04/04/03

 

ES NECESARIO UN NUEVO ORDEN ECONÓMICO Y FINANCIERO

“En materia de productos agrícolas, es necesario echar abajo las barreras arancelarias, dejar de lado el proteccionismo tan negativo para los países productores de esos rubros como el caso patente de Uruguay, es necesario un nuevo orden económico y financiero”, dijo el Ministro de Trabajo, Santiago Pérez del Castillo en la XII Conferencia Interamericana de Ministros de Trabajo.

PALABRAS DEL MINISTRO DE TRABAJO Y SEGURIDAD SOCIAL, SANTIAGO PÉREZ DEL CASTILLO, EN EL ACTO DE APERTURA DE LA “XII CONFERENCIA INTERAMERICANA DE MINISTROS DE TRABAJO” REALIZADA DEL 1° AL 3 DE ABRIL. 

Apartándome del documento de trabajo presentado por mi país quiero exponer de manera especial tres ideas. A saber: la necesidad de un Derecho social de la integración, la necesidad de fortalecer los Ministerios de Trabajo, el contenido lógico de un Derecho social de la integración.

La justificación de encarar las dimensiones sociales y establecer normas al respecto, que podríamos llamar un derecho social de la integración se apoya en un conjunto de razones. Las agrupamos de una manera algo convencional, en distintos tipos de imperativos: Imperativo antropológico o ético. La finalidad de la integración es la búsqueda del bien- estar de cada uno de los ciudadanos de los Estados Parte.

Ese bienestar es un fin en sí mismo; lo laboral y social se relacionan de modo consistente.

Aún siendo partidarios fervientes de los procesos de integración, no es posible dejar de reconocer que los nombres mismos -Mercado Común del Sur, libre comercio en América del Norte- no han sido acertados, porque cualquier proceso de integración no se puede agotar sólo en la constitución de un mercado o en una libertad de comercio.

Aún siendo partidarios del mercado como una de las formas que resultan más idóneas para distribuir los recursos en la medida que se le establezcan los correctivos necesarios, que no pasa sólo por asistir a los que resultan excluidos de los mecanismos del mercado, sino también por hacer que sus reglas propias funcionen adecuadamente eliminando los oligopolios o la concentración de empresas y estableciendo normas sobre defensa de la competencia.

Pero reducir la integración a establecer las bases de un mercado resulta un empobrecimiento lamentable. Un grave error antropológico que implica reducir el hombre a la mera dimensión económica.

Ese grave error está en la base de algunas concepciones económicas liberales pero está también en la base misma del marxismo que ha sido superado por las realidades históricas.

Las formas equivocadas y reduccionistas del liberalismo todavía están al acecho. Y debemos superarlas con acierto y sin dogmatismos.

La forma de superarlas es comprender que el hombre es un "ser económico" pero es también un ser con inquietudes y dimensiones que van mucho más allá de ser una parte del gran engranaje del mercado.

La justificación real es la necesaria perspectiva completa y no reduccionista del hombre. Integrar países es integrar sociedades, no sólo economías.

El imperativo pedagógico. Hay una cierta labor pedagógica por otra parte, en el tipo de preocupaciones de los gobernantes y los legisladores. Poner atención en estos campos, significa mostrar a los pueblos una jerarquía de valores adecuada: unas motivaciones que deben perseguirse para alcanzar una vida mejor; unos objetivos por los cuales es bueno trabajar y esforzarse aunque no signifiquen retribuciones directas.

Por otra parte, el imperativo histórico. A los dos imperativos anteriores se agrega un tercero: un vínculo nunca desaparecido por lazos de vecindad geográfica y de raíces comunes. Además de la regionalización del mercado, reforzado por los renovados nexos comerciales, ha existido siempre una vinculación de culturas. En otras palabras hay una integración de culturas pronta y otra integración de culturas pendiente o por lo menos pendiente de ser profundizada.

El imperativo económico. Pero hay también una exigencia de la misma economía para atender la dimensión social.

En primer lugar porque aquella no puede si no estar al servicio del bienestar de cada individuo.

En segundo lugar porque ya existe una movilidad por razones comerciales y conviene al dinamismo del proceso que se amplíe. Esto quiere decir que conviene que exista más facilidad de traslados y de movilidad.

Es propio de un proceso de integración de esta índole la elaboración de normas que hagan posible el funcionamiento de las distintas economías nacionales en forma coordinada cuanto no como un mercado único.

El imperativo jurídico. Este enfoque económico de la cuestión se debe completar con un enfoque jurídico en cuanto, la ampliación del ámbito geográfico donde un individuo puede buscar empleo, contribuye a las posibilidades de encontrarlo y además le aumenta el espacio de sus libertades. Un sólo mercado de trabajo contribuye a eliminar las asimetrías y las diferencias en materia de costo laboral. Es lógico que las fuerzas que actúan en él, vayan aproximándose y atenuando las diferencias que por razones geográficas o nacionales puedan haberse constituido cuando se trataba de espacios cerrados.

En buena medida, la existencia de un espacio común elimina la acción de tensiones corporativas que buscan de una manera u otra, mantener cerrado un determinado coto para su propio beneficio. En otras palabras, la competencia que puede provenir de más allá de las fronteras, neutraliza las posibles disfunciones causadas por algunos grupos: la posibilidad de ejercer con libertad las diferentes profesiones incluyendo también a los nacionales de otros países, impide la cristalización de beneficios derivados del "numerus clausus".

La segmentación del mercado de trabajo a todos los niveles, genera estos reductos que no son positivos, pero su eliminación no necesariamente debe provocar un achata- miento de las retribuciones de los que prestan los servicios. En esto también, un mercado más amplio y la competencia que de ellos deriva, redunda en definitiva en mayores beneficios para todos.

Debe mencionarse un efecto secundario pero no menor.

Es un obstáculo muy importante al dumping social al establecer una fuerte tendencia a la equiparación de los niveles salariales entre todas las regiones del espacio integrado.

Cuando no se plantea la meta de un mercado común sino de una zona de libre comercio, es decir, cuando no se pretende la libertad de circulación de mano de obra dentro del espacio integrado, entonces el imperativo jurídico se concreta en eliminar el dumping social por la vía de hacer exigible el cumplimiento de las mismas normas laborales internas de cada estado parte o el cumplimiento de un zócalo mínimo de garantías que pueden ser determinados convenios internacionales de trabajo de la OIT o unos específicos para el proceso de que se trate. Ciertamente la forma de control y vigilancia del referido cumplimiento adquiere singular relieve.

No podemos entrar ahora en ese punto. El Mercosur tiene uno y el Nafta otro. Son dos modelos posibles para la cuestión .

Que los Ministerios de Trabajo sean eficaces, bien capacitados para el diseño de políticas sociales en general y laborales en particular .

Que las administraciones del trabajo sean consideradas por las autoridades económicas para la toma de decisiones que siempre tienen efectos sociales y sobre el mercado de empleo, directa o indirectamente.

Esto requiere mejor dotar a los ministerios de trabajo, en primer lugar con un fortalecimiento de sus posibilidades en materia de análisis técnico independiente, que con insumos de calidad sea un interlocutor válido y eficaz en la toma de decisiones.

La idea es que los ministerios de trabajo sean más económicos y que los ministerios de finanzas sean más sociales. Que hay una vinculación estrecha entre comercio y trabajo.

Porque no es posible dejar de coordinar ambas facetas que van indisolublemente unidas. El objetivo es la felicidad del hombre y la mujer con nombre y apellido, no el que las cuentas cierren. El hombre es algo más, bastante más que el frío resultado de una cuenta. Dos más dos son cuatro y eso es un número que se impone siempre de manera porfiada.

La integración trae más consecuencias sobre el empleo de lo que parece: los desplazamientos de mano de obra dentro de los espacios integrados, es un ejemplo. No el único. Otro ya observado es la deslocación o mudanza de actividades o plantas industriales enteras o la desviación de inversiones directas.

Así como sobre todo en procesos de integración más ambiciosos, se ha señalado la necesidad de coordinación de las políticas macroeconómicas -su carencia en el Mercosur fue un déficit que puso en juego la misma sobrevivencia del proceso, así también se debe señalar la necesidad de una coordinación de políticas sociales o incluso el establecimiento de mecanismos supranacionales de atención a las desviaciones o efectos perversos de decisiones adoptadas.

Tiene que haber políticas compensatorias que no se han puesto en ejecución y por lo que parece ni siquiera se ha estudiado su implantación .

El contenido del derecho social de la integración consiste no en el establecimiento de un derecho uniforme o común supranacional y sustitutivo, que nadie lo piensa para la Cumbre de las Américas, sino en la Regulación de normas de conexión de los ordenamientos jurídicos nacionales: En lo migratorio, lo laboral y lo previsional.  

Quiero concluir con unas palabras sobre la mayor preocupación de la gente: la falta de empleo abundante, la escasez de trabajo decente que mueva a la emigración de nuestra gente joven, que genera frustración e impotencia y que importa dilapidar la mejor riqueza que tenemos: nuestra capacidad de hacer cosas.

En primer lugar se requiere tener presente el rostro humano del desempleo. El desempleado no es una cifra, tiene cara. Hay entre ellos algunos rostros muy duros y cercanos. Que reflejan la falta de ilusión y de esperanza que no debemos perder nunca.

Porque -y vaya dicho en segundo lugar- corresponde hoy abrazarse a la utopía y la ilusión. Ustedes podrán preguntar ¿que utopía y qué ilusión puede tener alguien que no tiene el sustento elemental para llevar a su casa?

Entre los desafíos, más allá de los números y los grandes títulos, que luego refleja la prensa, nuestro compromiso es lograr en primer lugar que esa gente logre obtener lo básico con su propia fuerza de trabajo.

Nuestra obligación es alcanzar que esa utopía exista y no bajar los brazos sino trabajar para que esa ilusión que todos tenemos, o hemos tenido, y muchos conservamos, que esa sociedad más justa y solidaria, no sea simplemente un slogan de campaña política.

El combate a favor del empleo se lleva adelante en primer lugar con el crecimiento de la actividad derivado de las inversiones directas y de un comercio internacional abundante y fluido.

Que se abran las puertas de la libertad de comercio. Será la mejor forma de contribuir al desarrollo económico y social de los pueblos del sur. Una liberalización comercial íntegra y coherente, no sólo para algunos productos y servicios sí, y para otros no. Es de fundamental interés poner el acento en esta cuestión. Algunos países predican la libertad de comercio pero no la practican. De manera especial en materia de productos agrícolas, es necesario echar abajo las barreras arancelarias, dejar de lado el proteccionismo tan negativo para los países productores de esos rubros como el caso patente de Uruguay. Es necesario un nuevo orden económico y financiero. El proceso de Cumbres de las Américas está en la dirección correcta.

Apoyamos vivamente a la propuesta de establecer un mensaje claro y uniforme de los Ministerios de Trabajo frente a los Ministerios de Comercio o de Economía.