09/05/03
ESTE
ES UN PAÍS QUE VA A CRECER
“El
camino es muy claro, este es un país que va a crecer de lo que el país
naturalmente produce y es competitivo”, dijo el Presidente Batlle en la
celebración del Centenario del Centro Militar, haciendo alusión a que podemos
entrar a vivir los mismos tiempos que vieron el nacimiento de dicho
Centro, tiempos donde el país ha superado una crisis feroz.
PALABRAS
DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA, JORGE BATLLE, EN EL ACTO DE CELEBRACIÓN
DEL CENTENARIO DEL CENTRO MILITAR
08/05/2003
Señor
Teniente General Rebollo, señor presidente del Centro Militar Artigas,
señores Comandantes en Jefes, señores socios del Centro Militar Artigas,
señoras, señores Jefes y Oficiales:
No estaba en el programa
que yo hiciera uso de la palabra; tampoco estaba en el mío. Es la vieja
tentación, quizás, como consecuencia de la prohibición de hablar, que
me lleva a decir dos o tres cosas a propósito del Centro Militar, del
año 1903, de aquel tiempo y de este tiempo, y sobre todo de un tiempo que
a lo largo de nuestra historia -desde los albores de la misma, desde 1810
en adelante- ha tenido una activa presencia de las Fuerzas Armadas del
Uruguay.
Sin ninguna duda, el Centro
Militar que las reúne a través de su actividad para propender al estudio
de la ciencia militar y para propender, además, al desarrollo cultural de
las actividades sociales que él representa, es para el cuerpo militar un
instituto de importancia, cuya actividad debe estimularse y cuyos
objetivos deben mantenerse y a ellos todos debemos propender.
Cuando se habla del año de
1903 -aunque me corresponden las generales de la ley- se está hablando
del tiempo del hoy y del tiempo del mañana. Los países y las sociedades
-a mi modo- atraviesan por circunstancias históricas claramente
definidas, en donde se van dando, a través de distintas etapas, una serie
sucesiva de acontecimientos que van formando y constituyendo a las
sociedades, las van preparando para los cambios y las van -con las
dificultades naturales que ello supone- insertándolas no solamente en los
tiempos que corren, sino en los tiempos por venir.
En ese tipo de
circunstancias todos hemos participado; y todos hemos participado cada uno
desde nuestro ángulo, y cada uno desde nuestro punto de vista, pero todos
hemos sido actores -y actores todos activos- en la consecución de los
objetivos colectivos que en cada momento se van dando en cada una de las
sociedades y, en este caso, en la nuestra.
Yo veo así, desde ese
punto de vista, el país en una clara situación parecida a la de
entonces, con tiempos parecidos a los de entonces. Sin ninguna duda, en el
marco de las dificultades vividas en el país en la segunda mitad del
siglo XIX, con crisis económicas profundas, durante la presidencia del
General Lorenzo Batlle se fundieron varios bancos, se fundaron y se
fundieron; entre otros, Mauá, Irineo Evangelista de Souza, representante
del Banco Rothschild. Hubo crisis financieras, hubo crisis económicas. En
1873, se promulgó la Ley del Curso Forzoso, que determinó que Máximo
Pérez hiciera una interesante carta, diciéndole al gobierno que si
seguía mandándole esos papeles medio feos que imprimía, en lugar de la
doble “A” y de la libra esterlina, él con sus mil chuzas lo iba a
sacar al gobernante de su lugar. El hombre tenía temor a la vocación
impresora de los gobiernos, o sea, a la vocación inflacionaria o emisión
excesiva de los gobiernos y al abandono de los patrones-oro, que
determinaban que el gobierno no tenía el derecho de imprimir moneda,
porque imprimir monedas de oro era muy difícil de hacer; oro que fue el
respaldo de la moneda nacional durante muchos y muchos años.
Tiempo ése que ha sido
descrito mejor que por nadie, a mi juicio, por Alberdi, que le permitió a
estas naciones, la nuestra, crecer en medio de dificultades y de
conflictos, de dolores, de gente que quedó tendida en los campos, muertos
y desaparecidos sin saber cuál había sido la causa o el motivo que en
cada circunstancia había dado origen a ese acaecer; que lucharon por
cosas por las que creyeron que debían dar su vida, en las que apostaron
la tranquilidad de sus familias, sus bienes y todo lo más que podían
dar. Detrás de aquello que un día el señor Batlle y Ordóñez, luego de
la Paz de 1904, dijera -referente al saludo que le hiciera a los
integrantes de los cuerpos militares que representaban al gobierno- que
había que abrirle los brazos a los hermanos que habían andado o caído
en el no siempre claro camino del deber, para alcanzar la paz, que es un
bien enormemente anhelado por todos los pueblos y siempre difícil de
lograr, y siempre difícil de preservar.
Esa
fue una época formidable para estos países, para todos los países de la
región. Vivíamos en un mundo que describió el amigo Assunçao con
pequeños toques muy precisos, vinculados a la vida cotidiana, que daban
clara expresión de lo que ese mundo era entonces. Un mundo de una
civilización atlántica en donde se dio una formidable transferencia de
recursos financieros, que en términos desestacionados fueron mayores que
los recursos financieros que hoy llegan a estas regiones, provenientes de
las organizaciones multilaterales de crédito; que se dio sin la
existencia del Fondo Monetario, ni del Banco Mundial ni del Banco
Interamericano de crédito. Recursos que permitieron construir en la
República Oriental del Uruguay tres mil kilómetros de vías férreas.
Recursos que permitieron obtener, en el gobierno del capitán general
Máximo Santos, los créditos en Inglaterra para que las compañías
francesas -muchos años después sustituidas por las belgas- le
permitieran al gobierno de la época, en 1902, inaugurar el Puerto de
Montevideo con una profundidad de 10 metros al cero. O sea, más o menos
un metro menos de lo que hoy estamos esperanzados en dragar a la entrada
del Puerto de Montevideo, cien años después. Recursos que le permitieron
a estos países recibir una enorme influencia tecnológica, que en aquella
época era la tecnología de punta; no vinieron los ferrocarriles de
segundo nivel, ni vinieron las instalaciones de gas de segundo nivel, ni
vinieron los tranvías en desuso en Europa, ni vinieron el telégrafo ni
los teléfonos, que inclusive en Montevideo uno podía hacerse abonado a
la compañía alemana de teléfonos, o a la otra compañía de teléfonos,
que disputaban, compitiendo entre ellas, en el mercado local.
Tiempos
que vieron, además, la incorporación al país de todas las razas finas
de ganados vacunos y ovinos, y yeguarizos. Tiempos que permitieron ver
nacer la banca, las compañías de seguros y lo que fue la primera gran
incursión industrial de la mano del famosísimo químico alemán Liebig,
que luego fue sustituido por la llamada Liebig Packing Plant de Fray
Bentos, de una organización vertical como se estila que hoy debe existir,
que iba desde el campo de farrapos y la pileta hasta los barcos de
transporte y las carnicerías que venden el producto final en el Reino
Unido.
Esos tiempos le permitieron
al país crecer, enormemente. Fue en 1903 que se fundaron las Facultades
de Agronomía y de Veterinaria, en los mismos edificios en que todavía
están hoy. Fueron esos tiempos en los cuales el país importó técnicos,
importó nada más ni nada menos que a Berger, que fue el gran
iniciador de la genética triguera, el que permitió sembrar de
conocimiento y evolución a las variables genéticas de los trigos en la
Argentina. Cuántos fuimos los que plantamos a lo largo de los años 40 y
50 las variedades semilleras trigueras argentinas que provenían de los
alumnos de ese gran sabio alemán Berger; el conocimiento de nuestra
geología, de otro sabio alemán, Walter, el conocimiento de nuestra
riqueza ictícola, de un hombre de origen italiano, que vino también al
Uruguay con ese mismo propósito.
O sea, fue un tiempo de
enorme expansión, de enorme desarrollo, de enorme desarrollo. Fue un
tiempo político en el mundo, en donde vivíamos en medio de lo que se dio
en llamar “la pax britannica”, en donde los mercados eran
absolutamente abiertos, los precios eran absolutamente convergentes; los
precios de las materias primas, inclusive, los precios de los salarios,
que habilitaban a que todas estas naciones crecieran y que pudieran
generar un mejor nivel de vida y una mejor capacidad de alcanzar -para
todos aquellos que nacían bajo nuestros cielos- mayores y mejores
oportunidades. Y eso se hizo en función de lo que este país se dio a sí
mismo.
Yo he dicho -y en algunos
casos se ha tomado esto como una expresión hasta digamos que permitía la
ironía, y creo que es bueno, la ironía sobre lo que dicen los
gobernantes es una forma de quitarle presión muchas veces a las
dificultades de la vida y no es nuevo, y no es nuevo; ya los carnavales lo
hacían, también a principios de siglo, de los gobernantes de entonces-
yo he dicho que éste es un país fantástico y, sin ninguna duda, lo es.
Porque se pudo dar a sí mismo -siendo un país muy pequeño- una calidad
de vida que se expandió a lo largo de toda la estructura social del
Uruguay, y que le permitió -
y si no revísense ustedes mismos en sus propios orígenes familiares- que
la nuestra fue una sociedad abierta desde donde los hijos de las familias
más alejadas del poder del capital, o de la tradición, podían llegar a
través de la educación a los logros que sus talentos y sus virtudes les
habilitaban.
Y así con la presencia
vigente siempre del Centro Militar, testigo de todo esto, el país fue
creciendo hasta la gran crisis, la gran crisis del 29, que fue la gran
crisis en Europa, que coincidió con la crisis de la primera post-guerra,
de la gran trágica Guerra Mundial, y que determinó un cambio fundamental
en la estructura de las sociedades en Europa.
Si nosotros analizamos un
poco cuáles fueron las tendencias políticas en los gobiernos europeos
después de la guerra, para entender lo que fue la desaparición del
patrón-oro en 1923, el comienzo de la sustitución de esas economías por
otros sistemas, el fracaso posterior de la Liga de las Naciones y las
teorías políticas que se sucedieron en los distintos países, como
formas de atender la destrucción de la red social que la guerra había
generado, y al mismo tiempo eso lo trasladamos a nuestros países que sin
haber sufrido la guerra habían comenzado a tener el beneficio de los
recursos que las guerras generaban, a los cuales se agregaron los
beneficios que dio la Segunda Guerra, entonces nosotros, todos estos
países, hicimos una mezcla -a mi juicio, y lo digo, en fin, con el
relativismo que supone el juicio de una persona- hicimos una mezcla de
políticas, digamos, a las que Octavio Paz las calificó de “las
políticas de logro filantrópico”, en donde teníamos una enorme
cantidad de recursos, con los cuales veíamos que hacíamos, tirábamos,
prosperidad y bienes materiales para la comunidad en un mundo que luego
del ‘40 empezó a cambiar vertiginosamente y que nos dejó a todos
nosotros, al tiempo que vivimos la confrontación de una bipolaridad
feroz, ideológica, luego de la caída de los imperios coloniales que se
dio recién en la década de los 50, totalmente marginados de la historia
y de la posibilidad de acceder, como accedíamos antes, a los mercados a
los cuales y con los cuales habíamos desarrollado nuestra cultura,
nuestra educación, nuestra riqueza, nuestros contactos. Nuestras abuelas,
cuando tenían alguna posibilidad de salir del Uruguay, iban a Europa, no
iban a Estados Unidos; nadie aprendía americano, todo el mundo aprendía
francés o antiguo y buen inglés, pero
no americano.
Ese
mundo, a América la marginó completamente, a América la marginó
completamente. Leyendo las cosas antiguas, uno ve con asombro cómo la
mayor parte de las discusiones sobre política internacional de la Santa
Alianza tenían que ver con América. En el Congreso de los Príncipes,
celebrado en Aquisgrán en 1818, la discusión fue si tenía derecho
Portugal a mantener su fuerza en Montevideo o si correspondía que España
recibiera de Portugal el territorio que Portugal había ocupado. Ese fue
el tema central de la agenda de la discusión del Congreso de los
Príncipes, bajo la Santa Alianza, realizado en 1818. América estaba en
la historia.
América, después del 50,
dejó de formar parte de la historia nada más que para ser un campo de
agramante, en donde se disputaron por la fuerza y por la violencia unos
contra los otros, para imponer por la violencia teorías que por los votos
no se podían imponer, debilitando las democracias y haciendo que estos
países sufrieran enormemente y vivieran acontecimientos que los jóvenes
que entraron como cadetes a la Escuela Militar nunca pensaron que entraban
para vivir esos acontecimientos. Jamás pensaron que entraban para vivir
esos acontecimientos. Más allá del acierto o del error de cada una o
todas de las acciones de civiles y de no civiles, lo cierto es que el
Continente entero fue arrastrado a participar de una confrontación que no
le era propia, que no la había buscado y que le era totalmente ajena.
Esos tiempos han pasado, y
ha sido difícil restañar las heridas, muy difícil. Y ha sido un proceso
largo, y unos países lo han hecho mejor que otros. Y yo creo que el
Uruguay lo ha hecho mejor que otros. Y creo que es un proceso que va a ir
acercándonos cada día más a la paz, y en eso todos tenemos que
hacer los esfuerzos necesarios, sabedores de que no vamos a estar siempre
totalmente acertados en cada uno de los pasos y en cada una de las
acciones, pero sí que vamos a estar acertados en el objetivo final.
Pero existe otro tiempo, a
mi juicio. Hoy empieza, en este tiempo, otro tiempo,
un tiempo mucho más parecido al de 1903 que a 1930 y que a 1960, e
inclusive que a la década de los noventa. Hoy existe otro tiempo. Hoy
el país asiste, a mi juicio, a otra demanda, a otra pregunta que
su realidad le hace al país, que su destino le hace al país. Y es
propicia la ocasión
de este Centenario del Centro Militar, que se funda en ese año de 1903,
por el que fuera Presidente
de la República -en circunstancias posteriores a la Revolución del
Quebracho- el General Máximo Tajes; porque aquella revolución del
Quebracho, como Campisteguy le contó a Pivel Devoto, para los jóvenes
del Batallón universitario no tenía nada que ver con los problemas entre
Latorre y Santos; para los jóvenes de la Revolución del Quebracho, para
ellos -según Campistguy, don Juan Campisteguy, le contara al Profesor
Pivel Devoto- “Era una revolución dentro de una revolución”. Esa
generación fue la que gobernó al Uruguay en los planos políticos y
culturales y literarios, sociales y militares desde la Revolución del
Quebracho hasta 1929. Ese fue el Uruguay que realmente hoy todos queremos
volver a tener. Desde este 1900 -digamos, para tener una fecha más linda,
porque el 29 me recuerda cosas tristes- la del 30, que es la del primer
campeonato mundial. Porque el segundo campeonato mundial que fue muy
grande, muy grande, nunca nos olvidemos que lo peleamos contra jóvenes
diezmados por la guerra.
Y
entonces, ¿qué es lo que yo siento que hoy el Uruguay tiene como
destino? Yo creo que de nuevo podemos entrar a vivir los mismos tiempos
que vieron el nacimiento del Centro Militar, nuevos tiempos de la
confrontación civil que coincidieron en ese año, no. Los tiempos a los
que se refería con tanta gracia e ilustración el Profesor Assunçao, los
tiempos en donde el país ha superado una crisis feroz. No ha habido en la
historia del Uruguay una crisis tan terrible como la del año pasado, no
ha habido. No tienen ustedes, por más que son sensibles a las cosas, idea
de lo que ha sido el proceso de la crisis financiera del año pasado. En
un país que no tiene riquezas petrolíferas ni gasíferas conocidas, que
no tiene un mercado interno que lo pueda soportar, que no tiene dimensión
geográfica significativa, cuyas producciones no son nada en ningún
mercado al cual concurre, no tienen dimensión suficiente, no fijan
precios, no señalan ni dan indicaciones hacia dónde va ni debe ir el
mercado, con apenas 3 millones de habitantes y un poco más, fue realmente
una experiencia que el país no va a olvidar. Y en ese sentido, cuando yo
digo que es un país fantástico -y lo reitero- porque me llena de goce en
decirlo.
Voy
a decirles una cosa, un amigo mío argentino, vino hacer cola en el Banco
Comercial para retirar de un Cofre Fort, unos documentos comerciales que
él necesitaba para su compañía, se puso en la cola con un amigo
uruguayo, era larga la cola, y a la media hora el amigo uruguayo le dijo,
“Che vámonos, venimos mañana”. Dijo “No, yo me quiero quedar.
Mirá aquella señora, cruzó al bar en la calle Zabala, trajo sandwiches
y coca cola y está en el amable montón comentando vaya saber qué
acontecimiento. Mirá, aquel señor, trajo un banquito está sentado
leyendo un libro. Yo me quiero quedar, si estuviéramos en la Argentina
nos hubiéramos peleados todos entre nosotros, habríamos roto todos los
vidrios y no habríamos podido arreglar absolutamente nada”. Eso es lo
que le permitió al Uruguay, más allá de la estabilidad de su sistema
social y político, atravesar en paz y preservar en democracia la vida del
Uruguay en la peor de las crisis.
Y
de eso en este mes de mayo, estamos empezando a estar del otro lado del
río, y eso entonces nos obliga en el Centenario de este cuerpo, que
representa la institución más antigua de la República, porque
las Fuerzas Armadas representan la institución más antigua de la
República, la más estable. Había
Fuerzas Armadas antes de haber gobierno en el Uruguay. En el libro de
Thomas Penn, la democracia de la tierra firme, “La independencia de la
tierra firme”, que él le pide al Cabildo de Montevideo que se lo
remita. Artigas es la conjunción de un esfuerzo militar con el sostén de
una gran fuerza política, al punto que su victoria nace el día mismo de
su derrota. El día que tiene que exiliarse al Paraguay. cruzando el Río
Paraná, se va como un militar derrotado, pero como un político
triunfador.
En este momento, entonces,
en donde las Fuerzas Armadas siguen siendo para cualquier sociedad, y
también para el Uruguay, parte de lo mejor de su historia, en las
dificultades y en las no dificultades, porque nadie vive la vida caminando
sobre hojuelas, sino muchas veces teniendo que enfrentar cosas para las
cuales no estaba ni preparado ni deseoso de haberlas tenido que enfrentar,
en este momento yo creo que estamos en unas circunstancias que nos va a
permitir preguntarnos a nosotros cuál es el Uruguay que queremos armar,
cuál es el Uruguay que queremos hacer, para que este país pueda volver a
insertarse en el mundo, como se insertó entre 1870 y 1930, y volver a
crecer en libertad, y hacer que nuestra gente encuentre sus oportunidades
acá, y no tener que encontrarlas fuera de este país y fuera de este
Continente.
Y vuelvo a pensar por
tanto, que es claro el camino. El camino es muy claro, este es un país
que va a crecer de lo que el país naturalmente produce y es competitivo.
Este país no tiene ninguna razón para que no pueda, en vez de producir
dos mil millones de dólares de productos primarios de commodities con
valor agregado, producir el doble o producir el triple. Lo que pasa que
ahí esta el desarrollo científico, el desarrollo tecnológico y el
desarrollo industrial. Es ese. Y la otra punta son los servicios. Porque
este país nació de las vacas y del puerto. Y el puerto son los
servicios, y el campo son las producciones.
Y si nosotros afinamos
nuestra percepción de las cosas y nos afirmamos en estos dos polos, los
servicios son la tecnología de punta de carácter electrónico para
aportarle al desarrollo primario los valores del conocimiento científico,
como fueron los ferrocarriles más adelantados que el Uruguay tuvo, y el
gas más adelantado que el Uruguay tuvo, y los servicios más adelantados
que el Uruguay tuvo en 1880, entonces no tengo duda que si este país
además es morigerado en el gasto, no gasta más de lo que debe, sabe
ahorrar y sabe invertir en esa línea, y sabe que lo mejor para el que
trabaja es la seguridad de poder acercarse a un lugar y aplicar su
energía y no recibir un beneficio a cambio de no hacerlo, y le damos a
todo eso un valor moral y un valor ético, y le damos al país la
continuidad en la seriedad que nos ha permitido distinguir a todos los
uruguayos como a un país capaz de cumplir con sus obligaciones,
posiblemente, aunque no se sabe nunca, señor Teniente General, no pueda
estar en la celebración del segundo centenario del Centro Militar, pero
seguro, los que vengan después de usted lo van a celebrar en un país
siempre libre y mejor. Muchas gracias.
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