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26 de febrero, 2011

Historiadora Ariadna Islas

Grito de Asencio: un nuevo comienzo para la revolución
En muchas historias nacionales, el grito de libertad se entendió como la primera acción. Por eso la historia encontró un “grito” en cada una de esas historias fragmentadas y nacionales que separaron un movimiento que fue continental, con elementos comunes en toda América. Un movimiento que “conmovió a una nación que en ese entonces comprendía dos océanos. Y la monarquía se conmovió en todos los rincones, y esa crisis generó revoluciones a lo largo de toda América”.

La directora del Museo Histórico Nacional, Ariadna Islas, consultada en el marco de las conmemoraciones por el Bicentenario de la Gesta Emancipadora de 1811, explicó que entonces ya existía un movimiento “en preparación”.

En 1811 llegó Francisco Javier de Elío a Montevideo como virrey del Río de la Plata y declaró la guerra a Buenos Aires. Gran parte del ejército desertó; el 15 de febrero lo hizo José Artigas, y viajó a Buenos Aires para sumarse al ejército de la Junta. El 28 de febrero se produjo el levantamiento en Asencio. Significó un nuevo comienzo para la revolución. A partir de ese hecho, los otros pueblos enviaron contingentes para conformar ese ejército oriental que daría batalla en Las Piedras.

La directora del Museo Histórico Nacional en cuanto a la importancia de la fecha que en estos días se conmemora, precisó que “la revolución en el Río de la Plata comenzó en una fecha que se puede considerar emblemática:  el 25 de mayo de 1810. Allí, con la formación de la Junta de Buenos Aires se produjo una alteración en las jerarquías del Virreinato del Río de la Plata. A partir de ese momento, desapareció su estructura funcional y se formó un gobierno autónomo enmarcado en la crisis de la monarquía española ante la invasión napoleónica de España.

En 1808 se formaron multiplicidad de Juntas en América, donde los españoles americanos tomaron por su cuenta y bajo su riesgo ciertas funciones del gobierno americano. Esas experiencias autonomistas fueron un buen ensayo para la revolución.

En 1810 se produjo un nuevo empuje de ese movimiento, a raíz de una mayor crisis en España, lo que determinó que las jerarquías funcionales se alteraran. En este sentido, la formación del Consejo de Regencia, la llegada de un Virrey al Río de la Plata nombrado por esa autoridad, fue para los españoles-americanos una oportunidad de expresión sobre la ilegitimidad de esas autoridades y la perspectiva de un nuevo gobierno.

Ariadna Islas señaló que la formación de esa Junta generó en los otros pueblos del Río de la Plata la decisión de acompañar al gobierno revolucionario.

Montevideo lo discutió; hubo partidarios de acompañar al movimiento revolucionario iniciado en Buenos Aires y otros que no, que pretendían mantenerse fieles al Consejo de Regencia y a la monarquía española que en ese momento había caído bajo el gobierno del monarca francés, José Bonaparte. Esa discusión también se generó en los pueblos de la campaña oriental, donde se debatió la adhesión a la Junta o la fidelidad al gobierno de Montevideo y al Consejo de Regencia.

La historiadora explicitó que se trató de un proceso de proyección regional. Toda la campaña oriental dependía de la capital virreinal y la gobernación de Montevideo formaba parte del Virreinato del Río de la Plata.

Islas señaló que ese primer movimiento revolucionario en Montevideo y en pueblos de la campaña fue reprimido por las autoridades regentistas, fieles al Consejo de Regencia de Montevideo.

 La represión fue muy dura, hubo orientales–americanos, como se los llamaba en ese momento, que fueron encarcelados, americanos que murieron, otros enviados a España como enemigos políticos de la monarquía.

 Se originó la derrota en 1810 de un primer movimiento revolucionario. Luego, ese germen revolucionario quedó y se fue gestando la revolución.

El gobierno de Montevideo comenzó una persecución política en los distintos pueblos, en busca de información sobre qué movimiento se preparaba.

En una comunicación enviada por un jefe militar al gobernador Gaspar de Vigodet se conoció que buscaban informes y querían que los pueblos de la campaña contribuyeran con la causa, pero obtuvieron resistencia por parte de dichos pueblos.

La porción del ejército oriental, en ese momento bajo las órdenes de la Junta de Buenos Aires, no fue hasta ese momento un regimiento autónomo, pero era un ejército nuevo, formado por vecinos, por desertores de los cuerpos de ejército existentes en la región que empezó a tomar los distintos pueblos para comenzar la revolución, en un segundo comienzo para la revolución.

La directora del Museo Histórico Nacional  enfatizó que cuando se mira la historia desde el final, desde las repúblicas ya constituidas sobre fines del siglo XIX y se comienzan a construir las historias nacionales, se recortan las revoluciones.

En sus comienzos, era una única revolución americana que quebraba las estructuras del Virreinato, y de la que, los que vivían de este lado del río, en la Banda Oriental, participaron desde de los distintos pueblos. Esos distintos contingentes de vecinos, gauchos, peones, campesinos y soldados dieron batalla en Las Piedras y sitiaron Montevideo. Se dio una importante propaganda revolucionaria.

Quizás, el momento clave de esta propaganda es cuando José Artigas, desde Mercedes lanzó la denominada “Proclama de Mercedes”, en la que llamó a la unión de sus compatriotas para llevar adelante la campaña sobre Montevideo, que luego de la Batalla de Las Piedras culminó con el sitio de Montevideo.

Islas explicó que a ese proceso de reinicio de la revolución, Artigas lo denominó “la admirable alarma” en un documento muy conocido, que es la comunicación a la Junta de Paraguay. Esto se debió a que todos los pueblos se pusieron nuevamente en guardia para retomar su autonomía, después de la ocupación por parte del gobierno de Montevideo. Allí radica la importancia del Grito de Asencio.

En muchas historias nacionales, el grito de libertad se entendió como la primera acción. Por esta razón, la historia encontró un grito de libertad en cada una de esas historias fragmentadas y nacionales, que separaron un movimiento que fue continental, con elementos comunes en toda América.

Islas destacó el valor de dicho movimiento que “conmovió a una nación que en ese entonces comprendía dos océanos. Y la monarquía se conmovió en todos los rincones, y esa crisis generó revoluciones a lo largo de toda América”.

Por ello, actualmente se observa como un enclave regional e iberoamericano, síntesis de ese proceso; “se pasa de una estrecha revolución nacional a un proceso americano”, concluyó la historiadora.

   
 
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