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21 de abril, 2010

Mujica inauguró Cumbre

Presidente convocó a los políticos del futuro a inculcar y pelear por una cultura diferente
Al inaugurar la III Cumbre Mundial sobre Cambio Climático el Presidente Mujica expresó que es la cultura la que debe reformular el mercado. Está en juego la perdurabilidad de la vida humana sobre el planeta, expresó. La vida es más fuerte que el ser humano, pero éste tiene la capacidad de eliminar su propia vida como especie. El Mandatario apeló a que la convocatoria es salvar el mundo y así salvarnos a nosotros mismos.

“La humanidad está ante una realidad dramática, en tanto nuestro tiempo presenta un dilema de dimensión histórica”, expresó el Presidente José Mujica al inaugurar la III Cumbre Mundial de Regiones sobre Cambio Climático, en Montevideo.

Más allá del diagnóstico científico y del deber de la alta política de encauzar el mundo hacia una racionalidad que permita salvarlo, el modelo de nuestra civilización está cuestionado, agregó luego el Mandatario.

No sólo hay problemas de clase y distribución de la riqueza en el mundo, expresó, sino de la ignorancia que nos impone la lucha de todos los días.

El diagnóstico está dado por los hombres de ciencia, pero nuestros oídos están sordos porque inventamos un tipo de sociedad que para propender a la justicia y felicidad humana debe multiplicar el consumo. Nuestra civilización está basada en el “use y tire”, y lo necesitamos para que la economía no se detenga. Pero el planeta dice “así no va más”, y lo sabemos, enfatizó Mujica.

Continuó diciendo que “Sabemos lo que es necesario hacer, pero estamos como prisioneros de un fatalismo. Ahí radica la contradicción más grave de nuestro tiempo, le ponemos racionalidad a lo irracional”.

Los políticos del futuro deberán convencer a las sociedades que hay cosas que pueden quedar por el camino porque no son sustantivas para la felicidad.

Los hombres de ciencia van a decir lo que debemos hacer, pero los políticos del futuro deberán tratar de inculcar y pelear por una cultura distinta, porque la gran batalla está en el campo de la cultura, aseguró Mujica. No puede ser que el mercado reformule la cultura, es la cultura que debe reformular el mercado, aseguró.

Al concluir su mensaje, el Mandatario dijo que es necesario darse cuenta de la magnitud de la tarea y el desafío por delante. Agregó que ciencia, política, filosofía y poesía deben unirse para dar contenido y destino a la existencia humana. Está en juego la perdurabilidad de la vida humana sobre el planeta. La vida es más fuerte que el ser humano, pero éste puede eliminar su propia vida como especie. El llamado es salvar al mundo para salvarnos a nosotros mismos, concluyó expresando el Presidente José Mujica.

Presidente Mujica: Amigos en primer término, en nombre de mi país, la bienvenida a aquellos que han venido de otras regiones, de otras partes del mundo, a la gente que representa a ciudades, a la gente que representa el movimiento científico, a todos en fin, mis compatriotas, los hombres del Gobierno.

Llevo cincuenta días –más o menos- en el ejercicio de la Presidencia, nunca pensé que como Presidente se pudiera leer tan poco, se corre el riesgo de barbarizarse. Y quisiera tener tiempo para poder escuchar las voces, algunas voces científicamente muy autorizadas que están acá.

Pero estamos frente a un tema de carácter dramático, donde todos tenemos la responsabilidad, a veces, de actuar como aprendices de brujo. Creo que nuestra época, nuestro tiempo, está ante un dilema histórico, de profundidades que todavía no avizoramos.

Hay una vieja religión babilónica desaparecida, donde se cuentan los temores que tenía un Dios de entregar la sabiduría al hombre porque temía que éste destruyera al mundo.

El problema no es sólo el cambio climático como consecuencia del accionar del hombre, es que en el fondo y más allá del diagnóstico científico y el deber de la alta política, de tratar de encauzar el mundo hacia una racionalidad que nos permita salvar el mundo, está cuestionado nuestro modelo civilizatorio.

Y algunos que fuimos jóvenes alguna época, en algún tiempo, y que queríamos arreglar el mundo, vistos en la perspectiva del tiempo tampoco podíamos escapar, ni escapamos de nuestras ensoñaciones juveniles, de este formidable dilema, no sólo de problemas de clase, de distribución de la riqueza en el mundo; de cuestiones de la enorme vastedad de la ignorancia que nos impone el interés de la lucha de todos los días.

Y naturalmente pienso que quienes sustantivamente nos dedicamos a la política -nos demos cuenta o no- dentro de las fiebres de nuestras inevitables vanidades y puerilidades queremos al hombre, queremos a la humanidad y estos problemas, en rededor de los cuales ustedes se reúnen hoy, son parte de la propia existencia del hombre arriba de la tierra.

No es sencillo, nos van a dar el diagnóstico los hombres de ciencia, nos los están dando hace tiempo, nuestros oídos están sordos porque hemos inventado un tipo de sociedad que para propender a la justicia y a la felicidad humana tiene que garantizar que el PBI crece, y el PBI crece basado en una manija infernal de aumentar y distribuir que significa multiplicar el consumo. Nuestra civilización está basada sobre el “use y tire”, “cuánto más mejor” porque además lo necesitamos, porque sino la economía se nos detiene.

Pero el mundo nos dice por ahí: mirá que no va más, mirá que así no y todos sabemos pero es como si fuéramos conscientemente una especie de holocausto colectivo.

Podemos hacer otra cosa, sí claro que podemos, sabemos todo lo que tenemos que hacer y sabemos en el campo del conocimiento todo lo necesario que hay que hacer; pero no lo podemos hacer porque estamos como prisioneros de un fatalismo. Esta es la contradicción de nuestro tiempo, más grave. Y qué cosa curiosa, inventamos autos que sean más pequeños, más económicos, que agredan menos al medio ambiente y por unidad son cada vez mejores, pero como hay muchas más unidades, estamos peor, y así sucesivamente. Nuestros ciudades se hacen insostenibles, inventamos las ciudades dormitorio con buenas vías de comunicación, pero cuando llegamos al centro de la gran urbe, el precio de nuestra vida se pasa en tiempo viajando. Le ponemos racionalidad a lo irracional y así vamos subiendo la escalera. Los políticos del futuro tendrán que convencer a las grandes masas que acceden a la fiesta pero ya no hay más sándwiches para repartir.

Tendrán que convencer, como dice un amigo, que no vale entubar pompas de jabón dentro de un estuche para que los varones de la tierra no tengan el trabajo de agitar la brocha.

Tendrán que convencer de que hay un montón de futilidades y de frivolidades que pueden quedar por el camino y que no son sustantivas para la felicidad humana y tendrán que convencer a la humanidad que la naturaleza hace millones de años que lo recicla todo y tuvo que llegar este animal, el hombre, para inventar cosas que no se pueden reciclar y así sucesivamente.

Los hombres de ciencia nos van a vomitar el diagnóstico y lo que tenemos que hacer, pero los políticos del futuro tendrán que salir del civilismo demagógico y adulonero hacia la gente, tratando de inculcar y de pelear por una cultura distinta porque la gran batalla está en el campo de la cultura.

No puede ser que el mercado nos reformule la cultura, es la cultura la que tiene que reformular el mercado. Es exactamente al revés, por eso cuando uno cuantifica cursos de esta naturaleza, cuál es el resultado más práctico de esto, no hay ningún resultado práctico a la vuelta de la esquina, hay que darse cuenta de la magnitud de la tarea y del desafío que hay por delante.

Una vieja amiga del Uruguay, una uruguaya que vive en Argentina dice que envejecer es no querer salir de casa, algo de razón tiene.

Quienes vivimos en este pequeño país, 3 millones y pico de habitantes, 12 millones de vacas y otros tantas ovejas, nos preguntamos si el país es de la gente o es de las vacas, a veces me da la sensación de que estamos estorbando con nuestras discusiones de productividad porque según los estudios de campal, hace 150 años capaz que hubo 40.000 millones de vacas vagando en la inmensidad de La Pampa.

Pero amigos, créanme que ciencia, política, filosofía y poesía tienen que juntarse para darle un contenido y un destino a la existencia humana.

Lo que está en juego es la perdurabilidad de la vida humana y la de la tierra.

El hombre no tiene fuerzas para eliminar la vida, la vida es más fuerte que el hombre, pero el hombre puede hacer barbaridades capaces de eliminar su propia vida como especie.

Eso empieza a estar en nuestras manos y el grito es salvar al mundo para salvarnos a nosotros mismos. Hagan lo que puedan, gracias.

 
   
 
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