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17/10/03 HAY
OTRA EUROPA: LA DEL MERCOSUR “Europa,
hoy, todavía no se ha dado cuenta que hay otra Europa, la única en el
mundo, sin ser ésta: la del MERCOSUR”, dijo el Presidente Batlle al ser
distinguido con el Doctorado Honoris Causa en la Universidad de Pisa en
Italia. PALABRAS DEL PRESIDENTE
DE LA REPÚBLICA, JORGE BATLLE, AL RECIBIR EL DOCTORADO HONORIS CAUSA EN
LA UNIVERSIDAD DE PISA, ITALIA PRESIDENTE BATLLE: La nuestra es una historia breve. Nació a principios del siglo XIX, tiempo en el cual nosotros mismos llegamos desde Cataluña. Porque hasta entonces, a los catalanes no se nos permitía ser indianos. Quizás, y con razón, tenían temor que le quitáramos los negocios. Imagínense ustedes, señor Rector, por el lado de mi padre llegaron de Cataluña, y por el lado de mi madre de Génova; éramos peligrosos. La historia de la independencia del Uruguay comenzó como en toda América. Mucho se discute qué fecha, qué oportunidad, qué momento. Siempre en la historia se elige, quizás con error o relativo acierto, una oportunidad. Cada país tiene la suya. Yo diría que, en un término ilegal, la independencia de América ocurrió el 21 de octubre de 1805. Esa fue la fecha de Trafalgar. El 21 de octubre de 1805, el señor Nelson -que pagó con su vida- derrotó a la escuadra española y francesa. Inglaterra se hizo dueña del mar, que era como hacerse dueña del espacio aéreo. No había otra cosa en el mar que la bandera inglesa. Nosotros, en aquel tiempo, habíamos comenzado a recibir el pensamiento inglés, el pensamiento político inglés, fundamentalmente a través de los primeros libros que llegaron de los Estados Unidos. Quizás, el primero, el que tuvo más importante difusión, fue Thomas Osborne, que fue leído y seguido por prácticamente todos los jóvenes de aquel tiempo. En la historia del derecho político del Uruguay la fecha más importante fue 1813, en donde un grupo de muy pocas personas, reunidas en las afueras de la ciudad de Montevideo, estableció -como si fueran las tablas de la ley- una serie de condiciones y obligaciones para llevar adelante lo que más tarde sería la nación uruguaya. Ahí se ve claramente la Constitución de Massachussets, pero hay una disposición, la disposición número 3, que es una disposición extraña, porque no es jurídica, no es religiosa, no tiene aparentemente ningún origen que pudiera acercarse a determinado texto legal. Dice la disposición número 3: “Se promoverá la libertad civil y religiosa en toda su extensión imaginaria”; mil ochocientos trece. Fueron las instrucciones dadas a los Diputados del Uruguay para participar del Congreso de las Provincias Unidas del Río de la Plata. ¿Cuál es la diferencia? Promover la libertad civil en toda su extensión imaginable y junto a ello promover la libertad religiosa en toda su extensión imaginable, en una antigua sede de una colonia española. Cuando uno observa todas las demás disposiciones de todas las demás provincias, todas ellas adoptan la religión Católica Apostólica Romana como religión oficial de la provincia. Nosotros, que tenemos el mismo origen, que llegamos del mismo lugar, no sé por qué razón especial, no dijimos eso; dijimos que se promovería la libertad civil y religiosa en toda su extensión imaginaria. La explicación, yo francamente no la tengo, la invento, la imagino. Pienso que la cosa que nos hizo diferentes es que nacimos desde un puerto. Nuestro pequeño país no tenía prácticamente habitantes de los vares, no había casi indios en el Uruguay, prácticamente no los había. Y por tanto no tenemos ninguna cosa que nos haya podido atar al pasado, desde el punto de vista como uno lo puede observar en el Perú, en Bolivia o en México. La primera población orgánica que hubo fue jesuita. Los jesuitas prácticamente de Paraguay, un fenómeno realmente, tremendamente interesante y tremendamente importante. Los jesuitas fueron, desde el punto de vista económico, los primeros organizadores del desarrollo de la actividad agropecuaria. Las grandes haciendas, lo que los alemanes llaman grobe eigenschaften, eso está organizado por los jesuitas. Y ellos trajeron desde Asunción, conjuntamente con algunos españoles, los primeros grupos de animales que hoy forman parte de los 12 millones de cabezas de ganado vacuno que habitan las praderas del Uruguay. Pero ahí no se estableció ninguna población sólida, y por tanto, ¿cuál era la importancia que tenía aquel pequeño lugar para poder transformarse luego en una nación? El puerto. Nuestra costa era la costa segura, con todos los puertos seguros. No debido a nosotros, debido a que la tierra rota de esta manera, y como la tierra rota de esta manera, la ley de Coriolis determina que las aguas profundas y las arenas hermosas están del lado Oriental. En cualquier lugar del mundo, si uno va al Río Paraná, del lado de Guaraná uno encuentra barrancas altas, aguas profundas y playas. Si uno va enfrente, a Santa Fé, hay inundación todos los años. El Paraná desborda hacia el Occidente y no al Oriente. Por eso, el Uruguay en el fondo el nombre que tiene es simplemente un nombre de una ubicación. Nosotros somos la República que está ubicada al Oriente del Río Uruguay. Eso determinó que todos los puertos fueran del lado oriental, hasta el día de hoy. Porque a medida que usted se acerca al Atlántico las aguas son muy profundas, muy próximas a la costa, a 1.100 metros de la costa en el Atlántico ya hay 25 metros de profundidad natural. Por tanto, algún día, no lejano, el puerto de todo el Río de la Plata estará ubicado en la costa atlántica del Uruguay. Pero eso lo decían también las Instrucciones de 1813. Las Instrucciones de 1813, que hablaban de que teníamos que ser un país con tres Poderes, no sé si habían leído a Montesquieu , ni menos a Tácito de quien aprendió Montesquieu, pero las Instrucciones hablaban de los tres poderes, decían que se debía tener claramente medidas para evitar siempre el despotismo militar. Establecían, además, que la capital de toda esa zona tenía que estar -en un precioso español- “muy luego” fuera de Buenos Aires. Hoy la capital del MERCOSUR está en Montevideo, acertaron nuestros antepasados. Y además decía, y especialmente le recomendaba a la Reina de Inglaterra, esa gran señora que cobraba peajes en todos lados, pero que dejaba vivir, “lasciava vivere”; le decía a esa buena señora que los puertos nuestros, de Montevideo y de Maldonado, estaban abiertos a los bienes que producían todas las provincias. Todas las provincias de aquel tiempo, según nuestras Instrucciones, tenían los puertos del Río de la Plata abiertos a su importación y a su exportación. Como usted sabe, señor Rector, las grandes tragedias que nos enfrentaron en América, en buena medida, fueron porque los ríos no eran libres para ser navegados. Y como los ríos no eran libres para ser navegados, hubo diferencias fundamentales entre Buenos Aires y las provincias. Y buena parte de las dificultades que generaron la trágica guerra de la Triple Alianza, también fueron originarias en la navegación de los ríos y en la internación hacia el corazón de América a través de los ríos. El Uruguay claramente, entonces, tuvo un Derecho patrio, fundado en 1813 en los principios de la división de poderes, en un sistema republicano, con un anuncio exótico para su tiempo, de que se promovería la libertad civil y religiosa en toda su extensión, con una vocación general, una vocación de apertura de sus grandes puertos a todo el “hinterland” de toda América, en un mundo en donde sin haber Internet, sin haber correo, sin haber telégrafo, aquellos jóvenes se comunicaban de una manera extraordinaria entre sí. Cuando Bolívar en 1823, luego de la derrota de las últimas fuerzas españolas en Ayacucho, se dispone a invadir el Brasil para hacer que también el Brasil sea republicano, la correspondencia entre Santander y Bolívar es increíble. Mandarían de a caballo diez personas por día a ver cuál de ellas llegaba hacia un lado y hacia otro, porque en aquel tiempo, todos aquellos jóvenes tenían una formación mucho más importante que la que nosotros imaginamos, una educación europea, un conocimiento de todas las últimas ideas políticas de Europa, mucho más profundo que lo que tuvimos nosotros mismos mucho tiempo después, en mejores condiciones. El Uruguay es hijo, entonces, de su geografía, puesto que la historia es hija de la geografía. Nuestra geografía es una geografía abierta al mundo, con un gran puerto, y por tanto, nuestra mente es una mente abierta al mundo. Una mente que nos permitió un buen día recibir en la casa de nuestra propia familia, a un señor que vino desde acá y volvió, que volvió en un barco uruguayo, con bandera uruguaya, copiado por los ciudadanos italianos que vivieron en el Uruguay, que se llamaba Giuseppe Bernardino. Quiero
decirle pues, señor Rector, que esta Universidad de Pisa, tan antigua,
tan prestigiosa, tan famosa, como todas las grandes universidades de
Italia que han sido el centro desde el cual el pensamiento libre se fue
formando, con Galileo, con todas esas mentes formidables que nos
enseñaron, con Jean Baptiste Dufau con –no solamente con el príncipe-,
que enseñó mucho más y mejor de los que muchos creen cuando lo leen
mal. Todas estas universidades supieron transmitir a nuestra gente, a través de las emigraciones que llegaron a nuestras costas, este espíritu de libertad que nuestras instituciones desde siempre han tenido. Porque fuimos una República de gente, que es una República cuya Constitución dice dos cosas, a mi juicio, muy importantes. Dice: “la soberanía radica en los habitantes”, no en los ciudadanos, en los habitantes, porque somos un país de inmigración, no teníamos ciudadanos; teníamos solamente habitantes. Y dice además, que nosotros solamente nos podemos diferenciar por nuestros talentos y por nuestras virtudes. Hemos tratado de constituir, como decía un ciudadano uruguayo muy prestigioso, que fue Presidente de la República, “un pequeño país modelo”. Hemos tenido dificultades, como todos, pero supimos conservar durante 100 años la democracia. El Uruguay tuvo una situación muy crítica, de carácter económico en 1875, y eso determinó un movimiento militar, y determinó un gobierno militar que fue desde 1875 hasta 1886, donde de la mano de un militar luego de que un batallón de jóvenes universitarios fue derrotado en la revolución, salimos y encontramos la paz por cien años, hasta 1973; pasaron 11 años de gobierno militar, después de 100, y salimos también de la mano de otro militar que había participado en ese movimiento, para reencontrarnos de nuevo con la democracia. Luego, esta América toda –nosotros menos, pero también-, tuvimos las dificultades sociales y las dificultades políticas que ustedes también vivieron aquí en Europa, en forma mucho más violenta muchas veces, de las que hemos sido testigos y sufrimos nosotros. Pero somos un país de mercado, un pequeño país de mercado, que hoy tratamos de incorporarnos al mundo porque sentimos que el vivir aislados es una forma segura de morir. No hay ningún pueblo que quiera vivir encerrado en sí mismo. Ahora sí, señor Rector, queremos señalar una diferencia entre aquel mundo Atlántico y este mundo Atlántico. Aquella civilización Atlántica era una civilización abierta. El tiempo de la pax británica fue un tiempo de apertura; de apertura de ideas, de apertura comercial, de apertura de inversión, convergiendo precios en el mundo entero, convergiendo salarios en el mundo entero. Y si uno analiza económicamente las inversiones en forma desestacionalizada, fueron más las inversiones en otro tiempo que hoy. Todo se hizo en América por el debe; todo. En 1868, comenzaron los ferrocarriles en el Uruguay, y Europa construyó en nuestro pequeño país 3000 kilómetros de ferrocarriles. En 1902, se construyó un puerto de 10 metros de profundidad. En 1866-67 se llevó el agua potable a Montevideo, el gas, las comunicaciones, la banca, los seguros. Se trajeron los animales para el mejoramiento de los rodeos; se construyeron las pequeñas y primeras industrias, grandes plantas de transformación de los productos uruguayos para exportar. Pero había un pequeño corte: era libre la exportación y era libre la importación. Hoy, señor Rector, Europa tiene que volver a pensar en aquella Europa. Hoy es libre comprar a Europa, pero no es libre venderle a Europa, y ésa es una gran diferencia que hace con la Europa de entonces y la Europa de hoy. Europa hoy ha hecho una cosa hermosa: ha sembrado la paz, ha reunido a todos los países como si fuera de nuevo un Sacro Imperio Romano - Germánico. Pero
Europa, hoy, todavía no se han dado cuenta que hay otra Europa, la única
en el mundo, sin ser ésta: la del MERCOSUR. Ahí somos Europa, señores;
todos. Todos nosotros somos de acá, y el Uruguay no es menos que el
centro europeo. Quiero decirle, señor Rector, que recibo este título en representación del pueblo uruguayo, que creo que hoy lo merece. Pero como yo seré el portador, y yo lo he de exhibir a mis hijos y a mis nietos, debo decirle que para mí es un enorme e inmerecido honor. Muchas gracias. SE
CONFIERE AL PRESIDENTE JORGE BATLLE EL DOCTORADO HONORIS CAUSA
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