Mujica en Encuentro Iberoamericano
Uruguay es un país que cultiva un respeto
irrestricto por la justicia
El Presidente de la República, José
Mujica, en el marco de la XV Cumbre Judicial
iberoamericana, dijo que aunque filosóficamente no cree
en la justicia humana, reconoce nítidamente la necesidad
de que las sociedades cuenten con un sistema judicial
que garantice la institucionalidad democrática. Abogó
por una sociedad más justa y menos conflictiva y
calificó a la figura del juez, de insustituible,
titánica y conmovedora.
El Presidente José Mujica participó
en la inauguración de la XV Cumbre Judicial
Iberoamericana que se realizará durante los próximos
tres días en Montevideo. En la ocasión, Mujica, luego de
brindarles una calurosa bienvenida a los magistrados
participantes, expresó que Uruguay es un país que
cultiva un respeto irrestricto por la justicia, como
elemento indispensable para la convivencia. Desde su
condición de ciudadano y bajo un punto de vista
filosófico, dijo que él personalmente no cree en la
justicia humana, manifestación que adquiere un especial
valor porque proviene de un Primer Mandatario. Pero
aclaró que esta expresión la hace en el entendido de que
el hombre es un ser cargado de sentimientos de toda
índole y limitaciones, por lo cual el poder establecer
sanciones o premios a otro ser humano es, sin lugar a
dudas una tarea "más apropiada para los dioses".
A pesar de esto, como todas las
sociedades sufren a diario situaciones de conflictos o
desigualdades, aparece la necesidad irremediable de
contar con un sistema de control. "Apreciamos con total
nitidez, con la fuerza de una revelación, la necesidad
absoluta de dotarnos de un sistema que más allá de sus
humanas limitaciones pueda, al menos intentar paliar los
efectos más nocivos y dañinos de nuestros conflictos",
dijo el Presidente. Es en este marco, que la figura
"casi conmovedora" del Juez asume con responsabilidad la
pesada y dura tarea de aplicar la ley.
Mujica indicó que si se intenta
analizar el rol del juez en la sociedad contemporánea
más allá de la importancia que tienen otros poderes del
Estado, se puede afirmar que "adquiere una importancia
absolutamente única como garantía del mantenimiento y
desarrollo de la institucionalidad democrática".
A su entender, el juez debe funcionar
como la última frontera de derechos de los más
desprotegidos, que son siempre los que quedan por el
camino. En este sentido, calificó de "titánica y
solitaria" la tarea de un juez y se mostró identificado
con las mismas porque: "me ha tocado también compartir
esa incomprensión a la que se enfrentan", dijo.
La imagen de la justicia y sus
relaciones con la sociedad, son otros temas claves que
hay que tener en cuenta, sostuvo el Mandatario, porque
son la otra cara de la responsabilidad y de la
incomprensión antes mencionada. Se mostró comprensivo
con los que tienen la tarea de juzgar a sus semejantes,
que a veces deben hacerlo sin las garantías del debido
proceso y con la obligación de administrar "justicia de
verdad y en serio". También reflexionó sobre cuando a
veces se condena "sin lugar a apelación alguna, sobre
todo cuando el juicio emitido a priori sobre cualquier
acontecimiento no coincide con el que nosotros
hubiéramos emitido", puntualizó.
Reconociendo que estas son las reglas
del juego humano, lo fundamental ahora es ver como se
puede evitar o moderar este tipo de situaciones,
expresó. Para ello la formación y la información de los
ciudadanos es clave, así como construir mejores normas y
procesos que contribuyan en la tarea tan compleja que
enfrentan los jueces. Mujica no desconoció que los
recursos económicos siempre serán insuficientes para una
justicia desarrollada en condiciones dignas, porque "no
podemos tener justicias ricas en sociedades pobres".
Finalizando su intervención, el
Presidente abogó por una sociedad más justa y menos
conflictiva, donde cada uno de sus integrantes pueda
sentirse un individuo pleno y con sus necesidades
básicas satisfechas. "En esa tarea estamos, Gobierno y
oposición" y "nos comprometemos con ustedes señores
magistrados", remató.
Palabras del Presidente José Mujica
al inaugurar la XV Cumbre Judicial Iberoamericana
PRESIDENTE MUJICA: Señores
Presidentes de las Cortes Supremas y los Consejos de
Magistraturas iberoamericanas, señor Presidente Enrique
Iglesias, nuestro compatriota, señor querido, viejo
vecino, don Jorge Batlle, amigos todos: nos complace
enormemente, en nombre del Gobierno y sobre todo del
pueblo uruguayo dar a ustedes la bienvenida, a esta
Décimaquinta Cumbre Judicial Iberoamericana.
Tengan ustedes la absoluta seguridad
que se encuentran en un país con un Gobierno, y sobre
todo con una sociedad que cultiva entre sus más
apreciados valores, el respeto irrestricto por la
Justicia como elemento indispensable para que los
hombres puedan convivir. Nada es más importante que la
vida y la convivencia.
Creemos, en lo personal, desde
nuestra condición de ciudadanos, y no de Presidentes de
la República que cuando hablamos de respeto irrestricto
por la Justicia debe tenerse presente y valorarse,
especialmente, que también hemos expresado
reiteradamente -y desde un punto estrictamente
filosófico- nuestro descreimiento en la justicia humana.
En consecuencia, viniendo de quien
habla, en manifestar el respeto irrestricto por la
Justicia como elemento indispensable para la convivencia
adquiere un especial valor y requiere al mismo tiempo
alguna consideración adicional.
Hemos afirmado descreer en la
justicia humana porque sentimos, como argumento, y como
pueden sentir algunos de ustedes, que, de terminar en
alguna circunstancia concreta de tiempo y espacio,
frente a las acciones llevadas adelante por personas de
carne y hueso, cargadas de limitaciones, anhelos,
deseos, miserias, grandezas y motivaciones de toda laya,
la razón o sinrazón de las mismas, y en base a ello
llegar más lejos aún y establecer sanciones, o premios,
es, sin lugar a dudas, una tarea que excede con
frecuencia la posibilidad de cualquier ser humano, que
es, diríamos, una tarea más apropiada para los dioses.
Al mismo tiempo, cuando enfrentamos a
diario las múltiples posibilidades de desencuentros y
disensos que se plantean en toda sociedad, las infinitas
hipótesis de conflicto al interior de las mismas,
apreciamos en toda su nitidez, con la fuerza de una
revelación, la necesidad absoluta de dotarnos de un
sistema que, más allá de sus humanas limitaciones, puede
al menos intentar paliar los efectos más nocivos y
dañinos de nuestros conflictos.
Y así aparece entonces, con toda su
dimensión, la figura del juez. La figura casi
conmovedora del juez, que con pleno conocimiento de las
limitaciones, asume, encomendado por todos nosotros, la
pesada y dura tarea, generalmente anónima, de aplicar
una ley que muchas veces aparece como avara en sus
posibilidades de interpretar la enorme variedad de las
conductas humanas.
Se trata, entre otras cosas, en ese
encuentro de analizar el rol de juez en la sociedad
contemporánea y podemos afirmar que, más allá de la
importancia que obviamente tienen los otros poderes del
Estado, el rol del juez en estas, y en cualquier otra
sociedad, es de una importancia absolutamente única,
como garantía del mantenimiento y desarrollo de la
institucionalidad democrática.
Y lo es porque es la tarea del juez.
En la interpretación y aplicación de la Ley hay casos
concretos, la que mayores y mejores oportunidades ofrece
de salvaguardar las garantías de todos, pero
fundamentalmente –fundamentalmente- de los más débiles,
aquellos a los que las sociedades democráticas sanas,
más deben proteger.
Y es en definitiva el juez –o debe
ser, al menos- esa última frontera de defensa de los
derechos de los más desprotegidos, por cuanto en
sociedades cada vez más complejas aquellos que van
quedando rezagados en la competencia por el conocimiento
y las consiguientes oportunidades, son al mismo tiempo
los más frágiles, y son también, cada vez más
vulnerables.
Entonces resulta tarea de nosotros
los gobernantes elaborar las grandes líneas que fomentan
la equidad y la justicia social dentro de la libertad.
Resulta tarea de los legisladores, todos, el interpretar
esas líneas a través de leyes que cada vez deben ser más
precisas y eficientes. Pero es tarea del juez, y
solamente del juez, al final de ese camino - y con la
responsabilidad suprema que significa saberse la última
frontera- el hacer que todo el sistema funcione
efectivamente en defensa de aquellos valores que
permiten la convivencia pacífica entre los hombres.
¡Vaya si será una dimensión titánica
la tarea de juez! ¡Vaya si será enorme el peso de su
responsabilidad! ¡Y vaya si será solitaria su tarea! Y
en esa soledad, señores magistrados, les puedo asegurar
que muchas veces me he sentido su compañero, porque
también es mucha la soledad de quienes tenemos que tomar
frecuentemente la última decisión, en los asuntos que
nos competen. Por eso comprendo tanto el peso que recae
sobre sus hombros. Y me ha tocado compartir a veces
también la incomprensión a la que se enfrentan.
Y aquí nos encontramos con la segunda
dimensión del tema que nos ocupa, la de la imagen de la
Justicia y las relaciones con la sociedad. Y como
resulta corolario casi ineludible de lo que venimos de
decir, una enorme responsabilidad, la otra cara de esa
tarea, de una tremenda complejidad, es muchas veces esa
incomprensión de la que hablábamos antes.
Porque parte, también de la condición
humana, es ser a menudo jueces de nuestro prójimo. Somos
dados a juzgar a nuestros semejantes las más de las
veces sin siquiera las garantías del debido proceso, del
que tantas veces nos hablan los abogados con los que
conversamos a diario.
Y en esa tarea de juzgamiento que
podríamos llamar "amateur", somos dados también, a
incluir aquellos que como ustedes, cargan con el peso de
tener que administrar Justicia de verdad, en serio, pero
además, a condenarlos sin lugar a apelación alguna,
sobre todo si el juicio admitido a priori sobre
cualquier acontecimiento, no coincide con el que
nosotros hubiéramos emitido. Pero esas son las reglas
del juego humano que ustedes conocen y aceptan casi con
estoicismo.
Ahora, lo fundamental es ver de qué
manera podemos todos contribuir a evitar -o al menos, a
moderar- tal situación. Y yo creo que en esto hay varios
caminos posibles a recorrer, pero sobre todas las cosas,
el de la formación y la información permanentes.
Formación de jueces y formación, también, de ciudadanos
cada vez más educados, y por educados cada vez más
responsables en sus opiniones. Información de esa misma
ciudadanía para que conozca en toda su dimensión la
complejidad de la tarea que ustedes enfrentan.
Por supuesto que también mejores
normas, también procesos que sin disminución alguna de
las garantías resulten cada vez más ágiles y respondan
con mayor rigor a las exigencias de nuestras sociedades.
Por supuesto que también más
recursos, aunque sin olvidar que los recursos siempre
resultarán escasos para una Justicia desarrollada en
condiciones dignas. No podemos tener Justicias ricas en
sociedades pobres.
Pero al fin de cuentas, por sobre
todas las cosas, para hacer más sencilla y quizás mejor
comprendida la tarea de ustedes los magistrados, sobre
todas las cosas una sociedad más justa, donde cada uno
de sus integrantes se sienta un individuo con plenos
derechos, con sus necesidades básicas satisfechas, y
donde, en consecuencia, las posibilidades de conflicto
no desaparezcan -porque el conflicto parece casi
inherente a la sociedad humana-, pero disminuyan
sensiblemente y sean cada vez más tolerables.
En esa tarea estamos. Y cuando digo
"estamos", me refiero a Gobierno y oposición. Y en esa
tarea nos comprometemos, asimismo, con ustedes.
Señores magistrados, bienvenidos,
nuevamente, a nuestro país. Esta es su tierra. Muchas
gracias.
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