26/06/03 

EN URUGUAY "TODO ES UN POCO LENTO PERO TODO ES"

El Vicepresidente de la República, Luis Hierro López, expresó que el Gobierno está abierto al diálogo "permanente y abierto" con todos los sectores para intercambiar ideas, recibir sugerencias y analizar la realidad del país. Un plebiscito por ANCAP no será la clausura ni el fin del Uruguay transformador, añadió. En Uruguay "todo es un poco lento, pero todo es", sostuvo.

DISCURSO DEL VICEPRESIDENTE DE LA REPÚBLICA, LUIS HIERRO LÓPEZ, EN EL ALMUERZO DE LA ADM
25/06/2003

VICEPRESIDENTE HIERRO LÓPEZ: Muchas gracias a ADM, muchas gracias a todos ustedes que están presentes en esto que se ha convertido un clásico entre nosotros. Yo suelo estar de ese lado disfrutando de la amistad y de la comida, y de los buenos discursos, y hoy me tocó tratar de volcar algunas reflexiones sobre el presente del Uruguay y especialmente algunas cuestiones sobre el futuro del Uruguay.

Creo que estas oportunidades son enormemente propicias para organizar nuestro pensamiento y tratar de resumir en apenas 40 minutos –que es lo que nos hemos propuesto que dure esta disertación mientras ustedes disfrutan, eso espero, del segundo plato- algunas cuestiones principales de quien habla hoy como Vicepresidente de la República, naturalmente investidura que no puede dejar de mantener, pero de quien habla también como un profundo uruguayo que tratará de volcarles a ustedes lo más sincero de su corazón.

Después de haber atravesado durante el año 2002 y parte y comienzo del 2003, la peor de las crisis que según se tiene memoria o según informan los analistas económicos, el Uruguay ha vivido a lo largo de su historia; naturalmente que mi versión personal casi íntima de esa crisis no importa tanto, pero yo les diría para graficar lo que hemos sentido muchos de los gobernantes, es que nunca pensamos a principios del año 2000 que entre el año 2001 y 2002 íbamos a tener que vivir tales azotes, y que naturalmente estábamos previendo para el destino del Uruguay un horizonte mucho más venturoso del que hemos tenido. Y desde ya que me apresuro a decir que entiendo que la crisis vino de afuera, pero tampoco dudo en reconocer que la crisis vino desde nosotros mismos, y en este sentido asumo toda la responsabilidad que me corresponda como Vicepresidente de la República, como está dispuesta a asumirla naturalmente el Presidente de la República, todos quienes representamos al partido de gobierno en unas u otras tareas, porque se nos ha criticado -creo que quizás con razón- que hemos enfatizado más en las causas externas de la crisis que en las propias. Y hemos enfatizado más porque las causas externas han tenido naturalmente, yo diría, la fuerza de las estructuras, y las propias han tenido la fuerza de la subjetividad o de los sentimientos. Entre unas y otras anda la justa causa, pero más allá de los errores cometidos, que seguramente podrán ser varios, por esta administración y por este Gobierno y por quienes lo representamos, tampoco hay duda alguna en cuanto a que el azote que sufrió el Uruguay en principio desde enero de 1999 cuando Brasil devaluó su moneda y luego durante todo el año 2002 a propósito de la crisis argentina, fue un azote extraordinario y que sin duda alguna puso a prueba no solamente la capacidad del Gobierno sino especialmente la capacidad del Uruguay, la capacidad de la nación, la capacidad de la sociedad, la capacidad de los uruguayos, para enfrentar y superar las dificultades.

Hoy estamos a fines de junio del año 2003. Prácticamente ha concluido un semestre del año 2003 y estamos en condiciones por lo tanto de mirar con mayor serenidad, con un poco de distancia, cómo los uruguayos hemos logrado superar esas acechanzas terribles del año 2002. Se podrá discutir si ha sido la crisis más dura de la historia. Sin duda que si sumamos la crisis del año 2002 a la recesión que provenía desde el año 99, 2000 y 2001, nadie podrá dudar y concluir de que ha sido la crisis más dura. Si lo miramos estrictamente como un asunto financiero y bancario, nuestro país no soportó durante meses una corrida bancaria como la que tuvimos desde febrero a junio, julio, principios de agosto, cuando tuvimos el feriado bancario del año 2002. Si lo miramos en lo que significó como inestabilidad en las clases medias uruguayas, quizá hay una crisis similar que refiere a los golpes de la inflación en torno al año 68, desde el año 65 al 68. Si lo miramos como pérdida de reservas, fue una crisis absolutamente extraordinaria. Si lo miramos como turbulencia regional no hubo a la vez una situación en la que Uruguay tuviera que enfrentar durante años consecutivos, los azotes que venían de Brasil y luego de Argentina, porque cuando un país andaba mal el otro andaba más o menos bien y cuando había inestabilidad en una zona había cierto crecimiento en la otra. Por lo tanto, más allá de los juicios, yo les quiero decir que realmente quienes hemos sido protagonistas, testigos, o meramente observadores de este acontecimiento del año 2002 tenemos la profunda convicción de que ha sido enormemente profundo y que ha dejado huellas, heridas y enseñanzas muy importantes para la sociedad uruguaya.

La primera de ellas es que el Uruguay mantuvo en ese tiempo de tormenta su identidad, su forma de ser, su característica y su personalidad. Hubiera sido relativamente fácil dejarnos llevar por las imágenes que venían de otros países, y sin embargo el Uruguay mantuvo su característica, su calma, esa calma y ese tranco que a veces criticamos cuando queremos andar más rápido. Pero mantuvimos nuestra forma de ser y el Gobierno no se cansa de establecer y de expresar su reconocimiento a los actores reales de aquella aventura que fueron los uruguayos, por un lado naturalmente los ahorristas que habían confiado en el país y que tenían sus depósitos en los bancos, pero por otro lado los uruguayos todos, desde los integrantes del sistema político -que reaccionó y funcionó con responsabilidad y con eficacia para votar las leyes rápidamente que el gobierno nos había solicitado- a los integrantes de la mayoría de los sectores sindicales, a la gente que es lo que más importa más allá de las corporaciones, y las organizaciones. ¿Cómo reaccionaron los uruguayos en ese tiempo de desencuentro y de incertidumbre? Reaccionaron con calma, con responsabilidad y con esperanza. Y creo que este es un enorme activo que tiene el Uruguay.

Muchas veces nos vemos tentados de decir "como el Uruguay no hay"; todavía, los más o menos veteranos sentimos esa tentación de decir "como el Uruguay no hay".

Y, en realidad, yo no puedo establecer ninguna comparación respecto a si ante una crisis similar, los pueblos de otras naciones han reaccionado con igual madurez y confianza. Pero digo, sí, que la reacción de nuestro pueblo fue excepcional y extraordinaria y habla otra vez de esas condiciones cívicas y morales que caracterizan al pueblo uruguayo, más allá de que crónicas cotidianas a veces nos hacen ver otra realidad o nos alejan de ese convencimiento de que somos un pueblo profundamente educado, democrático y cívico.

Finalmente, como uno tiene que pasar raya y tiene que ver las grandes cosas, digamos que la reacción que tuvo el Uruguay, los uruguayos, en ese tiempo difícil del año 2002 ha sido una reacción enormemente positiva, que, más allá de los desencuentros, le da al país fuerzas morales, cívicas e intelectuales para enfrentar los días del porvenir. Nos da factores de unidad para entender lo que nos pasó y,

más allá del posicionamiento político que cada uno tenga, nos da la posibilidad de ver que, por encima de nuestras diferencias, hay un Uruguay mayor a todos nosotros, mejor que todos nosotros. Una sociedad colectiva que reacciona por encima de nuestras parcialidades; una forma de ser nacional que va mucho más allá de cada partido, cada corporación o cada sindicato, que, en esos días en los que por un lado había amenazas de asaltos a los supermercados y había amenazas de que nos íbamos a quedar sin suministros y había sensación de que podía haber hasta una inestabilidad institucional. Sin embargo, en el sosiego, en la responsabilidad, en el sentimiento de cada uno de los uruguayos, esa nación que está por encima de todos nosotros, pudo más que nuestras debilidades y nos hizo fuertes ante la adversidad.

Y como bien se dice que las crisis enseñan -y las crisis son oportunidades más que asechanzas- yo creo que el pueblo o la gente, todos nosotros, el gobierno desde ya; no me corresponde a mí elogiar lo que hizo el gobierno, pero, debo decir también que -habiéndonos seguramente equivocado como nos habremos equivocado- no tengan duda de que dejamos el alma en a cancha para enfrentar esas dificultades y que tuvimos horas de insomnio; nunca tuvimos temor. Pero, ¡vaya que tuvimos horas de insomnio en aquellos meses de julio y agosto, sintiendo que la crisis financiera podría ser una crisis global del país!

Y no teníamos ni siguiera el intento de pensar "qué estarán pensando nuestros votantes", que nos votaron seguramente para conducir un gobierno exitoso de un país que estaba en crecimiento y que podía mejorar su performance, sino que estábamos -todos nosotros, quienes con humildad y con espíritu de servicio estamos trabajando en el gobierno- pensando "¡Caramba! ¿Qué estarán sintiendo en la soledad de sus casas los uruguayos todos?"

Algunos, que habían supuestamente perdido sus depósitos; otros, que tenían la intranquilidad de perder su trabajo; otros, que sentían que aquella confianza que sentían que el Uruguay había ganado anteriormente y que era un hito histórico de su realización social se había perdido para siempre. Otros, que pensaban que ingresábamos en una crisis social al estilo de la que tuvieran los países vecinos; otros, que meramente tenían miedo, porque el miedo acompaña a las familias y a los padres en los tiempos de desventuras.

Y lo que estábamos pensando todos era cómo hacer para morder los dientes, trancar las desventuras, resolver las situaciones y pensar que estábamos en condiciones de ver un país que tenía un amanecer.

Algunos meses después, yo vengo aquí a decirles con toda humildad que creo que hemos superado aquellas circunstancias de la desazón y de la desconfianza.

La hemos superado porque ha habido un equipo económico que con homogeneidad de criterio, con perseverancia y con fuerza -con esa perseverancia que el Ministro Atchugarry pone en sus acciones- con la humildad que hemos puesto todos nosotros; con la perseverancia en el rumbo que ha demostrado el Presidente de la República; con el apoyo indudable de todos los actores del Partido Colorado; con el apoyo a veces crítico pero siempre leal del Partido Nacional; con el apoyo también crítico y opositor pero apoyo al fin en las circunstancias más difíciles que hemos tenido también del Frente Amplio- Encuentro Progresista; con la comprensión de los sindicatos principales que tenían que lidiar en administrar la crisis, hemos venido saliendo.

Y yo me voy a permitir dar noticia de algunas cifras o algunas coyunturas que demuestran que el Uruguay de hoy es un Uruguay que –indudablemente- no es el país de agosto de 2002. ¿Esto significa que hemos superado totalmente la coyuntura crítica? No. Significa que estamos en el buen camino. Significa que con esfuerzo, con dedicación, con austeridad, el Uruguay, más allá de las acciones del gobierno, está en el buen camino para superar esa crisis. Y está en el buen camino para darle una respuesta a nuestro amigo Abuchalja, que iniciaba esta reunión con algunas sensaciones que podían ser pesimistas, que en realidad no lo eran porque también estaban convocando a formas de la esperanza.

El Uruguay de hoy es el Uruguay que ha permitido que el Banco de la República, aquél que fue acosado en la crisis, porque la crisis significó la pérdida de confianza no solamente en las instituciones bancarias, sino también en las instituciones públicas y especialmente en el Banco República, que era una especie de altar de la Patria en materia de seguridad y confianza. Hoy, el Banco República está en condiciones de devolver sus depósitos, después de pagar intereses preferenciales, antes de las fechas que había establecido la programación por ley.

Quiere decir que pocos meses después de aquella circunstancia tan trágica que vivimos entre julio y agosto del año 2002, en junio del año 2003, el Uruguay ve con alivio que su principal institución bancaria está respondiendo.

Teníamos razón los legisladores que votamos aquella primera ley de bancos en agosto del año 2002 diciendo que esa ley estaba destinada a defender al Banco de la Republica. Algunos colegas del Parlamento, algunos medios de prensa, algunos sindicatos, creyeron lo contrario entonces. Decían que no, que no íbamos a poder salvar a la principal institución financiera del país. No podemos echar campanas al vuelo, pero si el Banco República está, después de recuperar depósitos, devolviendo antes de lo previsto los depósitos con intereses preferenciales -y lo que es más sintomático, aun: reteniendo esos depósitos, porque la gente se queda en el Banco Republica- hay allí claramente una demostración de confianza, mucho más allá de lo que haya programado el gobierno o el legislador, una demostración de confianza que claramente es una expectativa que se nos abre a todos para certificar que el país se viene recuperando.

Hemos estado estos días con el señor Director Gerente del Fondo Monetario Internacional, el señor Kölher; hemos estado algunos legisladores, ministros, lideres políticos y hemos escuchado de él los elogios hacia el equipo económico de Gobierno, hacia el Uruguay, por lo que el Uruguay ha hecho en este tiempo. Me parece de enorme importancia que el elogio venga del FMI, porque es bueno recordar que con el FMI el Gobierno y el equipo económico tuvieron profundas diferencias, precisamente entre agosto y febrero, digamos, agosto del año 2002 y febrero del año 2003. Yo me animo a sumarme a esas diferencias, no como un protagonista, casi como un testigo. Corresponderá que algún miembro del equipo económico, algún día, dentro de algunos años, se refiera a estas cuestiones, porque naturalmente que los gobiernos serios, como es el Gobierno del Uruguay, no ventilan estas cuestiones abiertamente.

Pero se ha hecho público que hubo diferencias, porque el Fondo Monetario quería para Uruguay otras soluciones y de hecho nos estaba proponiendo, y casi que imponiendo, otras soluciones. Y el Uruguay, su equipo económico, su Gobierno, mantuvo su criterio de independencia, negoció desde una posición de fortaleza e impusimos el criterio del canje de deuda, que se decía que iba a fracasar, y por lo tanto, después de esas diferencias, haber recogido de parte del Director Gerente del FMI, el señor Kölher, en estos días que vino a Montevideo, una expresión de elogio a la forma en que Uruguay ha manejado con austeridad y con criterio su crisis financiera, a la forma en que hemos restablecido desde agosto en adelante las posibilidades para las personas ahorristas y la forma en que hemos encarado las situaciones derivadas de la variación de tipo de cambio, todo ello creo que es de enorme interés para que el Uruguay sepa que, no sólo porque lo dice el organismo internacional de crédito, sino porque así lo ve el mundo, la forma en que nos hemos recuperado desde la crisis de mitades del año pasado, es una forma que nos habla de la seriedad, de la confiabilidad, de la expectativa que Uruguay merece en el mundo.

Para un país pequeño, que tiene naturalmente una serie grande de dificultades, haber ganado la confianza de los organismos internacionales, haber ganado la confianza de nuestros acreedores, haber convencido voluntariamente a que ellos aceptaran el canje de la deuda, haber sido manejado el caso uruguayo como un caso realmente ejemplar, que puede inaugurar una nueva etapa en la administración de las deudas externas de los países, es realmente una cuestión que nos debe dar enorme fuerza y enorme confianza, confianza -aunque parezca una redundancia- en nuestras propias fuerzas. Porque yo les confieso que en algún momento de estas negociaciones internacionales teníamos un poco el sentimiento de que estábamos solos, y nos mirábamos entre nosotros, quienes tenían que tomar algunas resoluciones diciendo "Caramba, ¿estaremos bien en este rumbo del canje de la deuda, si es que desde afuera nos dicen que este no es el camino y que eventualmente hay que aceptar un default? ¿Estará bien Uruguay en manejar otros criterios?" Bueno, caramba, el pequeño y solitario Uruguay estuvo bien. Hicimos bien los deberes. Los hicimos con enorme esfuerzo, con enorme responsabilidad, con enormes dificultades, pero los hicimos bien. Le doy, a la valoración que hizo el FMI en estos días respecto a nuestra recuperación, esa dimensión y no otra. No porque lo diga el principal organismo internacional seremos mejores o peores, pero hasta hace cinco meses nos decían que estábamos haciendo las cosas mal, y hoy nos dicen que estamos haciendo las cosas bien. Bienvenido el reconocimiento.

Según nos informan los economistas, el Uruguay terminó, o llegó al piso de su recesión, en enero pasado. En esto yo quiero ser muy cauto porque sería inconveniente que establezcamos una, digamos así, "biología del optimismo", según la cual después de llegar al piso de la recesión necesariamente tenemos que crecer. Se supone que sí. Pero seamos cautos, porque hemos sufrido tanto que no queremos sufrir con nuevas decepciones. Pero en cualquier instancia, el índice CERES de crecimiento económico que maneja el economista Talvi, a quien tuve el gusto de consultar en el día de ayer para actualizar las cifras, indica claramente que desde febrero pasado el Uruguay viene con pequeños pero sostenidos índices de crecimiento. Y que en enero pasado, exactamente cuatro años después de la devaluación de 1999, el Uruguay llegó al piso de su recesión. Seguramente aquí hay personas más calificadas que yo para hablar de una recesión de cuatro años, pero señalo: una recesión de cuatro años realmente que es un acontecimiento histórico fenomenal.

Bueno, en febrero, en marzo y en abril tuvimos índices de crecimiento del 0.51, del 0.27 y del 1.19. Es muy poco, naturalmente. Pero veníamos con índices similares de decrecimiento, de caída. Y desde febrero tenemos estos índices que nos hablan de que ha habido un pequeño repunte. Y hablé con el economista Talvi para preguntarle respecto al índice mayo. No lo tenía terminado, naturalmente, y no podría por lo tanto adjudicarle a él lo que voy a arriesgar, pero de acuerdo a las cifras que me indicó, el índice CERES indica que mayo mantiene la tendencia al crecimiento. Por lo cual, si esto se confirma, estaríamos con cuatro meses de crecimiento, lo que se ha venido registrando también en la recaudación del país, que desde febrero claramente ha cambiado la tendencia a la baja, y con pequeños indicadores está indicando una tendencia a la suba. Aquí puede haber naturalmente, se puede estar advirtiendo el resultado de una mejora de la gestión, pero como ha habido esfuerzos previos para mejorar la gestión de la recaudación, uno tiende a creer que esta mejora en la recaudación que tenemos desde febrero es también una expresión que está indicando que, desde febrero, el país ha venido mejorando.

¿Cómo ha venido mejorando? Bueno, en este caso, el motor ha sido el agro, indudablemente. Creo que es oportuno hacer un reconocimiento de lo que el agro sus protagonistas, sus actores, sus líderes, han significado en la vida del país, naturalmente ayudados por un tipo de cambio que les ha beneficiado. Pero después de atravesar tiempos de dificultades el agro ha demostrado fortaleza y perseverancia.

Yo soy de los que cree que no podemos reiterar aquel viejo discurso de que solamente con el agro el país se va a salvar. Y también creo, a la vez, que no podemos reiterar aquel viejo discurso del agro contra la industria, del agro contra los servicios o el agro contra el turismo, y que el Uruguay merece y requiere especialmente un discurso global que le de al agro el papel que debe tener. Ha significado en el año 2000 más del 25% del PBI. Casi el 80% de las exportaciones, han tenido que ver con la agroindustria, especialmente, con la agroalimentación. En este sentido, no hay ninguna duda de que el agro uruguayo tiene un papel preponderante. No el agro solo, por favor; no volvamos a creer que el Uruguay, nace o perece con el agro, porque esto podría ser ideológicamente una apuesta equivocada. El Uruguay depende mucho de los servicios y el Uruguay del futuro dependerá especialmente de las industrias de la información y de las industrias de la inteligencia. Pero no hay duda que el agro ha tenido un papel preponderante en estos síntomas de recuperación.

En este sentido, creo que es importante destacar dos o tres cuestiones, que de la peripecia del agro en el año 2002 nos permiten destacar, más allá del deber social que puede haber significado la variación en el tipo de cambio, no hay duda de que el Uruguay es un país agroexportador, y, en esa medida, cualquier experiencia que hagamos en el futuro respecto a la posibilidad de un atraso cambiario, será una experiencia negativa.

No voy a hacer un juicio acá de lo que han significado las políticas de anclaje del atraso cambiario durante diez años. En todo caso hago un juicio positivo, porque soy un hombre con sentimientos positivos en todas las circunstancias, que fueron esbozos e intentos de estabilidad y, en la medida que fueron esbozos e intentos de estabilidad, bienvenidos. Pero sí podemos tener una lección: manejémonos siempre con el tipo de cambio real. Asumamos al Uruguay como es. Si el tipo de cambio es finalmente la expresión de nuestra capacidad de competitividad, no tratemos más de que el tipo de cambio vaya para un lado y el país para el otro. Esta experiencia clarísima en el año 2002 nos demuestra, con un tipo de cambio real, doloroso para algunos sectores endeudados en dólares para quienes también habrá la disponibilidad de todos nosotros de ir resolviendo esas cuestiones, pero no creamos que con el tipo de cambio más atrasado o también más adelantado, mas apreciado, vamos a cambiar realmente la sustancia y la situación del país. Somos el país real. La crisis ha tenido esa enorme ventaja de enfrentarnos al espejo y, en esa medida, así lo tenemos que asumir.

Creo que esa expresión a lo que ha ocurrido en el año 2002, nos deja esa enseñanza. Nos deja también la enseñanza de que se ha terminado -según entiendo yo, con toda humildad y cariño- de una vez y para siempre aquel viejo asunto de la refinanciación de las deudas del sector agropecuario. Si el Uruguay quiere asumirse como nación seria, definitiva y responsable, no podemos más estar de refinanciación en refinanciación: se terminó ese tiempo.

Es un tiempo en el cual, claramente, el Uruguay ha hecho lo posible por dar una solución que esperemos que sea definitiva. Hay colegas en el Parlamento que creen que no lo son y que van a insistir con una ley de refinanciaciones. Yo me opongo con toda fuerza a una ley que agregue mayor incertidumbre. Ha sido muy clara la respuesta del sector agropecuario. Ha habido cancelación de deudas con el Banco de la República por 40 millones de dólares, una cifra que habla de la fortaleza que tenía el sector. Y no nos confundamos: cada vez que hablamos de la deuda del sector agropecuario, en realidad estamos hablando de una minoría. No quiere decir que por ser minoría no sea respetable. Pero de 56.000 empresarios agropecuarios que hay en el país, desde el pequeño agricultor al gran estanciero, solamente 3.000 son empresarios que han tenido dificultades con los bancos. Y normalmente el sistema político, la prensa, las corporaciones, suelen prestarle mayor atención a las minorías ruidosas que a las mayorías silenciosas.

Por demás de los 3000, había una cantidad enorme de productores agropecuarios que no tenían deudas con sus bancos o que las habían enfrentado en tiempo y forma, y cada vez que estábamos intentando darle una respuesta a los 3.000 deudores -muchos de ellos justificadamente deudores; no los critico- estábamos lamentablemente postergando las posibilidades de crédito sano y más barato para los 53.000 restantes.

Esta es una lección que el país tiene que asumir definitivamente, porque de refinanciación en refinanciación no andan los países, no funcionan. Perdemos la responsabilidad y perdemos el criterio. Y en esa medida me parece muy claro que las lecciones del 2002 nos han demostrado que claramente el agro podría responder, que tenía recursos apropiados, que tenía tecnologías adecuadas, que estaba en condiciones de competir, que tiene vocación de seguir siendo parte del motor de la economía del país y que no requería de los bancos, porque, caramba, ¿cómo hizo el agro para andar tan bien con exportaciones formidables en materias de carnes? ¿Cómo hizo el sector oleaginoso para quintuplicar sus exportaciones en el año 2002 si los bancos no estaban funcionando y no había crédito? Quiere decir que, por encima de esas dificultades financieras, el agro tenía una realidad y una capacidad realmente importante para enfrentar las dificultades.

Es notorio que no será el agro el único motor de nuestras exportaciones. Somos un país que es exportador o deja de serlo. Yo no creo que un mercado interno de tres millones trescientos mil habitantes nos dé siquiera para discutir. Bienvenidas las apuestas para mejorar las condiciones del mercado interno, pero señalo que el destino del país está claramente vinculado al sector exportador. Seguimos teniendo exportaciones no dinámicas dependiendo de los rubros fundamentales. El gran desafío que tiene el Uruguay del presente, desde mi punto de vista, es lograr una mayor variedad en la propuesta exportadora, y a la vez lograr una exportación cada vez mayor de productos dinámicos, que son aquellos que tienen mayor inserción en el mercado internacional, que tendrán mejores precios, y que están avalados por la fuerza de un mano de obra calificada.

Si apreciamos nuestras exportaciones, quizás solamente el software está hoy en condición de pasar el examen del dinamismo de nuestros productos y seguimos exportando lo que exportaba Uruguay hace treinta, cuarenta o cincuenta años. En los últimos sesenta años nuestras exportaciones han girado entorno a los cinco productos básicos, especialmente la carne. Naturalmente la carne ahora nos va a salvar. La carne, la lana, el cuero, el arroz van a salvar al Uruguay de este tiempo, pero en cualquier proyecto que hagamos del Uruguay del futuro no será solamente con carne, arroz, y lana que vamos a poder ingresar al mundo, sino que será también con los productos de nuestros servicios, y especialmente con los productos de nuestra inteligencia. Nuestro software nació prácticamente de la nada, exportó 250.000 dólares en al año 89, está exportando 83 millones al año pasado y veo con alegría que sus conductores nos dicen que quieren exportar 200 millones en el próximo tiempo. Y yo les digo en mi nombre, pero también en el nombre del Gobierno: bienvenido ese desafío. Estoy aquí a la orden para hacer con los representantes del sector del software lo que el Uruguay tienen que hacer para seguir afianzando este sector, que debe ser pionero y simbólico en el desarrollo del futuro del país. Somos especialmente un país predispuesto para estar en condiciones de ese desarrollo, no solamente para recibir a las grandes empresas, como Tata Consulting, sino también para estar en condiciones de, a través de pequeñas empresas del software, darle lugar a nuestra mano de obra calificada y estar en condiciones de exportar y de mejorar.

Alguno de los directivos de este sector decía que el Estado podría dar una mano en co-organizar a estas pequeñas empresas para que estén en condiciones de exportar. Yo intuyo que lo que se nos está proponiendo es como una especie de Conaprole del software, y no me parece mal: tener una empresa que reúna a los productos del software para estar en condiciones de competir en el mundo podría ser una de las salidas. Si no es esa, será la que los industriales del software nos indiquen, porque claramente tendremos que hacer allí como hicimos una vez con la leche. ¿Cuál es la política que el Uruguay tiene en materia de producción de leche? Claramente la política que nos indican los productores a través de Conaprole y de otras entidades. Bueno, el Gobierno está dispuesto a escuchar lo que los industriales del software tengan para decirnos, para que el Uruguay tenga esa proyección de ser un país natural con gran infraestructura, con grandes telecomunicaciones, pero que está en condiciones no solamente de exportar la mejor carne del mundo sino tamben la inteligencia de su gente. Y este es un proyecto completo para el país que el Uruguay ha venido abrazando con dificultades y con algunas tardanzas en este tiempo, pero que sin duda lo tendrá que hacer el en futuro.

¿Qué nos falta para llegar a ser ese país realmente formidable que el Uruguay puede ser? ¿Qué nos falta para ser el país moderno, el país pujante, el país capacitado e innovador que muchos de nosotros soñamos? Nuestras estructuras están a la orden. Hemos avanzado notoriamente en materia de infraestructuras. El Uruguay tiene una cobertura social que le permite asegurar que vamos a pasar estos tiempos de crisis con las menores heridas posibles. Habrá heridas, naturalmente. Los uruguayos hemos perdido un 40 % de ingresos en el año 2002, seguramente hay más personas pobres y más personas indigentes. Con todo, me permito recordar que ninguna de las partidas presupuestales vinculadas a la cobertura social en estos casos fue disminuida y que el país hizo el milagro, en plena crisis, de sostener los programas sociales que hacen que el Uruguay sea y siga siendo el país más equitativo y más progresista de América Latina.

¿Qué nos falta? Ah, yo creo que nos falta mejor diálogo político. Creo que hemos estado divididos entre dos mitades y creo que es imprescindible que el Uruguay en su conjunto sea visto como una realidad más global, y que el Partido Colorado, el Partido Nacional y el Frente Amplio puedan tener un mejor diálogo político

Voy a terminar aquí mis expresiones, pero quiero dedicar cinco minutos finales a esta cuestión que considero fundamental. Hemos tenido desacuerdos muy fuertes y muy claros con el Frente Amplio en el último tiempo. Como para que haya un desacuerdo tiene que haber por lo menos dos partes, yo les voy a dar mi versión de los desacuerdos. Naturalmente que no aspiro a tener toda la verdad, porque sería una especie de soberbia de mi parte. Seguramente Astori, que siempre nos acompaña en estos almuerzos y que un día de estos será invitado a decir sus verdades acá, u otro dirigente del Frente Amplio podrá dar su propia versión. Pero la verdad es que el Gobierno hizo el esfuerzo que entendió mejor de su parte para lograr, específicamente en el tema de ANCAP, un acuerdo que nos permitiera avanzar en la reforma de las empresas públicas en unidad entre los partidos políticos.

Veníamos de un encuentro que había organizado el General Seregni en su Centro de Estudios 1815, donde hubo un acuerdo de los técnicos de todos los partidos en torno a la reforma de las empresas públicas y en torno, específicamente, a la ley de ANCAP. Tras ese acuerdo hicimos una comisión especial de servicios públicos en el Senado, que era la que iba a consagrar dichos acuerdos y trabajamos en una ley de ANCAP en la que tuvimos, por suerte, el apoyo de todos los sectores parlamentarios y votamos la ley por mayoría, aunque con un espíritu casi unánime de respaldo dado a esa iniciativa. Por razones diversas, luego el Frente Amplio se asoció a la recolección de firmas y estamos hoy en la alternativa de que el país irá a un referéndum en diciembre próximo, según lo que dictamine la justicia electoral, que es la Corte Electoral.

 

A ese referéndum el gobierno va a concurrir a dar sus razones en defensa de la posibilidad de que una empresa pública se asocie al sector privado, porque creemos que este es el camino. Creemos que es el camino adecuado para el Uruguay de hoy, para el Uruguay de hace unos años atrás y para el Uruguay del futuro, y que sean cuales sean las alternativas políticas y electorales de ese tiempo, seguramente va a ser el camino que el Uruguay recorra. No hay otro camino que desmonopolizar, desregular, darle a las empresas públicas la capacidad de competencia, asociarlas a tecnologías e inversiones mayores que le permitan una economía de escala para que estén en condiciones de competir y -en el caso concreto de ANCAP- estar en condiciones de abatir el precio de los combustibles, que tan importante es para el Uruguay.

Naturalmente que podemos tener sobre estos referendos y plebiscitos posiciones diversas. Con todo respeto para todos los ciudadanos que participan de estas ideas, yo digo que el Uruguay ha pecado de referendismo por demás. Y que este referendismo ha significado, por un lado, para unos la posibilidad de expresar ideas, lo cual siempre es bueno para el país. Pero por otro lado ha significado incertidumbre jurídica, la pérdida de la posibilidad de conseguir inversiones y, desde mi punto de vista, la pérdida de la posibilidad de crear puestos de trabajo. Por lo tanto, creo que, para el futuro del país es obligación de todos los actores políticos pensar el tema del referendismo y de los plebiscitos para ver si encontramos, con sentido de unidad y consenso, otros mecanismos de expresión de los ciudadanos pero que no tranquen la fuerza de la representación de los parlamentarios y las posibilidades que el país tiene y reclama de cambiar las estructuras del Estado.

Con un gobierno o con otro, a ANCAP hay que cambiarla, a ANCAP hay que modernizarla, a ANCAP hay que mejorarla.

Lo mismo habrá que hacer con las otras entidades públicas y en este sentido creo que la invocación al diálogo que el Gobierno hace otra vez en mi nombre -diálogo permanente, diálogo abierto, diálogo para recibir sugerencias, diálogo para escuchar, diálogo para decir cosas- es reiterado otra vez, con la esperanza no de suspender este referéndum de ANCAP, que será si es que están las firmas: al referéndum iremos. Yo creo que el país va a entender las razones de quienes queremos reformar ANCAP. Si no las entiende, no será tampoco la clausura ni el final del Uruguay transformador.

Fíjense que con referéndums de toda índole, con plebiscitos para reformar la Constitución; con plebiscitos para establecer un porcentaje fijo para la educación, como en 1994; con referéndums sobre -en dos oportunidades- la ley del marco energético; en dos oportunidades la ley de inversiones; en una oportunidad la ley de urgencia; ahora con un plebiscito para reformar la Constitución sobre el tema del agua: pese a eso, el Uruguay ha venido progresando notoriamente en sus reformas de estructuras. El referendismo, que yo creo que nos provoca un daño, no ha enlentecido la forma de ser de los uruguayos. Tuvimos ley de puertos en 1991. Tuvimos de las reformas más importantes que había en el Uruguay y que muchas veces se olvida que ha sido la pacífica reforma de las aperturas de las Universidades privadas en 1995, que después de la creación de la Universidad Católica -en el tiempo de la dictadura- fue una de las reformas más formidables que ha habido en materia de modernización intelectual del Uruguay. Tuvimos la madre de todas las reformas, que fue la reforma de las jubilaciones y de las AFAP Y tuvimos después la desmonopolización del mercado de los seguros, con lo cual, claramente, el Uruguay ha venido desarrollando un camino de transformaciones lentas y seguras, al estilo uruguayo, que muchos quisiéramos que fueran más rápidas.

Actuamos todos muy a lo uruguayo. El Gobierno, que postergó la subasta, los rematadores que protestaban porque la subasta no la hacía un rematador, las empresas que presionaban al Gobierno para que cambiara las condiciones, el Senado, que estuvo discutiendo –desde mi punto de vista en forma un poco anacrónica porque ya los hechos estaban jugados- hasta anoche a las doce de la noche si se portergaba o no se postergaba la subasta. Fue todo muy a la uruguaya, pero habrá subasta del Aeropuerto de Carrasco en poco tiempo. Se los comprometo en nombre del gobierno: habrá ofertas para ese Aeropuerto y vamos a transformar ese Aeropuerto como hay que transformarlo.

Todo es un poco lento, pero todo es. Y yo creo que eso es lo que nos debe hacer pensar a todos que esta aventura de estar en el Uruguay, de convivir entre nosotros, de mantener la tolerancia, de ir transformando al país, de alimentar el proyecto, de seguir discutiendo las ideas, es una aventura que bien vale la pena.

Como Vicepresidente siento que ha valido enormemente la pena contribuir con el gobierno del Partido Colorado en este tiempo. Y como uruguayo, más allá que sé de las dificultades terribles que vive la gente desocupada, la gente con empleo precario, más allá que siento como propia la desesperanza de cada uno de esos ciudadanos, más allá que me imagino lo que estará pensando un uruguayo que gane 2.000 pesos por mes -que muchos hay que no tienen más que esa suma para enfrentar sus obligaciones mensuales- digo que siento otra vez orgullo de vivir en este país, orgullo de pertenecer a la grey de los uruguayos. Los uruguayos tan complejos que somos, tan desunidos, tan anárquicos a veces, tan difíciles de convencer las otras, tan difíciles para unirnos normalmente, pero que cuando vinieron las de apretar en el año 2002, mostramos otra vez nuestra garra y nuestra condición moral. Condición moral, desde la cual, más allá de los partidos, yo los invito a seguir trabajando por el país y a hacer de este Uruguay un país cada vez más grande, más serio, más responsable, más audaz y más generoso.

Muchas gracias.