Estudios de Carbono 14 permitieron
establecer la presencia de asentamientos humanos en la
Cuenca Baja del Río Santa Lucía desde hace 4.800 años, en
el Holoceno medio, hasta ocupaciones más tardías que
coinciden con la llegada de los europeos en el siglo XV.
La importancia arqueológica del área ya era
reconocida por los pioneros de la Arqueología en nuestro
país desde fines del siglo XIX. Éstos recolectaron
materiales arqueológicos prehistóricos superficiales en el
área que, en ese entonces, fueron asignados a las etnias
históricas. En uno de esos sitios, estudiado en primera
instancia por Raúl Penino y Alfredo Sollazzo: Puerto La
Tuna, sobre las márgenes del Río Santa Lucía, se
encontraron restos de enterramientos humanos, fragmentos de
cerámica y objetos trabajados en piedra que atestiguan una
ocupación importante.
Hasta el año 1990 se conocían algunos
sitios arqueológicos referidos por los pioneros (además de
Penino y Sollazzo, Francisco Oliveras y Carlos Maeso, entre
otros). Desde 1998 y debido al estudio sistemático, se
relevaron 80 sitios prehispánicos en el área y sobre las
costas del Río de la Plata vinculadas al departamento de
San José.
El Río Santa Lucía es, después de la Cuenca
del Río Uruguay, el principal tributario del Río de la
Plata en la costa uruguaya. Se trata de un río costero de
205 kilómetros de largo y una cuenca hidrográfica de
aproximadamente 15.000 kilómetros cuadrados. Su Cuenca
Inferior se ubica entre la ciudad de Santa Lucía y la
desembocadura en el Río de la Plata y cubre un área
aproximada de 435 kilómetros cuadrados. La dirección del
Río Santa Lucía en su tramo inferior es Sureste-Noroeste y
sirve como límite de tres departamentos: Montevideo,
Canelones y San José. El afluente principal del Río Santa
Lucía en su tramo inferior es el San José y los arroyos más
importantes son: Las Brujas, Durán, El Colorado, Tropa
Vieja y Sarandí.
Ambiente propicio
Los ecosistemas más diversos, complejos y
productivos del mundo se encuentran en las regiones
costeras. A su vez, la riqueza biológica de los ecosistemas
costeros contribuye a la biodiversidad del planeta. Esas
regiones han sido lugares tradicionales de encuentro de
culturas y, desde la Prehistoria, las costas fueron lugares
favorables para la ocupación humana por su capacidad de
productividad y sustentación, según afirmó la arqueóloga
Laura Beovide en el artículo “Recursos y Organización del
Espacio Prehistórico Costero en la Cuenca Inferior del Río
Santa Lucía”.
En el documento, la especialista señaló que
“la Cuenca Inferior del Río Santa Lucía tomada como una
unidad sistémica –donde se combinan la abundancia de
especies propias de los tramos inferiores de una cuenca,
con las zonas bajas de bañados salinos- es un buen ejemplo
de un ambiente natural propicio
para el asentamiento humano (…)”.
En una crónica del año 1536 el navegante
portugués Pedro Lope de Souza, describía a los grupos que
habitaban la costa del Río de la Plata. Destacaba la
presencia de aldeas, el uso de canoas y de recursos
costeros como juncos y pesca.
“Sábado 21 de diciembre, al salir el sol
calmo el viento y salí del río al que puse San Juan (Cufré)
…hallé la gente con cuyas tiendas me topé a la ida,
salieron seis almadías, todos sin armas y con medio placer
venían a abrazarnos hacía mucho viento y mucho mar, y ellos
me hacían señas para que entrase en un río que estaba junto
a sus tiendas. Mande un marinero a nado ver si tenia buena
entrada y vino diciendo que era muy estrecho y que dentro
había poca seguridad pues la gente era mucha que le parecía
que eran unos 600 hombres que lo que parecían tiendas o
carpas eran 4 esteras que formaban una casa cuadrada,
descubiertas por arriba, ropa no les vio, tenían redes
iguales a las nuestras. En vista de esto me despedí de
ellos, le di muchas mercaderías y ellos nos dieron mucho
pescado, venían detrás de nosotros unos a nado y otros en
almadías, nadan mas que delfines pues avanzaban tanto como
nosotros que íbamos con viento muy fresco a popa (…)”.
Acumulación de recursos
Beovide recordó que “a partir de que en
1998 comenzamos a estudiar los sitios arqueológicos del
área de la Cuenca Inferior del Río Santa Lucía, en un
convenio que involucró al Ministerio de Educación y
Cultura, Museo Nacional de Antropología, intendencias
municipales de Montevideo, San José y Canelones. Desde el
año 2007 el proyecto contó con el apoyo de la Agencia
Nacional de Investigación e Innovación (ANNI) y del Fondo
Clemente Estable. “Observamos que en el lapso comprendido
entre unos 5.000 años atrás y la llegada de los europeos,
las sociedades que habitaron el área de la Cuenca adoptaron
distintos tipos de plantas cultivadas o manejadas y
alfarería”, consideró la arqueóloga.
“Pensamos que estas sociedades transitan por
distintos procesos de cambios económicos y sociales, muchos
de ellos comunes dentro de las sociedades americanas de ese
período, que llevan a la transformación de economías
basadas en la caza y recolección a economías mixtas con
presencia de cultivos.
Estos procesos se acompañan muchas veces con un mayor grado
de sedentarización y especialización en la producción tanto
de instrumentos líticos y óseos como en la de cerámica”.
Según la investigadora, “en los procesos de cambio -que no
son lineales, precisa, se registran momentos de mayor
aprovechamiento de los recursos naturales por estos grupos,
y otros en que los recursos naturales procesados se
complementan con una variedad mayor de plantas cultivadas”.
Beovide citó, a modo de ejemplo, que se viene estudiando en
sitios arqueológicos de San José y Canelones de 2.700 a
2.300 años de antigüedad, vinculados a los márgenes de
antiguas lagunas (hoy fósiles en el paisaje) y con un clima
más árido que el actual. Allí se dio una explotación más
intensiva de los recursos marinos (moluscos), junto con
distintos recursos vegetales del monte indígena (Palmera
Pindó) y se adoptaron distintos cultígenos, entre ellos
Zea mays (maíz).
“En general, todo nos hace pensar que en
los cinco milenios en los que se centra la investigación
estamos hablando de grupos humanos con economías de
retorno demorado, es decir, donde los recursos se acumulan
y hay planificación en su uso temporal y espacial”, opinó.
Hace 4.800 años el clima era más árido que
el actual. Al mismo tiempo, se produjo un período de
regresión marina posterior al
avance máximo del
frente marino sobre el Río de la Plata. El período se
caracterizó por una movilidad residencial reducida y un
mayor movimiento logístico donde se explotan los recursos
costeros y de pradera. El sistema de producción de
alimentos vegetales estuvo dado por la presencia de
cultígenos que, junto con otros recursos botánicos,
faunísticos y líticos
contribuyeron, posiblemente y con el paso del tiempo, a la
menor movilidad de la ocupación residencial.
“A partir del 4.800 –relató Beovide- poco a
poco se fue conformando un paisaje más estable, en relación
a las grandes oscilaciones del nivel del mar y producto de
los cambios climáticos de éstos últimos milenios, que se
consolida con la formación de los actuales humedales, hace
aproximadamente 2.300 años atrás. Los sistemas de
humedales presentan una mayor diversidad y abundancia de
recursos naturales lo que, en consecuencia, deriva en una
mayor disponibilidad y oferta de recursos para las
sociedades que por entonces habitaron el área. A esta
oferta de recursos se le suma la presencia de cultígenos.
En ese sentido, se obtuvieron vestigios de la
presencia de maíz (2.700 años) y zapallo (4.800 años)
–ambos procesados por molienda- y achira, acompañados por
el aprovechamiento del fruto de la palmera Pindó (a partir
de los 4.800 años)”.
Un problema: las areneras
En los trabajos de prospección no se
encontraron, hasta la fecha, enterramientos humanos y los
restos descubiertos con anterioridad forman parte de
colecciones. La especialista se lamentó que aquellos
lugares en los que eran identificados los sitios funerarios
fueron afectados por la extracción de las areneras. Estas
empresas constituyen uno de los problemas que padecen los
sitios arqueológicos del área. Beovide indicó que otro
aspecto preocupante es que se encuentran en un espacio
metropolitano, por lo que se constata un avance
significativo de la urbanización del suelo, la instalación
de industrias e infraestructura que impacta sobre los
sitios. Por si todos estos aspectos no fueran suficientes
amenazas, la actividad agrícola también daña los sitios
superficiales. “Cuando se aran los campos, los materiales
se mezclan y cuando se realizan tajamares se pierden
definitivamente”, apuntó. En ese sentido, la especialista
reconoció avances con el trabajo desarrollado en el
Programa de Agenda
Metropolitana, que integró la variable arqueológica en su
labor. En ese ámbito advirtió, a partir de la creación de
un grupo de trabajo, acciones concretas para la
conservación de los sitios arqueológicos, a pesar de la
extensión urbana e industrial. El mismo busca propiciar la
gestión integral del patrimonio arqueológico del área, en
paralelo con la coordinación interinstitucional y el
proceso de declaración de un Área Protegida. También
consideró auspiciosa la audiencia pública que tuvo lugar el
24 de febrero y que constituye el paso previo para que el
Área sea integrada al Sistema Nacional de Áreas Protegidas.
Otra de las tareas emprendidas para dar a
conocer el patrimonio arqueológico y promover buenas
prácticas de conservación de estos bienes, fueron
distintas actividades de difusión que incorporan desde
público en general hasta escolares y que incluyen, entre
otros aspectos, visitas a los sitios arqueológicos y
exposiciones.
Amplia interacción regional
“Uno de los aspectos que caracteriza la
presencia humana en el área es el uso del recurso lítico.
La diversidad, abundancia y recurrencia de rocas utilizadas
en los distintos procesos de producción lítica
identificados en los sitios arqueológicos, sugieren la
importancia que este recurso tuvo en la Prehistoria de la
Cuenca”, señala el articulo “Fuentes potenciales de materia
prima lítica en el tramo medio del Río de la Plata: un
recurso constante en la dinámica costera”, elaborado por
Beovide y Jorge Baeza.
Beovide señaló que los espacios ocupados
por estas sociedades humanas y el territorio de
abastecimiento eran muy amplios. Algunas materias primas se
obtenían en un radio de 10 kilómetros pero también hay un
espacio mucho más extenso de búsqueda de materias primas
que son menos abundantes en el registro arqueológico. Es
allí donde no se sabe si aún fueron obtenidas por el
intercambio o porque tenían circuitos mucho más amplios de
movilidad. Con todo, se puede inferir que en los primeros
momentos de ocupación de la Cuenca, hace unos 4.800 años,
ya existía una amplia interacción regional -ya sea por
contacto o por movilidad- que apunta a una región amplia
entre las llanuras de la Pampa argentina y el sur de Brasil
y que perdura en los milenios posteriores.
A partir de los 2.700 años, las ocupaciones
humanas del área se caracterizaron por la presencia de
objetos de adorno en concha y materias primas consideradas
de “prestigio” como es el caso de la utilización de un
mineral llamado malaquita. Los afloramientos rocosos de las
distintas materias primas distribuidas en los sitios
arqueológicos identificados en el área, se localizan
mayormente en un cinturón que rodea la cuenca inferior del
Río Santa Lucía, en un radio de 100 kilómetros de su
desembocadura. Las materias primas que se encuentran en un
porcentaje mayoritario son: cuarzo, anfibolita y caliza
silicificada y, en un porcentaje menor, granito y cuarcita.
Hay un conjunto de elementos que evidencian
una movilidad residencial reducida y un aumento de las
redes de interrelaciones regionales vinculadas a un cambio
en la organización social de los grupos que consolidan el
liderazgo tribal hacia la llegada de los europeos al área,
sostuvo Beovide.
“No sabemos –explicó la investigadora- si
eran esos mismos grupos, (que los europeos describieron
como charrúas, chaná, guenoas), una continuidad de las
poblaciones identificadas hace 5.000 años para el área o
estamos hablando de grupos totalmente diferentes. Hay una
compleja dinámica histórica y cultural que hay que
dilucidar con el avance de la investigación. Ello puede
implicar procesos migratorios u otros registrados en
distintas partes del mundo, donde grupos cazadores pasaron
a ser sedentarios, agricultores, y luego volvieron a ser
grupos cazadores-recolectores, dentro de una continuidad
histórica. Esto dificulta aún más la posible adscripción a
etnias históricas de los distintos vestigios del pasado
prehistórico”.
La presencia de contextos cerámicos y
cultígenos hace 4.800 años en esta área del Río de la
Plata, parece responder, según la autora, a un proceso de
manejo de los recursos de larga data y de continua
transformación productiva. Beovide asegura que la
información recabada permite contrarrestar la visión
tradicional de cambio cultural en el área, por el cual las
innovaciones eran vistas como tardías y producto exclusivo
de la migración humana. .