18/07/03 

“ES HORA DE MARCHAR JUNTOS”

“Es hora de marchar juntos. No es tarea de este o de otro gobierno”, dijo el Ministro de Trabajo y Seguridad Social, Santiago Pérez del Castillo, refiriéndose a las soluciones de los problemas nacionales, en al Acto Oficial de conmemoración del 173º Aniversario de la Jura de la Constitución

    

Palabras del Ministro de Trabajo y Seguridad Social, Santiago Pérez del Castillo, en el acto oficial de conmemoración del 173° Aniversario de la Jura de la Constitución.

Señor Presidente de la República, señor Vicepresidente de la República, señores Ministros y Subsecretarios de Estado, señores miembros del Poder Judicial, señores Legisladores, señor Intendente de Montevideo, autoridades nacionales y departamentales, autoridades militares y jerarquías eclesiásticas, señores del Cuerpo Diplomático, señoras y señores.

Es la voz de la patria que nos llama. Los que vivimos en esta bendita tierra estamos siendo convocados.

El 18 de julio de 1830 los uruguayos pasamos de ser una nación a constituirnos en un Estado. Aquellos constituyentes que le dieron un marco legal a esa nación, tenían sueños: soñaron con un país libre, independiente y en el que sus hijos pudieran crecer en paz y prosperidad. Compartían una utopía. Y aunque debieron transcurrir varias décadas antes de que el Uruguay se transformara en una justa y próspera sociedad, siempre y en todas y cada una de las generaciones que siguieron a los constituyentes de 1830 estuvo presente ese anhelo.

Hoy son otros los tiempos que transcurren pero sigue siendo –quizás mas que en otras ocasiones- la hora de marchar juntos. No es  tarea sólo de este gobierno ni del siguiente. Estamos todos convocados. La gente de a pie y el encumbrado personaje. Esta patria reclama que no perdamos un momento en la pequeña mezquindad ni en la miseria del agravio sin sentido.

Nuestro padre Artigas nos marcó el camino de la libertad y la esperanza. Hemos de seguirlo unidos. La hora nos exige trabajar sin pausa para que esta tierra sea lo que está llamada a ser por la riqueza que le concedió la providencia, por la calidad de su gente. Es la hora de la unidad.

Es la hora de aprender a ser felices con lo que sensatamente sea suficiente para una vida honesta y digna.

Es la hora del sabio equilibrio que a la vez sepa conservar los principios fundacionales, y abordar con pragmatismo las soluciones eficaces.

El Uruguay es un buen lugar para vivir. Aprendamos a valorar a nuestros compatriotas y hagámoslo ya en vida.

Nuestra nación es un sitio de  tolerancia. Esta es una nación solidaria. Nuestros predecesores la hicieron así. La solidaridad no es posible sin la previa tolerancia y el respeto a quien es o piensa diferente. Por eso hemos de desterrar el cultivo de una polémica estéril y sustituirla por el cambio sensato de ideas que enriquece.

Hoy debemos hablar de la Constitución. Y hablar de la Constitución es hablar de la democracia y hablar de la unidad.

La democracia es una planta que hay que regar todos los días. Es una forma de ser. Es sin duda un respeto a la ley que todos hemos comprometido cuando juramos la bandera, pero es más que eso: es un estilo de vida. Debemos consolidar la democracia ahuyentado como plaga la palabra artera y difamante, la malicia de buscar intenciones aviesas en el otro. 

No es tiempo de desunión. Es tiempo de factores de unidad, como el amor a la patria, como el cultivo de los valores que más nos conmueven a todos, y nos unen. La patria es una familia, la patria es una religión. La patria es un servicio. Sólo así vale la pena vivirla. No se trata de nacionalismos chauvinistas o xenófobos. Esta tierra generosa supo acoger a hombres y mujeres que venían desde lejos. Y a esa gente, que fueron nuestros padres, debemos imitar.

Eso es  el Uruguay. Los valores que nos distinguen: desde la escuela primaria, desde los CAIF. La democracia no es sólo la organización del Estado, es mucho más. Es una actitud ante la vida, respetuosa de los valores que conducen los seres humanos. Deriva de la forma como se ejerce el poder, del respeto con el que el poder debe ser ejercido.

Si el ejercicio del poder –no sólo el del gobierno- deja de estar marcado por un afán de servicio, termina tarde o temprano siendo mero beneficio personal. Y la sociedad lo advierte y lo castiga.

Se trata de la base del derecho patrio recogido en la Constitución del 30 y cuya jura hoy recordamos. En su letra y en su espíritu.

Hoy estamos en un momento de inflexiones, un tiempo para generar espacios de creatividad y emprendimientos, un ahora para trabajar en equipo, sabiendo mandar y aprendiendo a obedecer.

La riqueza y la prosperidad no son un fin en sí mismos. ¡Vayan si serán medios importantes!. Pero no son la felicidad; la felicidad y el bienestar se alcanzan en el disfrutar diario de las pequeñas cosas que la vida nos ofrece. En esos ratos de amistad profunda, en ese tiempo de tolerancia, en ese compartir de las ruedas de colegas. Y con trabajo bien hecho y acabado. Porque es momento como nunca de ser un pueblo de trabajadores. De darle valor al trabajo de los uruguayos.

Hemos de mirar lo positivo que nos caracteriza y nos rodea. Podemos superar el escepticismo, apostar a las posibilidades de encontrarnos nuevamente, dar seguridad y gozo a la mayor parte de los nuestros. Pensemos en la ternura de tantas madres con sus hijos, en la abnegación de la maestra en las escuelas, en la sonrisa cálida de la enfermera que tiene una palabra de consuelo con el afligido.

Podemos superar el escepticismo y encontrarnos en una senda de convivencia  y de prosperidad, sin renuncia alguna a preservar las garantías sociales incluyendo progresos en el empleo y en la libertad sindical. Sin admitir la razón de la fuerza sino asegurando que triunfe la fuerza de la razón. Sin admitir corporativismos egoístas.   

El corporativismo egoísta se refiere a cinco cosas distintas que suelen marchar juntas:

- La búsqueda de lo sectorial sin contemplar las necesidades de los demás grupos;

- El sacrificio de la libertad, en aras de la seguridad de la pertenencia, que es refugio;

- La pretensión espúrea de escalar en base al esfuerzo ajeno y medrar de seudo amistades o contactos;

- La postergación de los mejores, para dar paso a los integrantes de la corporación sólo por serlo;

- El desvirtuar los objetivos fundacionales, usando el grupo para finalidades que nada o muy poco que ver tienen con su razón de ser y la naturaleza del vínculo que une a sus integrantes.

Es hora de hacer patria y no se hace patria poniendo etiquetas, no se hace patria descalificando con la sorna y el olvido a quien no piensa igual, no se hace patria siendo propicios al pequeño reducto de oligarquías, no se hace patria si se busca conservar ante todo el interés individual o del grupo por encima de las exigencias del bien común, no se hace patria cuando uno se olvida de pensar con libertad e independencia, por comodidad o miedo al que dirán.

Aquí están representadas las Fuerzas Armadas, que han sabido llevar nuestro pabellón en misiones de paz en el resto del mundo, que forman generaciones en la disciplina y en la organización, siendo no pocas veces factor de inclusión social. Los hombres de armas tienen un sitio en la defensa de nuestra esencia nacional, velando por el respeto de la Constitución y el Estado de Derecho, respeto que está muy lejos de ser mera garantía burguesa.

Al mal tiempo buena cara y buenas ideas y búsqueda de consensos, de puntos de encuentro nacionales. El MERCOSUR fue uno de esos factores de unidad nacional y lo sigue siendo. Contamos con los países vecinos y ellos nos necesitan. Uruguay tiene mucho que aportar en el concierto de los países de América  y en el mundo.

 La prioridad del empleo es otro punto de encuentro nacional. El Uruguay está necesitado de acuerdos de esa índole y estamos en un buen momento para encontrarlos. 

El desempleo es un problema mundial y nuestro país no es una excepción.

Permítanme referirme a la acción de gobierno es esta materia. Estamos en la línea de actuar con energía en el aliento de iniciativas generadoras de empleo en todo el territorio nacional, fomentando el ambiente de inversiones que definitivamente permita crear empleos estables con ocupación de nuestra gente.

Precisamos inversiones para que el país se modernice y aumente la producción. Pero el crecimiento no viene en forma automática del control del gasto y del equilibrio fiscal. Son necesarios pero no suficientes. Ha quedado demostrado que la idea de que primero podía venir el crecimiento y luego la inclusión social es falsa.

Pero también apoyamos formas de intervenciones rápidas y transitorias, que tengan efecto para mitigar el impacto de la desocupación, realizando gastos oportunos que impidan el deterioro social en sectores vulnerables. Se persigue mantener a la capacidad de empleo del país, evitando su incorporación a los circuitos marginales, como inversión preventiva rentable, en lo económico y en lo social, aspecto a veces ignorado cuando se tiene visión de corto plazo del gasto público.

No hay una cura para el desempleo, ni tampoco un plan único –ni fácil- para ampliar el empleo productivo. En esta dolorosa cuestión –convivir con el desempleo- es quizá donde se palpe con más dureza que la carencia de trabajo está muy lejos de circunscribirse a sus consecuencias económicas. Más aún,  parece que la visión puramente económica del desempleo es factor que contribuye a su permanencia.

El espíritu creativo y el espíritu de asociación, son dos valores que requieren un resurgimiento. Serían las características del emprendedor, que apuesta más a las personas que a las cosas.

La doble exigencia de espíritu creativo, en donde cuenta especialmente la persona, y de espíritu asociativo, en donde cuenta especialmente la comunidad, nos impide además ver la empresa no ya como negocio –que debe salvarse antes que todo- sino también como comunidad de personas –los cuales deben salvarse antes que nada-.

El país ha pasado por hechos de inusual gravedad en su historia.  Hace falta volver a construir. Vence quien lucha no quien gime.

Los grandes ideales con que nació la patria, los valores que encarnó José Gervasio Artigas, siguen vigentes y son el motivo de nuestra unidad.

Estamos en un país que se mira con mucho cariño cuando se descubre por quien llega, que sorprende por amor a la libertad que hay aquí. Muchos países no saben lo que es vivir en democracia como nosotros. ¿Cuántos pueden hablar de una tradición democrática y justiciera como nosotros?. Rescatemos los mejores valores y sigamos bregando por alcanzarlos.

Hoy debemos hablar de la Constitución: de su jura. Y el juramento que una vez más evocamos implica nuestro compromiso indeclinable con la libertad.

La libertad es una tarea de cada día. Quien no la ejerce se condena a la servidumbre de otros, a ser zarandeado por los vientos, materia plástica a merced de las circunstancias. La libertad adquiere su auténtico sentido cuando se ejercita en servicio de la verdad que rescata. Allí radica el grado supremo de dignidad en el hombre y es que nadie puede elegir por nosotros. 

Y esa libertad, que es supremo valor, resulta plenamente compatible con el camino trazado que uno escoge diariamente con renovada ilusión, un anclaje que nos sirve de guía en la ruta. Aunque se trate de la tarea quizás dura de cada día realizada con heroico silencio, sin lucimiento pero tampoco lamentos.

Y sobre todo el supremo valor de la libertad, es absolutamente compatible con el recorrer del camino con quienes no piensan como nosotros, pero comparten similar y recíproco respeto por las ideas ajenas.

En definitiva, la libertad supone escoger el servicio, y el servicio acarrea la honra, la felicidad y el gozo.

Como anotó Azorín “Sepan los que pretenden reconstruir un pueblo, y sepamos todos, que el primero, el más hondo y fundamental de nuestros deberes como hombres es la alegría”.

Muchas gracias.