18/07/04

DEBEMOS SENTIRNOS ORGULLOSOS DE SER URUGUAYOS

"Nos golpearon desde afuera, nos afectaron nuestro sistema bancario desde adentro, pero sobrevivimos gracias a este pueblo del que me siento -y todos se deben sentir- orgullosos de integrar, aún aquellos que hacen bastante ruido allí cerca", dijo el Ministro del Interior, Daniel Borrelli, al referirse a la causas de la crisis que afectó a nuestra país y la forma en que se salió de ella, al tiempo que criticó la intolerancia existen en alguna gente.


PALABRAS DEL MINISTRO DEL INTERIOR, DANIEL BORRELLI, DURANTE EL ACTO CONMEMORATIVO DEL 174° ANIVERSARIO DE LA JURA DE LA CONSTITUCIÓN
18/072004

MINISTRO BORRELLI: Señor Presidente de la República, doctor Jorge Batlle Ibáñez, señor ex Presidente de la República, doctor Julio María Sanguinetti, señores Ministros y Subsecretarios de Estado, señores Legisladores, señores Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas, señores Oficiales Generales, Superiores, Jefes y Subalternos y personal Subalterno de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional, Diplomáticos acreditados ante nuestra República, Autoridades Nacionales y Departamentales, invitados especiales y público en general, medios de prensa:

En primer lugar quiero agradecer al señor Presidente de la República, Dr. Jorge Batlle, por haberme distinguido con el honor de hacer uso de la palabra en éste día de enorme significación democrática.

Hoy evocamos a aquellos que nos legaron Independencia y Constitución para la libertad.

La Jura de la Constitución constituyó el corolario natural de la determinación definida desde el alba de las luchas independentistas. Otros pueblos habrá en los cuales la nacionalidad se forjó mucho antes que la vocación democrática.

El Pueblo Oriental no; para él, el Grito de Asencio fue de libertad; la obra de Artigas fue definición rotundamente republicana, antes y después de las Instrucciones; la gesta de 1825 fue afirmación institucional. Para el Uruguay llegar a la Constitución no significó complementar un proceso sino culminarlo.

En 1825 nos declaramos independientes cuando era casi un peligro serlo, cuando la vida de las naciones dependía de la pasión del mando y del flujo de pugnas internacionales.

Era casi un milagro en ese momento ser independientes sin contaminarse, sin ofrecer como contrapartida algo que comprometiera o enajenara la libertad.

Mas aquella independencia, nacida al amparo de vastas fórmulas político-institucionales anheladas desde los principios revolucionarios, no se concretó en los términos procurados. Sólo después de la firma de la Convención Preliminar de Paz, celebrada en Río de Janeiro el 27 de agosto de 1828, pudo encaminarse una independencia afín a la que gozamos en nuestros días.

En noviembre de 1828 se instala la Asamblea Legislativa y Constituyente del Estado Oriental, que procedió a redactar la Constitución que fue jurada el 18 de julio de 1830.

Ésta carta buscó darle forma a nuestro país, un Uruguay que iniciaba su vida independiente con enormes dificultades de índole política, económica y social, como por ejemplo la influencia de otros países que consideraban que los orientales no éramos capaces de gobernarnos.

A pesar de la situación financiera caótica en la que el único recurso era el comercio exterior, amparado por la situación geográficamente privilegiada de Montevideo, con malas comunicaciones, poco transporte, ausencia de una moneda nacional, escasa población y, por lo tanto, poca mano de obra, y una industria que se resumía al saladero aprovechando su mayor riqueza que era la del ganado vacuno; a pesar de todo, la primera Constitución buscó fijar las bases del sistema político y salvaguardar al país de amenazas de rupturas institucionales, manteniendo vigencia hasta su primer reforma en 1917.

Y paso ahora a leer solamente el principio del Manifiesto de la Lex Magna de 1830, que así decía:

"...Veinte años de desastre, de vicisitudes y de incertidumbres nos han dado una lección práctica de que el amor a la independencia y a la libertad, el deseo de conseguirla y los sacrificios para obtenerla, no son suficientes para conservar ese bien tras el cuál corremos en vano desde el principio de nuestra gloriosa revolución.

Vosotros fuisteis de los primeros que en la guerra de la independencia disteis prueba de ese ardor bélico, que inflamó a los amantes de la patria. Vosotros, abandonando vuestros bienes, vuestras familias, vuestros padres, vuestros hijos, arrastrasteis los peligros y fatigas de una campaña para defender la independencia del suelo en que nacimos y las libertades que nos prometimos por medio de instituciones nuevas y análogas a nuestras necesidades...".

Señores, hoy en pleno Siglo XXI el pueblo uruguayo emerge de una similar y fenomenal dificultad, de una situación que lo puso, como en aquellos años, al borde de un precipicio. Atravesó la peor crisis económica de su historia independiente, sin lugar a dudas, la peor de todas, y como en esos días la superó con un coraje cívico, con integridad institucional que pocos pueblos en el mundo pueden lucir.

Aplicó toda su sabiduría, toda su conciencia democrática para salir adelante, con mucho sacrificio; ah, sí, con muchísimo sacrificio, con dolor pero con entereza encomiable, con gran tolerancia, formando una cadena humana similar al más puro metal sorteó la más grande tormenta de su historia, tormenta formada por huracanes que vinieron del exterior, que parecieron arrasarlo todo y, sin embargo, los orientales una vez más nos sobrepusimos a la gran dificultad, a la mayor de todas. Y hoy ya hace meses que la luz al fondo del túnel se ve cada vez más grande y cercana.

Por supuesto que quedaron heridos, por supuesto que aún hay pobreza y desocupación, nadie lo puede ignorar, pues la catástrofe fue muy importante para que no deje secuelas profundas en el entramado social. Pero hoy se superó lo peor, el timón del gobierno fue firme y el rumbo que tomó hoy es elogiado por todos, repito, por todos. Pero el timonel nada hubiese podido hacer si el pueblo uruguayo no hubiese respondido como lo hizo: sin estallidos sociales, sin copiar soluciones de violencia, de vandalismo, que hubiesen puesto en peligro la estabilidad institucional.

Nos golpearon desde afuera, nos afectaron nuestro sistema bancario desde adentro, pero sobrevivimos gracias a este pueblo del que me siento -y todos se deben sentir- orgullosos de integrar, aún aquellos que hacen bastante ruido allí cerca.

El mundo entero nos miró –les falta tolerancia, señores- el mundo entero nos miró y el mundo entero nos admiró y reconoció que éste no es un paisito, sino un gran país. Que es el Uruguay, que es la República Oriental del Uruguay que todos respetan por su tradición democrática, por su entereza moral y cívica, y que muchos países -aun los más poderosos- confiaron invirtiendo millones de dólares cuando aún no se terminó de salir totalmente de la crisis.

Nada firme y duradero se construye sobre el odio, la intolerancia y la violencia. Los caminos de la democracia y el respeto son los únicos que pueden y deben ser transitados por hombres libres; y solo en la medida en que todos nos comprometamos a regular nuestras acciones por los mandatos de la Constitución y de la Ley, y no por nuestra desmandada voluntad, ésta tierra podrá ser ámbito de paz, de seguridad y de justicia para todos. Muchas gracias.