02/12/04
LA AMISTAD EXISTE ENTRE LOS PUEBLOS
El Embajador Silverstein afirmó que la amistad existe
entre los pueblos, y que el mismo amor a la libertad compartido por
uruguayos y estadounidenses siempre nos mantendrá unidos.
PALABRAS DEL EMBAJADOR DE ESTADOS UNIDOS, MARTIN J.
SILVERSTEIN, DURANTE EL ACTO EN QUE RECIBIÓ DEL PRESIDENTE BATLLE LA MEDALLA
DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY
02/12/2004
EMBAJADOR SILVERSTEIN: Con su permiso, señor
Presidente. Gracias, señor
Presidente.
Agradezco profundamente sus gentiles palabras. Muchas
gracias por este honor tan especial, que se convierte en aún más especial
por ser la primera vez que se condecora de esta manera a un ciudadano
estadounidense.
Cuando llegué al Uruguay en el año 2001, no podía haber
previsto el impacto que este país tendría en mi vida y el impacto que mi
país tendría en el Uruguay.
La grave crisis financiera vino del otro lado del río
unas pocas semanas después de mi llegada. Fue realmente una prueba de fuego.
Me siento orgulloso de que mi país haya respondido cuando
Uruguay precisaba ayuda.
Como emisario del Presidente Bush, mis acciones son una
extensión de su mensaje y de sus intenciones. Cualquier honor que se me
atribuye le corresponde a él, ya que sus acciones claras y decisivas fueron
la razón por la que Uruguay recibió el histórico préstamo de mil quinientos
millones de dólares, el único préstamo de esa clase concedido por mi país en
la actual administración. Fue por instrucciones del Presidente Bush que
Uruguay volvió a entrar al mercado estadounidense de la carne en tiempo
récord, respaldando de nuevo a la economía uruguaya. Y ahora, mientras
Uruguay planifica su futuro y su crecimiento en la economía mundial, ha sido
por las directivas del Presidente Bush que el único Tratado Bilateral para
las Inversiones celebrado durante su gobierno ha sido negociado con Uruguay,
para la admiración de otros países más distantes.
Al Presidente Bush le importa el Uruguay. Le importa esta
región. Este bastión de la democracia e integrante responsable de la
comunidad mundial mereció nuestro apoyo en aquellos momentos, al igual que
ahora.
Los éxitos facilitados por nuestra misión diplomática en
Uruguay y por la misión uruguaya en Washington D.C. constituyen un esfuerzo
de equipo. La excelencia de esa gestión se representa de la mejor manera en
mi delegado, James Williard, cuya dedicación al deber refleja las mejores
tradiciones del Servicio Exterior de los Estados Unidos, y en el embajador
Hugo Fernández Faingold, quien ha abogado sin cansancio y sin tregua a favor
de su nación y ha sido mi socio responsable y creativo en todos los temas
bilaterales. Les agradezco Jim y Hugo.
No obstante, señor Presidente, si me permite decirlo,
usted no debería ser modesto respecto de sus propios logros. La historia lo
juzgará como uno de los líderes más grandes del Uruguay en un tiempo de
crisis sin precedentes. Usted tomó medidas difíciles, decisivas y valientes
que preservarán la democracia en Uruguay durante generaciones por venir.
He dicho a menudo, antes y después de llegar al Uruguay,
que es mi trabajo aprender a llevarme bien con usted, no su trabajo aprender
a llevarse bien conmigo. No obstante, trabajar con usted no ha sido un
trabajo, sino un alto honor y una de las experiencias más disfrutables de mi
vida. Compartimos nosotros dos muchas memorias muy especiales.
No podría haber llegado a este momento sin el apoyo de mi
esposa, Audrey. Este país ya se ha ganado bajo nuestra piel. Hemos festejado
aquí cuatro aniversarios de bodas, y hemos tenido la felicidad de ver a
nuestros seis hijos florecer con el amor a esta tierra tan especial en sus
corazones.
Mirando hacia el futuro del Uruguay y la responsable y
pacífica transición del poder, tengo la confianza de que la alianza de
nuestras naciones y la amistad de nuestros ciudadanos se hará aún más
fuerte. La amistad existe entre los pueblos. Los gobiernos son simples
facilitadores.
El mismo amor a la libertad compartido por uruguayos y
estadounidenses siempre nos mantendrá unidos.
Gracias a todos ustedes por haber venido hoy. Su
presencia me honra.
Gracias de nuevo a usted, señor Presidente. Siempre
atesoraré este momento.