18/07/2001
DISCURSO DEL MINISTRO DE TRANSPORTE, ING. LUCIO CACERES, EN LA
CONMEMORACION DE LA JURA DE LA CONSTITUCIÓN
Sr. Presidente de la República
Sr. Presidente de la Asamblea General
Sr. Presidente de la Suprema Corte de Justicia
Autoridades Nacionales y Departamentales
Sras., Sres.:
Con la Jura de la Constitución, el 18 de julio de 1830
se puso fin a un largo período de nacimiento y forja de la nacionalidad.
Partiendo de una situación de desconcierto continental
en 1810 por la invasión de las tropas napoleónicas a España, las
colonias se encontraron de buenas a primeras huérfanas de Gobierno y se
enfrentaron a la formación de un sistema sustituto.
Desde 1811, se rebeló el hombre de la Banda Oriental a
estar sometido a un régimen y personas a las que no reconocía autoridad
ni prestigio.
Y no demoró mucho el tiempo para que se evidenciara en
la región el interés de Buenos Aires y de Portugal por estas tierras
históricamente codiciadas por la condición geopolítica de su enclave.
En esta situación, ¿cuál era la decisión mejor?
¿Formar parte de las Provincias del Río de la Plata, o del reino de
Portugal primero y del Brasil después, o buscar un nuevo camino?
Seguramente la afinidad cultural, el idioma, los lazos
de familia, nos inclinaban a las Provincias del Plata lo que se reafirmaba
en la reacción a la invasión portuguesa al territorio.
Pero no menos cierto es que el territorio Oriental fue
materia de negociación del Gobierno de Buenos Aires cuando derrotado en
el Norte tuvo que acordar con España.
Y mientras tanto, ejércitos de un lado y de otro
hacían de esta tierra de paz y serenidad, hija de su suave geografía, el
escenario de sus enfrentamientos.
Estos datos de la realidad determinaban sentimientos
encontrados entre los habitantes, que alternativamente se sentían
partidarios, manipulados o avasallados por una u otra causa.
Es así que se va formando la identidad de un pueblo
que define su ser por lo que no está dispuesto a soportar y que se
traduce en la Declaratoria de la Independencia, tiene un punto de
inflexión en la Convención preliminar de Paz y culmina con el nacimiento
de la República.
Finalmente, preferimos un camino propio, conscientes de
la vocación y necesidad de convivencia con nuestros vecinos.
Pasarían todavía 20 años hasta el fin de la Guerra
Grande, para erradicar la tentación sobre estas tierras.
Pero fue el pueblo Oriental, en la evidencia que
nuestro país pagaba caro el precio de los conflictos regionales, que
decidió con espíritu de grandeza consagrar que no habría vencidos ni
vencedores en una convocatoria a la concordia y a la unidad nacional. El
país se ocuparía desde entonces de sí mismo.
En los siguientes 50 años, aunque supimos de
conflictos civiles, no postergamos el crecimiento económico, social y
cultural de nuestra nación que aceleramos a partir de 1904 en que la paz
interna se consagró para quedarse.
Así, en paz y construyendo, criollos e inmigrantes
levantamos la grandeza de esta pequeña Nación que maravillara al mundo y
es referencia en América.
Han pasado 171 años desde aquel entonces y dentro de
unos días 150 años de la Paz de Octubre.
Quienes combatían en bandos adversarios hoy comparten
el Gobierno de la Nación, con la fortaleza que le da a los padres de la
Patria la convicción de sus logros.
Para qué esperar 150 años más para que todos los
orientales asumamos que las diferencias podrán caracterizarnos pero lo
que tenemos de misión en común, en la medida de cumplirla, nos
glorifica.
Así nos mandatan pasado, presente y futuro a centrar
nuestros esfuerzos e inteligencia en el mejor porvenir de la Nación.
Si en los orígenes se cernían sobre estas tierras
rivalidades regionales y civiles, hoy no deja de estar nuestra Nación, en
una nueva dimensión, desafiada por la peste que un año nos invade por
una frontera y al siguiente por la otra; desafiada por las inclemencias
del tiempo, sequías, inundaciones y tornados; baja de los precios de la
producción nacional en el mercado internacional y suba de los bienes
importados; condiciones regionales del comercio que nos golpean de uno y
otro lado y que, golpeando en la región, nos golpean ante el mundo.
En estas circunstancias son más necesarias las
sinergias de la unión, para que el sentido de la Patria nos ilumine, y
que sociedad y sistema político emprendan la magnífica tarea de
potenciar un destino nacional.
Si todos sabemos que el bienestar de una Nación está
en el ciclo de la inversión, la producción, el consumo y el comercio, y
cruzando todo el proceso el trabajo, redoblemos esfuerzos.
Inversión pública o privada, la que sea posible,
producción bajo el signo de la eficiencia y mejores y mayores relaciones
comerciales, particularmente con los países más ricos donde estarán
siempre los mejores clientes, estén donde estén en América, en Europa o
en el Asia.
Si al destino nacional podemos sumarle la convergencia
del destino regional, juntos seremos más.
¿Y si fueran insalvables las diferencias o nos
condicionaran nuestro ser, o postergaran nuestros anhelos?
Entonces, como hace 171 años, el destino nacional se
abrirá su propio camino, aprenderemos del ejemplo de los que vencieron
los obstáculos que la geografía les impuso, o los condicionamientos de
los chicos al lado de otros más grandes, y seguiremos adelante.
Pudimos hacerlo a lo largo de nuestra historia y lo
podemos repetir, con mucho pragmatismo, sobre los pilares del esfuerzo y
la inteligencia, desde un estado de paz y de libertad en el que sobrevuele
el espíritu de la concordia.
Y como el movimiento se demuestra andando, y a título
de muestra, desde la responsabilidad que el Poder Ejecutivo nos confiara
veo un futuro que nos espera y que clama para que lo alcancemos.
Un puerto dinámico, creciendo, destrabando problemas
que obstinadamente se han opuesto a potenciar su desarrollo, con más
carga llegando y saliendo para el país, la región y el mundo, y con ello
más transporte y más servicios y más trabajo.
Con los recursos obtenidos, más escuelas y liceos, y
enseñanza técnica para reforzar nuestro ideal de igualdad de
oportunidades y dotar a los jóvenes del mejor capital que pueden llevar
en el equipaje de la vida, que es su educación y construyendo más
trabajo.
Aeropuertos que faciliten la llegada de hombres de
negocios y turistas a nuestro país, y nos permitan acceder al mundo para
tener referencias y mercados para nuestros bienes y servicios, y con ello
más trabajo.
Ferrocarriles que nos permitan dar competitividad a la
producción nacional y nos permitan conquistar las Misiones, la
Mesopotamia y el Sur de Brasil, no por la fuerza de las armas sino por la
fuerza de los mercados y el comercio, y más trabajo.
Una red de carreteras que siga mejorando y encuentre su
desarrollo sostenible, con la satisfacción de los usuarios, permitiendo
que toda la región identifique a nuestro país como el modelo que siempre
fuimos, y construyéndolas y conservándolas, más trabajo nacional.
Miles de transportistas, favorecidos por una
infraestructura idónea, encontrarán mejores destinos por un régimen de
competitividad internacional y de competencia en la formalidad.
Decenas de miles de conciudadanos encontrarán, en el
comercio y en la ampliación de sus horizontes dentro del país y en el
mundo, una nueva dimensión del presente propio y del futuro de sus hijos.
Y estoy seguro que en cada cartera de Gobierno y cada
sector productivo, en cada Departamento y en cada Intendente, en cada
empresa pública o privada, y sobre todo, en cada uno de los actores de la
sociedad y en cada ciudadano, reina el mismo deseo y compromiso.
Veo un futuro nacional que clama por que lo alcancemos,
al que es necesario entregarse sin miedo y llenos de esperanza que no es
otra cosa que tenernos fé.
La misma fé que tuvieron quienes vinieron a América,
en todos los tiempos, desde otras tierras, sin nada pero con fé.
Y a esa fé la tenemos que apuntalar a diario con
nuestro trabajo y actitud ante la vida.
Cada día tiene que ser un goce y no un padecimiento.
Para el hombre no hay goce mayor que el sentir que cada
jornada avanza un nuevo paso hacia su mejor logro.
Y no hay suplicio mayor que arrepentirse de no haber
hecho algo que era posible.
Aquello que ponga obstáculos en el camino, lo
evitaremos, y si es necesario los removeremos, pues para apurar el paso
del destino de la Nación nos sobran argumentos y energías.
En el crecimiento de la base material, podremos
fortalecer la equidad tan arraigada en nuestra sociedad republicana y que
hemos profundizado en cada medida de Gobierno, en atención a los más
débiles, inclusive en las circunstancias adversas que nos han tocado
vivir, atendiendo a los ancianos, a los niños o a los damnificados.
Este es un país de ideas, démosle rienda suelta a su
desarrollo, a que cada ciudadano piense cómo puede contribuir a su mejor
porvenir y al crecimiento económico, social y cultural, y actúe en
consecuencia.
Hagamos de cada hombre un empresario de la vida y de la
Vida la suprema obra.
Y que cada 18 de julio, cuando la Nación nos convoque
a honrar su nacimiento, podamos reafirmar que libertad y prosperidad con
equidad siguen siendo norte y evangelio de nuestras intenciones y de
nuestros actos, y que estamos cumpliendo con el mandato de nuestro pasado,
de nuestra sociedad y de nuestras conciencias.
"Viva la Patria", "Viva el
Uruguay".
Montevideo, 18 de julio de 2001