El Ministro de Industria, Energía y Minería, José
    Villar, afirmó que el país debe seguir en la ruta sin equivocar el rumbo,
    "y sin tentarnos por los facilismos que otros patrocinan, porque
    debemos valorar lo que tenemos, lo que hicimos y lo que evitamos",
    dijo.
    
    
   
    
  
    
    PALABRAS DEL MINISTRO DE INDUSTRIA, ENERGÍA Y MINERÍA,
    JOSÉ VILLAR, EN EL ACTO CONMEMORATIVO DEL 240° ANIVERSARIO DEL NATALICIO
    DEL PRÓCER GRAL. JOSÉ GERVASIO ARTIGAS, EN EL SAUCE
    19/06/2004
    MINISTRO VILLAR: Señor Presidente de la República,
    señor Intendente de Canelones, señores Ministros, señores Legisladores,
    señores Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas, señoras y señores:
    Estamos hoy evocando, una vez más, en la fecha de su
    natalicio, la memoria de José Gervasio Artigas, figura prócer por
    excelencia de la Historia Nacional, Primer Jefe de los Orientales, y primer
    estadista de la Revolución del Río de la Plata.
    No sólo evocamos, por cierto, su figura, su trayectoria
    cívica y militar y su amor y sacrificio por su querida Provincia Oriental,
    sino fundamentalmente el mensaje y pensamiento de quien nos legó para
    siempre las ideas centrales que inspiran nuestro concepto de Nación y
    Patria.
    Fue Artigas, el padre de nuestra Nacionalidad, quien
    antes que nadie, en los umbrales de la historia nacional, sembró con su
    ejemplo y su palabra, al frente de los primeros orientales, los valores y
    principios fundamentales que impregnan nuestra historia y marcan nuestro
    destino.
    El ideal Artiguista, base y sustento de las Instrucciones
    del año XIII, que los orientales proclamaron delante de Montevideo, en el
    Congreso de Tres Cruces el 13 de abril de 1813, son hoy la antorcha
    fundamental de una nación que, desafiando problemas y temporales, superando
    desgracias propias y ajenas, levantándose prontamente de un sacudón enorme
    y terrible, camina erguida con dignidad y la frente levantada, a la
    búsqueda de su destino. Es la esencia Artiguista, con su mensaje liberal y
    republicano, con su ejemplo de tolerancia y respeto, con su orgulloso
    sentimiento de soberanía e independencia, quien nos hace sentir distintos y
    buscar y merecer el reconocimiento y la distinción que justifica la
    confianza que tantos nos tienen.
    No es casualidad que hoy estemos acá entre todos, en
    silencio y con dignidad, respirando la satisfacción de haber sostenido la
    yegua y encaminado el rumbo. No es para cualquiera la bota de potro; fuimos
    nosotros, los uruguayos, desde este rincón del mundo, con nuestra pequeñez
    y nuestra dignidad, con nuestras tradiciones y nuestra conducta reconocida,
    quienes, arrastrados por el aluvión y en medio del huracán, nos mantuvimos
    fieles a nuestros principios y valores y buscamos el rumbo sin renunciar a
    nuestra historia.
    Por eso hoy, cuando respetamos nuestra deuda, honramos
    nuestros compromisos y defendimos la Ley y el Estado de Derecho,
    manteniéndonos incólumes ante la intolerancia, el agravio y la
    desesperanza, sin ceder a las tentaciones y sin ignorar nuestras
    responsabilidades y obligaciones, debemos sentir el orgullo de estar
    respondiendo al legado de Artigas, peleando dignamente por nuestro futuro y
    el bienestar de nuestra gente.
    No debemos ni podemos ignorar que la magnitud de la
    crisis comprometía nuestro futuro y ponía en riesgo potencialmente nuestra
    misma institucionalidad.
    En esa instancia, como en tantas otras en el curso de
    nuestra historia, los uruguayos apretamos los dientes, miramos hacia adentro
    y respondimos a nuestra historia. Si siempre fuimos respetados y admirados
    por nuestra educación, nuestra cultura, nuestro respeto a la Ley y los
    compromisos asumidos, si el mundo nos miró en el pasado y nos premió con
    su confianza, era ese y no otro el camino a seguir.
    Quizás otros hubieran preferido otros modelos, o espejos
    en qué mirarse. Por cierto, que no faltó quien apostara al caos y a la
    desintegración, o quien predicara en contra de las soluciones dignas que
    imponía nuestra mejor historia. Allá ellos, pero eso ya es pasado. Hoy,
    cuando se empieza a recobrar el rumbo muchos empiezan a retocar sus
    discursos y a reconocer la vigencia de un modelo. En buena hora, por más
    que sea para otro público y no para nuestra gente.
    El respeto a la libertad y a la propiedad, a la Ley, la
    soberanía y la independencia, a la separación de poderes, y a tantos otros
    valores e institutos que son patrimonio de las naciones libres y
    civilizadas, fueron, son y serán nuestro caballo de batalla.
    No somos amigos de las promesas fáciles ni de los
    voluntarismos. No nacimos tampoco para destruir o engendrar odio. No
    evocamos figuras o modelos de otras tierras. Queremos ser por siempre
    orientales y uruguayos hasta la muerte.
    Por eso, le damos a esta tierra trabajo, hechos y
    acciones concretas; por eso gobernamos y cimentamos el futuro mientras otros
    miran para el costado, actúan por otros intereses o estrategias, y
    abastecen la máquina de impedir.
    Ya se ven los frutos pero se verán mucho más, de acá
    hasta el último día, como se ha hecho hasta ahora, más allá de los
    problemas, adversidades y condicionamientos, seguiremos empujando por
    nosotros y por los que vengan, sean del pelo que sean, sosteniendo la
    reactivación y sembrando el progreso porque integramos partidos que
    nacieron para gobernar y construir la Patria, no para pregonar su entierro y
    desear su calvario.
    Hoy, señores, el país está de pie y es justo y digno
    decirlo el día en que evocamos a nuestro Prócer, porque su legado nos
    obliga a luchar y seguir luchando por ese objetivo.
    No todo es color de rosa y debemos seguir en la ruta sin
    equivocar el rumbo, y sin tentarnos por los facilismos que otros patrocinan.
    Debemos valorar lo que tenemos, lo que hicimos y lo que evitamos.
    Ayer hubo un huracán; hoy hay un país que crece, se
    agranda, progresa y camina. La seriedad y coherencia de un gobierno no es
    ajena a esos logros. El mundo requiere estabilidad, seguridad jurídica,
    marcos confiables y transparentes, necesita por cierto de mensajes claros y
    creíbles.
    La inversión, base del progreso, no apuesta a la
    improvisación, a la contradicción permanente, o al caos; tampoco por
    cierto a la intolerancia, la radicalización y los discursos de otra época.
    El mundo bipolar ya fue, hoy somos parte de un todo.
    La reactivación es indiscutible, se nota y se siente en
    todos los sectores. Las variables macroeconómicas retoman el rumbo de
    manera firme y sostenida, el mercado financiero y de capitales -epicentro de
    la tormenta- recobra fuerza, seguridad, estabilidad y confianza. El sector
    primario productivo crece y avanza como nunca.
    El gobierno apostó a ello en plena crisis, sin caer en
    la errónea tentación de sacarle recursos por vía impositiva; todo lo
    contrario, los resultados están a la vista. Increíblemente, esta acertada
    política ha sido cuestionada hace bien poco con propuestas para imponer
    presiones fiscales, que claramente van a contrapelo de la lógica.
    La materia prima busca y encuentra una industria que
    resurge, respira y mira al futuro con perspectiva, en los sectores
    tradicionales y en otras áreas, mirando a la región y al mundo entero.
    Queremos destacar el orgullo que como uruguayos sentimos
    con la emblemática reapertura de la empresa FUNSA; logro basado en
    formidable actitud y seriedad, responsabilidad e inteligencia de sus
    trabajadores que, con el apoyo del gobierno, supieron vender su proyecto de
    trabajo aprovechando las consolidadas mejores condiciones que brinda hoy
    nuestro país.
    En otro ramo de actividad, la tan tradicional como la
    textil, estamos a pocas horas de la recuperación de otro emblema como
    SUDAMTEX en Colonia, reintegrando así a esta gran planta industrial a la
    cadena productiva textil, que ve en estos meses un crecimiento sostenido que
    estamos absolutamente convencidos que continuará en forma sustentable.
    Se abren nuevos horizontes y nuestro trabajo consigue
    más y más mercados. Nuestro país, con un mercado propio chico, no sólo
    apunta al MERCOSUR, sino a otras fronteras. Las exportaciones crecen y
    seguirán creciendo. Otros heredarán estos logros, pero la mira de los
    cinco mil millones de dólares exportados por año no será imposible ni muy
    lejana.
    Hemos logrado cambiar rápidamente el cuadro destino de
    nuestras exportaciones, que tradicionalmente habían estado atadas a
    nuestros países vecinos con las debilidades y consecuencias que todos
    conocemos. Esto nunca viene solo, sino que es fruto de un trabajo intenso
    para mejorar la competitividad en primera instancia, y fundamentalmente de
    una fuerte acción externa.
    El Uruguay ha firmado, siendo el segundo país que lo
    logra en Sudamérica, un Tratado de Libre Comercio con México, país éste
    con un Producto Bruto mayor al de todos los integrantes del MERCOSUR
    sumados. Con un significado económico que por su enorme magnitud, sin
    ninguna duda, repercutirá en forma sustantiva en nuestra economía. Es ya
    una realidad la corriente comercial con este país en forma creciente de
    diferentes rubros como los textiles, la cerámica, el software, los
    lácteos, etcétera.
    Los servicios se actualizan y progresan. El turismo mueve
    todos los rincones del país. ¿Quién puede dudar del enorme trabajo que se
    ha hecho en esta materia en forma inteligente y tecnificada?
    El trabajo empieza a repuntar y lo hará más, siendo
    ésta la única fuente digna y genuina generadora de recursos y bienestar
    para los ciudadanos.
    Siguen llegando todos los días inversiones y capitales,
    surgen posibilidades, proyectos y nuevos desafíos. Se premia nuestra
    credibilidad y nuestra seriedad. Se confía en un país chico, premiando su
    trayectoria y su renovado ejemplo.
    No es casualidad las anunciadas inversiones de una
    magnitud histórica en el área de la industrialización de la madera, el
    crecimiento de los servicios para la producción agropecuaria, a través de
    diferentes inversiones como construcciones de silos, incluyendo estructuras
    portuarias.
    El legado Artiguista está vigente y de pie, con los
    mismos valores y principios, buscando su futuro libre y soberano. No hemos
    defraudado al Prócer a pesar de todos los inconvenientes vividos. Su luz
    nos ha iluminado y su ejemplo inspirado. Sigamos en la ruta, reivindiquemos
    nuestra historia y tradiciones. Seamos fieles al legado Artiguista.
    ¡Sepamos cumplir! Muchas gracias.