EN URUGUAY "TODO ES UN POCO LENTO PERO TODO
ES"
El Vicepresidente de la República, Luis Hierro
López, expresó que el Gobierno está abierto al diálogo
"permanente y abierto" con todos los sectores para intercambiar
ideas, recibir sugerencias y analizar la realidad del país. Un plebiscito
por ANCAP no será la clausura ni el fin del Uruguay transformador,
añadió. En Uruguay "todo es un poco lento, pero todo es",
sostuvo.
DISCURSO DEL VICEPRESIDENTE DE LA REPÚBLICA, LUIS
HIERRO LÓPEZ, EN EL ALMUERZO DE LA ADM
25/06/2003
VICEPRESIDENTE
HIERRO LÓPEZ: Muchas gracias a ADM, muchas gracias a todos ustedes que
están presentes en esto que se ha convertido un clásico entre nosotros.
Yo suelo estar de ese lado disfrutando de la amistad y de la comida, y de
los buenos discursos, y hoy me tocó tratar de volcar algunas reflexiones
sobre el presente del Uruguay y especialmente algunas cuestiones sobre el
futuro del Uruguay.
Creo que estas oportunidades son enormemente propicias
para organizar nuestro pensamiento y tratar de resumir en apenas 40
minutos –que es lo que nos hemos propuesto que dure esta disertación
mientras ustedes disfrutan, eso espero, del segundo plato- algunas
cuestiones principales de quien habla hoy como Vicepresidente de la
República, naturalmente investidura que no puede dejar de mantener, pero
de quien habla también como un profundo uruguayo que tratará de
volcarles a ustedes lo más sincero de su corazón.
Después de haber atravesado durante el año 2002 y
parte y comienzo del 2003, la peor de las crisis que según se tiene
memoria o según informan los analistas económicos, el Uruguay ha vivido
a lo largo de su historia; naturalmente que mi versión personal casi
íntima de esa crisis no importa tanto, pero yo les diría para graficar
lo que hemos sentido muchos de los gobernantes, es que nunca pensamos a
principios del año 2000 que entre el año 2001 y 2002 íbamos a tener que
vivir tales azotes, y que naturalmente estábamos previendo para el
destino del Uruguay un horizonte mucho más venturoso del que hemos
tenido. Y desde ya que me apresuro a decir que entiendo que la crisis vino
de afuera, pero tampoco dudo en reconocer que la crisis vino desde
nosotros mismos, y en este sentido asumo toda la responsabilidad que me
corresponda como Vicepresidente de la República, como está dispuesta a
asumirla naturalmente el Presidente de la República, todos quienes
representamos al partido de gobierno en unas u otras tareas, porque se nos
ha criticado -creo que quizás con razón- que hemos enfatizado más en
las causas externas de la crisis que en las propias. Y hemos enfatizado
más porque las causas externas han tenido naturalmente, yo diría, la
fuerza de las estructuras, y las propias han tenido la fuerza de la
subjetividad o de los sentimientos. Entre unas y otras anda la justa
causa, pero más allá de los errores cometidos, que seguramente podrán
ser varios, por esta administración y por este Gobierno y por quienes lo
representamos, tampoco hay duda alguna en cuanto a que el azote que
sufrió el Uruguay en principio desde enero de 1999 cuando Brasil devaluó
su moneda y luego durante todo el año 2002 a propósito de la crisis
argentina, fue un azote extraordinario y que sin duda alguna puso a prueba
no solamente la capacidad del Gobierno sino especialmente la capacidad del
Uruguay, la capacidad de la nación, la capacidad de la sociedad, la
capacidad de los uruguayos, para enfrentar y superar las dificultades.
Hoy estamos a fines de junio del año 2003.
Prácticamente ha concluido un semestre del año 2003 y estamos en
condiciones por lo tanto de mirar con mayor serenidad, con un poco de
distancia, cómo los uruguayos hemos logrado superar esas acechanzas
terribles del año 2002. Se podrá discutir si ha sido la crisis más dura
de la historia. Sin duda que si sumamos la crisis del año 2002 a la
recesión que provenía desde el año 99, 2000 y 2001, nadie podrá dudar
y concluir de que ha sido la crisis más dura. Si lo miramos estrictamente
como un asunto financiero y bancario, nuestro país no soportó durante
meses una corrida bancaria como la que tuvimos desde febrero a junio,
julio, principios de agosto, cuando tuvimos el feriado bancario del año
2002. Si lo miramos en lo que significó como inestabilidad en las clases
medias uruguayas, quizá hay una crisis similar que refiere a los golpes
de la inflación en torno al año 68, desde el año 65 al 68. Si lo
miramos como pérdida de reservas, fue una crisis absolutamente
extraordinaria. Si lo miramos como turbulencia regional no hubo a la vez
una situación en la que Uruguay tuviera que enfrentar durante años
consecutivos, los azotes que venían de Brasil y luego de Argentina,
porque cuando un país andaba mal el otro andaba más o menos bien y
cuando había inestabilidad en una zona había cierto crecimiento en la
otra. Por lo tanto, más allá de los juicios, yo les quiero decir que
realmente quienes hemos sido protagonistas, testigos, o meramente
observadores de este acontecimiento del año 2002 tenemos la profunda
convicción de que ha sido enormemente profundo y que ha dejado huellas,
heridas y enseñanzas muy importantes para la sociedad uruguaya.
La primera de ellas es que el Uruguay mantuvo en ese
tiempo de tormenta su identidad, su forma de ser, su característica y su
personalidad. Hubiera sido relativamente fácil dejarnos llevar por las
imágenes que venían de otros países, y sin embargo el Uruguay mantuvo
su característica, su calma, esa calma y ese tranco que a veces
criticamos cuando queremos andar más rápido. Pero mantuvimos nuestra
forma de ser y el Gobierno no se cansa de establecer y de expresar su
reconocimiento a los actores reales de aquella aventura que fueron los
uruguayos, por un lado naturalmente los ahorristas que habían confiado en
el país y que tenían sus depósitos en los bancos, pero por otro lado
los uruguayos todos, desde los integrantes del sistema político -que
reaccionó y funcionó con responsabilidad y con eficacia para votar las
leyes rápidamente que el gobierno nos había solicitado- a los
integrantes de la mayoría de los sectores sindicales, a la gente que es
lo que más importa más allá de las corporaciones, y las organizaciones.
¿Cómo reaccionaron los uruguayos en ese tiempo de desencuentro y de
incertidumbre? Reaccionaron con calma, con responsabilidad y con
esperanza. Y creo que este es un enorme activo que tiene el Uruguay.
Muchas veces nos vemos tentados de decir "como el
Uruguay no hay"; todavía, los más o menos veteranos sentimos esa
tentación de decir "como el Uruguay no hay".
Y, en realidad, yo no puedo establecer ninguna
comparación respecto a si ante una crisis similar, los pueblos de otras
naciones han reaccionado con igual madurez y confianza. Pero digo, sí,
que la reacción de nuestro pueblo fue excepcional y extraordinaria y
habla otra vez de esas condiciones cívicas y morales que caracterizan al
pueblo uruguayo, más allá de que crónicas cotidianas a veces nos hacen
ver otra realidad o nos alejan de ese convencimiento de que somos un
pueblo profundamente educado, democrático y cívico.
Finalmente, como uno tiene que pasar raya y tiene que
ver las grandes cosas, digamos que la reacción que tuvo el Uruguay, los
uruguayos, en ese tiempo difícil del año 2002 ha sido una reacción
enormemente positiva, que, más allá de los desencuentros, le da al país
fuerzas morales, cívicas e intelectuales para enfrentar los días del
porvenir. Nos da factores de unidad para entender lo que nos pasó y,
más allá del posicionamiento político que cada uno
tenga, nos da la posibilidad de ver que, por encima de nuestras
diferencias, hay un Uruguay mayor a todos nosotros, mejor que todos
nosotros. Una sociedad colectiva que reacciona por encima de nuestras
parcialidades; una forma de ser nacional que va mucho más allá de cada
partido, cada corporación o cada sindicato, que, en esos días en los que
por un lado había amenazas de asaltos a los supermercados y había
amenazas de que nos íbamos a quedar sin suministros y había sensación
de que podía haber hasta una inestabilidad institucional. Sin embargo, en
el sosiego, en la responsabilidad, en el sentimiento de cada uno de los
uruguayos, esa nación que está por encima de todos nosotros, pudo más
que nuestras debilidades y nos hizo fuertes ante la adversidad.
Y como bien se dice que las crisis enseñan -y las
crisis son oportunidades más que asechanzas- yo creo que el pueblo o la
gente, todos nosotros, el gobierno desde ya; no me corresponde a mí
elogiar lo que hizo el gobierno, pero, debo decir también que
-habiéndonos seguramente equivocado como nos habremos equivocado- no
tengan duda de que dejamos el alma en a cancha para enfrentar esas
dificultades y que tuvimos horas de insomnio; nunca tuvimos temor. Pero,
¡vaya que tuvimos horas de insomnio en aquellos meses de julio y agosto,
sintiendo que la crisis financiera podría ser una crisis global del
país!
Y no teníamos ni siguiera el intento de pensar
"qué estarán pensando nuestros votantes", que nos votaron
seguramente para conducir un gobierno exitoso de un país que estaba en
crecimiento y que podía mejorar su performance, sino que estábamos
-todos nosotros, quienes con humildad y con espíritu de servicio estamos
trabajando en el gobierno- pensando "¡Caramba! ¿Qué estarán
sintiendo en la soledad de sus casas los uruguayos todos?"
Algunos, que habían supuestamente perdido sus
depósitos; otros, que tenían la intranquilidad de perder su trabajo;
otros, que sentían que aquella confianza que sentían que el Uruguay
había ganado anteriormente y que era un hito histórico de su
realización social se había perdido para siempre. Otros, que pensaban
que ingresábamos en una crisis social al estilo de la que tuvieran los
países vecinos; otros, que meramente tenían miedo, porque el miedo
acompaña a las familias y a los padres en los tiempos de desventuras.
Y lo que estábamos pensando todos era cómo hacer para
morder los dientes, trancar las desventuras, resolver las situaciones y
pensar que estábamos en condiciones de ver un país que tenía un
amanecer.
Algunos meses después, yo vengo aquí a decirles con
toda humildad que creo que hemos superado aquellas circunstancias de la
desazón y de la desconfianza.
La hemos superado porque ha habido un equipo económico
que con homogeneidad de criterio, con perseverancia y con fuerza -con esa
perseverancia que el Ministro Atchugarry pone en sus acciones- con la
humildad que hemos puesto todos nosotros; con la perseverancia en el rumbo
que ha demostrado el Presidente de la República; con el apoyo indudable
de todos los actores del Partido Colorado; con el apoyo a veces crítico
pero siempre leal del Partido Nacional; con el apoyo también crítico y
opositor pero apoyo al fin en las circunstancias más difíciles que hemos
tenido también del Frente Amplio- Encuentro Progresista; con la
comprensión de los sindicatos principales que tenían que lidiar en
administrar la crisis, hemos venido saliendo.
Y yo me voy a permitir dar noticia de algunas cifras o
algunas coyunturas que demuestran que el Uruguay de hoy es un Uruguay que
–indudablemente- no es el país de agosto de 2002. ¿Esto significa que
hemos superado totalmente la coyuntura crítica? No. Significa que estamos
en el buen camino. Significa que con esfuerzo, con dedicación, con
austeridad, el Uruguay, más allá de las acciones del gobierno, está en
el buen camino para superar esa crisis. Y está en el buen camino para
darle una respuesta a nuestro amigo Abuchalja, que iniciaba esta reunión
con algunas sensaciones que podían ser pesimistas, que en realidad no lo
eran porque también estaban convocando a formas de la esperanza.
El Uruguay de hoy es el Uruguay que ha permitido que el
Banco de la República, aquél que fue acosado en la crisis, porque la
crisis significó la pérdida de confianza no solamente en las
instituciones bancarias, sino también en las instituciones públicas y
especialmente en el Banco República, que era una especie de altar de la
Patria en materia de seguridad y confianza. Hoy, el Banco República está
en condiciones de devolver sus depósitos, después de pagar intereses
preferenciales, antes de las fechas que había establecido la
programación por ley.
Quiere decir que pocos meses después de aquella
circunstancia tan trágica que vivimos entre julio y agosto del año 2002,
en junio del año 2003, el Uruguay ve con alivio que su principal
institución bancaria está respondiendo.
Teníamos razón los legisladores que votamos aquella
primera ley de bancos en agosto del año 2002 diciendo que esa ley estaba
destinada a defender al Banco de la Republica. Algunos colegas del
Parlamento, algunos medios de prensa, algunos sindicatos, creyeron lo
contrario entonces. Decían que no, que no íbamos a poder salvar a la
principal institución financiera del país. No podemos echar campanas al
vuelo, pero si el Banco República está, después de recuperar
depósitos, devolviendo antes de lo previsto los depósitos con intereses
preferenciales -y lo que es más sintomático, aun: reteniendo esos
depósitos, porque la gente se queda en el Banco Republica- hay allí
claramente una demostración de confianza, mucho más allá de lo que haya
programado el gobierno o el legislador, una demostración de confianza que
claramente es una expectativa que se nos abre a todos para certificar que
el país se viene recuperando.
Hemos estado estos días con el señor Director Gerente
del Fondo Monetario Internacional, el señor Kölher; hemos estado algunos
legisladores, ministros, lideres políticos y hemos escuchado de él los
elogios hacia el equipo económico de Gobierno, hacia el Uruguay, por lo
que el Uruguay ha hecho en este tiempo. Me parece de enorme importancia
que el elogio venga del FMI, porque es bueno recordar que con el FMI el
Gobierno y el equipo económico tuvieron profundas diferencias,
precisamente entre agosto y febrero, digamos, agosto del año 2002 y
febrero del año 2003. Yo me animo a sumarme a esas diferencias, no como
un protagonista, casi como un testigo. Corresponderá que algún miembro
del equipo económico, algún día, dentro de algunos años, se refiera a
estas cuestiones, porque naturalmente que los gobiernos serios, como es el
Gobierno del Uruguay, no ventilan estas cuestiones abiertamente.
Pero se ha hecho público que hubo diferencias, porque
el Fondo Monetario quería para Uruguay otras soluciones y de hecho nos
estaba proponiendo, y casi que imponiendo, otras soluciones. Y el Uruguay,
su equipo económico, su Gobierno, mantuvo su criterio de independencia,
negoció desde una posición de fortaleza e impusimos el criterio del
canje de deuda, que se decía que iba a fracasar, y por lo tanto, después
de esas diferencias, haber recogido de parte del Director Gerente del FMI,
el señor Kölher, en estos días que vino a Montevideo, una expresión de
elogio a la forma en que Uruguay ha manejado con austeridad y con criterio
su crisis financiera, a la forma en que hemos restablecido desde agosto en
adelante las posibilidades para las personas ahorristas y la forma en que
hemos encarado las situaciones derivadas de la variación de tipo de
cambio, todo ello creo que es de enorme interés para que el Uruguay sepa
que, no sólo porque lo dice el organismo internacional de crédito, sino
porque así lo ve el mundo, la forma en que nos hemos recuperado desde la
crisis de mitades del año pasado, es una forma que nos habla de la
seriedad, de la confiabilidad, de la expectativa que Uruguay merece en el
mundo.
Para un país pequeño, que tiene naturalmente una
serie grande de dificultades, haber ganado la confianza de los organismos
internacionales, haber ganado la confianza de nuestros acreedores, haber
convencido voluntariamente a que ellos aceptaran el canje de la deuda,
haber sido manejado el caso uruguayo como un caso realmente ejemplar, que
puede inaugurar una nueva etapa en la administración de las deudas
externas de los países, es realmente una cuestión que nos debe dar
enorme fuerza y enorme confianza, confianza -aunque parezca una
redundancia- en nuestras propias fuerzas. Porque yo les confieso que en
algún momento de estas negociaciones internacionales teníamos un poco el
sentimiento de que estábamos solos, y nos mirábamos entre nosotros,
quienes tenían que tomar algunas resoluciones diciendo "Caramba,
¿estaremos bien en este rumbo del canje de la deuda, si es que desde
afuera nos dicen que este no es el camino y que eventualmente hay que
aceptar un default? ¿Estará bien Uruguay en manejar otros
criterios?" Bueno, caramba, el pequeño y solitario Uruguay estuvo
bien. Hicimos bien los deberes. Los hicimos con enorme esfuerzo, con
enorme responsabilidad, con enormes dificultades, pero los hicimos bien.
Le doy, a la valoración que hizo el FMI en estos días respecto a nuestra
recuperación, esa dimensión y no otra. No porque lo diga el principal
organismo internacional seremos mejores o peores, pero hasta hace cinco
meses nos decían que estábamos haciendo las cosas mal, y hoy nos dicen
que estamos haciendo las cosas bien. Bienvenido el reconocimiento.
Según nos informan los economistas, el Uruguay
terminó, o llegó al piso de su recesión, en enero pasado. En esto yo
quiero ser muy cauto porque sería inconveniente que establezcamos una,
digamos así, "biología del optimismo", según la cual después
de llegar al piso de la recesión necesariamente tenemos que crecer. Se
supone que sí. Pero seamos cautos, porque hemos sufrido tanto que no
queremos sufrir con nuevas decepciones. Pero en cualquier instancia, el
índice CERES de crecimiento económico que maneja el economista Talvi, a
quien tuve el gusto de consultar en el día de ayer para actualizar las
cifras, indica claramente que desde febrero pasado el Uruguay viene con
pequeños pero sostenidos índices de crecimiento. Y que en enero pasado,
exactamente cuatro años después de la devaluación de 1999, el Uruguay
llegó al piso de su recesión. Seguramente aquí hay personas más
calificadas que yo para hablar de una recesión de cuatro años, pero
señalo: una recesión de cuatro años realmente que es un acontecimiento
histórico fenomenal.
Bueno, en febrero, en marzo y en abril tuvimos índices
de crecimiento del 0.51, del 0.27 y del 1.19. Es muy poco, naturalmente.
Pero veníamos con índices similares de decrecimiento, de caída. Y desde
febrero tenemos estos índices que nos hablan de que ha habido un pequeño
repunte. Y hablé con el economista Talvi para preguntarle respecto al
índice mayo. No lo tenía terminado, naturalmente, y no podría por lo
tanto adjudicarle a él lo que voy a arriesgar, pero de acuerdo a las
cifras que me indicó, el índice CERES indica que mayo mantiene la
tendencia al crecimiento. Por lo cual, si esto se confirma, estaríamos
con cuatro meses de crecimiento, lo que se ha venido registrando también
en la recaudación del país, que desde febrero claramente ha cambiado la
tendencia a la baja, y con pequeños indicadores está indicando una
tendencia a la suba. Aquí puede haber naturalmente, se puede estar
advirtiendo el resultado de una mejora de la gestión, pero como ha habido
esfuerzos previos para mejorar la gestión de la recaudación, uno tiende
a creer que esta mejora en la recaudación que tenemos desde febrero es
también una expresión que está indicando que, desde febrero, el país
ha venido mejorando.
¿Cómo ha venido mejorando? Bueno, en este caso, el
motor ha sido el agro, indudablemente. Creo que es oportuno hacer un
reconocimiento de lo que el agro sus protagonistas, sus actores, sus
líderes, han significado en la vida del país, naturalmente ayudados por
un tipo de cambio que les ha beneficiado. Pero después de atravesar
tiempos de dificultades el agro ha demostrado fortaleza y perseverancia.
Yo soy de los que cree que no podemos reiterar aquel
viejo discurso de que solamente con el agro el país se va a salvar. Y
también creo, a la vez, que no podemos reiterar aquel viejo discurso del
agro contra la industria, del agro contra los servicios o el agro contra
el turismo, y que el Uruguay merece y requiere especialmente un discurso
global que le de al agro el papel que debe tener. Ha significado en el
año 2000 más del 25% del PBI. Casi el 80% de las exportaciones, han
tenido que ver con la agroindustria, especialmente, con la
agroalimentación. En este sentido, no hay ninguna duda de que el agro
uruguayo tiene un papel preponderante. No el agro solo, por favor; no
volvamos a creer que el Uruguay, nace o perece con el agro, porque esto
podría ser ideológicamente una apuesta equivocada. El Uruguay depende
mucho de los servicios y el Uruguay del futuro dependerá especialmente de
las industrias de la información y de las industrias de la inteligencia.
Pero no hay duda que el agro ha tenido un papel preponderante en estos
síntomas de recuperación.
En este sentido, creo que es importante destacar dos o
tres cuestiones, que de la peripecia del agro en el año 2002 nos permiten
destacar, más allá del deber social que puede haber significado la
variación en el tipo de cambio, no hay duda de que el Uruguay es un país
agroexportador, y, en esa medida, cualquier experiencia que hagamos en el
futuro respecto a la posibilidad de un atraso cambiario, será una
experiencia negativa.
No voy a hacer un juicio acá de lo que han significado
las políticas de anclaje del atraso cambiario durante diez años. En todo
caso hago un juicio positivo, porque soy un hombre con sentimientos
positivos en todas las circunstancias, que fueron esbozos e intentos de
estabilidad y, en la medida que fueron esbozos e intentos de estabilidad,
bienvenidos. Pero sí podemos tener una lección: manejémonos siempre con
el tipo de cambio real. Asumamos al Uruguay como es. Si el tipo de cambio
es finalmente la expresión de nuestra capacidad de competitividad, no
tratemos más de que el tipo de cambio vaya para un lado y el país para
el otro. Esta experiencia clarísima en el año 2002 nos demuestra, con un
tipo de cambio real, doloroso para algunos sectores endeudados en dólares
para quienes también habrá la disponibilidad de todos nosotros de ir
resolviendo esas cuestiones, pero no creamos que con el tipo de cambio
más atrasado o también más adelantado, mas apreciado, vamos a cambiar
realmente la sustancia y la situación del país. Somos el país real. La
crisis ha tenido esa enorme ventaja de enfrentarnos al espejo y, en esa
medida, así lo tenemos que asumir.
Creo que esa expresión a lo que ha ocurrido en el año
2002, nos deja esa enseñanza. Nos deja también la enseñanza de que se
ha terminado -según entiendo yo, con toda humildad y cariño- de una vez
y para siempre aquel viejo asunto de la refinanciación de las deudas del
sector agropecuario. Si el Uruguay quiere asumirse como nación seria,
definitiva y responsable, no podemos más estar de refinanciación en
refinanciación: se terminó ese tiempo.
Es un tiempo en el cual, claramente, el Uruguay ha
hecho lo posible por dar una solución que esperemos que sea definitiva.
Hay colegas en el Parlamento que creen que no lo son y que van a insistir
con una ley de refinanciaciones. Yo me opongo con toda fuerza a una ley
que agregue mayor incertidumbre. Ha sido muy clara la respuesta del sector
agropecuario. Ha habido cancelación de deudas con el Banco de la
República por 40 millones de dólares, una cifra que habla de la
fortaleza que tenía el sector. Y no nos confundamos: cada vez que
hablamos de la deuda del sector agropecuario, en realidad estamos hablando
de una minoría. No quiere decir que por ser minoría no sea respetable.
Pero de 56.000 empresarios agropecuarios que hay en el país, desde el
pequeño agricultor al gran estanciero, solamente 3.000 son empresarios
que han tenido dificultades con los bancos. Y normalmente el sistema
político, la prensa, las corporaciones, suelen prestarle mayor atención
a las minorías ruidosas que a las mayorías silenciosas.
Por demás de los 3000, había una cantidad enorme de
productores agropecuarios que no tenían deudas con sus bancos o que las
habían enfrentado en tiempo y forma, y cada vez que estábamos intentando
darle una respuesta a los 3.000 deudores -muchos de ellos justificadamente
deudores; no los critico- estábamos lamentablemente postergando las
posibilidades de crédito sano y más barato para los 53.000 restantes.
Esta es una lección que el país tiene que asumir
definitivamente, porque de refinanciación en refinanciación no andan los
países, no funcionan. Perdemos la responsabilidad y perdemos el criterio.
Y en esa medida me parece muy claro que las lecciones del 2002 nos han
demostrado que claramente el agro podría responder, que tenía recursos
apropiados, que tenía tecnologías adecuadas, que estaba en condiciones
de competir, que tiene vocación de seguir siendo parte del motor de la
economía del país y que no requería de los bancos, porque, caramba,
¿cómo hizo el agro para andar tan bien con exportaciones formidables en
materias de carnes? ¿Cómo hizo el sector oleaginoso para quintuplicar
sus exportaciones en el año 2002 si los bancos no estaban funcionando y
no había crédito? Quiere decir que, por encima de esas dificultades
financieras, el agro tenía una realidad y una capacidad realmente
importante para enfrentar las dificultades.
Es notorio que no será el agro el único motor de
nuestras exportaciones. Somos un país que es exportador o deja de serlo.
Yo no creo que un mercado interno de tres millones trescientos mil
habitantes nos dé siquiera para discutir. Bienvenidas las apuestas para
mejorar las condiciones del mercado interno, pero señalo que el destino
del país está claramente vinculado al sector exportador. Seguimos
teniendo exportaciones no dinámicas dependiendo de los rubros
fundamentales. El gran desafío que tiene el Uruguay del presente, desde
mi punto de vista, es lograr una mayor variedad en la propuesta
exportadora, y a la vez lograr una exportación cada vez mayor de
productos dinámicos, que son aquellos que tienen mayor inserción en el
mercado internacional, que tendrán mejores precios, y que están avalados
por la fuerza de un mano de obra calificada.
Si apreciamos nuestras exportaciones, quizás solamente
el software está hoy en condición de pasar el examen del dinamismo de
nuestros productos y seguimos exportando lo que exportaba Uruguay hace
treinta, cuarenta o cincuenta años. En los últimos sesenta años
nuestras exportaciones han girado entorno a los cinco productos básicos,
especialmente la carne. Naturalmente la carne ahora nos va a salvar. La
carne, la lana, el cuero, el arroz van a salvar al Uruguay de este tiempo,
pero en cualquier proyecto que hagamos del Uruguay del futuro no será
solamente con carne, arroz, y lana que vamos a poder ingresar al mundo,
sino que será también con los productos de nuestros servicios, y
especialmente con los productos de nuestra inteligencia. Nuestro software
nació prácticamente de la nada, exportó 250.000 dólares en al año 89,
está exportando 83 millones al año pasado y veo con alegría que sus
conductores nos dicen que quieren exportar 200 millones en el próximo
tiempo. Y yo les digo en mi nombre, pero también en el nombre del
Gobierno: bienvenido ese desafío. Estoy aquí a la orden para hacer con
los representantes del sector del software lo que el Uruguay tienen que
hacer para seguir afianzando este sector, que debe ser pionero y
simbólico en el desarrollo del futuro del país. Somos especialmente un
país predispuesto para estar en condiciones de ese desarrollo, no
solamente para recibir a las grandes empresas, como Tata Consulting, sino
también para estar en condiciones de, a través de pequeñas empresas del
software, darle lugar a nuestra mano de obra calificada y estar en
condiciones de exportar y de mejorar.
Alguno de los directivos de este sector decía que el
Estado podría dar una mano en co-organizar a estas pequeñas empresas
para que estén en condiciones de exportar. Yo intuyo que lo que se nos
está proponiendo es como una especie de Conaprole del software, y no me
parece mal: tener una empresa que reúna a los productos del software para
estar en condiciones de competir en el mundo podría ser una de las
salidas. Si no es esa, será la que los industriales del software nos
indiquen, porque claramente tendremos que hacer allí como hicimos una vez
con la leche. ¿Cuál es la política que el Uruguay tiene en materia de
producción de leche? Claramente la política que nos indican los
productores a través de Conaprole y de otras entidades. Bueno, el
Gobierno está dispuesto a escuchar lo que los industriales del software
tengan para decirnos, para que el Uruguay tenga esa proyección de ser un
país natural con gran infraestructura, con grandes telecomunicaciones,
pero que está en condiciones no solamente de exportar la mejor carne del
mundo sino tamben la inteligencia de su gente. Y este es un proyecto
completo para el país que el Uruguay ha venido abrazando con dificultades
y con algunas tardanzas en este tiempo, pero que sin duda lo tendrá que
hacer el en futuro.
¿Qué nos falta para llegar a ser ese país realmente
formidable que el Uruguay puede ser? ¿Qué nos falta para ser el país
moderno, el país pujante, el país capacitado e innovador que muchos de
nosotros soñamos? Nuestras estructuras están a la orden. Hemos avanzado
notoriamente en materia de infraestructuras. El Uruguay tiene una
cobertura social que le permite asegurar que vamos a pasar estos tiempos
de crisis con las menores heridas posibles. Habrá heridas, naturalmente.
Los uruguayos hemos perdido un 40 % de ingresos en el año 2002,
seguramente hay más personas pobres y más personas indigentes. Con todo,
me permito recordar que ninguna de las partidas presupuestales vinculadas
a la cobertura social en estos casos fue disminuida y que el país hizo el
milagro, en plena crisis, de sostener los programas sociales que hacen que
el Uruguay sea y siga siendo el país más equitativo y más progresista
de América Latina.
¿Qué nos falta? Ah, yo creo que nos falta mejor
diálogo político. Creo que hemos estado divididos entre dos mitades y
creo que es imprescindible que el Uruguay en su conjunto sea visto como
una realidad más global, y que el Partido Colorado, el Partido Nacional y
el Frente Amplio puedan tener un mejor diálogo político
Voy a terminar aquí mis expresiones, pero quiero
dedicar cinco minutos finales a esta cuestión que considero fundamental.
Hemos tenido desacuerdos muy fuertes y muy claros con el Frente Amplio en
el último tiempo. Como para que haya un desacuerdo tiene que haber por lo
menos dos partes, yo les voy a dar mi versión de los desacuerdos.
Naturalmente que no aspiro a tener toda la verdad, porque sería una
especie de soberbia de mi parte. Seguramente Astori, que siempre nos
acompaña en estos almuerzos y que un día de estos será invitado a decir
sus verdades acá, u otro dirigente del Frente Amplio podrá dar su propia
versión. Pero la verdad es que el Gobierno hizo el esfuerzo que entendió
mejor de su parte para lograr, específicamente en el tema de ANCAP, un
acuerdo que nos permitiera avanzar en la reforma de las empresas públicas
en unidad entre los partidos políticos.
Veníamos de un encuentro que había organizado el
General Seregni en su Centro de Estudios 1815, donde hubo un acuerdo de
los técnicos de todos los partidos en torno a la reforma de las empresas
públicas y en torno, específicamente, a la ley de ANCAP. Tras ese
acuerdo hicimos una comisión especial de servicios públicos en el
Senado, que era la que iba a consagrar dichos acuerdos y trabajamos en una
ley de ANCAP en la que tuvimos, por suerte, el apoyo de todos los sectores
parlamentarios y votamos la ley por mayoría, aunque con un espíritu casi
unánime de respaldo dado a esa iniciativa. Por razones diversas, luego el
Frente Amplio se asoció a la recolección de firmas y estamos hoy en la
alternativa de que el país irá a un referéndum en diciembre próximo,
según lo que dictamine la justicia electoral, que es la Corte Electoral.
A ese referéndum el gobierno va a concurrir a dar sus
razones en defensa de la posibilidad de que una empresa pública se asocie
al sector privado, porque creemos que este es el camino. Creemos que es el
camino adecuado para el Uruguay de hoy, para el Uruguay de hace unos años
atrás y para el Uruguay del futuro, y que sean cuales sean las
alternativas políticas y electorales de ese tiempo, seguramente va a ser
el camino que el Uruguay recorra. No hay otro camino que desmonopolizar,
desregular, darle a las empresas públicas la capacidad de competencia,
asociarlas a tecnologías e inversiones mayores que le permitan una
economía de escala para que estén en condiciones de competir y -en el
caso concreto de ANCAP- estar en condiciones de abatir el precio de los
combustibles, que tan importante es para el Uruguay.
Naturalmente que podemos tener sobre estos referendos y
plebiscitos posiciones diversas. Con todo respeto para todos los
ciudadanos que participan de estas ideas, yo digo que el Uruguay ha pecado
de referendismo por demás. Y que este referendismo ha significado, por un
lado, para unos la posibilidad de expresar ideas, lo cual siempre es bueno
para el país. Pero por otro lado ha significado incertidumbre jurídica,
la pérdida de la posibilidad de conseguir inversiones y, desde mi punto
de vista, la pérdida de la posibilidad de crear puestos de trabajo. Por
lo tanto, creo que, para el futuro del país es obligación de todos los
actores políticos pensar el tema del referendismo y de los plebiscitos
para ver si encontramos, con sentido de unidad y consenso, otros
mecanismos de expresión de los ciudadanos pero que no tranquen la fuerza
de la representación de los parlamentarios y las posibilidades que el
país tiene y reclama de cambiar las estructuras del Estado.
Con un gobierno o con otro, a ANCAP hay que cambiarla,
a ANCAP hay que modernizarla, a ANCAP hay que mejorarla.
Lo mismo habrá que hacer con las otras entidades
públicas y en este sentido creo que la invocación al diálogo que el
Gobierno hace otra vez en mi nombre -diálogo permanente, diálogo
abierto, diálogo para recibir sugerencias, diálogo para escuchar,
diálogo para decir cosas- es reiterado otra vez, con la esperanza no de
suspender este referéndum de ANCAP, que será si es que están las
firmas: al referéndum iremos. Yo creo que el país va a entender las
razones de quienes queremos reformar ANCAP. Si no las entiende, no será
tampoco la clausura ni el final del Uruguay transformador.
Fíjense que con referéndums de toda índole, con
plebiscitos para reformar la Constitución; con plebiscitos para
establecer un porcentaje fijo para la educación, como en 1994; con
referéndums sobre -en dos oportunidades- la ley del marco energético; en
dos oportunidades la ley de inversiones; en una oportunidad la ley de
urgencia; ahora con un plebiscito para reformar la Constitución sobre el
tema del agua: pese a eso, el Uruguay ha venido progresando notoriamente
en sus reformas de estructuras. El referendismo, que yo creo que nos
provoca un daño, no ha enlentecido la forma de ser de los uruguayos.
Tuvimos ley de puertos en 1991. Tuvimos de las reformas más importantes
que había en el Uruguay y que muchas veces se olvida que ha sido la
pacífica reforma de las aperturas de las Universidades privadas en 1995,
que después de la creación de la Universidad Católica -en el tiempo de
la dictadura- fue una de las reformas más formidables que ha habido en
materia de modernización intelectual del Uruguay. Tuvimos la madre de
todas las reformas, que fue la reforma de las jubilaciones y de las AFAP Y
tuvimos después la desmonopolización del mercado de los seguros, con lo
cual, claramente, el Uruguay ha venido desarrollando un camino de
transformaciones lentas y seguras, al estilo uruguayo, que muchos
quisiéramos que fueran más rápidas.
Actuamos todos muy a lo uruguayo. El Gobierno, que
postergó la subasta, los rematadores que protestaban porque la subasta no
la hacía un rematador, las empresas que presionaban al Gobierno para que
cambiara las condiciones, el Senado, que estuvo discutiendo –desde mi
punto de vista en forma un poco anacrónica porque ya los hechos estaban
jugados- hasta anoche a las doce de la noche si se portergaba o no se
postergaba la subasta. Fue todo muy a la uruguaya, pero habrá subasta del
Aeropuerto de Carrasco en poco tiempo. Se los comprometo en nombre del
gobierno: habrá ofertas para ese Aeropuerto y vamos a transformar ese
Aeropuerto como hay que transformarlo.
Todo es un poco lento, pero todo es. Y yo creo que eso
es lo que nos debe hacer pensar a todos que esta aventura de estar en el
Uruguay, de convivir entre nosotros, de mantener la tolerancia, de ir
transformando al país, de alimentar el proyecto, de seguir discutiendo
las ideas, es una aventura que bien vale la pena.
Como Vicepresidente siento que ha valido enormemente la
pena contribuir con el gobierno del Partido Colorado en este tiempo. Y
como uruguayo, más allá que sé de las dificultades terribles que vive
la gente desocupada, la gente con empleo precario, más allá que siento
como propia la desesperanza de cada uno de esos ciudadanos, más allá que
me imagino lo que estará pensando un uruguayo que gane 2.000 pesos por
mes -que muchos hay que no tienen más que esa suma para enfrentar sus
obligaciones mensuales- digo que siento otra vez orgullo de vivir en este
país, orgullo de pertenecer a la grey de los uruguayos. Los uruguayos tan
complejos que somos, tan desunidos, tan anárquicos a veces, tan
difíciles de convencer las otras, tan difíciles para unirnos
normalmente, pero que cuando vinieron las de apretar en el año 2002,
mostramos otra vez nuestra garra y nuestra condición moral. Condición
moral, desde la cual, más allá de los partidos, yo los invito a seguir
trabajando por el país y a hacer de este Uruguay un país cada vez más
grande, más serio, más responsable, más audaz y más generoso.
Muchas gracias.