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28 de octubre, 2010

Horas de dolor

Una multitud se hizo presente en Casa Rosada para ofrecer honras fúnebres a Néstor Kirchner 
Al arribar a la sede del gobierno argentino, al frente de una delegación multipartidaria, a la que se sumó el embajador compatriota en ese país, Guillermo Pomi, el presidente Mujica recibió muestras de gratitud por su presencia. Éste, visiblemente emocionado, se solidarizó con la presidenta de la vecina orilla, Cristina Fernández y saludó a sus homólogos Evo Morales (Bolivia), Sebastián Piñera (Chile) y Rafael Correa (Ecuador). 

Faltaban cuatro minutos para las 14:00 horas cuando la delegación multipartidaria encabezada por el presidente Mujica y su esposa, la senadora Lucía Topolansky, llegó a la sede del gobierno argentino, la Casa Rosada. Allí, y rodeados por un importante operativo de seguridad, el núcleo fue recibido por el canciller Héctor Timerman y el vicecanciller Alberto D`Alotto. El grupo visitante, al que se sumó el embajador compatriota, Guillermo Pomi, fue conducido hacia un atiborrado Salón de los Patriotas Latinoamericanos. Y lo hizo abriéndose paso por un corredor donde estaban apostados visitantes y personal gubernamental.

En el trayecto, el presidente Mujica recibió muestras de gratitud por su presencia. En el centro del recinto, yacía el féretro de quien fuera presidente argentino en el período 2003-2007, junto a su esposa, la primera mandataria Cristina Fernández, estaba la hermana del extinto, la ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner, demás familiares y allegados. El primer mandatario uruguayo y su esposa, visiblemente emocionados, dialogaron durante  algunos minutos con la jefa de Estado de la vecina orilla.

Mientras la delegación, permaneció por espacio de casi una hora, también fue posible ver el intercambio de saludos entre el presidente Mujica con sus homónimos Evo Morales (Bolivia), Sebastián Piñera (Chile) y Rafael Correa (Ecuador). Entre las personalidades del sistema político argentino y de la región, se encontraba personal diplomático, representantes de organizaciones sociales, figuras del arte, el  espectáculo y el deporte, entre los que no pasó desapercibida la presencia del ex futbolista Diego Maradona.

Desde un sector contiguo, que desembocaba en el salón, llegaba el perfume de decenas de coronas de flores que acompañaban la sentida despedida.

Un río humano, que no dejaba de fluir desde horas más tempranas, recorría un pequeño tramo del recinto, siguiendo las discretas vallas cubiertas con los colores blanco y celeste del pabellón argentino. Los rostros de esos ciudadanos, de las más diversas edades, se acercaban para ofrecer su último adiós y expresaban su dolor que se desbordaba en lágrimas.

Ocasionalmente, el ambiente de congoja era alterado por manifestaciones de apoyo hacia la jefa de Estado, los que eran acompañados de efusivos aplausos. La presidenta, con la compostura propia de su investidura, respondía a los saludos con entereza y por momentos, llevándose su mano al corazón o con un leve movimiento de cabeza. Desde un tramo elevado de los muros del recinto, los retratos de Juan Domingo y Eva Perón contemplaban la escena.

   
 
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