Mujica inauguró Cumbre
Presidente convocó a los políticos del futuro a
inculcar y pelear por una cultura diferente
Al inaugurar la III Cumbre Mundial
sobre Cambio Climático el Presidente Mujica expresó que es
la cultura la que debe reformular el mercado. Está en juego
la perdurabilidad de la vida humana sobre el planeta,
expresó. La vida es más fuerte que el ser humano, pero éste
tiene la capacidad de eliminar su propia vida como especie.
El Mandatario apeló a que la convocatoria es salvar el
mundo y así salvarnos a nosotros mismos.
“La humanidad está ante una realidad
dramática, en tanto nuestro tiempo presenta un dilema de
dimensión histórica”, expresó el Presidente José Mujica al
inaugurar la III Cumbre Mundial de Regiones sobre Cambio
Climático, en Montevideo.
Más allá del diagnóstico científico y del
deber de la alta política de encauzar el mundo hacia una
racionalidad que permita salvarlo, el modelo de nuestra
civilización está cuestionado, agregó luego el Mandatario.
No sólo hay problemas de clase y
distribución de la riqueza en el mundo, expresó, sino de la
ignorancia que nos impone la lucha de todos los días.
El diagnóstico está dado por los hombres de
ciencia, pero nuestros oídos están sordos porque inventamos
un tipo de sociedad que para propender a la justicia y
felicidad humana debe multiplicar el consumo. Nuestra
civilización está basada en el “use y tire”, y lo
necesitamos para que la economía no se detenga. Pero el
planeta dice “así no va más”, y lo sabemos, enfatizó
Mujica.
Continuó diciendo que “Sabemos lo que es
necesario hacer, pero estamos como prisioneros de un
fatalismo. Ahí radica la contradicción más grave de nuestro
tiempo, le ponemos racionalidad a lo irracional”.
Los políticos del futuro deberán convencer
a las sociedades que hay cosas que pueden quedar por el
camino porque no son sustantivas para la felicidad.
Los hombres de ciencia van a decir lo que
debemos hacer, pero los políticos del futuro deberán tratar
de inculcar y pelear por una cultura distinta, porque la
gran batalla está en el campo de la cultura, aseguró
Mujica. No puede ser que el mercado reformule la cultura,
es la cultura que debe reformular el mercado, aseguró.
Al concluir su mensaje, el Mandatario dijo
que es necesario darse cuenta de la magnitud de la tarea y
el desafío por delante. Agregó que ciencia, política,
filosofía y poesía deben unirse para dar contenido y
destino a la existencia humana. Está en juego la
perdurabilidad de la vida humana sobre el planeta. La vida
es más fuerte que el ser humano, pero éste puede eliminar
su propia vida como especie. El llamado es salvar al mundo
para salvarnos a nosotros mismos, concluyó expresando el
Presidente José Mujica.
Presidente Mujica: Amigos en primer
término, en nombre de mi país, la bienvenida a aquellos que
han venido de otras regiones, de otras partes del mundo, a
la gente que representa a ciudades, a la gente que
representa el movimiento científico, a todos en fin, mis
compatriotas, los hombres del Gobierno.
Llevo cincuenta días –más o menos- en el
ejercicio de la Presidencia, nunca pensé que como
Presidente se pudiera leer tan poco, se corre el riesgo de
barbarizarse. Y quisiera tener tiempo para poder
escuchar las voces, algunas voces científicamente muy
autorizadas que están acá.
Pero estamos frente a un tema de carácter
dramático, donde todos tenemos la responsabilidad, a veces,
de actuar como aprendices de brujo. Creo que nuestra época,
nuestro tiempo, está ante un dilema histórico, de
profundidades que todavía no avizoramos.
Hay una vieja religión babilónica
desaparecida, donde se cuentan los temores que tenía un
Dios de entregar la sabiduría al hombre porque temía que
éste destruyera al mundo.
El problema no es sólo el cambio climático
como consecuencia del accionar del hombre, es que en el
fondo y más allá del diagnóstico científico y el deber de
la alta política, de tratar de encauzar el mundo hacia una
racionalidad que nos permita salvar el mundo, está
cuestionado nuestro modelo civilizatorio.
Y algunos que fuimos jóvenes alguna época,
en algún tiempo, y que queríamos arreglar el mundo, vistos
en la perspectiva del tiempo tampoco podíamos escapar, ni
escapamos de nuestras ensoñaciones juveniles, de este
formidable dilema, no sólo de problemas de clase, de
distribución de la riqueza en el mundo; de cuestiones de la
enorme vastedad de la ignorancia que nos impone el interés
de la lucha de todos los días.
Y naturalmente pienso que quienes
sustantivamente nos dedicamos a la política -nos demos
cuenta o no- dentro de las fiebres de nuestras inevitables
vanidades y puerilidades queremos al hombre, queremos a la
humanidad y estos problemas, en rededor de los cuales
ustedes se reúnen hoy, son parte de la propia existencia
del hombre arriba de la tierra.
No es sencillo, nos van a dar el
diagnóstico los hombres de ciencia, nos los están dando
hace tiempo, nuestros oídos están sordos porque hemos
inventado un tipo de sociedad que para propender a la
justicia y a la felicidad humana tiene que garantizar que
el PBI crece, y el PBI crece basado en una manija infernal
de aumentar y distribuir que significa multiplicar el
consumo. Nuestra civilización está basada sobre el “use y
tire”, “cuánto más mejor” porque además lo necesitamos,
porque sino la economía se nos detiene.
Pero el mundo nos dice por ahí: mirá que no
va más, mirá que así no y todos sabemos pero es como si
fuéramos conscientemente una especie de holocausto
colectivo.
Podemos hacer otra cosa, sí claro que
podemos, sabemos todo lo que tenemos que hacer y sabemos en
el campo del conocimiento todo lo necesario que hay que
hacer; pero no lo podemos hacer porque estamos como
prisioneros de un fatalismo. Esta es la contradicción de
nuestro tiempo, más grave. Y qué cosa curiosa, inventamos
autos que sean más pequeños, más económicos, que agredan
menos al medio ambiente y por unidad son cada vez mejores,
pero como hay muchas más unidades, estamos peor, y así
sucesivamente. Nuestros ciudades se hacen insostenibles,
inventamos las ciudades dormitorio con buenas vías de
comunicación, pero cuando llegamos al centro de la gran
urbe, el precio de nuestra vida se pasa en tiempo viajando.
Le ponemos racionalidad a lo irracional y así vamos
subiendo la escalera. Los políticos del futuro tendrán que
convencer a las grandes masas que acceden a la fiesta pero
ya no hay más sándwiches para repartir.
Tendrán que convencer, como dice un amigo,
que no vale entubar pompas de jabón dentro de un estuche
para que los varones de la tierra no tengan el trabajo de
agitar la brocha.
Tendrán que convencer de que hay un montón
de futilidades y de frivolidades que pueden quedar por el
camino y que no son sustantivas para la felicidad humana y
tendrán que convencer a la humanidad que la naturaleza hace
millones de años que lo recicla todo y tuvo que llegar este
animal, el hombre, para inventar cosas que no se pueden
reciclar y así sucesivamente.
Los hombres de ciencia nos van a vomitar el
diagnóstico y lo que tenemos que hacer, pero los políticos
del futuro tendrán que salir del civilismo demagógico y
adulonero hacia la gente, tratando de inculcar y de pelear
por una cultura distinta porque la gran batalla está en el
campo de la cultura.
No puede ser que el mercado nos reformule
la cultura, es la cultura la que tiene que reformular el
mercado. Es exactamente al revés, por eso cuando uno
cuantifica cursos de esta naturaleza, cuál es el resultado
más práctico de esto, no hay ningún resultado práctico a la
vuelta de la esquina, hay que darse cuenta de la magnitud
de la tarea y del desafío que hay por delante.
Una vieja amiga del Uruguay, una uruguaya
que vive en Argentina dice que envejecer es no querer salir
de casa, algo de razón tiene.
Quienes vivimos en este pequeño país, 3
millones y pico de habitantes, 12 millones de vacas y otros
tantas ovejas, nos preguntamos si el país es de la gente o
es de las vacas, a veces me da la sensación de que estamos
estorbando con nuestras discusiones de productividad porque
según los estudios de campal, hace 150 años capaz que hubo
40.000 millones de vacas vagando en la inmensidad de La
Pampa.
Pero amigos, créanme que ciencia, política,
filosofía y poesía tienen que juntarse para darle un
contenido y un destino a la existencia humana.
Lo que está en juego es la perdurabilidad
de la vida humana y la de la tierra.
El hombre no tiene fuerzas para eliminar la
vida, la vida es más fuerte que el hombre, pero el hombre
puede hacer barbaridades capaces de eliminar su propia vida
como especie.
Eso empieza a estar en nuestras manos y el
grito es salvar al mundo para salvarnos a nosotros mismos.
Hagan lo que puedan, gracias.