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21 de septiembre, 2010

Atahualpa del Cioppo

Una personalidad que sembró "la belleza, la justicia y la verdad" en el teatro independiente de América Latina
En una entrevista para el semanario Brecha de María Esther Gilio, Américo Celestino del Cioppo, le expresó: Hay tres principios que son los que tiene aún hoy en cuenta el teatro independiente. Primero la más rica forma artística, o sea la de mayor y mejor calidad posible. El pueblo merece el mejor alimento espiritual y eso hay que darle. Segundo, que su contenido sea humanista, y tercero, que lo ofrecido tenga un claro sentido histórico y de manera clara proponga la justicia."

Américo Celestino del Cioppo Fogliacci nació en Canelones, un 23 de febrero de 1904. A pesar de la descripción de Jorge Abbondanza (un hombre "flaco, alto y huesudo"), en su juventud conoció dentro de la cancha al, más que capitán, "mariscal" José Nazassi, en un partido de fútbol entre las selecciones de Montevideo y Canelones, usando la banda de capitán de los canarios.

Tan destacada era su labor deportiva que un equipo italiano pretendió adquirir su ficha. Pero uno de los primeros pases internacionales de la historia del fútbol del interior se truncó rápidamente, pues Benito Mussolini accedió al poder y Del Cioppo renunció al equipo italiano. No quería permanecer en un país liderado por el fascismo, se lo impedía su profunda vocación por los temas sociales.

La otra vocación que lo iluminaba era la cultura. La poesía lo atrapó en aquellos años del fútbol y para evitar la mofa de los rivales, adquirió el seudónimo de Atahualpa, en homenaje al caudillo indígena. Así comenzó a forjar el nombre con el cual lo conoce la cultura uruguaya y latinoamericana. Por ejemplo, en 1930 ganó el Concurso del Centenario organizado por el entonces Ministerio de Instrucción Pública con su poemario "Rumor".

Un galpón solidario

La solidaridad marcó su existencia. Poco tiempo después del comienzo de la guerra civil española, fundó con un grupo de intelectuales la Universidad del Pueblo, cuya sede fue un edificio ubicado en la esquina de 18 de Julio y Ejido. Hasta allí concurrían personas sin educación que recibían clases gratuitas de todas las materias.

Con ese mismo espíritu organizó el programa radial "La isla de los niños", que posteriormente se transformó en un equipo teatral, dedicado al público infantil. Pero los niños crecieron y reclamaron a Atahualpa la realización de obras juveniles, puestas en escena que se desarrollaban en el auditorio del SODRE. Hasta que la noche previa a uno de los estrenos las autoridades cerraron el local por reformas, en 1947.

Rápidamente ubicaron un viejo galpón, en la calle Mercedes y Roxlo, pero su alquiler era demasiado elevado para un grupo de teatro juvenil. Del Cioppo se contactó con los integrantes del Teatro del Pueblo (pioneros del teatro independiente) y les ofreció costear el local entre las dos instituciones. Y éste es el germen de El Galpón.

Las refacciones demandaron dos años. Los operarios eran los propios adolescentes, que construyeron un teatro con sus manos. En una oportunidad, los vecinos elevaron sus quejas a la Intendencia, por ruidos molestos. Así que se organizó una brigada para explicar el trabajo del grupo. Fue tan exitosa la labor de la brigada que los vecinos se solidarizaron con los jóvenes teatreros y también colaboraron con El Galpón.

La madurez

Aquel grupo teatral infantil, que ya se destacaba por presentar obras con fuerte impronta social, maduró en un teatro capaz de interpretar a Chejov, Miller, Pirandello, Peter Weiss, Roberto Arlt, etc. También dirigió obras fuera de fronteras, gracias a lo cual se lo considera "el alma del teatro de América Latina", al decir del ministro de Educación y ministro de Cultura francés Jack Lang. Su versión de "El círculo de tiza caucasiano" de Bretch, uno de los autores que más defendió, fue premiado en un festival de Buenos Aires, ya en 1959.

Walter Acosta, actor y director teatral de la Comedia Nacional recuerda que en un ensayo de esa obra, le dijo: "Este es uno de los momentos más importantes de la obra, me decía, por mi pequeña escena del viejo lechero, un personaje por el cual yo sentía mucha simpatía. Tarde o temprano el maestro siempre nos decía a todos la misma cosa y a nosotros como actores nos hacía mucho bien creerle. Es usted quien debe mostrarnos a ese patético personaje convertido en lobo por la guerra y la miseria. Usted no puede ser demasiado bueno con la fregona que le pide leche para el niño ajeno. Ni tampoco puede ser demasiado generoso con su mercadería porque de ella depende su propia vida, ¿no le parece? Y aunque la fregona termine por darle un par de monedas de cobre... usted tiene que morderlas -¡morderlas bien, me entiende!- para asegurarse de que son de buen metal antes de darle una escasa medida de leche y cometer así usted mismo una pequeña y vergonzosa estafa. Es usted quien tiene que hacernos comprender que su personaje es tan víctima de La guerra como la pobre fregona, porque si creyéramos que se trata simplemente de un vulgar Harpagón, de un miserable explotador estaríamos cayendo en un grave error sobre la condición humana sometida a las circunstancias históricas que modifican su conducta, ¿me entiende, Acosta? Ni blanco ni negro sino una mezcla de ambas cosas. El viejo Lechero y la fregona obligada a actuar como madre viven en tiempos donde la caridad y la solidaridad no existen. ¡Y pasará mucho tiempo antes de que las víctimas se unan para defenderse juntos contra el enemigo común! Para eso también estamos haciendo la obra de Brecht en El Galpón, ¿me entiende, Acosta?"

El exilio y el retorno

El teatro independiente sufrió el embate del golpe de Estado del año 1973. la censura cayó en 1976, "el año de la Orientalidad", y un reducido grupo teatral emigra al exterior y con el trabajo y la palabra denunció las arbitrariedades del régimen cívico-militar. Cosechó aplausos en toda América Latina. También dirigió la Real Academia de Arte Dramático de Madrid.

Sin embargo, la sala de El Galpón corría riesgo de vida. El lugar que hoy se conoce como Teatro el Galpón abrió en 1969. Cuando el grupo teatral inició su periplo, los recursos para sostenerla implicaron la hipoteca del local propio, pero también se hipotecaron bienes de familiares y amigos. La dictadura fue implacable con ese grupo de militantes y cerró el espacio.

Su sede mexicana era el centro de un profundo debate sobre la actualidad de Uruguay y Latinoamérica. Se presentaron más de dos mil quinientas piezas y de ellas doscientos cincuenta se realizaron fuera de México, en menos de ocho años de exilio.

La dictadura abrió el paso a la democracia y Del Cioppo se hizo presente en nuestro país desde el primer momento en el cual pudo pisar tierras uruguayas. Volvió junto a Daniel Viglietti y se formó una gran caravana para recibirlos, un 2 de octubre de 1984.

El viejo galpón de Mercedes y Roxlo fue devuelto a sus dueños y sus paredes fueron demolidas, junto a su extenso archivo. Pero la Sala 18 volvió a la gestión de El Galpón. Los abonados mensuales alcanzaron los 10 mil socios y se retomaron los proyectos socio-educativos de la institución.

Atahualpa del Cioppo prosiguió su trabajo a pesar de un cáncer de próstata que terminó con su labor pedagógica y literaria, un 2 de octubre de 1993. Estaba en la ciudad de La Habana, luego de una invitación. Sus restos fueron velados en el Teatro Solís.

   
 
  Atahualpa del Cioppo, sobre el teatro de Ibsen. Entrevista de Guido Castillo