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20 de septiembre, 2010

Florencio Sánchez

Al dramaturgo más popular del Río de la Plata, a cien años de su fallecimiento
Florencio Sánchez es el autor más prestigioso de la dramaturgia uruguaya. En 1902 estrena “M’hijo el dotor” y la lucidez de esa obra marca buena parte de la visión que los uruguayos tenemos de nosotros. Su breve carrera comprende apenas ocho años de vida, debido a su vida licenciosa, radical y militante, sumado a la tuberculosis que padece, alimenta la leyenda del escritor uruguayo para teatro de mayor relevancia hasta el momento.

El teatro criollo de principios de Siglo XX cuajó en un relato costumbrista y nativo de la campaña. Frente a eso, Florencio Sánchez ofreció un teatro profundo. Sus obras “M’hijo el dotor” y “Canillita” bautizaron una forma de vernos que llega a nuestros días. Con apenas 35 años de vida, se convirtió en el más afamado dramaturgo de nuestro país.

Florencio Sánchez nació en Montevideo, un 17 de enero de 1875. Sin embargo, sus primeros escritos fueron publicados en de Minas, pues fue redactor de “La voz del pueblo”. A partir de ese momento se dedicó al periodismo. Trabajó en prestigiosos diarios de la época, como El Nacional, La Razón o El Siglo. Como novedad, Sánchez incorporaba la voz de los protagonistas a sus crónicas rojas.

Participó de forma activa en las vicisitudes de la vida política de nuestro país. Sumó sus fuerzas a las huestes de Aparicio Saravia en la guerra del ’97. De ahí su fuerte relación con otro intelectual de la época, Eduardo Acevedo Díaz. En 1900 escribió “Cartas de un flojo”, en las cuales analizaba los perjuicios del caudillismo. En aquellos años ya comulgaba con el anarquismo, que también imprimió en su obra dramática, pero que no la define.

En 1902 se estrena “La gente honesta” y “M’hijo el dotor”. Luego de esos sainetes el público lo acompañará siempre en el resto de sus obras. En 1906 se traslada a la ciudad de La Plata, donde trabaja en la oficina de identificación antropométrica de Juan Vucetich. La gran mayoría de las obras fue estrenada por la Compañía de los Hermanos Podestá.

Debido a una solicitud del Presidente Claudio Williman, Sánchez se traslada en 1909 a Milán para analizar la conveniencia de la participación uruguaya en una feria internacional de artes. Además, recorre el resto de Europa tras compañías que adquieran los derechos de autor de sus obras. Pero su vida licenciosa también lo persigue en el viejo continente y vilipendia los ingresos que el Estado uruguayo y las compañías teatrales le adelantan.

La tuberculosis tísica quiebra su salud definitivamente el 7 de noviembre de 1910, en el hospital de caridad Fate Bene Fratelli. Ese día se conmemora el día del “Canillita”, nombre por el cual se conoce a los distribuidores de diarios en el Río de la Plata, el protagonista de su obra homónima. Sus restos descansan en el Panteón Nacional desde el 21 de enero de 1921.

Desde el año 1960, cada año las figuras más destacadas del teatro uruguayo son premiadas por la Asociación de Críticos Teatrales del Uruguay con una estatuilla que lleva su nombre.