Historiadora Ariadna Islas
Grito de Asencio: un nuevo comienzo para la revolución
En muchas historias nacionales, el
grito de libertad se entendió como la primera acción. Por
eso la historia encontró un “grito” en cada una de esas
historias fragmentadas y nacionales que separaron un
movimiento que fue continental, con elementos comunes en
toda América. Un movimiento que “conmovió a una nación que
en ese entonces comprendía dos océanos. Y la monarquía se
conmovió en todos los rincones, y esa crisis generó
revoluciones a lo largo de toda América”.
La directora del Museo Histórico
Nacional, Ariadna Islas, consultada en el marco de las
conmemoraciones por el Bicentenario de la Gesta
Emancipadora de 1811, explicó que entonces ya existía un
movimiento “en preparación”.
En 1811 llegó Francisco Javier de Elío a
Montevideo como virrey del Río de la Plata y declaró la
guerra a Buenos Aires. Gran parte del ejército desertó; el
15 de febrero lo hizo José Artigas, y viajó a Buenos Aires
para sumarse al ejército de la Junta. El 28 de febrero se
produjo el levantamiento en Asencio. Significó un nuevo
comienzo para la revolución. A partir de ese hecho, los
otros pueblos enviaron contingentes para conformar ese
ejército oriental que daría batalla en Las Piedras.
La directora del Museo Histórico
Nacional en cuanto a la importancia de la fecha que en
estos días se conmemora, precisó que “la revolución en el
Río de la Plata comenzó en una fecha que se puede
considerar emblemática: el 25 de mayo de 1810. Allí, con
la formación de la Junta de Buenos Aires se produjo una
alteración en las jerarquías del Virreinato del Río de la
Plata. A partir de ese momento, desapareció su estructura
funcional y se formó un gobierno autónomo enmarcado en la
crisis de la monarquía española ante la invasión
napoleónica de España.
En 1808 se formaron multiplicidad de
Juntas en América, donde los españoles americanos tomaron
por su cuenta y bajo su riesgo ciertas funciones del
gobierno americano. Esas experiencias autonomistas fueron
un buen ensayo para la revolución.
En 1810 se produjo un nuevo empuje de
ese movimiento, a raíz de una mayor crisis en España, lo
que determinó que las jerarquías funcionales se alteraran.
En este sentido, la formación del Consejo de Regencia, la
llegada de un Virrey al Río de la Plata nombrado por esa
autoridad, fue para los españoles-americanos una
oportunidad de expresión sobre la ilegitimidad de esas
autoridades y la perspectiva de un nuevo gobierno.
Ariadna Islas señaló que la
formación de esa Junta generó en los otros pueblos del Río
de la Plata la decisión de acompañar al gobierno
revolucionario.
Montevideo lo discutió; hubo partidarios
de acompañar al movimiento revolucionario iniciado en
Buenos Aires y otros que no, que pretendían mantenerse
fieles al Consejo de Regencia y a la monarquía española que
en ese momento había caído bajo el gobierno del monarca
francés, José Bonaparte. Esa discusión también se generó en
los pueblos de la campaña oriental, donde se debatió la
adhesión a la Junta o la fidelidad al gobierno de
Montevideo y al Consejo de Regencia.
La historiadora explicitó que se trató
de un proceso de proyección regional. Toda la campaña
oriental dependía de la capital virreinal y la gobernación
de Montevideo formaba parte del Virreinato del Río de la
Plata.
Islas señaló que ese primer movimiento
revolucionario en Montevideo y en pueblos de la campaña fue
reprimido por las autoridades regentistas, fieles al
Consejo de Regencia de Montevideo.
La represión fue muy dura, hubo
orientales–americanos, como se los llamaba en ese momento,
que fueron encarcelados, americanos que murieron, otros
enviados a España como enemigos políticos de la monarquía.
Se originó la derrota en 1810 de un
primer movimiento revolucionario. Luego, ese germen
revolucionario quedó y se fue gestando la revolución.
El gobierno de Montevideo comenzó una
persecución política en los distintos pueblos, en busca de
información sobre qué movimiento se preparaba.
En una comunicación enviada por un jefe
militar al gobernador Gaspar de Vigodet se conoció que
buscaban informes y querían que los pueblos de la campaña
contribuyeran con la causa, pero obtuvieron resistencia por
parte de dichos pueblos.
La porción del ejército oriental, en ese
momento bajo las órdenes de la Junta de Buenos Aires, no
fue hasta ese momento un regimiento autónomo, pero era un
ejército nuevo, formado por vecinos, por desertores de los
cuerpos de ejército existentes en la región que empezó a
tomar los distintos pueblos para comenzar la revolución, en
un segundo comienzo para la revolución.
La directora del Museo Histórico
Nacional enfatizó que cuando se mira la historia desde el
final, desde las repúblicas ya constituidas sobre fines del
siglo XIX y se comienzan a construir las historias
nacionales, se recortan las revoluciones.
En sus comienzos, era una única
revolución americana que quebraba las estructuras del
Virreinato, y de la que, los que vivían de este lado del
río, en la Banda Oriental, participaron desde de los
distintos pueblos. Esos distintos contingentes de vecinos,
gauchos, peones, campesinos y soldados dieron batalla en
Las Piedras y sitiaron Montevideo. Se dio una importante
propaganda revolucionaria.
Quizás, el momento clave de esta
propaganda es cuando José Artigas, desde Mercedes lanzó la
denominada “Proclama de Mercedes”, en la que llamó a la
unión de sus compatriotas para llevar adelante la campaña
sobre Montevideo, que luego de la Batalla de Las Piedras
culminó con el sitio de Montevideo.
Islas explicó que a ese proceso de
reinicio de la revolución, Artigas lo denominó “la
admirable alarma” en un documento muy conocido, que es la
comunicación a la Junta de Paraguay. Esto se debió a que
todos los pueblos se pusieron nuevamente en guardia para
retomar su autonomía, después de la ocupación por parte del
gobierno de Montevideo. Allí radica la importancia del
Grito de Asencio.
En muchas historias nacionales, el grito
de libertad se entendió como la primera acción. Por esta
razón, la historia encontró un grito de libertad en cada
una de esas historias fragmentadas y nacionales, que
separaron un movimiento que fue continental, con elementos
comunes en toda América.
Islas destacó el valor de dicho
movimiento que “conmovió a una nación que en ese entonces
comprendía dos océanos. Y la monarquía se conmovió en todos
los rincones, y esa crisis generó revoluciones a lo largo
de toda América”.
Por ello, actualmente se observa como un
enclave regional e iberoamericano, síntesis de ese proceso;
“se pasa de una estrecha revolución nacional a un proceso
americano”, concluyó la historiadora. |