información que necesita. Por ejemplo, Microsoft ha
desarrollado ya un prototipo de doctor digital que podría
ayudar a proveer cuidado médico en comunidades rurales
aisladas
Deseamos ver más ideas como ésta. Y
trabajaremos con los ganadores de la competencia y
proveeremos donaciones para ayudar a que realicen sus ideas
a escala.
Estas nuevas iniciativas suplementarán
grandemente el trabajo importante que ya hemos realizado
este año pasado. En el servicio de nuestros objetivos
diplomáticos y de la diplomacia, he reunido un equipo
talentoso y experto para dirigir nuestros esfuerzos en la
diplomacia del siglo XXI. Este equipo ha viajado por el
mundo ayudando a gobiernos y grupos a usar eficazmente los
beneficios de las tecnologías de conexión. El equipo ha
establecido una iniciativa de Sociedad Civil 2.0 para
ayudar a las organizaciones de base a entrar en la era
digital. Están instalando un programa en México para ayudar
a combatir la violencia relacionada con las drogas y que
permite a la gente enviar informes a fuentes de confianza
sin revelar la identidad del informante, para evitar ser
víctimas de retribuciones. Han introducido las operaciones
bancarias móviles en Afganistán y al presente están
realizando la misma gestión en la República Democrática del
Congo. En Pakistán, crearon la primera red social móvil,
llamada Nuestra Voz, la que ya ha producido decenas de
millones de mensajes y ha conectado a pakistaníes jóvenes
que desean hacer frente al extremismo violento.
En un corto período de tiempo, hemos hecho
adelantos significativos para traducir la promesa de estas
tecnologías a resultados que marquen una diferencia. Pero
hay todavía tanto más para hacer. Y al trabajar con el
sector privado y con los gobiernos extranjeros para poner
en uso los instrumentos del arte de gobernar del siglo XXI,
debemos recordar nuestra responsabilidad compartida de
salvaguardar las libertades de que he hablado hoy. Creemos
firmemente que principios como la libertad de información
no son meramente políticas buenas que de algún modo están
conectadas a nuestros valores nacionales, sino que son
universales y que también son buenos para los negocios.
Para usar la terminología del mercado, las
acciones de una firma de Túnez o Vietnam incluida en el
mercado de valores y que opera en un entorno de censura se
cotizarán siempre más bajas que las de una firma que opera
en una sociedad libre. Si los que toman decisiones en las
compañías no tienen acceso a las fuentes mundiales de
noticias y de información, los inversionistas tendrán menos
confianza en sus decisiones a largo plazo. Los países que
censuran las noticias y la información deben reconocer que
desde un punto de vista económico, no hay distinción entre
censurar el habla político y el habla comercial. Si se les
niega a las empresas en sus países acceso a ambos tipos de
información, ello inevitablemente impactará su crecimiento.
Cada vez más, las compañías estadounidenses
dan al tema de Internet y de la libertad de información una
consideración mayor en sus decisiones empresariales. Confío
en que sus competidores y los gobiernos extranjeros presten
una gran atención a esta tendencia. La situación más
reciente, que tiene que ver con Google, ha despertado un
gran interés, y esperamos que las autoridades chinas
realicen una investigación a fondo de las intrusiones
cibernéticas que llevaron a que Google hiciera su anuncio.
Y esperamos también que esa investigación y sus resultados
sean transparentes.
Internet ya ha sido una fuente de tremendo
progreso en China, y esto es fabuloso. Son tantas las
personas que están conectadas ahora. Pero los países que
restringen el acceso libre a la información o que violan
los derechos básicos de los usuarios de Internet arriesgan
aislarse del progreso del próximo siglo. Ahora bien,
Estados Unidos y China tienen opiniones diferentes sobre
este tema, y nosotros intentaremos abordar estas
diferencias en forma franca y constante, dentro del
contexto de nuestra relación positiva, cooperadora y
completa.
Pero, a fin de cuentas, esta cuestión no
tiene que ver solamente con la libertad de información.
Tiene que ver con el tipo de mundo que deseamos tener y con
el tipo de mundo en que viviremos. Tiene que ver con si
viviremos en un planeta con una Internet, una comunidad
mundial y un conjunto común de conocimientos que nos
beneficie y una a todos, o en un planeta fragmentado en el
que el acceso a información y oportunidades depende de
dónde se vive y del capricho de los censores.
La libertad de información sostiene a la
paz y la seguridad que proveen el cimiento del progreso
mundial. Históricamente, el acceso asimétrico a la
información es una de las principales causas de conflicto
entre los estados. Cuando enfrentamos disputas graves o
incidentes peligrosos, es de importancia crítica que las
gentes en ambos lados del problema tengan acceso a los
mismos hechos y opiniones.
En la actualidad, los estadounidenses
pueden considerar la información presentada por gobiernos
extranjeros. Nosotros no bloqueamos sus intentos de
comunicación con el pueblo de Estados Unidos. Pero los
ciudadanos y las sociedades que practican la censura
carecen de exposición a las opiniones externas. En Corea
del Norte, por ejemplo, el gobierno ha tratado de aislar
por completo a sus ciudadanos de las opiniones externas.
Este acceso desequilibrado a la información aumenta la
probabilidad de un conflicto y la probabilidad de que los
desacuerdos menores pudieran intensificarse. Confío por lo
tanto en que los gobiernos responsables con interés en la
estabilidad mundial trabajen con nosotros para abordar esos
desequilibrios.
Para las compañías, este asunto tiene que
ver más que con afirmar que tienen moralmente la razón. En
realidad, tiene que ver con la confianza entre las firmas y
sus clientes. En todas partes los consumidores desean
confiar en que las compañías de Internet de que dependen
les ofrecen los resultados completos de sus búsquedas y
actúen como guardianes responsables de su información
personal. Las firmas que se ganan la confianza de esos
países y que básicamente proveen ese tipo de servicio,
prosperarán en el mercado mundial. Creo realmente que
aquéllos que pierden la confianza de sus clientes perderán
con el tiempo a los clientes. Sabrán que, no importa donde
se vive, la gente quiere creer que lo que pone en Internet
no será usado en su contra.
Ninguna compañía debe aceptar forma alguna
de censura de ninguna parte. Y en Estados Unidos, las
compañías estadounidenses necesitan adoptar una posición de
principios. Esta debe ser parte de nuestra marca nacional.
Tengo confianza en que los consumidores en todo el mundo
compensarán a las compañías que se atienen a esos
principios.
Estamos infundiendo nuevo vigor al Grupo
Especial de Libertad Mundial de Internet como un foro para
abordar las amenazas contra la libertad de Internet en todo
el mundo, e instamos a las compañías de medios de
comunicación estadounidenses a que adopten un papel
proactivo en desafiar las demandas de los gobiernos
extranjeros de censura y vigilancia. El sector privado
comparte la responsabilidad de ayudar a salvaguardar la
libertad de expresión. Y cuando sus tratos comerciales
amenacen con socavar esta libertad, deben considerar lo que
es correcto, no simplemente lo que redundará en una
ganancia rápida.
Nos sentimos alentados también por el
trabajo que se realiza por medio de la Iniciativa de Red
Mundial –– una labor voluntaria de parte de compañías de
tecnología que trabajan con organizaciones no
gubernamentales, expertos académicos y con fondos de
inversión social para responder a las demandas de censura
de los gobiernos. La iniciativa va más allá de meras
declaraciones de principios y establece mecanismos para
promover rendición de cuentas y transparencia reales. Como
parte de nuestro compromiso de apoyar la participación
responsable del sector privado en cuanto a la libertad de
información, el Departamento de Estado convocará una
reunión de alto nivel el mes próximo, copresidida por los
subsecretarios Robert Hormats y María Otero, con el fin de
reunir a firmas que proveen servicios de red y hablar
acerca de la libertad de Internet, pues deseamos tener una
asociación al abordar este reto del siglo XXI.
Ahora bien, considero que buscar las
libertades de las que he hablado hoy es lo correcto. Pero
creo también que es inteligente hacerlo. Al adelantar esta
agenda, alineamos nuestros principios, nuestras metas
económicas y nuestras prioridades estratégicas. Tenemos que
trabajar por un mundo en el que el acceso a las redes y a
la información sirva para unir más a las personas y amplíe
la definición de comunidad mundial. Dada la magnitud de los
desafíos que tenemos ante nosotros, es necesario que todo
mundo aúne sus conocimientos y creatividad para ayudar a
reconstruir la economía mundial, proteger nuestro ambiente,
derrotar al extremismo violento y construir un futuro en el
que cada ser humano pueda mantenerse fiel al potencial que
Dios le ha dado y realizarlo.
Permítame concluir al pedirles que
recuerden a la niña que fue rescatada de los escombros el
lunes, en Puerto Príncipe. Ella está viva. Se ha reunido
con su familia. Tendrá la oportunidad de crecer, porque
estas redes tomaron una voz que estaba enterrada y la
propagaron al mundo.
Ninguna nación, ningún grupo y ningún
individuo debe permanecer enterrado en el escombro de la
opresión. No podemos permanecer inactivos mientras las
personas son separadas de la familia humana por las paredes
de la censura, y no podemos quedar silenciosos ante estas
cuestiones simplemente porque no podemos oír los gritos.
Comprometámonos de nuevo con esta causa.
Hagamos de estas tecnologías una fuerza para el progreso
verdadero en todo el mundo, y defendamos juntos estas
libertades, por nuestra época y por nuestros jóvenes que
merecen todas las oportunidades que podemos darles. |