01/03/2000
DISCURSO PRESIDENCIAL DEL 1° DE MARZO DE 2000
Dr. Jorge Batlle
Mis saludos a los Señores Presidentes de las
Repúblicas hermanas de este continente, al cual hace ya muchos años que
hemos estado allegados, y a los Señores Ex?Presidentes que nos honran con
su presencia.
Mis saludos al Señor Presidente electo de Chile, a los
Señores Vice-Presidentes que nos acompañan hoy, así como a los Señores
Representantes y Presidentes de organismos internacionales y de las
naciones hermanas que se adhieren a la fiesta de la democracia del
Uruguay.
Mi saludo al Joven Príncipe de Asturias y al
representante de la Santa Sede y a todos los demás delegados que han
llegado a nuestra casa.
Mi saludo al Señor Presidente de la Suprema Corte de
Justicia.
Mis saludos a los señores dirigentes políticos del
Uruguay, actores fundamentales en el acontecer de la vida pública
nacional, a los señores integrantes de la Asamblea General, con quienes a
lo largo de los próximos cinco años procuraremos establecer un diálogo
abierto, franco y sincero.
Y finalmente mis saludos al pueblo del Uruguay; al
pueblo del Uruguay, razón y fin de todas las cuestiones que preocupan al
gobernante puesto que él es el origen y la causa de nuestra existencia y
nuestra razón de ser como nación.
Esta es la primera y la única oportunidad que tengo en
los próximos cinco años de poder dirigirme a los integrantes de esta
Asamblea General. Y en este momento siento que es mi obligación expresar,
más allá de lo que entiendo que el Gobierno debe realizar, aquello de lo
que estoy convencido que al Uruguay le tocará vivir en los tiempos que
corren.
Hubiera sido yo u otro el que hubiera llegado a este
cargo al cual hoy he tenido el honor de jurar para cumplir con la
Constitución y con la ley, sagrado en esta República. No deja de ser un
lugar común decir que vivimos en una época de creciente globalización.
Sin embargo, es esta la primera vez en la historia reciente de nuestra
civilización atlántica que eso ha ocurrido.
Los tiempos del mercantilismo proteccionista comenzaron
a caer y quedar atrás a partir de 1820, y las transferencias
tecnológicas de entonces, la baja abrupta en los precios y en los fletes
de los transportes, las inmigraciones masivas, los flujos de capital, que
por entonces y en términos desestacionados eran mayores en aquella época
que los que aún son hoy, las inmigraciones --como decía-- permitieron
asistir, en la segunda mitad del siglo XIX y en los primeros veinte años
del siglo XX, a un mundo abierto, en el cual aun las naciones más
débiles que recién nacían a la vida institucional pudieron crecer y
pudieron desarrollarse. Al influjo de pueblos decididos y de gobiernos
ilustres, los países de nuestra América alcanzaron niveles de justicia,
de equidad y de desarrollo, que los colocaron, por cierto, en muchos
casos, a la vanguardia del crecimiento. El Uruguay sin duda fue uno de
ellos.
Los acontecimientos posteriores desde 1914 a 1945,
echaron por tierra aquel sistema económico. Lo que para los países del
viejo mundo fue dolor y desolación, para algunos de nosotros significó
un importante aumento de ingresos.
De 1950 a 1989 vivimos la vorágine de la guerra
ideológica y política y es recién en los últimos 10 años que el mundo
se ha lanzado a un nuevo ciclo de apertura y globalización, proceso
sostenido y alentado por los formidables cambios científicos y
tecnológicos de los que hoy somos testigos.
En el Uruguay, recién a partir de 1985 y en las
administraciones sucesivas del Doctor Sanguinetti primero, del Doctor
Lacalle después, del Doctor Sanguinetti finalmente, comenzamos a tomar
conciencia de la necesidad de incorporarnos a esta nueva realidad. Han
sido 15 años de procesos difíciles, iniciados con la apertura cambiaria
en la década del 70 y alcanzados, finalmente, en esta administración a
través de la reforma de la Seguridad Social, el comienzo de la reforma
del Estado y el consenso de que el país sólo crece sin inflación, sin
déficit fiscal y con estabilidad cambiaria está sin duda definitivamente
arraigado entre nosotros.
Hoy, al admitir que un tiempo ha concluido y que son
importantes los logros y cambios positivos que la sociedad uruguaya ha
alcanzado, reconocemos implícitamente que otro es el período que
comienza.
Por cierto que tiene importantes diferencias con aquél
tanto hacia el exterior como hacia lo interno. Actualmente no contamos
como entonces con un mercado europeo abierto a nuestros productos
primarios, que es notorio que América los produce en igual calidad y
mejor precio que cualquier otro productor. Pero tampoco es similar hacia
adentro, puesto que es una contraditio in se no advertir que
para integrarse a un mundo globalizado no se puede estar, al mismo tiempo,
abierto hacia afuera y cerrado hacia adentro.
Las regulaciones, los monopolios, los oligopolios, las
trabas en todas sus formas, los mercados protegidos, tanto a los sectores
públicos como a los privados, dificultan y entorpecen la evolución de
esta sociedad uruguaya. Este tema será inexorablemente el asunto central
de los próximos años. Y este país y este Parlamento y el gobierno lo
debe considerar, sin temor, en un diálogo en donde la realidad ocupe la
cabecera de la mesa y presida nuestro análisis.
Todo esto forma parte de lo que la sociedad uruguaya
siente, expresa y llama el "costo uruguayo", que nos limita en
nuestra capacidad de competir, y que no se resuelve de ninguna manera por
el camino coyuntural de la política cambiaria, sino atacando de raíz las
causas de su existencia.
Los temas de la sociedad uruguaya son ahora las
reformas de segunda generación y sus lógicas "reingenierías"
institucionales, tanto en el sector público como en el sector privado.
Debo ser claro en esto porque lo siento así, lo he sentido siempre así y
hoy desde el gobierno no solamente sigo pensando igual sino que sigo
creyendo en ello y por eso lo trasmito: porque los siento y porque espero
poder trabajar con ustedes para analizar como dije con sinceridad, con
franqueza y con apertura de pensamiento y de alma las cosas que entre
todos, solo entre todos, vamos a poder hacer para poner al Uruguay en el
mundo real.
En ese sentido nos proponemos:
En primer lugar, el Gobierno Central debe reordenar y
disminuir el gasto muchas veces innecesario y redundante.
En segundo lugar, las empresas públicas tienen que
continuar mejorando las condiciones de calidad y precio de sus servicios.
Tanto ellas, como las empresas privadas, deben establecer sus objetivos,
no en el mercado nacional sino en el regional, buscando las asociaciones
que hoy en el Mundo están a la orden del día, para consolidar, como ya
se ha hecho en algún caso, su exitosa presencia en los mercados.
En tercer lugar, otro cambio no menos importante será
el perfeccionamiento de la relación institucional del gobierno central
con las intendencias, sobre la base del principio de descentralización
previsto en la Constitución de la República. Se trata de llegar a un
acuerdo sobre el nivel y el destino de las transferencias de orden
financiero que habrán de apoyar la acción municipal, así como sobre las
reformas estructurales que permitirán a éstas una gestión más
eficiente.
En cuarto lugar, haremos todos los esfuerzos por lograr
la total transparencia y objetividad en el régimen de compras del Estado
y en las concesiones de obras y de servicios. Presentaremos un proyecto de
ley conteniendo normas que aclaren en forma definitiva los aspectos más
discutibles de nuestra actual ley de contrataciones administrativas.
Pondremos a disposición de los ciudadanos en forma electrónica la
información necesaria a los efectos que sepan fehacientemente en qué
gasta el Estado los ingresos de los ciudadanos y en qué forma. Como parte
de este proceso de transparencia, presentaremos un proyecto de ley con el
propósito de instaurar una "Auditoría Gubernamental" para la
formación de funcionarios públicos, de forma de capacitarlos
adecuadamente en esta tarea.
En quinto lugar, procuraremos la desregulación de
todas aquellas actividades del sector privado en las que la normativa
legal o reglamentaria hoy permite, y aún facilita, la formación de
situaciones monopólicas o de acuerdos de cartelización. Aspiramos a
reducir al mínimo posible las trabas administrativas para el ingreso de
nuevas empresas a todos los sectores de la vida económica del país, con
excepción de aquellos en los cuales la ley establece limitaciones basadas
en razones de interés nacional. En particular, se habrá de propiciar la
aprobación de una ley que defienda el principio de la libre competencia
en toda la actividad económica y que prevea sanciones para todas las
formas irregulares de poder monopólico u oligopólico sobre los mercados.
Impulsaremos, en esta misma línea de trabajo, ciertas leyes esenciales a
los efectos de lograr los objetivos antes señalados, tales como leyes
antimonopolios, de fideicomisos, quiebras, concursos, concordatos, y otras
leyes afines y necesarias e impostergables.
En sexto lugar, procuraremos impulsar una clara
separación entre el "estado-empresario" y el
"estado-regulador", lo que ayudará a poner reglas claras para
el funcionamiento de los distintos mercados en los que se muevan las
empresas públicas, y que coadyuvará al mejoramiento de sus servicios y a
la integración con la región en la que estamos y a la que estamos
definitivamente unidos.
Finalmente, el país a través de la reforma de la
Seguridad Social genera la existencia de una masa de ahorro público que
no puede estar únicamente destinada a comprar deuda pública. Los ahorros
deben ser utilizados en proyectos sensatos de expansión nacional,
referidos a las distintas actividades productivas nacionales, así como a
proveer recursos para mejorar el uso, por parte de la ciudadanía, de los
servicios básicos instalados: saneamiento, agua potable, infraestructura
básica y demás.
A lo largo de mi vida he tratado de hablar claramente
siempre sin medir ventajas o desventajas en ello, y por lo tanto en mi
calidad de Presidente de la República debo decir que el año que corre
será para el Uruguay un año difícil; será un año difícil
especialmente en el primer semestre, comenzando a mejorar en el segundo y
afirmándose dicha tendencia hacia fines de año.
El Uruguay ha sufrido desde las postrimerías de 1998 y
durante 1999, los efectos negativos de acontecimientos ajenos, totalmente
ajenos, a nuestra voluntad.
La crisis asiática que determinó la baja de los
precios de los productos primarios, la suba desmedida de los precios del
petróleo, la crisis cambiaria en la región y finalmente una tremenda
sequía de primavera. Todo ello produjo la pérdida de ingresos a la
Tesorería así como la disminución general de nuestras actividades
económicas, causándonos las dificultades que hoy estamos decididos a
enfrentar y a resolver con éxito.
El gobierno que llega sabe que para mantener la
inflación anual en niveles internacionalmente aceptables que aseguren la
inversión, así como la estabilidad de los precios y de la política
cambiaria, es su obligación aplicarse con energía al reordenamiento del
gasto público manteniendo, por lo tanto, una estricta política de
austeridad en el gasto y una estricta política de responsabilidad fiscal.
El gobierno se siente comprometido con este objetivo, y
tanto quien habla como los señores ministros que lo integran, participan
de esta decisión. Ella nos permitirá superar con éxito las dificultades
que hoy vivimos y alcanzar, en el marco de las economías de la región,
que todas las propuestas presentan signos positivos de crecimiento, una
razonable expansión al final del año.
Todo el país, y no sólo el gobierno, se siente
obligado con la producción agropecuaria, y con su consecuente y necesaria
transformación industrial. Las dificultades vividas por ella llevan al
gobierno a anunciar que pese a nuestra situación está resuelto a hacer
esfuerzos de distinto orden para reestablecer su actividad. Suspenderemos
por este año, los aportes patronales al Banco de Previsión Social,
buscando se establezca en el Presupuesto General de Gastos un régimen
distinto y mejor que el actual. Auxiliaremos a las finanzas municipales
con el propósito de aliviar la presión de la Contribución Inmobiliaria
Rural sobre la producción agropecuaria.
También en oportunidad de la discusión del
Presupuesto General de Gastos propondremos un sistema que genere un
entendimiento de los municipios con el poder central, para ordenar las
políticas financieras, las políticas salariales, las políticas de
recursos humanos y las de ingresos, de forma que el poder central esté en
condiciones de contribuir al tesoro municipal, beneficiando a los
productores rurales en el pago de los impuestos a la tierra.
Para alcanzar los niveles de exportación que Uruguay
necesita, el agro sigue siendo un factor de enorme y principal importancia
en el país. Utilizar mejor nuestros recursos hídricos, impulsar aun más
nuestra genética animal, así como la tasa hoy muy baja de nuestros
procreos, atender la comercialización por las vías modernas y adecuadas,
son entre otros, temas esenciales para lograr en diez años niveles y
volúmenes similares a los que hoy nos muestra nuestro par Nueva Zelandia.
En este sentido, continuaremos con la política iniciada por el PRENADER.
Aplicaremos el plan ganadero siguiendo las sugerencias de nuestros
técnicos y los aportes de las sociedades agropecuarias, particularmente
los expuestos y realizados por la sociedad agropecuaria de Durazno. Para
dirigir esta política hemos convocado al gabinete, como Ministro de
Ganadería Agricultura y Pesca, a quien fuera por dos veces decano de la
Facultad de Agronomía, el Ingeniero Agrónomo Gonzalo González, que lo
integra no en su condición de blanco, que lo es, y menos en su condición
de votante colorado, que no lo es, para que desde la libertad de su
experiencia como productor y de su conocimiento académico elija los
colaboradores que entienda mejor capacitados, sean quienes sean, vengan de
donde vengan y hayan votado a quien hayan votado.
Todo esto mejorará nuestro nivel de vida, afincará a
los productores en el campo, dará trabajo a la industria, abatirá el
desempleo en el interior de la República tanto como en la capital y
atenderá al destino natural de esta nación.
Nuestra industria nació al amparo de dos vertientes:
una vinculada con nuestras ventajas comparativas cuando los mercados
estaban abiertos, y otra más tarde durante el régimen de sustitución de
importaciones. Nuestra industria ha sufrido también, por obra y gracia de
los cambios que se vienen dando en el mundo. Reinvirtiendo y
modernizándose ha podido ir superando las dificultades, y hoy muestra una
capacidad nueva que le permite enfrentar el porvenir con un conocimiento
cabal de cuál es el camino necesario para alcanzar la excelencia. Esta
transformación también viene procesándose en el sector sindical con la
misma fuerza y con la misma claridad que ha tomado, en buena medida,
conciencia de las realidades actuales. Ambos sectores --tanto el patronal
como el sindical-- reclaman por los perjuicios que le generan lo que todos
calificamos como "el costo uruguayo". Tienen razón.
Reinvirtiendo, mejorando la productividad, buscando la excelencia,
profundizando los procesos de asociación, y trabajando en estas cosas
juntos los sindicatos y las asociaciones empresariales, al tiempo que
reciban del Estado mejores condiciones para competir, nuestra industria no
tiene por qué temerle al porvenir.
Uruguay, como todas las naciones desarrolladas del
mundo, se ha transformado en un país de servicios, y estos ocupan
progresivamente un porcentaje cada día mayor de la mano de obra ofrecida.
El sector más importante es el turístico. Tampoco
allí hay más clientes cautivos. Ya sea por diferencias cambiarias o por
otras razones, competimos con el mundo entero. Nuestro turismo sigue
siendo básicamente regional, y es hora de que con imaginación y
creatividad le mostremos al mundo las muchas cosas que el Uruguay ofrece.
Si en la era industrial la brecha entre los países
poderosos y los menos desarrollados se ensanchó, ayudada por la
tecnología, hoy en la era de la información ésta desdibuja aquel
esquema de ventajas y desventajas, y es concebible para un país como
Uruguay un rápido posicionamiento en varias áreas claves del milenio que
empieza.
De igual modo que las grandes redes ferroviarias, las
autopistas, los grandes puertos, las represas, constituyeron la piedra
angular de la sociedad industrial, los sistemas de información son hoy la
infraestructura básica del nuevo tiempo.
Todos nuestros jóvenes (y aún aquellos que no lo son
tanto) tendrán que ser alfabetos electrónicos de la misma forma como
antes aprendíamos los palotes, las primeras letras, a leer y escribir. En
la actualidad, los países que están a la vanguardia en el mundo ya no
son más aquéllos con grandes riquezas naturales solamente. Los vientos
que soplan en estos momentos han reemplazado algunos paradigmas. Términos
abstractos como "información", "conocimiento" hoy son
pilares concretos de poder y las autopistas de la información (como la
Internet) han cambiado no solamente las economías de los países sino la
vida de los países.
Un aspecto insospechado de las tecnologías de la
información es que la gente desde las zonas rurales más remotas se
siente en el centro del mundo; desde allí puede trabajar; allí puede
recibir toda la cultura; allí puede aprender y desde allí puede crecer.
El Estado tiene en todo esto un papel central, absolutamente central:
será el motor de la implementación de la visión estratégica aquí
referida que es esencial para el Uruguay en los próximos años.
Es hora que el Estado pues, asuma en este caso su papel
integrador, superando antagonismos anacrónicos. En el mundo que adviene,
a la Universidad, a todo el sistema educativo, público y privado, a
nuestra empresa de telecomunicaciones, les corresponde jugar un papel
excepcional. El Estado será junto a la sociedad civil un gran factor de
unión y de reencuentro, reincorporando así, en un mundo en el que las
fronteras físicas tienden a desaparecer, a multitud de uruguayos que hoy
residen fuera del país, para que compartan la gran causa del despegue de
esta sociedad.
A esto estamos comprometidos.
El Uruguay, país abierto y de vocación internacional,
respetuoso de las leyes y de las libertades, no podía menos que integrar,
desde el primer día, como su Constitución lo establece, el Tratado de
Asunción. Hemos crecido en el Mercosur, aspiramos a seguir creciendo en
el Mercosur. Creemos en el Mercosur y no nos molestan las crisis, porque
ellas sirven para corregir los errores. Hemos avanzado en pocos años más
que otras naciones en muchos. Nuestro objetivo en el Mercosur, como
uruguayos, es ampliarlo, es consolidarlo. Sentimos al Mercosur, integrado
y abierto al mundo, ordenado en su funcionamiento por una Secretaría
Técnica, confirmado en sus instituciones por soluciones arbitrales, en la
búsqueda permanente de ampliar la región con la incorporación de otras
naciones de América, para que en algún momento éstas, que tienen por su
origen histórico una vocación de unidad heredada de nuestros grandes
libertadores, conformen un mercado formidable desde Alaska hasta Ushuaia.
Todos estos caminos conducentes a mejorar la economía,
tienen un sólo objetivo, uno sólo: el bienestar de los ciudadanos, la
justicia, la solidaridad, la igualdad de oportunidades y la libertad.
Estas medidas entre otras son las que nos van a permitir atender nuestras
obligaciones con la salud (a la cual el Uruguay le destina 10% del
Producto), y para cuyo ordenamiento tenemos el honor de haber podido
pedirle, y que él haya aceptado, al ex decano de la Facultad de Medicina,
el Dr. Touya que sea nuestro Director Nacional de Salud). Asimismo nos
permitirán ocuparnos de temas fundamentales como educación, seguridad,
vivienda. Estas medidas le darán a los ciudadanos del Uruguay las
condiciones de vida a la que tienen derecho por el sólo hecho de ser, de
existir y de vivir en este país de libertad y de justicia.
Solamente las sociedades de economías abiertas y de
alta incorporación tecnológica tienen tasas de desempleo aceptables. El
Uruguay puede y debe transformarse en una nación de este porte.
La economía hoy, es la economía del
"conocimiento", y por lo tanto en él se basa esencialmente la
expectativa de crecimiento del Uruguay.
Hemos venido desarrollando hasta ahora y con éxito una
muy fuerte política de apoyo a la educación en los sectores más
débiles de la sociedad y además entre los niños antes de entrar a la
escuela. Hemos hecho muchísimo en esa materia. Lo continuaremos haciendo.
Atenderemos, con los recursos ya obtenidos, los sectores instalados en los
así llamados "asentamientos precarios". Al tiempo que hemos
tomado la decisión de hacer el mayor esfuerzo para erradicarlos,
afirmamos que el Gobierno Central, ante el error de algunos municipios en
el manejo territorial, está dispuesto a adquirir tierras; más que
dispuesto, está decidido a adquirir tierras y a fraccionarlas en lotes
con servicios, para evitar que los ciudadanos, en violación de los
derechos de propiedad, muchas veces no tengan otro camino que ocupar un
terreno para vivir, en un país donde sobra tierra y falta gente. En la
educación superior también vamos a poner énfasis. Estamos convencidos
que desde la Universidad de la República, con Rector el Ing. Guarga y con
los actores de la actividad privada, vamos a poder hacer una enorme
cantidad de cosas dentro y fuera del país. Y además el MERCOSUR no es
solamente un MERCOSUR político –como lo es-- ni tampoco solamente un
MERCOSUR económico, como también lo es y es importante que lo siga
siendo y se perfeccione. También tiene que ser un MERCOSUR cultural, un
MERCOSUR científico, un MERCOSUR tecnológico en donde el conocimiento de
nuestra academia de gente intelectualmente superior de estas naciones se
junte para poder hacer cosas en común y desarrollar una civilización no
solamente como nos corresponde sino como estamos obligados a hacerla en
esta América que es grande por lo que ha hecho y por lo que puede hacer
entre todos juntos.
Hace muchos años, ya bastantes, en oportunidad de
participar de la reforma de la Constitución de 1966, pude contribuir a
incluir en su texto algunas disposiciones, una de las cuales es
fundamental para mí. La misma tiene que ver con la familia, y dice:
"La familia es la base de nuestra sociedad. El
Estado velará por su estabilidad moral y material, para la mejor
formación de los hijos dentro de la sociedad".
Ello quiere decir, en buen romance, que en la vida,
vale más el "ser" que el "tener", y que el
"ser", representado por los valores morales, éticos y de
conducta, que se aprenden antes que en ningún otro lugar en el regazo de
la madre, en el seno de la familia y también en la escuela, porque la
escuela es nuestro segundo hogar y seguirá siendo por siempre en este
país nuestro segundo hogar.
Toda política social tiene, pues, por finalidad
vigorizar a la familia, a la familia uruguaya, porque haciéndolo se
asientan los valores a los cuales está sujeta nuestra civilización,
nuestros orígenes primeros de donde todos provenimos, que son los mismos
valores morales que sentimos desde que nacemos. Aunque nadie nos venga a
decir cuando nos portamos mal o cuando nos portamos bien, cada uno de
nosotros sabemos está dentro de su ser qué es lo que está haciendo y
debe hacer, pero eso es el centro y el corazón de la vida de la sociedad.
El gobierno que tengo el honor de presidir es un
gobierno de unidad. Él no es sólo una unidad política que surge del
acuerdo entre partidos sino que surge además de las disposiciones
constitucionales que los uruguayos nos hemos dado. Pero esa unidad, que
él representa, no se limita a su gestión, sino que es nuestro propósito
extenderla a todos los distintos sectores de la sociedad, tanto de la
sociedad política como de la sociedad civil.
Como lo hemos hecho hasta ahora, en los próximos cinco
años, llegaremos a todos los sectores de nuestra nación para escuchar,
para informar, para dialogar y sostener, con la firmeza y claridad con que
lo hemos hecho siempre, nuestras ideas y puntos de vista, en procura de
los entendimientos y los acuerdos que aseguren la armonía de los
uruguayos y sellen, para siempre -- y sellen para siempre-- la paz entre
los uruguayos. Esa es nuestra obligación. Si tantas cosas hemos pasado y
tantas hemos sufrido y nadie de nosotros puede decir que alguien es
culpable o que alguien es inocente, esto no es resultado de un mundo
maniqueo, de malos contra buenos: sino que todos estamos dentro de la
misma historia, es a todos nosotros que nos corresponde como
responsabilidad primera sellar para siempre la paz entre los uruguayos
Este año, el 23 de septiembre de 2000 recordaremos los
150 años de la muerte de nuestro héroe el General José Artigas.
Su pensamiento filosófico, político, libertario y
económico se expresa con diáfana claridad en las Instrucciones del Año
XIII, particularmente en la número III, que nos dice "se
promoverá la libertad civil y religiosa en toda su extensión imaginable."
Nuestro compromiso, desde el gobierno de la República,
con todos los uruguayos, se afianza no solamente en el juramento aquí
pronunciado sino en la profunda identificación que siento con el ideario
artiguista.
Para finalizar, señores, permítaseme una referencia
personal: al igual que todos los uruguayos llegamos a esta tierras en
búsqueda de libertad, trabajo, familia y destino. Vinimos desde las
costas catalanas, del pequeño puerto de Sitges, este año hace 200 años.
Durante todo este tiempo, hemos tratado de servir a la Patria. En los
campos de batalla, en la revolución del Quebracho, en el Gobierno de la
República, en el destierro, en la vida política, en el periodismo,
siempre hemos luchado por la libertad y por la justicia social. Ese ha
sido, por generaciones nuestro estilo de vida. Hoy lo comprometo ante
ustedes.
Que así sea. Muchas gracias.