11/03/2002
BATLLE EXALTÓ
PERSONALIDAD DE ALBERDI
El
Presidente de la República, Dr. Jorge Batlle Ibáñez destacó hoy la
personalidad del pensador argentino Juan Bautista Alberdi en una ceremonia
académica realizada en el Salón de Actos del Edificio Libertad. Sus
palabras fueron complementadas por conceptos del crítico literario
Rodolfo Fattoruso.
PRESIDENTE
BATLLE: Bueno, estimados amigos, resulta para mí un hecho especial el
poder participar en el 150º aniversario de Juan Bautista Alberdi. Juan
Bautista Alberdi que siempre he dicho, por suerte, la primera vez que tuve
oportunidad de decirlo en público fue en un seminario que hicimos en
Porto Alegre, invitado por nuestro amigo Johann Peter de Ardao, que había
organizado la participación de un seminario hablando sobre las ideas del
liberalismo político y del liberalismo económico, en donde yo tenía que
competir en aquella época con ciudadanos muy importantes como el Sr.
Álvaro Alsogaray y el Sr. Buchi y todo lo demás. Y, por tanto, para mí
era muy difícil hacer un discurso de presentación de Alberdi del
liberalismo y me pareció que lo mejor era hablar de Alberdi, de quien
creo que debería ser de lectura obligatoria en nuestras escuelas
secundarias, no solamente en materia política, sino también en materia
económica. La Fundación que Prudencio Vázquez y Vega en su momento hizo
algunas publicaciones, particularmente una a propósito de Alberdi, en las
que extractamos algunas de las cosas más lindas, resumiendo el punto de
vista económico y no solamente el punto de vista político de Alberdi. El
punto de vista económico de Alberdi es quizá una de las cosas de mayor
aplicación en el día. Al igual que Von Hayek preconizaba de que no
debía haber Banco Central. Entendía que no tenía que existir un Banco
Central, fue bastante anterior a Von Hayek en sus ideas. Pero una de las
cosas más fantásticas de Alberdi es el discurso a la colación de
grados, que pronunció en 1880 en la Universidad de Buenos Aires. Discurso
a la colación de grados en donde reconoce, entre otras que, gracias a
Tácito existió Montesquieu y, gracias a la cultura política germana
existió Tácito que fue el que las reflejó y que las transmitió.
Alberdi, sin ninguna duda, es uno de los más grandes pensadores. Aunque
al final de su vida, quizá un poco triste y desilusionado, no digo que
haya abdicado de sus ideas anteriores pero, escribió un libro en donde
creo que nosotros los rioplatenses, porque en ese sentido no tenemos
diferencias entre argentinos y uruguayos, los rioplatenses ocultamos un
poco ese libro último de todo lo que escribió porque abogó en favor de
la monarquía constitucional.
No
podemos olvidarnos además, del pasaje de Alberdi por Montevideo. Alberdi
se recibió de abogado en el Uruguay y luego fue a Chile en donde en Viña
del Mar hay un precioso recuerdo sobre Alberdi, donde vivió. Y donde
compitió con Sarmiento, en cuanto a su influencia política en esa zona,
en América. Otra de las cosas más interesantes de Alberdi es que Alberdi
fue el portador al Uruguay del texto inicial del dogma socialista de
Esteban Echeverría. El borrador de los textos del dogma socialista de
Esteban Echeverría lo trajo Alberdi al Uruguay, libro que no se llamaba
así por otra parte. Luego el conocimiento general le dio ese nombre. Le
dio un sentido que realmente el libro no tenia. Esteban Echeverría, que
constituyó parte del grupo humano en donde había algún que otro
uruguayo, entre otros Sastre, de la generación de 1837, que fue sin
ninguna duda una de las generaciones sino la más importante de la
Argentina, la más importante de todo el Cono Sur. Salvo la anterior,
chilena, en donde entre Bilbao y Lastarria, le dieron un camino a todos
estos jóvenes que en ellos y con ellos aprendieron. Particularmente
Francisco Bilbao, que a su regreso de Europa y ya bastante enfermo se
casó con su vieja novia, la hija de Don Tomas Guido, y murió en la
Argentina. Quiere decir, pues que estamos con Alberdi recordando a uno de
esos personajes realmente formidables que produjo América. Un pensador en
todos los ámbitos del pensamiento político, del pensamiento social, del
pensamiento económico, del pensamiento institucional de todo este
continente. Me alegro de poder participar de este acto que para mí
significa muchísimo, porque para mí, como repito y digo, Juan Bautista
Alberdi es uno de mis héroes favoritos. El amigo Fattoruso que de esto
sabe muchísimo más que yo podrá decir todo cuanto escuchar de ese gran
hombre y de ese gran ciudadano de América y del mundo. Amigo Fattoruso le
agradezco que haya organizado esta reunión y le agradezco que me allá
permitido decir lo que siento de un personaje a quien quiero
entrañablemente.
FATTORUSO.
Muchas gracias, Presidente, por varias cosas. Primero por ser el
anfitrión de este homenaje. Segundo, por permitirme compartir con usted y
escuchar lo que usted tenía para decir, lo que mucho usted tiene para
decir acerca de Juan Bautista Alberdi, que como bien lo señala el señor
Presidente se trata de uno de los pensadores más importantes que ha dado
nuestro continente.
El sentido que tienen
los homenajes básicamente, es el de terciar en el legado de los
personajes aquellos que homenajeamos. Y tiene sentido recordar sino
aquello que merece ser recordado. La tradición se diferencia mucho de la
costumbre. A veces nos acostumbramos a memorizar algunas fechas, pero las
tradiciones es algo hermoso, algo importante que uno elige conservar y que
no elige trasmitir. El sentido que tienen los homenajes es precisamente
recoger de manera porfiada el legado, la enseñanza o aquello que tenía
para decirnos la persona que homenajeamos, y ponerlo sobre nuestro
presente y, desde ese presente efectuar una meditación.
Sin
duda que Juan Bautista Alberdi, como bien lo dijo el Presidente, es uno de
los pensadores más importantes de América latina. Y yo diría que
además es quizás, el pensador liberal más importante que ha dado
nuestro Continente, lo cual, por una lado es un mérito y por otro no es
tanto un mérito. Es un mérito porque en sí mismo lo es. Alberdi fue
quien pensó en términos políticos, en términos económicos, en
términos culturales y sociales, la organización de una sociedad desde
una perspectiva liberal. Pero no es un mérito porque en realidad en
América Latina, lamentablemente, no han abundado los grandes pensadores
liberales. El liberalismo, tal como lo ha
promovido Juan Bautista Alberdi, no podemos decir que haya
encontrado en el suelo americano toda aquella fecundidad que,
por lo pronto, en su época, prometía presentar. Es reducida, si
se quiere, la lista, de pensadores que podemos decir de cuño liberal que
ha dado nuestro Continente. América Latina a comprado, ha hecho suyo,
muchas de las aventuras europeas:
el bonapartismo, el voluntarismo del estilo Rousseau, hasta el marxismo ha
comprado América Latina. Sin embargo, con el liberalismo ha tenido
siempre una resistencia que tiene su origen precisamente en esta época
que ha tenido Alberdi como uno de los más disímiles representantes.
Alberdi le estamos celebrando precisamente en este acto, escribió hacia
1852 -se cumplen 150 años, exactamente el 1° de mayo
termina de escribir el prólogo de la obra - de las bases y puntos de
vista de la organización política de la República Argentina. Ese es un
libro capital en el desarrollo del pensamiento americano y en el
desarrollo del pensamiento liberal de cualquier sociedad de la cultura
moderna. Alberdi venía de una experiencia traumática, el es hijo de la
segunda generación de mayo, curiosamente Alberdi nace en el año de mayo
nace en 1810, lleva su vida hasta 1884. Si decimos que Alberdi es hijo del
pensamiento de mayo, decimos doblemente una verdad: es hijo del
pensamiento de Mayo, del espíritu de independencia y de libertad que
preside el espíritu de Mayo, pero también es hijo de ese mismo año,
nació en 1810. Y cuando escribe estas bases que hoy queremos compartir
con ustedes, que hoy queremos homenajear, porfiar para que se vuelvan a
leer, para que estén presentes en nuestra realidad intelectual, en
nuestra elaboración cultural; cuando escribe estas bases la Argentina y
los países nuestros, también el Uruguay, y tiene razón el Señor
Presidente, a veces cuesta mucho separar las diferencias que tenemos con
nuestros hermanos argentinos, sobre todo a partir de algunos episodios
históricos que tienen que ver en particular con aquellas circunstancias,
cuando él escribe esas bases habíamos pasado de lo que sería, según
Alberdi, el proceso de la independencia al proceso de la construcción.
Esa definición que hace Alberdi es francamente importante, es una
construcción que nos ayuda a entender cómo fueron procesados los cambios
en nuestros países. La generación de
la Independencia, dice Alberdi en las bases, es la generación que se
ocupó por sobre todas las cosas de señalar la soberanía, de marcar las
fronteras, de mostrar la dignidad que tenía la vinculación de un pueblo
con un territorio y con determinados valores. Ese fue el esfuerzo que él
aprecia, que él admira en la generación de la Independencia, esa
generación que va de 1810 y se hace hasta 1840. La otra generación, esa
generación que se enfrenta ya a un país independiente, pero un país que
está por hacer, un país que se debe construir, un país que se debe
levantar desde esos enormes desiertos y también desde esa riquísima
potencialidad que había en su suelo, ya no alcanzaba solamente con
señalar los aspectos relativos a la soberanía, entendida ella como la
debilitación del suelo en relación a la población y a la conformación
del espíritu nacional, sino que había que, en ese suelo, con ese
espíritu, construir una sociedad próspera, construir una sociedad justa.
Por eso los reclamos de las bases al elaborar un proyecto de
Constitución, que es en definitiva lo que hace Alberdi, tienen como
propósito central el de la construcción de una sociedad próspera y una
sociedad justa. Alberdi parte, como todo analista, parte de la crítica,
parte del análisis de lo que existe para conseguir la excelencia, para
conseguir lo que mejor debe existir. Y él observa lo siguiente: observa,
por ejemplo, que nosotros, nuestros países y habló de manera lata del
Río de la Plata, heredaron dos corrientes importantes pero que en su
momento fueron gravitantes a favor, pero que ya en esa generación
constituían un problema. Por un lado, el sentido excesivamente celoso que
tenía, que había dejado la colonización española, un legado sin duda
rico en muchos puntos pero que desde un punto de vista de la legislación,
desde el punto de vista de las relaciones del individuo con el poder y del
poder con la sociedad no era -según Alberdi-
una buena herencia. Por otro lado, la otra herencia, la otra
fuente, la otra columna vertebral sobre la que se vertió influencia sobre
nuestra mentalidad, sobre nuestro espíritu en esa época fue la
Revolución Francesa. Alberdi en las bases es muy claro, dice: la
Revolución Francesa defendió los derechos políticos, no siempre, pero
podemos decir que la Revolución Francesa defendió los derechos
políticos, pero negó, negó de manera fundacional los derechos
económicos, negó de manera
fundacional la libertad económica. Y él demuestra, a partir de un
análisis muy interesante, el salto que hay desde las primeras medidas de
la Convención hasta la política de bloqueo que practica Napoleón, donde
empieza, embreta a desarrollar precisamente una política proteccionista
que no abandonaría por muchísimo tiempo, como todos sabemos. Alberdi
observa ya en aquel lejano 1852 cómo el proteccionismo europeo comienza
con el bloqueo napoleónico y es una herencia directa de la política de
aduanas provinciales que practicó la Revolución Francesa. Esa es una de
las cosas más importantes que dice Alberdi.
Dice; “señores, con estas dos fuentes nosotros podemos tener un país
con soberanía, pero no tenemos una sociedad con soberanía. No tenemos
una sociedad que pueda producir riqueza, tenemos una sociedad que todavía
va a seguir dependiendo o del Estado o del capricho, la voluntad, de las
buenas luces de los gobernantes”. Y las sociedades libres –dijo
Alberdi- no dependen ni del Estado, no deben depender del Estado y menos
aún de la condición, por buena que sea, de los gobernantes. Son las
sociedades las que se tienen que dar a sí mismas las fuentes de progreso.
Él decía que debía haber dos grandes universidades en cada país. Una
de ellas la Universidad, lo que nosotros conocemos como la Universidad, y
la otra las fábricas, es decir; la industria. Decía que la industria era
lo que completaba la educación de los jóvenes. Educar a los jóvenes en
el riesgo, educar a los jóvenes en la inversión, educar a los jóvenes
en la confianza. Eso solamente lo hace la fábrica. Se decía en una
época industrialista, claro está. Pero digo, sigue siendo vigente eso
que está diciendo, la educación por el trabajo. Alberdi decía también,
y lo decía con una luz impresionante aún visto desde esta Atalaya de la
que nos separan 150 años, Alberdi decía que el Estado en lugar de ser un
agente movilizante de la sociedad se había convertido en un escollo por
prohibido o por superposición de funciones que no le convergían.
Nosotros –decía Alberdi en las bases- queremos un Estado que nos dé
seguridad para poder trabajar, seguridad para poder estudiar, seguridad
para poder invertir para poder tener confianza. No le pedimos al Estado
las libertades, las libertades –decía Alberdi- nos pertenecen. No le
pedimos al Estado libertades. Y el Estado -.dijo Alberdi- se convirtió,
sustituyendo las energías de la sociedad, en un productor de bienes. Esto
lo dice especialmente, si ustedes me permiten....perdón.
PRESIDENTE
BATLLE: Esto, esto además lo dice, esto es a dúo.
FATTORUSO:
Claro.
PRESIDENTE
BATLLE: Como Razzano y Gardel. Esto lo dice en el discurso a la colación
de grados de
1880, cuando dice; la diferencia antes y después de Grecia. Dice; en
Grecia los derechos no eran del ciudadano, no eran de la polis, es a
partir de la aparición de Jesús en donde los derechos son de la persona,
porque son inherentes a la persona. Por tanto, el castigo que sostiene el
mundo griego era el destierro, porque al otorgársele o hacérsele a
alguien un desterrado se le quitaban los derechos. Y, al quitarle los
derechos eran esclavos, porque
el hombre no tenía derechos, sino simplemente los tenía cuando accedía
a la condición de ser ciudadano de una polis. Allí sí tenía derechos;
derecho de propiedad, derecho de formar parte de las armas, derecho de
acceder a la magistratura, derecho de emitir su voto en la asamblea. Y eso
se ve en Roma y esa es la razón por la cual todas las tribus existentes
alrededor querían ser
ciudadanos romanos, porque sino no tenían derechos. Y eso es lo que el
derecho germánico hace que ese derecho germánico sea completamente
diferente y se enrabe mucho más con el derecho natural y eso es lo que
Montesquieu toma de Tácito. Esa es la cosa más fantástica que Alberdi
explica en ese discurso a la colación de grados que pronuncia, a la
colación de grados en la Universidad Argentina cuatro años de su
fallecimiento, cuando regresa de nuevo a Europa y fallece en Europa. Y eso
que dice el amigo Fatoruso, cuando habla de la forma expropiar la riqueza
que tuvieron Carlos V y Felipe II, expropiaron la libertad porque
expropiaron la riqueza.
FATTORUSO:
Exactamente.
PRESIDENTE
BATLLE: Es una maravilla, absolutamente una maravilla. Leídas las cosas
de vuelta de Alberdi hace acordar a López de Vega, cuando decía que el
escritor tiene que escribir de tal forma que tiene que despertar la ira de
un español sentado. O sea; lo que ha de ser claro, claro que la ira de un
hombre parado es mucho más fácil de lograr que la ira de un hombre
sentado. O sea, él que era buen escritor de teatro decía que había que
despertar la ira de un español sentado. Y lo que dice Alberdi es de una
belleza y de una profundidad y de una actualidad tan formidable. Espero y
aspiro a que Danilo Fatoruso pueda leer algunas de esas cosas. Esto es una
cosa así media exótica, esta de intervenir en la conferencia del
conferencista. Pero, es un derecho que me da a mí ser Presidente, al fin
y al cabo algún derechito tengo que tener. Para que no me reprenda el
señor, que además lo leo con asiduidad y con gusto. Pero digo, es que es
un hombre fascinante, Alberdi es un hombre fascinante.
FATTORUSO:
Realmente señor Presidente es interesante esa alusión que usted hace al
Cristianismo. Alberdi la hace en las bases. Él dice precisamente que el
sentido de libertad en la persona, el sentido de derecho personal es uno
de los aportes que ha dado el Cristianismo a nuestras civilizaciones. Y
ese concepto fundamental es el que pretende que se instale en nuestro
espíritu. Alberdi, en nuestro espíritu y en nuestra realidad, porque
Alberdi era idealista pero, era idealista práctico, creía absolutamente
en la realidad. Yo le quería citar una frase acerca de la función del
Estado. Ustedes van a ver el parentesco que tiene con lo que decía Ortega
y Gasset. Dice; “el Estado interviene en todo y todo se hace por su
iniciativa en la gestión de los intereses públicos. El Estado se hace
fabricante, se hace constructor, bancario, empresario, comerciante, editor
y se distrae así de su mandato esencial y único, que es proteger a los
individuos de que se compone contra toda agresión interna y externa. En
todas las funciones que son de la esencia del gobierno obra como un
ignorante y como un concurrente dañino de los particulares, empeorando el
servicio del país lejos de servirlo mejor”. Esto lo escribe Alberdi en
1852. y creo que tendría que volver a escribirlo si todavía estuviera
vivo, porque sigue siendo absolutamente vigente. Volviendo al tema
de la libertad y al tema del Estado que es el tema de las bases, y es el
tema que nos convoca en definitiva, Alberdi sostiene –como yo le decía
antes- que no son los gobernantes los que dan las libertades. Cuando un
gobierno da una libertad quiere decir que la libertad no está, quiere
decir que no estamos en una sociedad libre. No depende de la benevolencia,
de la buena estrella, del buen espíritu, de la generosidad de los
gobernantes, la libertad es una condición absolutamente humana. Pero,
¿cómo hacer para construir una sociedad sobre esa base? Él decía que
las Constituciones escritas en el papel se borran con mucha facilidad. Las
constituciones se pueden cambiar permanentemente, de hecho nuestras
historias nos demuestran que esto es así. Pero las que no se borran –decía
Alberdi- son las Constituciones escritas en el alma de la gente, escritas
en la costumbre. La costumbre de trabajar, la costumbre de vivir en una
sociedad de confianza, la costumbre de dar seguridad y de tener por lo
tanto seguridad. En unos comentarios que hace al técnico de Vélez
Sársfield Alberdi dice algo interesante, dice; “¿Qué es la libertad
si no es la seguridad de poder gozar de los derechos”. Él recoge una
idea muy interesante que es una idea de Jeremi Bentham, autor con el cual
él tuvo una gran admiración. Bentham , si ustedes lo tienen presente,
tiene influencia no solamente directamente en algunas de las ideas de San
Martín y Bolívar, con quienes mantuvo asidua correspondencia, sino que
es llamado por las Cortes españolas para redactar la famosa Constitución
liberal, la Constitución de Cádiz. Bentham sostenía lo mismo y Alberdi
lo cita dice; “libertad es seguridad para poder gozar de los derechos”.
Bentham llega a usar este aforismo; “la libertad es una rama de la
seguridad”. Y no pensemos otra cosa que no sea esa que está diciendo
Bentham y que recoge Alberdi. La libertad es una rama de la seguridad,
porque ser libre es tener
asegurado el goce de los derechos. Y cómo ocurre eso en una sociedad, y
este es el gran mensaje de Alberdi. Él dice que es la cultura aquel
instrumento que podrá permitir al ciudadano ser dueño de sí mismo, ser
un no dependiente de la voluntad del Estado. Los hombres libres –decía
Alberdi- se crean con
realidades de libertad y las realidades de libertad las genera
precisamente la cultura, la autoconciencia que una sociedad y que un
individuo tiene de sus propias capacidades pero también de sus propios
límites. Alberdi asimismo predicó una filosofía del trabajo que es muy
importante. Dijo que la gran contra que tenía su país, que tenía la
Argentina era la riqueza potencial que tenía. Dice; “ojalá fuéramos
un país abandonado por la mirada de Dios, porque la riqueza cuando está
en la tierra quiere decir que no está en el hombre. Y la riqueza tiene
que estar en el hombre, porque cuando se agota en la tierra no va a estar
en la realidad”. Esa es una de las cosas importantes que dijo Alberdi
para su país y también para todo nuestro continente. La riqueza está en
el hombre, no en el suelo. Ese es un concepto, por sobre todas las cosas
más que liberal, es un concepto moral que nos relaciona no solamente con
el tipo de organización jurídica relativa al Estado y a la sociedad,
sino que nos relaciona con la base de lo que debe ser la cultura de una
sociedad. Alberdi fue alguien que miró y miró con ojo crítico cómo el
exceso del abuso de apasionamiento en las cuestiones políticas
contribuía a enrarecer la legítima, la serena comprensión de los
acontecimientos. Alberdi decía que cuando se apasionan cuestiones que
enmudecen el análisis detenido se está cayendo en la mala fe, se está
cayendo en la insinceridad, se está cayendo en la demagogia. Reclamaba
ciudadanos serenos, ciudadanos concientes, ciudadanos racionales para
llevar cuenta diaria de la acción de sus gobernantes y para poder exigir
que se cumplieran aquellas normas para las cuales se le había confiado el
gobierno, se le había confiado el poder. En fin, Alberdi – y no me
quiero demorar mucho, podría hablar mucho rato – ..
PRESIDENTE
BATLLE:
FATTORUSO:
Alberdi en definitiva nos ha dicho que la libertad es algo que se
construye a partir de una cultura de libertad. Y la cultura de libertad se
construye a partir de la cultura del trabajo. No es cultura de libertad
solamente leer a Cicerón o a Stuart Mill o a Bentham, eso es información
sobre la libertad. La cultura de la libertad es la cultura de la
intemperie, es la cultura del trabajo, es la cultura del riesgo, es la
cultura del respeto a nuestros semejantes y el respeto a nuestros
diferentes. Y sobre esa base es que se debe construir una sociedad. Por
eso puso mucho énfasis en la educación y puso énfasis en la
instrucción, dos palabras que nos acompañaron a nosotros durante un
tiempo que debe ser modificadas. Instrucción y educación, una es el
género, otra es la especie, dice Alberdi. La instrucción son los
elementos que nos permiten conocer, la educación tiene que ver con
nuestra relación con el medio, con la sociedad, con las instituciones y
con nosotros mismos. Tiene que ver con la propia dignidad, tiene que ver
con los valores. Alberdi reclamaba instrucción y educación como dos
elementos indispensables para producir una sociedad de libertad. Y
reclamaba por sobre todas las cosas una sociedad con un Estado que no
ahogara a la sociedad, sino que fuera al contrario un buen socio de la
sociedad. Y la única manera que el Estado tiene de ser un buen socio de
la sociedad es asegurando su justicia, asegurando seguridad, proveyendo
seguridad y proveyendo justicia. Una justicia transparente y una seguridad
firme, nítida. Todo Estado que se excede de estas funciones de algún
modo está sustituyendo a la sociedad, de alguna manera está usurpando un
espacio que pertenece a la sociedad. Y, por ejercer esa usurpación está
creando lazos que luego, como decía Alberdi, costaría mucho levantar,
desatar, porque las costumbres tardan siglos en cambiarse. Yo hace tiempo
le comentaba al Sr. Presidente algo que había leído en Herodes relativo
a los antiguos cretenses. Cuando los antiguos cretenses querían maldecir
a alguien, nosotros tenemos las costumbres de decir “que te parta un
rayo”o “que te rompas una pierna”, los antiguos cretenses decían;
“ojalá los dioses te manden una mala costumbre”. Esa es la peor
maldición que los cretenses tenían, ojalá los dioses te manden una mala
costumbre. Y las sociedades cuando tienen una costumbre, e incluso los
individuos, cuando tenemos una costumbre, tardamos muchísimo, a veces nos
morimos sin haber variado esa costumbre. Por eso la cultura es, por sobre
todas las cosas, la costumbre de la convivencia, la costumbre del respeto
a las leyes, la costumbre del trabajo, la costumbre de la confianza en las
propias fuerzas. Yo creo que si un sentido tiene para los uruguayos de
hoy, para los latinoamericanos de hoy, recordar este libro de Juan
Bautista Alberdi el sentido que lo tiene más allá de la admiración por
el filósofo, más allá de la admiración por el pensador, es el
demostrarnos que en ese libro todavía están muchas cosas pendientes que
tienen que ver con nuestro destino. Creo que el espíritu que debe
presidir nuestro homenaje es pensar en Alberdi como un pensador actual, no
actual. No actual porque apenas pasaron 150 años, sino actual porque su
mensaje sigue vigente. Sigue vigente en el sentido crítico y sigue
vigente en el sentido positivo, es decir; como propuesta para cualquier
sociedad que quiera realmente construir su destino con libertad. Le
agradezco al Sr. Presidente el tiempo y la confianza que me ha dado y le
agradezco a ustedes por este momento. Muchas gracias.
PRESIDENTE BATLLE: Yo en realidad entre las muchas cosas que hubiera
querido hacer desde la Presidencia de la República y que naturalmente no
podré hacer, o podría hacer mal o podría ser a medias una era, ésta,
la de instalar una reflexión publica y un discurso a propósito de la
libertad en la sociedad contemporánea en una sociedad en donde el aumento
vertiginoso de la población y la circunstancia de que ese aumento se a
población se ha concentrado básicamente en las zonas urbanas, determina
una transformación muy profunda
en la relaciones entre los seres humanos que viven en la sociedad. En
donde notoriamente la teoría de Malthus realmente no llegó a cumplirse
puesto que los avances científicos habilitan nuevos productos que
permiten alimentar a la gente pero que la teoría de Hobbes en cierta
manera está presente como forma aparentemente insoslayable de organizar a
las sociedades, y por eso está muy presente no solamente esto que ha
hablado el amigo Fattoruso sobre el tema de la libertad en la sociedad y
los limites de la acción del
Estado como se intitula un libro muy pequeño pero rico en concepto de
Guillermo de Humboldt los
limites de la acción del Estado para proteger en las nuevas
conformaciones suburbanas a la sociedad en su libertad. Seguramente cuando
estamos todos siempre acuciados por los temas inmediatos e impostergables
que los gobernantes tenemos que encarar dentro y fuera de los ámbitos del
Estado en si mismo y en relación a los distintos acontecimiento que las
sociedades viven se nos hace quizás difícil al mismo tiempo poder
detenernos para instalar reflexiones de mayor porte y de mayor profundidad
y envergadura sobre temas siempre trascendentes, a los cuales hoy nuestro
amigo se ha referido pero creo que es una tarea de las muchas que tenemos
pendientes y a las cuales nos tenemos que tratar de volcar, tratando de
ver si podemos acercar al país, invitar a que estén presentes en el
país las muchas gentes que en el mundo circulan y que sobre esto tienen
un pensamiento mucho más certero y profundo que el nuestro donde se
atienden cuestiones que siguen siendo las mismas cuestiones vitales que
siempre dieron origen a los temas centrales que en todos los tiempos los
seres humanos debatimos. Misma la cosa, ganar tiempo, el de hoy no es
perder tiempo es ganar
tiempo, misma la cosa en un mundo en donde se pierde el tiempo en otra
cosa que tiempo, viendo como nacen las noticias y mueren al tiempo de
nacer, al minuto que nacen ya precisamente están muertas. Los
procedimientos de comunicación han hecho que la velocidad de la muerte de
las noticias sean tan brutal como su nacimiento, son más rápidas que
Larra, le decía que aquí yace el estatuto nació y murió en dos minutos
las noticias nacen y mueren en segundos. Las reflexiones desaparecen del
escenario no perduran, menos tiene hoy por hoy la capacidad de influir en
la forma que influyeron en el pasado. Estas cosas a las que se hacía
referencia el amigo Fattoruso yo hoy al mediodía en esos ratos antes del almuerzo que uno tiene cuando lo llaman a almorzar
y la señora todavía no ha llegado porque tiene otras cosas que hacer, me
puse a volver a leer algunos capítulos
del libro de Lucio Mansilla “Retratos y recuerdos” escritos en
su juventud cuando era secretario de la asamblea, primera asamblea
argentina en Paraná en tiempos de Derqui, a las que Alberdi había
prestado nada menos que la teoría y el texto de la constitución primera
argentina y realmente aquellos hombres ya porque el mundo era mucho más
pequeño y porque el grupo de personas que estaban conduciendo las cosas
también era más reducido tenían una capacidad de reflexionar y de pensar y de escribir cosas
que tenían no otras que sin lugar a dudas a propósito de la forma de
organizar y consolidar las libertades en nuestros pueblos etapas que
hoy aparentemente hemos alcanzado más que en el pasado, pero que
siguen estando en la incertidumbre entre nosotros. Creo que es una buena
cosa para discutir. Lamentablemente no existe entre nosotros más
un amigo del señor embajador del Brasil que tuve el honor de ser
también algo amigo de el Guillermo Marquiot, que hubiera sido un ilustre
propagandista y más que ilustre sabio expositor extensionista en el buen
sentido de estas ideas de la libertad. Pero, pienso que en algún momento
podamos tener al amigo Lafer que en su pequeño y hermoso libro
Reflexiones Liberales hizo algunas muy interesante a propósito de estos
temas recordando a su muy amigo Guillermo Marquiot. Es un tema que nos
falta, que en cierta medida hemos abandonado, en cierta medida apareció
ante el continente como un tema que no se podía tratar, siendo que es el
tema esencial, el tema del ejercicio pleno de las libertades. Sino que la
sociedades aún las opulentas no tiene mucho sentido de ser. Muchas
gracias amigo Fattoruso por habernos dado esta oportunidad,
como decía una señora poetisa argentina muy conocida, la
oportunidad de echar un verso al mar, muchas gracias.
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