19/06/2000

PALABRAS DEL SEÑOR MINISTRO DE TURISMO, DR. ALFONSO VARELA, EN EL ACTO CONMEMORATIVO DEL 236º ANIVERSARIO DEL NATALICIO DEL PROCER "GRAL. JOSE GERVASIO ARTIGAS"

Señor Presidente de la República

Señor Presidente de la Suprema Corte de Justicia

Señor Presidente de la Asamblea General

Señores Ministros

Señores Legisladores

Señores Intendentes

Señores integrantes de las Fuerzas Armadas

Señoras y señores

 

El gobierno y el pueblo de la República se reúnen hoy, 19 de junio, una vez más, en el Sauce a conmemorar el aniversario del nacimiento del Gral. José Gervasio Artigas.

Es en estas fechas en que nos acordamos del héroe. De su gesta, de su pensamiento, de sus hazañas.

Pero, ¿quién era Artigas?

¿Era tan solo ese héroe enorme que triunfó en Las Piedras? El que exigió clemencia para los vencidos, el de las Instrucciones del año trece, el protector de los pueblos libres.

Hablar de él únicamente a partir de esas citas es empequeñecer su figura.

Presentarlo tan solo como una persona que pasó toda su vida realizando esas grandes obras es no comprender en toda su dimensión su grandeza y sabiduría.

José Artigas fue un hombre como nosotros. Que vivió las mismas etapas de formación. Fue niño, y aquí en estos pagos del Sauce con seguridad jugó con sus amigos. Aprendió las nobles tareas del campo.

 

Fue adolescente y habrá enfrentado a sus mayores como todos lo hemos hecho.

Fue hijo, padre, marido, abuelo. Disfrutó de los mismos atardeceres en el verano y sufrió la lluvia y el viento de los inviernos, en esta misma tierra generosa y productiva.

Su grandeza se encuentra justamente en eso. En que habiendo sido uno más, fue el mejor de todos. El del pensamiento más claro, vigente hoy a 150 años de su muerte.

Su magnificencia se ve aumentada si se compara los elementos de conocimiento que tenía Artigas y los que poseemos nosotros hoy en día.

El no tenía computador, enciclopedias ni estadísticas. Apenas los libros que conseguía y las enseñanzas de don Félix De Azara.

No almacenaba datos en el disco duro de su computadora sino en lo más profundo de su memoria.

No tenía Internet para conocer la realidad del mundo.

Su mano no sujetaba un mouse sino las riendas de su caballo. Ese mismo en el que recorría quebradas y cañadas, montes y llanos.

Sus tiempos de decisión y conocimiento eran muy otros. Su manejo de la información, sus posibilidades de acceder a la tecnología y realidad mundial también.

Pero pese a ello su formación e información estaba impregnada de los conocimientos y de las ideas más avanzadas de su época.

El pensamiento y acción que nos legara, siguen hoy vigentes e intactos. Nadie, después de él, ha sido tan claro, tan certero en sus ideas, en sus pensamientos.

Nadie como él entendió la realidad de esta nación, de la región y de la América toda.

 

 

Hace unas semanas, en ocasión de la presentación del Tomo 32 del Archivo Artigas, el Profesor Mena Segarra y el Ministro Mercader coincidían en que cada generación tiene su Artigas.

Como si éste hubiera construido un medio puente hacia cada uno de nosotros y nos hubiera dejado la posibilidad de construir la otra mitad.

Pero esa mitad que él construyó tiene los cimientos inconmovibles de sus pensamientos. La vigencia de su verdad.

¿Cuál es ese Artigas de este fin del milenio, de nuestra generación?

Al hablar de él, ¿cómo resistir comparar aquel sueño federal de las provincias unidas y americanista, con los procesos de integración regional actuales? ¿Cómo no reconocer en ellos el primer esbozo del MERCOSUR?

Para ello basta con citar la Instrucción 14 del Año Trece: que ninguna tasa o derecho se imponga sobre artículos exportados de una provincia a otra.

O el Reglamento Provisional del Año 1815 por el que anulaba el pago de tributos para el ingreso de productos necesarios para el desarrollo regional, como maquinaria, instrumentos de arte y ciencia, libros e imprenta. Los mismos que hoy pomposamente llamamos "de capital".

El mismo reglamento diferenciaba el monto que debían abonar los productos americanos respecto de los de ultramar.

¡Hace ya casi doscientos años que Artigas pregonaba una América unida comercialmente desde Alaska hasta Ushuaia!

Ese pensamiento artiguista también reasume vigencia ante los hechos que ocurrieron en el país en estos últimos días. Cómo no recordar sus palabras del 23 de noviembre de 1815: la libertad de imprenta, al paso que proporciona a los buenos ciudadanos la utilidad de expresar sus ideas y ser benéficos a sus semejantes, imprime en los malvados el prurito de escribir con brillos aparentes contradicciones perniciosas a la sociedad.

Grandeza en cuanto a respetar como nosotros la libertad de prensa, pero a su vez advertir sobre los que se valen de la misma.

Aquello de lo que menos se habla, lo que menos se estudia, es sobre la vida de Artigas en el Paraguay. Esa decisión tremenda, dura, del prócer que resuelve vivir hasta el último de sus días en la hermana República.

Muchas veces lo fueron a buscar. Muchos honores le ofrecieron esta y otras naciones americanas. El las desechó.

Señor Presidente: el Gral. José Artigas combatió a dos imperios. A esas dos grandes naciones que tras San Ildefonso y Tordesillas se habían repartido el mundo. Ese mundo que sojuzgaban a partir del dominio que ejercían sobre los mares.

Nuestra tierra oriental fue uno de los límites de esos dos imperios. Escenario de guerras e intrigas diplomáticas que nos acercaron con uno u otro bando.

Artigas era distinto.

Su sueño, sus ideales libertarios y americanistas no concebían pertenencia a ningún imperio. Rechazaba a ambos.

Pero además rechazaba, ante todo, la pelea entre los propios orientales. La falta de unidad entre los mismos.

Sin Artigas los orientales combatieron y lograron la libertad de nuestra tierra. Pero olvidaron las enseñanzas del prócer y durante años sumieron a nuestra patria en guerras y revueltas. Poco importa quién tuvo la culpa de ellas. Pero la Guerra Grande primero, la Guerra del Cuatro después dejaron huellas de dolor en nuestra sociedad.

La realidad mundial en 1960 y 70 era similar a la de la época de Artigas.

Dos grandes naciones dominaban el mundo a partir de su poderío armamentístico y tecnológico. Esas dos naciones peleaban en todas partes, levantaban muros, establecían bloques, dividían a las sociedades, enfrentaban a hermanos contra hermanos.

Nuestro país no fue ajeno a esa lucha. Nos volvimos a olvidar del ideario artiguista. Nos enfrentamos oriental contra oriental. Se defendieron modelos e ideas que no eran los nuestros.

Hoy cuando esos muros que se levantaron en el mundo se derrumbaron a nosotros nos quedaron las cicatrices de esos enfrentamientos. Como quedaron después de la Guerra Grande. Como quedaron después de la Guerra del Cuatro. Como no quería Artigas que quedaran.

El mensaje del Artigas de nuestra generación no es otro que el de terminar para siempre con los enfrentamientos armados entre los orientales.

Importa en este momento cicatrizar las heridas y mirar hacia delante en paz. Y, ante todo, aprender la lección de aquel de quien conmemoramos hoy su nacimiento: nunca más, pero nunca más, un oriental levante un fusil contra otro oriental.

Es el momento de mirar el futuro con optimismo, en la certeza de la prosperidad.

Tengo la certeza, Señor Presidente, que como dijo el prócer el 3 de abril de 1812 en esto y aquí se va a fijar nuestro destino.

Viva el Gral. José Artigas!