07/11/02

LOS CAMBIOS VENDRÁN POR FACTORES EXTERNOS

El Presidente Jorge Batlle sentenció que Uruguay no tiene “fuerzas internas totalmente decididas” para cambios estructurales y que, por lo tanto, los transformaciones se realizará por factores externos como son los “acuerdos comerciles con el mundo de las grandes regiones, o sea el NAFTA o la Comunidad Económica Europea”.

 

Palabras del Presidente Jorge Batlle en el simposio sobre Proceso de Reforma del Estado en el Centro de Altos Estudios Nacionales (CALEN).
6/11/02

Señor Ministro, señores Comandantes de las Fuerzas, Director del CALEN, señores oficiales superiores, señoras y señores:

En primer lugar, es un gusto para mí estar conversando, intercambiando ideas, expresando lo que uno siente a propósito de las mil y una cosas en las cuales se involucra -entre otros- un Presidente. Que no tiene mucho tiempo para preparar la bolilla, y que, por tanto no va hacer tanto como Pirandello de recitar improvisando, sino de tratar de ver las cosas desde un punto de vista un poco más pragmático, quizá -no digo por la edad- es porque ya, en los últimos metros, uno tiene que filosofar menos y ser un poco más pragmático.

Este es un tema recurrente ¿no verdad? Hace muchos y muchos años que todos hablamos de una forma u otra de la Reforma del Estado.

Quizá muchos de nosotros -que nos hemos embarcado desde hace muchos años en orientaciones dentro de las cuales una de ellas podría ser sin ninguna duda así titulada “La Reforma del Estado”- comprende un tema mucho mayor, que, además, de ser un tema mucho mayor, hoy es un tema que tiene -a mi juicio- una condición particular y especial.

El otro día, cuando tuve la suerte de cumplir años, me llamó un amigo para felicitarme porque estaba cumpliendo tres cuartos de siglo. Una forma terrorífica, dado que es lo que se practica hoy, lamentablemente, en muchos lados de comunicarle a uno que forma parte casi ya de una experiencia quasi centenaria.; en la medida en que durante quizás un siglo, las cosas no cambiaron, nada más que en pequeñas, pequeñas cosas y, de pronto, las cosas han cambiado de una manera -no sé si definitiva porque nada hay definitivo- salvo, como dijo Benjamín Franklin, hay solamente dos cosas inexorables y definitivas: la muerte y los impuestos. Pero que han cambiado en un grado tan sustantivo y tan modificador de la conducción de las sociedades, que cuando hablamos de la Reforma del Estado, yo diría que tendríamos más que hablar de cómo hoy el Estado se puede insertar en un mundo para el que es preciso reformarlo en función de las condiciones diferentes que el mundo de hoy le impone, le indica y le señala, más allá o más acá de la opinión de cada uno de nosotros de cuán bueno es ese mundo de hoy con respecto al mundo del ayer, y cuán permanente es el mundo de hoy con respecto a lo que pueda ser el mundo del porvenir inmediato o mediato.

Lo cierto es que yo -que he hablado ya de esto acá y, además, me paso hablando porque si los políticos no hablamos, ¿qué hacemos?, a veces hablamos más de lo que hacemos- pero, necesitamos expresarnos para poder luego de transmitir lo que queremos, tratar de transformarlo en acciones. Y yo que me paso hablando de esto en forma recurrente y permanente e insistente hasta el cansancio, aprovecho esta circunstancia en medio de muchas cosas que estamos viviendo dentro y fuera del país, para replantearme –quizá-, usando de la benevolencia de ustedes a mí mismo, qué es lo que pienso con respecto a estas cosas y qué es lo que podemos hacer. De las varias, diferentes y muchas cosas que podemos hacer, cuáles son las más apropiadas, cuáles son las más efectivas, cuáles son las más urgentes, cuáles son las más fáciles que ellas mismas se transformen por sí mismas en instrumentos de cambio profundo y permanente.

Hemos estado discutiendo desde hace muchos años, muchas veces llegando después de una larguísima discusión entre nosotros, a aquella vieja apreciación que hacía un ciudadano extranjero que vivió durante muchos años en el Uruguay, y era gerente de un banco Holandés, que cuando se fue del Uruguay me fue a saludar. Yo le conocía no como deudor ni como acreedor, sino simplemente como amigo, porque era un holandés-uruguayo que hoy vive en Buenos Aires y que me decía: “Mirá, la experiencia que recojo del Uruguay –y estamos hablando del 1960 y poco– me decía: “la experiencia que recojo del Uruguay que los uruguayos son muy inteligentes, muy capaces de razonar profundamente, que tienen por suerte mucho tiempo para discutir las cosas, que por ejemplo toman un problema como base, lo discuten, cada uno con fuerza. Después de varias horas terminan la discusión, cada uno se va con sus razones y el problema no se cambia”. Esa ha sido un poco la situación del Uruguay. ¿Y por qué no se cambia el problema, por qué no se cambiaba el problema? ¿Porque nosotros éramos incapaces de operar como operan otros países? No, el tema no se cambiaba porque, ¿para qué cambiarlo? Si la situación era realmente buena en comparación con las situaciones de sociedades similares en áreas similares... .

Cuando nosotros -yo se lo refería ayer al Duque de York- y le decía: “Mire, los restos de la Independencia del Uruguay están en un chalet en la Bahía de Maldonado. ¿Cómo? Sí, sí. Los restos de la Independencia del Uruguay los sacaron del fondo de la Bahía de Maldonado; algunos están en el Museo Naval en forma de cañón, y otros son pedazos de restos de arriba de un buque que están en el sótano de un chalet a dos cuadras de la Bahía de Maldonado. “¿De qué me está hablando?”, me dijo el Duque. “Le estoy hablando de los restos del Agamenón”, que era el buque que Nelson amaba y que antes de Trafalgar- cuando cita a todos los capitanes para decirles cómo van a dar la batalla y cómo le van a destruir la flota española que peleó hasta morir, y cómo van a destruir la flota francesa, que peleó hasta irse- estaba naturalmente el capitán del Agamenón, porque él estaba en el Victory y él entonces dijo que iba a ser una buena ocasión de ver al capitán fulano, a quien le decía “el loco fulano”, y por tanto, “vamos a tener una buena tarde”, que no alcanzó a ver, porque murió al principio de la propia batalla.

La Independencia de América ocurrió el 21 de octubre de 1805, cuando destruida la flota española y la flota francesa, Inglaterra se hizo dueña de los mares. Ser dueño de los mares en aquella época es como ser dueño del Internet hoy. Los fletes bajaron, el dueño de los mares se hizo dueño del mundo, el comercio se abrió, vino la inversión. Y en el Uruguay, a partir de 1805, al igual que en los restantes países, hubo un movimiento de independencia que surgió en forma coincidente en 1810 en toda América, como si hubiera habido un cronograma especialmente trazado.

Así en ese tiempo un gran rector, que era, que fue la Pax Británica, un rector que fue un rector hasta en las modalidades de la vida, hasta en los deportes, hasta en las formas de vestir. O sea, ese sweater, jersey como dicen en España y pollera de las argentinas, eso es inglés. Que les queda mejor a ellas que a las inglesas no tengo duda, pero es inglés. Es inglés el que nos llamemos Montevideo Rowing Club y el otro al Nacional y es inglés que se llamaba Central Cricket Railway Club y el otro fuera Nacional. Y bueno, ahora se llama Peñarol, pero son cuestiones del momento. Algún día seremos nada más que Nacional.

Pero, quiero decir, eso determinó un grado de estabilidad en la sociedad y un crecimiento estable en la sociedad, referido a los grandes centros comerciales del mundo. Porque las sociedades se nutren y viven y crecen de la posibilidad real del comercio. Porque si no hay comercio,  aún los países ricos se funden. Es evidente que si no hay comercio para poder sacar del país los excesos de lo que se produce y enviárselo a otro lugar, y venderlo, no hay posibilidad de crecer.

El comercio meramente interno referido a un solo país -mercado grande, mercado chico- nunca ha existido como tal; nunca ha sido un factor de sustentación de un proyecto de crecimiento.  Naturalmente, cuando era una Ciudad-Estado, como en el caso del Norte italiano, bueno, entonces el comercio no era Italia, el comercio era con las demás Ciudades-Estado del Norte y todas crecieron entre ellas en un tiempo en donde el área que ellas manejaban, que era bastante mayor del territorio del Norte italiano, les daba para esa expansión. Pero cada día más, uno advierte y siente que si no hay un comercio activo, si no hay un comercio que realmente sea próspero y sea grande, no hay posibilidades de que la sociedad crezca.

¿Cuáles son, entonces, los instrumentos que en cada tiempo histórico se adaptan para aprovechar de las circunstancias y mejorar esa condición? Los instrumentos públicos y los instrumentos privados, las instituciones políticas, las instituciones económicas, las instituciones de gestión pública y las instituciones de gestión privada. Para poder adaptarse al tiempo en que se vive y poder, entonces, ser reflejo de lo que se procura. ¿Qué es lo que se procura? Por cierto, para volver a ser un poco, digamos, el orgullezco, lo que se procura es que todo gobierno mejor, que seamos más justos, que seamos más felices. ¿Cuáles son los instrumentos en cada tiempo? No son los mismos.

El gobierno español de entonces creyó que los instrumentos eran tener un barco sólo con productos de España. Tenían el mundo entero, no se ocultaba el sol en aquel reino; sin embargo, la cosa no prosperó. Al punto que, inclusive, su visión y su forma de actuar hasta llegó a extremos en donde ni siquiera alcanzaron ser ricos, no por culpa de los otros, sino por decisiones propias en cuanto a su conducta económica y a su conducta de estructura del Estado.

Luego vino otro tiempo. En ese tiempo segundo fue donde el Uruguay creció.

Todos los hechos, todos los números, no se precisa ser economista: se precisa simplemente tener mi edad y recordar el pasado. O sea, nuestros padres, nuestros abuelos, todos trabajaron para crecer pero crecieron. Y si ustedes se revisan a todos ustedes en sus propios antecedentes familiares, llegarán a recordar que los orígenes de cada  uno de nosotros no son orígenes de riqueza. Y que los niveles a los cuales de carácter social todos ustedes han llegado, no son como consecuencia del dinero que tuvieron sus mayores, sino como consecuencia de las oportunidades que una sociedad construida por sus mayores les permitió tener.

La pregunta es: esta sociedad tal como está, hoy, ¿es respuesta eficaz a las realidades de hoy o ha dejado de ser respuesta eficaz a las realidades de hoy? Primera pregunta. Segunda pregunta: Si ha dejado de ser respuesta eficaz a las realidades de hoy, ¿cuáles son los instrumentos idóneos para transformar esta realidad y hacerla una nueva realidad? Tercera pregunta: ¿En cuánto tiempo podemos hacer eso y cuáles son los mecanismos y los métodos para hacer eso?

¿Qué nos ha pasado? Nos hemos puesto como decía el holandés, a discutir entre nosotros. Y entonces, entre la nostalgia, y la ideología y nuestra edad promedio, lo bien que estoy, capaz que mañana estoy peor, la fuerza de la inercia en el Uruguay es mayor que la necesidad.

No somos un país de jóvenes y como no somos un país de jóvenes, e inclusive los únicos que se van son los jóvenes, los que estamos hacemos lo posible por seguir como estamos. No tenemos fuerzas internas totalmente decididas y desprendidas de la realidad cotidiana para, poniéndose afuera de la realidad cotidiana, decir “Vamos  a hacer tal cosa.”

Somos conscientes de que cuando asumimos públicamente la necesidad, por ejemplo, de reducir el así llamado costo del Estado y nos organizamos para votar una Rendición de Cuentas que nos habilita a hacer una cantidad de transformaciones y cambios que tenemos que hacer, somos totalmente conscientes de que eso implica y supone una desocupación estructural de personas de cierta edad que no van a  tener condiciones de tener otra nueva  ocupación mejor que la que tenían y, por tanto, lo que queremos hacer choca con lo que sentimos que puede hacer daño. Somos también reconocedores de que no todo el mundo opina lo mismo y como consecuencia de eso todos queremos cambiar, todos queremos estar mejor, pero hay una cantidad de gente buena que quiere cambiar y quiere estar mejor pero actúa en contra de cambiar, porque tiene miedo de lo que va a pasar después que abra la puerta y entre al otro cuarto.

Y, por tanto, no tenemos fuerzas para realizar la naturaleza de los cambios que son necesarios y que son impostergables. Entonces, si no tenemos fuerzas propias, y lo dice el Presidente que tiene que implementar normas que en este tipo de cosas el señor Franzini tendrá que llevar adelante, en el CEPRE, en otros lugares, y que da vuelta y da vuelta y da vuelta y dice “Qué lío me has metido” y entonces que tenemos que tener una crisis innecesaria de que se retiren cinco ministros para luego decir “Bueno, vamos a aprovechar para cerrar dos ministerios”, como que eso nos va a cambiar la vida. ¡Macanas! No nos va a cambiar la vida. Ahorraremos tres vintenes pero no nos va a cambiar la vida.

Por tanto, es evidente que se trata de cambios más profundos los que hay que hacer y quizás que las cosas más difíciles para hacer es ponernos de acuerdo:  ¿cuáles son los cambios más profundos que tenemos que hacer? Y sobre todo ponernos de acuerdo entre nosotros, y con otros, porque si uno llega a la conclusión de que los cambios no se pueden hacer solos, tienen que hacerse con otros.

Y, por supuesto, hacerse de forma tal y cual que uno no pueda dar marcha atrás. Porque si uno dice: “ah, no, qué ahorro fantástico, voy a cerrar dos ministerios”, el próximo Gobierno viene y dice: “voy a abrir tres ministerios”. Porque hay otras necesidades, otras visiones, otras formas inteligentes de ver la cosa que uno no la vio hoy. Es decir, que tenemos que hacer cosas que no se puedan deshacer y que nos obliguen a cambiar aunque no nos guste. Y que al tiempo de que nos obligan a cambiar, tengan tanta fuerza que el cambio, en lugar de ser doloroso, sea un  cambio que nos deje contentos y que nos dé, de a poco, lo que nos falta.

¿Cuál sería esa piedra filosofal, de todas las que hay en la vuelta? Bueno, más allá de todo lo que tenemos que hacer, de todo lo que se ha estudiado acá, de todo lo demás, yo creo en que hoy hay una piedra filosofal, y cuando se las diga, me dirán “pero ha hablado todo lo que ha hablado para llegar a esto”; podía haber empezado por esto, porque entonces haríamos como los uruguayos, nos empezaríamos a pelear sobre esta idea y  luego no la aplicaríamos. Aunque les parezca mentira, yo creo que el cambio más importante y el instrumento más importante que el Uruguay puede tener para promover y provocar inexorablemente, y desde afuera, los cambios estructurales que el sector público y que el sector privado tienen que hacer, como todas las cosas complejas-complejas, se resuelve por una cosa simple que son los acuerdos comerciales con el mundo de las grandes regiones. O sea, el Nafta o la Comunidad Económica Europea.

Miremos lo siguiente: todos los domingos uno prende la televisión, porque ya no va más al fútbol, y se entristece de ver el nivel de lentitud con el cual se juega al fútbol en los llamados cuadros grandes y en los hoy mal llamados cuadros chicos; porque si los otros son grandes, ellos todos los domingos prueban que son mayores. Al mismo tiempo, uno hace ¡pac!, y pasa a ver jugar a la Liga Premier, o a los italianos, y dice “pero, pará, este es un juego diferente; acá se está jugando a cosas diferentes”. ¡Qué bueno sería jugar todos los domingos en la Liga Premier! Estoy seguro que al poco tiempo mejoraríamos enormemente. Pero como no competimos, no mejoramos. Entonces, todo el mundo está contento, discutiendo a ver quién va a ser el campeón. El campeón del desastre. ¿Qué quiere decir? Que los países que están encerrados y no compiten no están en condiciones de cambiar. No están en condiciones de vender. Y como no están en condiciones de vender, no están en condiciones de comprar. Y como no están en condiciones de vender porque no compiten, no están en condiciones de comprar porque no tienen plata. Y, además, de eso, no están en condiciones de vender porque sus instrumentos de producir, lo que tienen para vender, no se basa en el cambio de los instrumentos generados por la competencia, sino que se basan en el tipo de cambio, y cuando éste se consume y se agota, se vuelve a perder la competitividad.

Por lo tanto, una de las cosas más claras que hoy tenemos por delante, es tratar de ver -que fue lo que pensamos cuando integramos el MERCOSUR- trata de ver cómo nos integramos a otras áreas. Cuando nos integramos al MERCOSUR dijimos “señores, vamos a integrarnos a un mercado de 170 millones de habitantes, y hay 36 millones de habitantes, bajamos los aranceles, ahí competimos, importamos algún flujo de negocios muy grande, vamos a poder exportar, vamos a poder comprar, vamos a crecer y, por tanto, vamos a poder competir”. Pero resulta que siendo muy pequeñitos nos integramos a un MERCOSUR que es un área geográfica y de dimensión muy importante, pero que tiene inestabilidades financieras y económicas de tal naturaleza que no le dan a ninguno de los países integrados al MERCOSUR la capacidad, realmente, de competir en el mundo.

Cuando en 1994 comenzó el acuerdo entre México y los Estados Unidos, México vendía 29.000 millones de dólares, hoy vende 160.000 millones de dólares por año; tres veces más que el Brasil, aumentó un millón de empleos. Algunos me dicen que de esa manera México depende de la economía de los Estados Unidos. Sí, efectivamente, siempre hay alguien que depende de la economía de otro. España depende de la economía de Francia y de Alemania, y Alemania y Francia dependen de que España compre y de que Portugal compre y de que Italia compre.

Todos dependemos de todos. Por cierto, para México es mucho mejor tener una dependencia de alguien a quien le vende 160.000 millones de dólares, que para nosotros tener una dependencia de nadie y vender 2.000. Y, entonces, en vez de tener 1.000.000 más de trabajadores empleados, tener 50 familias por mes que aterrizan en California, con niños chicos.

¿Qué es lo que provoca una alianza con un mercado de esta naturaleza? ¿Qué es lo que ha provocado una alianza con un mercado de esta naturaleza? Provoca la enorme necesidad de transformación de los instrumentos públicos y privados de una nación para poder competir con la otra. Y eso es lo que se provoca inexorablemente. ¿Por  qué se cambió a España? Porque se integró a la Comunidad Económica Europea. ¿Por qué cambió Portugal? Porque se integró a la Comunidad Económica Europea. ¿Por qué Irlanda no es más el país de emigración hacia los Estados Unidos, de hambrunas una atrás de la otra? Porque se integró a la Comunidad Económica Europea. ¿Por qué Europa está haciendo un enorme esfuerzo  para integrar 10 países del Este de Europa con 100 millones de habitantes? Para mejorarles la condición de vida, porque los europeos de esos países son europeos de segunda y europeos de tercera.

¿Cómo se va a resolver el problema de la ex Yugoeslavia? ¿Se va a resolver resolviendo los problemas religiosos? No, los problemas religiosos van a quedar subsumidos en sus prácticas regionales, cuando todas las partes en cuestión se integren a Europa y todos vivan mejor.

Las guerras de religión, habidas durante siglos en Europa, se dieron de la mano no solamente con tiempos especiales, sino fundamentalmente con ámbitos de pobreza. A medida que los países prosperan económicamente, la gente tiene más sensaciones de que la vida es otra cosa que imponer sus dogmas a los otros por la violencia. Por lo tanto, si Europa no ha tenido otro camino para poder mantenerse como tal, siendo que nosotros conocimos una Alemania poderosa y una Inglaterra fantástica, y a una Francia igualmente poderosa, intelectual, cultural y económicamente; y si no han tenido otro camino que juntarse, juntarse para poder crecer, para poder tener una vida más digna, para poder hacer que europeos de segunda se transformen en europeos de primera, para poder generar una situación en donde los señores españoles de antigua edad vuelven a España, y donde los hijos y los nietos se agolpan frente a los consulados de su país en este país para conseguir comprobar que son hijos y nietos de españoles, o de italianos, y poder volver a su país.

¿Y por qué? ¿Por qué vinieron y por qué vuelven? Porque vuelven, porque al integrarse crecieron, y al crecer en mayor área, como dicen los agrimensores, mejoraron las estructuras de su país, compitieron y viven mejor.

¿Y por qué hay 80.000 ucranianos en Portugal? Porque los pueblos siguen persiguiendo su destino. ¿Y por qué hay una emigración feroz de África a Europa? Que ya no es la África, digamos, del Magreb, sino que es la África subsahariana? Por pobreza, por aislamiento. Y, por tanto, ¿qué es lo que nosotros vamos a conseguir quedándonos aislados, entre nosotros?

Por más grande que sea el Brasil, por más grande que sea la Argentina, por mejor que sea el Uruguay, sumar dificultades, sumar pobreza. ¿Qué quiere decir esto? ¿Qué tenemos que deshacer el MERCOSUR? ¡No! Tenemos que ir a hacer lo que hemos plasmado con México: un acuerdo marco a donde colectiva o bilateralmente, vamos en búsqueda de un acuerdo; estamos haciendo el 15 de diciembre la firma final del acuerdo con México bajo la normativa del acuerdo México-Estados Unidos-Canadá.

Y, entonces, por ese camino la influencia que viene de la necesidad de poner nuestros artículos en los demás mercados, nos obliga a muchas cosas. Nos obliga a nivel del empresario a tener standard, nos obliga a nivel del empresario a darse cuenta de que no está más protegido para vender lo que quiere y producir lo que quiere, que tiene que vender lo que puede vender porque tiene que competir con otro que va al mismo lugar a vender otro tanto tan bueno o mejor que él, y tiene que tener normas de calidad y normas de seguridad y no creer que puede mandar la manzana de arriba buena y la manzana de abajo mala.

O sea, nos obliga a poner normas de profesionalidad, de modernidad, de seguridad, de seguridad sanitaria, de seguridad alimentaria, de seguridad técnica, que nos transforme en un país moderno que vive en el mundo tal cual es hoy, y no en el mundo tal cual era ayer, y que reclame colectivamente que el mundo sea como ayer, porque el mundo no es ni será más como era ayer. Por más que algunos puedan creer que el de ayer era mejor, y quizá lo era, pero el mundo no es más como ayer.

Y a ese mundo nos tenemos, necesaria e inexorablemente, que integrar. Si no nos integramos a ese mundo nos seguiremos discutiendo y destruyendo entre nosotros, y eso es el A + B de la realidad de estas naciones.

Argentina vende 25 mil millones de dólares y tiene una deuda de 250 mil. ¿Cómo se puede pagar? Brasil vende 56, 57 mil, México vende tres veces lo que vende el Brasil. Los países abiertos son los que han crecido, los países cerrados no han crecido, y esos son hechos.

Que la apertura no es global, que nos han dificultado los accesos, que tenemos que pelear por ellos, todo es absolutamente cierto. Que hemos conseguido en la Ronda Uruguay cosas que no teníamos, que en el acuerdo Marrakech  conseguimos otras que no teníamos. Que el grupo de Cairns, más China, más los Estados Unidos, han hecho una propuesta de apertura seria para las próximas negociaciones de marzo, es un paso adelante.

Que no vamos a alcanzar mañana el objetivo final de nuestras cosas, es absolutamente cierto. Pero, ¿hacia adónde básicamente tenemos que apuntar para generar instrumentos que sean ellos en sí mismo capaces sí o sí, más allá de nuestras opiniones, más allá de los plebiscitos, más allá de las discusiones, más allá de las argumentaciones más o menos válidas que hagamos los políticos y los no políticos en todos los ámbitos habidos y por haber? ¿Cuál es el instrumento que de por sí mismo, actuando, nos va a obligar a cambiar?

Sin ninguna duda, la inserción en un espacio económico mayor: Europa, Méjico Estados Unidos y Canadá. No hay otra cosa hoy en un mundo que, además, ha estado sometido a un cambio feroz por la globalización.

Uno llega a Shangai y se encuentra una ciudad en un proceso de transformación brutal. Con una torre, no sé de cuántos cientos de metros, arriba de la cual hay unas antenas feroces de televisión, que irradian para muchos ámbitos de la China noticias de lo que ocurre. Allá lo peor que puede pasar, porque a 400 Km. del lugar, los que escuchan esa noticia y la ven por televisión lo tienen mañana o ayer y no se lo pueden dar; estarán décadas en dárselo. ¿Qué quiere decir? Que las cosas que antes no llegaban o llegaban después de tiempo y tiempo – y vaya a saber cómo- hoy llegan al instante que se producen. 

Yo me meto por la Internet, me consigo un pasaje y me voy a California, y eso solamente se detiene si cambiamos nosotros. Salvo que seamos una isla y los saquemos a todos  en chalanas de goma, para que se los coman la mitad los tiburones.

Entonces, hay un cuarto de millón de peruanos en California, cien mil ecuatorianos y otros tantos argentinos, y 6 mil familias uruguayas, porque son más inteligentes que nosotros en vez de quedarse acá a pelearnos entre nosotros se van para allá y trabajan, en un mundo capitalista que nosotros creemos que es una porquería. Según algunos, que no es mi opinión. Creo que es tan bueno o tan malo como muchos otros mundos, pero que tiene una virtud: tratan de vivir en el tiempo en que viven y no nosotros que seguimos festejando Maracaná.

Y, por tanto, cuál es la mecánica que tenemos para procesar esos cambios que todos los queremos, porque si le preguntamos uno a uno a cualquiera de ustedes todos queremos los cambios. Pero cuando llegamos al cambio que nos afecta a nosotros todos decimos que no. Y, por tanto, esta sociedad internamente no tiene fuerza propia para alcanzar la profundidad del cambio que necesita. Y como no tiene fuerza propia, ni este gobierno ni el que viene, ni el que pasó ni el anterior, ni el otro, hay que buscar una fuerza ajena, que es una fuerza buena: o sea, el acceso a un mercado. Porque eso nos va a despertar y a obligarnos a nosotros mismos a cambiar.

Y ha habido un solo hecho que me permito decirles que en forma microscópica demuestra esa realidad. Hasta hace poco tiempo nosotros, desde hace ya, desde el año 1985, usábamos -desde el punto de vista del manejo económico- una regla que era prácticamente la fijación administrativa del tipo de cambio con un objetivo inflacionario, ya sea por una banda ancha o una banda más angosta o una fijación administrativa del tipo de cambio. Las conversaciones con el Fondo Monetario Internacional determinaron que esa institución sintiera que ese camino no nos había permitido salir del atraso cambiario que habíamos tenido en el período del 91, y que nos colocaba en una situación en donde éramos caros para exportar, éramos baratos para salir de paseo; los productos que se compraban afuera eran más baratos que los que se compraban acá y era mucho más negocio parar la fábrica e importar el producto que se fabricaba.

Seguimos el consejo del Fondo, naturalmente, cambiamos el modelo que es el que hoy prácticamente ustedes viven todos los días, la inflación este mes pasado fue menos del 1%, y hoy  -fue 0,90%- y hoy la gente piensa en  exportar y no piensa en comprar. La gente va en la semana de primavera a las termas y no a Miami.

Hoy el tema es exportar, no es importar. ¿Qué quiere decir? Que medidas económicas cambian la mentalidad y, por tanto, estas medidas tomadas en un ámbito de mayor área cambian la realidad. Cambian la realidad del que produce queso artesanal; el que produce queso artesanal lo puede vender en Estados Unidos, no tiene ningún problema ni de precios ni de cuota. Pero tiene que prepararse, tiene que tener un circuito del principio al fin que le permita tener la certificación de queso orgánico. Pero da trabajo eso. Ah, da trabajo, pero antes me arreglaba el Estado o me refinanciaba o me hacía alguna cosa más; no existe más. Ese no es el mundo del mañana.

Por tanto, el gobierno siempre ha creído que es un instrumento necesario con un propósito de agrandar el comercio, pero nunca había advertido con la claridad que lo advertí ayer de las palabras de Herminio Blanco y de su colaborador Jaime Zabludosky, que fueron los negociadores mexicanos con los Estados Unidos, cuando ellos hicieron una descripción formidable de lo que había significado el acuerdo americano-mexicano. Y sí fue muy importante “aumentamos la exportación, la multiplicamos por 8; tenemos un millón de empleos más....No, no, no pero lo más importante es de lo que no se habla, lo más importante es la transformación que tuvimos que hacer para poder hacer eso”.

Y esas transformaciones no van nunca más para atrás, porque son ese mundo  nuevo que luego la gente quiere preservar porque es el que le da mejor nivel de vida. Que es el que nosotros queremos preservar porque recordamos aquel mundo que nos dio un buen nivel de vida, que fue bueno pero que respondía a una realidad que hoy no se da más, lamentablemente, no se da más.

Entonces, pensar en una cosa diferente, en cosas cerradas, es pensar en algo que no nos va a permitir las oportunidades que necesitamos, y como el mundo está cada día más interconectado y cada día más capaz es el hombre de trabajar 24 horas en 24 horas, en función de los nuevos mecanismos de conexión y de comunicación y de elaboración, que hacen que cuando acá sea día y en otros lados sea noche y cuando acá es noche y allá es día, el trabajo que termina acá de día lo siguen allá cuando acá empieza la noche; y como no hay más lugar en el mundo para estar y cada día la ciudadanía va a ser más global, si nosotros no nos incorporamos a ese mundo no vamos a ser del cuarto mundo, vamos a ser del octavo mundo.

Y ese es el desafío que tienen estos países, que lo tiene el Uruguay, que lo tiene la Argentina y que también lo tiene el Brasil, porque para alimentar 170  millones de habitantes no alcanzan 56 mil millones de dólares de exportación, no alcanzan. Ni tampoco alcanzan 25 mil millones de dólares de exportación, de los cuales la inmensa mayoría son nada más que granos; y al Uruguay tampoco le alcanzan con 2 mil millones, de los cuales la inmensa mayoría son granos, carne y lana.

Entonces, ¿cómo se tecnifica? Y se tecnifica abriéndose, porque eso es lo que hace que los países con los cuales uno se conecta y se contacta generen esas posibilidades de crecimiento, que no son invento nuestro, por eso mejoró
España; por eso España hoy es una inversora en el mundo entero y se expande, y vende tecnología, y crece, y tiene hoy los astilleros más importantes de Europa cuando antes eso estaba ubicado en otros países, y en otras áreas están a la cabeza de muchas cosas.

La misma España que nosotros mismos hace 50 años vimos en una condición en donde eso España no lo podía hacer y donde inclusive comparada con el Uruguay, y comparada con la Argentina  mucho más, podía decirse que estaba mucho más detrás de lo que nosotros ya habíamos alcanzado en el orden social y en el orden comunitario.

Y eso, entonces, que es una de las tareas que un gobierno tiene que hacer es cumplir con todos estos objetivos que acá han estudiado, que están identificados con las leyes que hemos votado -en acuerdo con el Partido Nacional, y que lo vamos a hacer- hay otra que es una tarea central, fundamental, y que tenemos que impulsar sí o sí: ligarnos a aquellos grandes mercados que nos obliguen a cambiar, porque ahí están las oportunidades. Y en lugar de mandar la gente tratemos de mandar lo que la gente produce y que la gente se quede por acá.

Muchas gracias.