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29 de marzo, 2010

El área aguarda ser integrada al SNAP

Hace 4.800 años habitantes de la Cuenca Baja del Río Santa Lucía planificaban uso de recursos
En un ambiente muy propicio para la ocupación, productividad y sustentación, desde hace cinco milenios y hasta la conquista europea, las sociedades que habitaron el área explotaron los recursos del humedal (peces, moluscos y ciervos de los pantanos, entre otros), y adoptaron el maíz y el zapallo. Aún no se estableció si los charrúas, chanás o guenoas fueron continuadores de esas primigenias poblaciones.

Estudios de Carbono 14 permitieron establecer la presencia de asentamientos humanos en la Cuenca Baja del Río Santa Lucía desde hace 4.800 años, en el Holoceno medio, hasta ocupaciones más tardías que coinciden con la llegada de los europeos en el siglo XV.

La importancia arqueológica del área ya era reconocida  por los pioneros de la Arqueología en nuestro país desde fines del siglo XIX. Éstos recolectaron materiales arqueológicos prehistóricos superficiales en el área que, en ese entonces, fueron asignados a las etnias históricas. En uno de esos sitios,   estudiado en primera instancia por Raúl Penino y Alfredo Sollazzo: Puerto La Tuna, sobre las márgenes del Río Santa Lucía, se encontraron restos de enterramientos humanos, fragmentos de cerámica y objetos trabajados en piedra que atestiguan una ocupación importante.

Hasta el año 1990 se conocían algunos sitios arqueológicos referidos por los pioneros (además de Penino y Sollazzo, Francisco Oliveras y Carlos Maeso, entre otros). Desde 1998 y debido al estudio sistemático, se relevaron 80 sitios prehispánicos en el área y sobre las costas del Río de la Plata vinculadas al departamento de San José.

El Río Santa Lucía es, después de la Cuenca del Río Uruguay, el principal tributario del Río de la Plata en la costa uruguaya. Se trata de un río costero de 205 kilómetros de largo y una cuenca hidrográfica de aproximadamente 15.000 kilómetros cuadrados. Su Cuenca Inferior se ubica entre la ciudad de Santa Lucía y la desembocadura en el Río de la Plata y cubre un área aproximada de 435 kilómetros cuadrados. La dirección del Río Santa Lucía en su tramo inferior es Sureste-Noroeste y sirve como límite de tres departamentos: Montevideo, Canelones y San José. El afluente principal del Río Santa Lucía en su tramo inferior es el San José y los arroyos más importantes son: Las Brujas, Durán, El Colorado, Tropa Vieja y Sarandí.

 

Ambiente propicio

Los ecosistemas más diversos, complejos y productivos del mundo se encuentran en las regiones costeras. A su vez, la riqueza biológica de los ecosistemas costeros contribuye a la biodiversidad del planeta. Esas regiones han sido lugares tradicionales de encuentro de culturas y, desde la Prehistoria, las costas fueron lugares favorables para la ocupación humana por su capacidad de productividad y sustentación, según afirmó la arqueóloga Laura Beovide en el artículo “Recursos y Organización del Espacio Prehistórico Costero en la Cuenca Inferior del Río Santa Lucía”.

En el documento, la especialista señaló que “la Cuenca Inferior del Río Santa Lucía tomada como una unidad sistémica –donde se combinan la abundancia de especies propias de los tramos inferiores de una cuenca, con las zonas bajas de bañados salinos- es un buen ejemplo de un ambiente natural propicio para el asentamiento humano (…)”.

En una crónica del año 1536 el navegante portugués Pedro Lope de Souza, describía a los grupos que habitaban la costa del Río de la Plata. Destacaba la presencia de aldeas, el uso de canoas y de recursos costeros como juncos y pesca. 

“Sábado 21 de diciembre, al salir el sol calmo el viento y salí del río al que puse San Juan (Cufré) …hallé la gente con cuyas tiendas me topé a la ida, salieron seis almadías, todos sin armas y con medio placer venían a abrazarnos hacía mucho viento y mucho mar, y ellos me hacían señas para que entrase en un río que estaba junto a sus tiendas. Mande un marinero a nado ver si tenia buena entrada y vino diciendo que era muy estrecho y que dentro había poca seguridad pues la gente era mucha que le parecía que eran unos 600 hombres que lo que parecían tiendas o carpas eran 4 esteras que formaban una casa cuadrada, descubiertas por arriba, ropa no les vio, tenían redes iguales a las nuestras. En vista de esto me despedí de ellos, le di muchas mercaderías y ellos nos dieron mucho pescado, venían detrás de nosotros unos a nado y otros en almadías, nadan mas que delfines pues avanzaban tanto como nosotros que íbamos con viento muy fresco a popa (…)”.

 

Acumulación de recursos

Beovide recordó que “a partir de que en 1998 comenzamos a estudiar los sitios arqueológicos del área de la Cuenca Inferior del Río Santa Lucía, en un convenio que involucró al Ministerio de Educación y Cultura, Museo Nacional de Antropología, intendencias municipales de Montevideo, San José y Canelones. Desde el año 2007 el proyecto contó con el apoyo de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANNI) y del Fondo Clemente Estable. “Observamos que en el lapso comprendido entre unos 5.000 años atrás y la llegada de los europeos, las sociedades que habitaron el área de la Cuenca adoptaron distintos tipos de plantas cultivadas o manejadas y alfarería”, consideró la arqueóloga.Pensamos que estas sociedades transitan por distintos procesos de cambios económicos y sociales, muchos de ellos comunes dentro de las sociedades americanas de ese período, que llevan a la transformación de economías basadas en la caza y recolección a economías mixtas con presencia de cultivos. Estos procesos se acompañan muchas veces con un mayor grado de sedentarización y especialización en la producción tanto de instrumentos líticos y óseos como en la de cerámica”. Según la investigadora, “en los procesos de cambio -que no son lineales, precisa, se registran momentos de mayor aprovechamiento de los recursos naturales por estos grupos, y otros en que los recursos naturales procesados se complementan con una variedad mayor de plantas cultivadas”. Beovide citó, a modo de ejemplo, que se viene estudiando en sitios arqueológicos de San José y Canelones de 2.700 a 2.300 años de antigüedad, vinculados a los márgenes de antiguas lagunas (hoy fósiles en el paisaje) y con un clima más árido que el actual. Allí se dio una explotación más intensiva de los recursos marinos (moluscos), junto con distintos recursos vegetales del monte indígena (Palmera Pindó) y se adoptaron distintos cultígenos, entre ellos Zea mays (maíz).

“En general, todo nos hace pensar que en los cinco milenios en los que se centra la investigación  estamos hablando de grupos humanos con economías de retorno demorado, es decir, donde los recursos se acumulan y hay planificación en su uso temporal y espacial”, opinó.

Hace 4.800 años el clima era más árido que el actual. Al mismo tiempo, se produjo un período de regresión marina posterior al avance máximo del frente marino sobre el Río de la Plata. El período se caracterizó por una movilidad residencial reducida y un mayor movimiento logístico donde se explotan los recursos costeros y de pradera. El sistema de producción de alimentos vegetales estuvo dado por la presencia de cultígenos que, junto con otros recursos botánicos, faunísticos y líticos contribuyeron, posiblemente y con el paso del tiempo, a la menor movilidad de la ocupación residencial.

“A partir del 4.800 –relató Beovide- poco a poco se fue conformando un paisaje más estable, en relación a las grandes oscilaciones del nivel del mar y producto de los cambios climáticos de éstos últimos milenios, que se consolida con la formación de los actuales humedales, hace aproximadamente 2.300 años atrás. Los sistemas de humedales presentan una mayor diversidad y abundancia de recursos naturales lo que, en consecuencia, deriva en una mayor disponibilidad y oferta de recursos para las sociedades que por entonces habitaron el área. A esta oferta de recursos se le suma la presencia de cultígenos. En ese sentido, se obtuvieron vestigios de la presencia de maíz (2.700 años) y zapallo (4.800 años) –ambos procesados por molienda- y achira, acompañados por el aprovechamiento del fruto de la palmera Pindó (a partir de los 4.800 años)”.

 

Un problema: las areneras

En los trabajos de prospección no se encontraron, hasta la fecha, enterramientos humanos y los restos descubiertos con anterioridad forman parte de colecciones. La especialista se lamentó que aquellos lugares en los que eran identificados los sitios funerarios fueron afectados por la extracción de las areneras. Estas empresas constituyen uno de los problemas que padecen los sitios arqueológicos del área. Beovide indicó que otro aspecto preocupante es que se encuentran en un espacio metropolitano, por lo que se constata un avance significativo de la urbanización del suelo, la instalación de industrias e infraestructura que impacta sobre los sitios. Por si todos estos aspectos no fueran suficientes amenazas, la actividad agrícola también daña los sitios superficiales. “Cuando se aran los campos, los materiales se mezclan y cuando se realizan tajamares se pierden definitivamente”, apuntó. En ese sentido, la especialista reconoció avances con el trabajo desarrollado en el Programa de Agenda Metropolitana, que integró la variable arqueológica en su labor. En ese ámbito advirtió, a partir de la creación de un grupo de trabajo, acciones concretas para la conservación de los sitios arqueológicos, a pesar de la extensión urbana e industrial. El mismo busca propiciar la gestión integral del patrimonio arqueológico del área, en paralelo con la coordinación interinstitucional y el proceso de declaración de un Área Protegida. También consideró auspiciosa la audiencia pública que tuvo lugar el 24 de febrero y que constituye el paso previo para que el Área sea integrada al Sistema Nacional de Áreas Protegidas.

Otra de las tareas emprendidas para dar a conocer el patrimonio arqueológico y promover buenas prácticas de conservación de estos bienes,  fueron distintas actividades de difusión que incorporan desde público en general hasta escolares y que incluyen, entre otros aspectos, visitas a los sitios arqueológicos y exposiciones.

 

Amplia interacción regional

“Uno de los aspectos que caracteriza la presencia humana en el área es el uso del recurso lítico. La diversidad, abundancia y recurrencia de rocas utilizadas en los distintos procesos de producción lítica identificados en los sitios arqueológicos, sugieren la importancia que este recurso tuvo en la Prehistoria  de la Cuenca”, señala el articulo “Fuentes potenciales de materia prima lítica en el tramo medio del Río de la Plata: un recurso constante en la dinámica costera”, elaborado por Beovide y Jorge Baeza.  

Beovide señaló que los espacios ocupados por estas sociedades humanas y el territorio de abastecimiento eran muy amplios. Algunas materias primas se obtenían en un radio de 10 kilómetros pero también hay un espacio mucho más extenso de búsqueda de materias primas que son menos abundantes en el registro arqueológico. Es allí donde no se sabe si aún fueron obtenidas por el intercambio o porque tenían circuitos mucho más amplios de movilidad. Con todo, se puede inferir que en los primeros momentos de ocupación de la Cuenca, hace unos 4.800 años, ya existía una amplia interacción regional -ya sea por contacto o por movilidad- que apunta a una región amplia entre las llanuras de la Pampa argentina y el sur de Brasil y que perdura en los milenios posteriores.

A partir de los 2.700 años, las ocupaciones humanas del área se caracterizaron por la presencia de objetos de adorno en concha y materias primas consideradas de “prestigio” como es el caso de la utilización de un mineral llamado malaquita. Los afloramientos rocosos de las distintas materias primas distribuidas en los sitios arqueológicos identificados en el área,  se localizan mayormente en un cinturón que rodea la cuenca inferior del Río Santa Lucía,  en un radio de 100 kilómetros de su desembocadura. Las materias primas que se encuentran en un porcentaje mayoritario son: cuarzo, anfibolita y caliza silicificada y, en un porcentaje menor, granito y cuarcita.

Hay un conjunto de elementos que evidencian una movilidad residencial reducida y un aumento de las redes de interrelaciones regionales vinculadas a un cambio en la organización social de los grupos que consolidan el liderazgo tribal hacia la llegada de los europeos al área, sostuvo Beovide.

“No sabemos –explicó la investigadora- si eran esos mismos grupos, (que los europeos describieron como charrúas, chaná, guenoas),  una  continuidad de las poblaciones identificadas hace 5.000 años para el área o estamos hablando de grupos totalmente diferentes. Hay una compleja dinámica histórica y cultural que hay que dilucidar con el avance de la investigación. Ello puede implicar procesos migratorios u otros registrados en distintas partes del mundo,  donde grupos cazadores pasaron a ser sedentarios, agricultores, y luego volvieron a ser grupos cazadores-recolectores, dentro de una continuidad histórica. Esto dificulta aún más la posible adscripción a etnias históricas de los distintos vestigios del pasado prehistórico”.

La presencia de contextos cerámicos y cultígenos hace 4.800 años en esta área del Río de la Plata, parece responder, según la autora, a un proceso de manejo de los recursos de larga data y de continua transformación productiva. Beovide asegura que la información recabada permite contrarrestar la visión tradicional de cambio cultural en el área,  por el cual las innovaciones eran vistas como tardías y producto exclusivo de la migración humana. .