10/03/2000
BATLLE: CREEMOS EN UN MERCOSUR QUE BAJE ARANCELES, NO
QUE LOS SUBA
El Presidente de la República, Dr. Jorge Batlle,
disertó este mediodía en la Cámara Nacional de Comercio de Chile, ante
sus autoridades y una numerosa concurrencia de empresarios locales. La
instancia estaba prevista dentro del itinerario oficial del mandatario en
su visita al país trasandino con motivo de la asunción presidencial de
don Ricardo Lagos. Estas fueron las palabras del Dr. Jorge Batlle:
Tengo el honor de estar hoy aquí con ustedes.
Agradezco al Presidente de la Cámara las expresiones que ha tenido con
respecto a todo lo que significan las relaciones entre Uruguay y Chile,
entre Chile y Uruguay. Además de tener la suerte de contar con una vieja
relación, tenemos la suerte de tener, tanto en el embajador chileno en el
Uruguay como en el uruguayo aquí en Chile, excelentes instrumentos para
mejorarlas. Por lo tanto las apreciamos y agradecemos a los dos los
esfuerzos que hacen para estrechar nuestros vínculos.
En el seno de estas organizaciones es bueno que uno
haga la presentación de sí mismo. Yo no soy neoliberal, porque neo es
nuevo, y yo soy liberal viejo. Yo soy liberal. Yo creo en la libertad y no
creo que las libertades económicas funcionen cuando no funcionan las
libertades políticas. Es como la religión. No creo que las libertades
políticas y religiosas funcionen cuando no lo hacen las libertades
económicas, porque la libertad es una sola.
Nosotros tenemos estos principios, como herencia
política del Uruguay, desde los primeros tiempos. En 1813 tuvo lugar una
pequeña asamblea de un grupo de vecinos que representaban a distintos
pueblos de la entonces llamada Banda Oriental, para elegir a nuestros
representantes a lo que fue una asamblea para darnos un estatuto
institucional en las Provincias Unidas del Río de la Plata. Eso ocurrió
en abril de 1813. Nosotros llamamos a eso "las Instrucciones del año
XIII". Estas Instrucciones, que vienen a propósito porque este año
se cumplen los 150 años de la muerte del General Artigas en el Paraguay,
forman, para mí, la esencia de nuestro derecho patrio, de nuestros
sentimientos, de nuestra manera de ser y de existir y de nuestra
organización política, económica y social.
Para que ustedes tengan una idea, digamos que la
Instrucción III decía que se promoverá la libertad civil y religiosa en
toda su extensión imaginable. Allá por la Instrucción XIV o XV se le
comunicaba a la reina de Inglaterra que el puerto de Maldonado estaría
abierto a todo el mundo: habría libre comercio. Establecía que todos los
productos que iban o llegaban a las áreas o países -o en aquellas
épocas provincias- que integraban las Provincias Unidas del Río de la
Plata tendrían acceso libre de todo tipo de gravamen. Era, como se ve, el
principio de lo que hoy estamos tratando de establecer en el Mercosur y en
América.
Quien habla, como diputado, en 1960, fue miembro
informante del Tratado que Uruguay suscribió, junto con Chile, para
conformar la ALALC. Me tocó más tarde, como corredactor de la
Constitución hoy vigente en el Uruguay, incorporar este texto
constitucional a mis posiciones, que establecen que, como política
nacional, se impulsará la integración con los demás países. Considero
que esa integración debe ir desde Alaska hasta Ushuaia.
Es cierto que ustedes han hecho reformas más profundas
que nosotros. Las reformas que ustedes han hecho en el estado y en la
sociedad civil han sido por cierto mucho más profundas que las que hasta
ahora nosotros hemos hecho. Es más: todo el sistema de previsión del
Uruguay, lo copiamos del de ustedes. Me tocó a mí invitar a Pepe Piñera
a que viniera al Uruguay y a que explicara por televisión, a los
uruguayos, lo que teníamos que hacer y que recién hicimos muchos años
más tarde en materia de previsión social.
Podemos decir, sin temor a equivocarnos, sin temor a
exagerar, que Chile ha adelantado muchísimo más que nosotros, en tantos
órdenes que muchos conocen, y conocen tan bien. Ojalá pudiéramos haber
hecho todas las cosas que Chile ha hecho. Es nuestra intención seguir ese
camino, y abrir nuestra economía. Lo haremos en el Mercosur, pero
queremos un Mercosur abierto al mundo y no cerrado al mundo. Creemos en un
Mercosur que baje aranceles y no que los suba. Creemos en un Mercosur con
una Secretaría Técnica y con instituciones estables, arbitrales, que
tengan la potestad de dirimir los conflictos. Creemos en un Mercosur que
nos permita incorporar definitivamente a Chile y a Bolivia, y lo
lograremos solamente si bajamos los aranceles.
No van a subir ustedes los aranceles para incorporarse
al mercado, ¿verdad? ¡Ni que estuvieran locos! Si yo fuera chileno
tampoco lo haría. A las cosas hay que llamarlas por su nombre. Nos
tenemos que fijar un plazo para fijar nuestros plazos también, y nos
tenemos que abrir porque sin duda estamos en un mundo similar al de la
civilización atlántica después de 1840, con la diferencia, en contra
nuestra, de que en aquella época Europa estaba abierta y ahora no.
Eso nos da que los precios, los fletes, las
transferencias de capital, las transferencias masivas de población y de
tecnología operaron a favor de la civilización atlántica, en cuyo marco
Chile desarrolló, también antes que nosotros, cuadros muy capaces en los
ámbitos nacional e internacional, y así hicieron, de estas naciones,
naciones que realmente pudieron alcanzar el nivel de desarrollo y justicia
e índices de desarrollo formidables entre 1840 y 1916 o 1917, marco en el
cual había comenzado, a impulsos de la revolución industrial anterior
-la de Inglaterra y también en Alemania- la pérdida de fuerza del
proteccionismo y del mercantilismo. Esto reapareció después de la
Primera Guerra Mundial, continúa hasta la guerra de Corea y se abre en un
mundo nuevo con el acuerdo entre Francia, Alemania e Italia. Ese no es un
acuerdo para abrir el mercado, sino para trabarlo.
Esta es la gran diferencia que hay entre aquél tiempo
y éste. Europa ha tenido tantos problemas, cosas tan terribles, ha
sufrido tanto, que su primera visión es la de su propia seguridad y, por
tanto, luego de haber incorporado a todos los países que se incorporaron,
se apresta a incorporar a todos los países del Este, marchando, como
seguramente lo soñaba Federico Barbarroja, hasta Ucrania. Tenemos que
darnos, pues, cuenta de que debemos responder a esa realidad con la
nuestra y la nuestra está ubicada desde Alaska hasta Ushuaia.
Tenemos dos grandes privilegios. Uno, el de que
nuestros continentes están separados por grandes océanos. El otro, que
todos leemos el mismo libro. Unos leen el Viejo Testamento, otros el Nuevo
y otros, como yo, lo leemos pero no lo practicamos, pero todos venimos de
la misma civilización y nuestros valores morales son los mismos. Esto nos
da ventaja en este mundo, una gran ventaja en un mundo donde,
lamentablemente, la intemperancia y la falta de diálogo están dadas a
nivel de etnias y de creencias. Son temas que el mundo debe tratar de
superar. En América hemos alcanzado un sincretismo cultural y religioso
que nos permite decir que somos un continente diferente.
En la medida en que nos juntemos abriéndonos, vamos a
mejorar si duda nuestros niveles de vida, porque nuestras poblaciones
tienen derecho. Los gobernantes, tanto del sector público con los del
privado, deben asumir sus responsabilidades y poner las cosas que están
alcance de todo el mundo, al alcance de la gente que por sí misma no las
puede tener. Tenemos que tratar de imbricar a todos los sectores ya
organizados en América, como el Mercosur, el Grupo Andino, el Mercado
Centroamericano, así como lo que aún no es un grupo establecido sino un
acuerdo de comercio, que funciona -y de qué manera- entre Canadá,
Estados Unidos y México, del cual ustedes han estado en la puerta y que
sin duda están esperando que, quienquiera sea el que gane, abra de nuevo
las vías para lanzarse a ello. Cosa que no nos parece mal, porque ustedes
accederán entonces a un mercado formidable.
Al mismo tiempo, debemos advertir que debemos aumentar
la calidad y el nivel del conocimiento de nuestra gente, tanto como el de
su calidad de vida. Es un gran desafío que debemos hacer en común.
Por ahora mi principal tarea, como Presidente del
Uruguay, es recolectar uruguayos. Debo ir a buscar a esos muchachos, casi
todos en Estados Unidos, a los que encuentro en varios estados y
universidades, mujeres y hombres muy calificados cuya repatriación hemos
concebido con el señor Ministro de Ganadería. Ha llegado el momento de
que nosotros también desarrollemos nuestros centros de investigación, es
decir, todo lo que hace a la base de cualquier corporación. Los países
nuestros no lo pueden hacer solos. Sin embargo, todos juntos podemos hacer
muchas cosas.
Este es el gran desafío que la civilización americana
se debe a sí misma. Y si el sector público es fuerte en ello, a veces el
sector privado es mucho más fuerte que el público. Son parte de una
cultura que se extiende por América y está en condiciones de desplegar
sus conocimientos de los mercados, su conocimiento de aquellos que están
más capacitados y con cuya colaboración vamos a poder hacer entre todos
algo que nos falta y que debimos hacer hace mucho.
Es un tiempo hermoso el que viene. Es un tiempo de
muchos desafíos y creo que hay consenso sobre cosas que no se discuten
más. El mudo ya se ha hecho a los elementos de la segunda generación con
ustedes y a nosotros nos toca hacerlas, pero creo que con la ayuda que nos
podemos dar los unos a los otros, lo vamos a mejorar. Ese es nuestro
objetivo, ese es nuestro planteo, pero queríamos decirles, además que
sí, que es cierto que Chile se ha caracterizado por ser el principal
inversor, no de capitales sino de seres humanos para América, puesto que
los capitales andan mejor cuando hay seres humanos que los apoyan con
capacidad y con inteligencia. Chile se ha caracterizado por ser un gran
exportador en esa medida, para hacer producir bien. Uruguay se ha
beneficiado de ello en áreas específicas industriales y forestales y
espera seguirse beneficiando; así que serán bienvenidos de nuevo en
nuestro país. Muchas gracias.