10/11/2001
“Responder
al terrorismo por encima de fronteras, ideologías y religiones”
BATLLE:
HAY QUE ACTUAR TAMBIÉN SOBRE OTROS ENEMIGOS DE LA PAZ, COMO LA POBREZA Y
EL SUBDESARROLLO
El
Presidente de la República Dr. Jorge Batlle destacó que se hace
necesario “librar combate contra todas las formas de terrorismo” con
convicción y confianza en los valores humanos y de afirmación de la
vida, en su discurso pronunciado hoy en la inauguración del Debate
General del 56º. Período de
Sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Señaló, asimismo, que para combatir a ese flagelo “será
preciso actuar sobre otros enemigos de la paz, como son la pobreza y el
subdesarrollo, para llevarle al ser humano buenas razones para vivir.”
En otro pasaje, señaló que el mundo vive una “formidable
revolución” tecnológica que debe encauzarse
hacia objetivos “que permitan estructurar un nuevo sistema
internacional de equilibrios que reconozca los cambios que la humanidad se
ha dado en los últimos cincuenta años.”
Lo
que sigue es el texto del discurso del Presidente Batlle.
Señor
Presidente, Señor Secretario, Señores Delegados, quisiera antes que nada
reiterar que nuestra presencia, la de todos nosotros, en esta Asamblea
General bajo las actuales circunstancias, adquiere sin duda una
particular significación.
Cada año, las Naciones Unidas elaboran y someten a la
consideración de los Estados una agenda comprensiva de múltiples temas
de diverso alcance y naturaleza.
Así sucederá también en este período de sesiones.
Las Naciones Unidas, pues, no se detendrán.
Sin embargo, muchas cosas se ven hoy completamente
diferentes.
Esta ciudad de Nueva York, este país, todos los
países, este pueblo, todos los pueblos, la humanidad en su conjunto, han
sido agredidos cruelmente por el terrorismo y su amenaza pende sobre cada
uno de nosotros, y sobre la convivencia natural y pacífica de los
pueblos.
Se trata, en suma de un fenómeno global que nos exige
darle una respuesta también global y que signa el comienzo de este nuevo
milenio. Las naciones de nuestro continente así lo sienten y las palabras
pronunciadas por los Señores Presidentes de Brasil y de México, que
comparto, lo señalan con toda claridad.
La solidaridad
como respuesta
La Cumbre del Milenio que nos
reuniera
aquí el año pasado, nos permitió identificar cuestiones que nos afectan
a todos y a las que debemos
enfrentar como parte de un desafío al que ninguno puede sustraerse.
Se trataba entonces de una agenda de paz y de
esperanza para un mundo atribulado por males comunes, aunque justo es
reconocerlo, en diferente medida.
Hoy, estamos en un nuevo escenario y, acaso como nunca
antes, todos nosotros y las Naciones Unidas como consecuencia, tenemos un
objetivo común que es responder al terrorismo por encima de fronteras, de
ideologías, de religiones, de razas y de culturas.
Ese compromiso, asumido con responsabilidad, implica
ejecutar todas las acciones posibles sin perder nunca el objetivo superior
que es la paz y cuya garantía suprema debe seguir siendo el Derecho
Internacional, las Convenciones y Tratados de los que somos parte.
Pero es indudable que no basta con tal compromiso; en
todos los niveles -interno e internacional-, en todos los frentes -legal,
militar, de seguridad, de inteligencia, administrativo y de gestión- en
todos elllos debemos librar combate contra todas las formas del
terrorismo.
Esa actitud reclama de nosotros un alto grado de
convicción y de confianza en los valores que nos son comunes, de creencia en el ser
humano, de afirmación de la vida como un bien superior.
Otros enemigos de la paz
El terrorismo es un fenómeno, por definición, ciego
e inicuo.
Ciego porque no visualiza ni transmite objetivos
asumidos por los demás, sumiéndose así en la irracionalidad.
Inicuo, porque atropella sin medida personas y bienes
e introduce el temor, la angustia, por momentos el pánico.
N o obstante, para combatirlo, será preciso también
actuar sobre otros enemigos de la paz como son la pobreza,
el subdesarrollo, para llevarle al ser humano buenas razones para
vivir y hacer de cada uno de nosotros activos defensores de la humanidad,
como un bien común al que nadie pueda sentirse ajeno y por el cual es
necesario luchar sin claudicaciones.
No hay causa o bandera alguna que justifique esta
violencia.
Precisamente porque esto es así, debemos evitar que
la marginalidad, el desamparo, la
desesperanza se instalen en el alma de la gente para convertirse en eco
favorable o complaciente con las acciones criminales de las que hemos sido
víctimas.
Nuestra tarea es pues, galvanizar el espíritu de unos
y otros en la lucha contra el terrorismo, porque no sólo no contribuye a
la solución de los problemas que afligen a la sociedad en su conjunto,
sino que impacta sobre ella
para atemorizarla y sumergirla en la parálisis y en el desconcierto.
Señor Presidente, nos encaminamos pues
y cada vez con mayor intensidad a un mundo y por ende a una
sociedad notoriamente cada día más globalizada.
Los acontecimientos del 11 de setiembre lo señalan
con claridad. Todos los pueblos, todos los gobiernos han sido
afectados por lo ocurrido. Todos
estamos envueltos en lo que sucede, de una manera más profunda que nunca,
porque lo acontecido no solamente afecta la seguridad de las personas,
sino que nos plantea preguntas mucho más simples y a la vez de respuestas
mucho más complejas: ¿ cuál será mi vida de cada uno de nosotros de
ahora en adelante? ¿ Cuál la de los míos, la de
mis hijos, la de mis padres? ¿ Cuál la de los demás, mis vecinos, mis
amigos? ¿ Cómo serán los actos simples de mi vida?¿ Podré viajar,
podré recibir
correspondencia, usar los medios de transporte o atravesar puentes sin
pensar en ello, como vivía naturalmente antes?
Este mundo y particularmente las Naciones Unidas
asisten a un fenómeno para el que no están debidamente preparados.
Hemos creado los medios tecnológicos y de
comunicación para unificar al planeta, globalizándolo, pero no sabemos,
ni tenemos los instrumentos adecuados para conducir y ordenar este
proceso.
Vivimos sí una formidable revolución y ella precisa
ser encauzada, para empujarla si se detiene, para limitarla si se excede,
para que alcance los objetivos que permitan estructurar un nuevo sistema
internacional de equilibrios que reconozca los cambios que la humanidad se
ha dado, en los últimos cincuenta años.
Estas Naciones Unidas, nacieron como respuesta a un
mundo que hoy no existe más.
Los instrumentos e instituciones por ella creados
fueron la respuesta a aquella realidad, hoy sustituida por otra, en el
mundo político, tanto como en el mundo demográfico, en el mundo
cultural, religioso, ecológico.
Todos los países, los muchos que integramos esta
sociedad y que juntos navegamos por el espacio, tenemos la obligación,
desde nuestra diversidad, de contribuir a asumir esta nueva realidad.
El Uruguay, un pequeño país, que tiene sin embargo
una larga tradición internacional, que participó activamente en el
Congreso de La Haya en 1906, en ocasión de la búsqueda del arbitraje
como solución para los conflictos, que integró más tarde la Sociedad de
Naciones, que ha sido socio fundador y miembro fundador. en San Francisco,
de las Naciones Unidas, lo siente así, y está dispuesto a asumir
la cuota de responsabilidad que los acontecimientos le asignen.
Creamos, Señor Presidente, por entonces,
instituciones internacionales financieras, otras monetarias y otras de
comercio, hoy reunidas en Doha. Todas rigen nuestra conducta, todas
determinan lo que debemos hacer pero nunca actúan en común. Y mientras
que el mundo es global sus decisiones son sectoriales o singulares.
Cuando se nos acerca un préstamo o se nos indica un
ajuste, no se abren al mismo tiempo las
puertas de los mercados para nuestros productos y para nuestro trabajo y
con ello en lugar de globalizarnos nos encerramos
en compartimentos cuasi estancos, en los que los que han logrado
determinados niveles de crecimiento los aumentan y los restantes, salvo
excepciones, pierden y cada vez mas lejos, las metas que posibilitan
asegurar la prosperidad necesaria.
Hoy en 6.000 millones de habitantes sólo 1.100 de
ellos viven en zonas desarrolladas. Cuando mis nietos, en el 2050, sean
menores que yo hoy, o sea mañana habitarán el planeta 9.300 millones de
habitantes y seguirán siendo solamente 1.100 millones los que
continuarán viviendo en áreas desarrolladas.
La pobreza no sólo destruye la democracia, lo que es
peor, destruye a las sociedades, y abre el camino a la violencia, y como
lo hemos visto muchas veces aún entre nosotros, a toda forma de
terrorismo.
Nos parece finalmente, Señor Presidente,
adecuado pues, el reiterar, que estamos lejos de tener la respuesta
necesaria para el mundo que hemos creado.
Quizás, Señor Presidente. estas cosas, que seguramente muchos de nosotros hemos pensado
siempre, no las hubiéramos dicho de no ser por los miles de mujeres y
hombres inocentes que un día aciago -el 11 de setiembre -se encontraron
con la muerte.
A ellos, a quienes el pueblo americano recordará
siempre con amor y con dolor, sentimiento que es también el nuestro, les
debemos lo más importante: Asegurar
que no hayan muerto en vano. Su trágico destino nos ha señalado una tarea.
Es hora de cumplirla.
Muchas gracias.