Legalizar mascado de coca
Uruguay apoyó a Bolivia en enmienda a
la Convención Única sobre Estupefacientes
En su participación en el 54º período
de Sesiones de la Comisión de Estupefacientes de las
Naciones Unidas, Uruguay apoyó la intención de Bolivia
de enmendar el artículo de la Convención que sostiene
que el mascado de coca es una actividad ilícita. El
secretario general de la JND, Milton Romani explicó
desde Viena que se trata de una tradición cultural
milenaria que no daña el organismo.
Entre los
días 21 y el 25 de marzo se desarrolla el 54º período de
Sesiones de la Comisión de Estupefacientes de las
Naciones Unidas en la ciudad de Viena, Austria.
En este
encuentro internacional, Uruguay está representado por
el subsecretario del Interior, Jorge Vázquez y por el
secretario general de la Junta Nacional de Drogas,
Milton Romani.
En la
exposición país, Uruguay alentó un debate democrático y
sin dogmatismos sobre el sistema internacional de
fiscalización, el respeto de los DDHH y al enfoque
integral de la problemática de las drogas.
En este
foro, nuestro país colocó sobre la mesa un aporte que
posibilite la discusión sin prejuicios de la forma de
gestión de los riesgos de la humanidad en torno al
consumo de estupefacientes. Remarcó que en la actualidad
y a nivel internacional, mantiene la hegemonía una idea
basada en la represión en todos los niveles.
En este
encuentro internacional, uno de los debates estaba
centrado en una propuesta de Bolivia de modificar el
Art. 49 de la Convención Única sobre Estupefacientes de
1961, modificada por el Protocolo de 1972, que afirma
que quedará prohibida, dentro de los veinticinco años
siguientes a la entrada en vigor de la presente
Convención, la masticación de la hoja de coca. Culminado
este plazo, esta normativa torna ilícita, la masticación
de la hierba en zonas tales como Bolivia, Perú y el
Norte Argentino.
Varios
países de la comunidad internacional encabezados por
Estados Unidos, están objetando esa enmienda al
documento.
Ante
este debate, Uruguay apoyó firmemente la iniciativa de
Bolivia de modificación de esta normativa. En este
sentido, desde Uruguay se sostuvo que se trata de una
“restricción insoportable” y que lesiona el derecho de
autodeterminación de los pueblos y su integridad
nacional y cultural.
Romani
explicó que la masticación, “acullico” o “mambeo” de la
hoja de coca es una tradición cultural milenaria que no
hace daño. Agregó que la postura uruguaya sostiene que
la represión debe estar dirigida al crimen organizado,
al lavado de dinero y a la corrupción.
Por su
parte, el Subsecretario del Interior, Jorge Vázquez
afirmó que se avanza hacia el destierro de la idea de
países productores, de tránsito y consumidores y hacia
un encare internacional de la problemática de las
drogas.
Explicó
que la postura uruguaya propone que los países
productores establezcan mecanismos de control para
evitar que las producciones superen los fines
sanitarios, culturales o religiosos.
Señaló
que los países de tránsito como Uruguay, también
enfrentan el problema del consumo ya que parte de la
sustancia que transita, se queda en el país y sobre
todo, lo peor de la sustancia, que es la pasta base de
cocaína. El Subsecretario del Interior indicó que ese
pasaje también genera corrupción, ya que no puede
existir tráfico sin corrupción, dijo.
Explicó
que en el concierto internacional, Uruguay está
considerado como un país muy responsable que ha
trabajado con alto compromiso estas temáticas. Agregó
que el enfoque nacional desde el año 2005, ha permitido
trabajar sobre el narcotráfico, el lavado de dinero y la
corrupción. Afirmó que los planteos que Uruguay lleva al
foro internacional son muy escuchados y atentamente
atendidos.
Nuestro país resultó electo nuevamente por un período
de tres años para integrar esta Comisión, organismo
rector internacional en fiscalización de drogas.
EXPOSICIÓN DE URUGUAY EN EL 54°
PERIODO DE SESIONES DE LA COMISION DE ESTUPEFACIENTES DE
LAS NACIONES UNIDAS
Viena – Marzo de 2011
Intervención de la Delegación
Uruguaya
La Delegación de la Republica
Oriental del Uruguay saluda al Sr. Presidente y a todos
los integrantes de la Mesa que dirige esta sesión. Damos
nuestra cordial bienvenida al nuevo Director Ejecutivo
de ONUDD, Sr. Yury Fedotov y le deseamos éxitos en su
nueva responsabilidad.
Queremos expresar nuestra solidaridad
con el pueblo y gobierno de Japón que esta sufriendo las
calamidades por todos conocidas. Nuestra humilde y
fraternal disposición a ayudar en lo que ellos
consideren pertinente.
Uruguay se hace presente en este 54°
período de sesiones para alentar y promover que este
foro, tan importante para la estrategia sobre el
problema mundial de las drogas, logre constituirse en un
verdadero espacio de información, cooperación, e
intercambio. Queremos alentar un debate democrático
sin escamoteos y sin dogmatismos referido al sistema
internacional de fiscalización, al respeto de los DDHH y
al enfoque verdaderamente integral y adecuadamente
equilibrado que todavía tenemos como desafío.
Es cierto que “las drogas no son
dañinas porque se fiscalicen”. Debemos admitir que
hay modelos de fiscalización que con un sesgo
marcadamente represivo, que no respetan la
proporcionalidad entre el daño y las penas, que no
amparan derechos y garantías, causan innumerables daños
y no resuelven el problema. A veces lo empeoran y
terminan siendo mas graves que las drogas mismas.
Que “se fiscalizan porque son
dañinas” implica admitir que el primer derecho
humano es al disenso, al cuestionamiento de nuestras
propias verdades, al debate democrático. Derecho que se
le esta vedando al pueblo de Bolivia, al igual que al de
Perú y pueblos andinos, incluidos las Provincias del
Norte de Argentina, cuando se pretende imponer un hecho
ilícito a la práctica ancestral del mascado de la hoja
de coca. Absurdo.
En el 53° periodo de sesiones
mencionamos los conceptos de la Declaración de la
Comisión Latinoamericana Drogas y Democracia en América
Latina, firmada por algunas personalidades (entre ellas
algunos ex presidentes). La situación en nuestra región
exige firmeza en la aplicación de la ley. Pero
precisamente por ello, nos compromete en una revisión y
evaluación de los modelos de control, regulación y
fiscalización. El riesgo es seguir insistiendo a una
represión indiscriminada como única respuesta. Sin
contemplar los componentes de promoción social, laboral
y educativa inherentes al fenómeno social de las drogas,
ni un presupuesto y atención suficiente para el
tratamiento y asistencia sanitaria de los adictos.
El riesgo mayor es que una aplicación
injusta, arbitraria y no equitativa de la ley, sea la
gran debilidad del sistema. Reiteramos: el paradigma de
la “guerra contra las drogas” que ha hegemonizado la
fiscalización mundial no es adecuado. No son las
leyes de la guerra con las que se puede enfrentar
problemas sociales complejos y mercados ilícitos que
actúan en el plano de la economía formal e informal. En
términos militares, es un conflicto mal planteado y una
opción por determinado modelo: la guerra-total. En otros
enfoques, el arte supremo de la guerra es doblegar al
enemigo sin librar una sola batalla. En el actual se ha
desplegado un frente de batalla extensísimo: se han
multiplicado los enemigos (el conflicto es con una larga
cadena: productores grandes, medianos y chicos; grandes
traficantes ilegales, medianos y pequeños, mulas, y como
si fuera poco con los propios consumidores).
No se
atiende la recuperación de quienes son considerados
“enemigos”, retaguardia del mercado de consumo donde se
mueve el narcotráfico. No se destinan fondos suficientes
para prevención y tratamiento. Las cárceles son en
realidad campo de entrenamiento para futuras
combatientes. La violación del derecho de guerra, el no
respeto de la dignidad de los “vencidos”, las ofensas
realizadas contra “los enemigos” multiplican y
realimentan el odio y la sed de venganza. No se realiza
siquiera “acción civil” vinculada al desarrollo para
ganar a la población. Como estrategia militar, un
desastre. Como despliegue en aras de una hegemonía
geopolítica de algunos países puede que de resultados.
Pero eso es otra discusión.
Es un
principio de economía de uso de la fuerza: si se
derrocha en tantos frentes, luego no se aplica con vigor
al núcleo principal: los grupos de crimen organizado,
el lavado de dinero y la corrupción.
El
apego a los derechos humanos significa promover el
derecho a la salud de los consumidores, la necesidad de
brindar atención sanitaria general y especializada para
todos los usos problemáticos de drogas de circulación
lícita e ilícita. Garantizar también el adecuado acceso
a los medicamentos opiáceos destinados a los
tratamientos paliativos y del dolor. La JIFE estima que
el 85% de la población mundial que demanda de ellos no
tienen acceso. Paradoja del problema drogas.
Los
países desarrollados tienen sus propios problemas con
las drogas. Los países de nuestra Región con amplios
sectores en vulnerabilidad por exclusión social y
cultural tenemos otros problemas que derivan en
violencias sociales. Reconquistar territorio para un
Estado que estuvo ausente y omiso, ocupando con planes
sustentables de inclusión social, con participación
activa de la comunidad y la sociedad civil es garantía
de sustentabilidad de la ley.
Uruguay
impulsa la Gestión Local en Drogas con Base
Comunitaria que potencie los dispositivos intermedios,
de proximidad, de acogida y amparo, prevención y
tratamiento local. Esto es un enfoque de reducción
de daños para la inclusión, para llegar a toda la
población en sufrimiento social.
La
JIFE en su Informe Anual 2010 advierte sobre Corrupción
y Drogas. La corrupción es
tan o mas dañina que las drogas mismas. Una pregunta se
impone: ¿quien fiscaliza a los fiscalizadores?
Los
corruptos (que muchas veces son los que gritan y piden
las penas mas severas a la vieja manera de gritar "al
ladrón....") hacen un daño inconmensurable de tipo
económico. Más grave es en términos simbólicos. La
participación comunitaria es impensable cuando la
opinión pública desconfía de los aparatos del Estado y
donde existe una aplicación desigual de la ley. Donde
los delitos de guante blanco siempre quedan afuera y
nuestras cárceles se nutren de la gente pobre que no
tiene padrinos ni abogados.
La
corrupción no es solo efecto a posteriori de la
capacidad de los grupos criminales para corromper
policías, aduaneros, fiscales, jueces y políticos. Hay
una cultura ciudadana e institucional que puede ser
estimulante o preventiva. La promoción de valores que
asocien la inversión y el desarrollo humano desde una
perspectiva ética y sustentable en términos económicos,
sociales y ambientales es un camino insoslayable.
Uruguay afirma que el principio de
responsabilidad común y compartida debe incorporar como
principio insoslayable el criterio y la pretensión de
equidad.
Como
afirmó el Sr. Antonio Maria Costa:
“Las
fuerzas del mercado ya han configurado las dimensiones
asimétricas de la economía de la droga; los mayores
consumidores del veneno en el mundo (los países ricos)
han impuesto a los pobres (principales lugares de la
oferta y el tráfico) el daño mayor. Los países pobres no
están en condiciones de asimilar las consecuencias de un
mayor consumo de drogas. Se cierne sobre el mundo en
desarrollo una crisis que puede someter a millones de
personas al calvario de la drogodependencia”.
Los países de nuestra región hemos cooperado
por impedir que llegue la cocaína al primer mundo. Nos
exigen, nos evalúan, ponemos los campesinos, los
muertos, se nos traslada una parte de responsabilidad
por la producción, transito y el lavado de dinero. La
hemos asumido. Sin embargo nos queda la resaca y una
serie de problemas que no siempre están en su justa
medida en la agenda de la cooperación internacional.
Por
ejemplo: las cocaínas fumables de bajísima calidad
que responden a nuevas modalidades de tráfico y consumo
se han consolidado en nuestra región. No hay una
respuesta adecuada de la cooperación en ese terreno.
Ni siquiera se visualiza correctamente.
El
Informe de JIFE menciona equivocadamente al crack
como caracterización de este grave problema. Desde el
año 2000 lo que circula llamado Crack en
Brasil, Paco en Argentina y Pasta
Base en Chile y Uruguay no es exactamente un
purificado del clorhidrato. Es otro tipo cocaína fumable
de bajísima calidad que tampoco es exactamente su
precursor básico. Es un subproducto de una nueva
modalidad de producción de clorhidrato. Que se fabrica
en laboratorios chicos (“cocinas”) que exportan el
clorhidrato como negocio principal y generaron una nueva
mercancía de bajo costo unitario (1 o 2 dólares) que se
distribuye en los sectores socialmente vulnerables. Hay
un circuito de tráfico y consumo bien diferenciado entre
ambos productos, pero con puntos en común.
Podemos
ver críticamente también los esquemas de lavado de
dinero que tienen terminales en los paraísos fiscales de
islas donde los países centrales no fiscalizan con tanto
celo. O culminan en la Zona de Alta Densidad de Crimen
Financiero que no esta precisamente en nuestras tierras
y que ahora comenzamos a cooperar intensamente.
La inequidad se puede ilustrar en la
frontera de México-EEUU. No solo es permeable y
conflictiva por el ingreso de cocaína a los mercados
consumidores del norte. Es mucho más permeable en
sentido inverso con el mercado de armas donde se proveen
los narcotraficantes. Parece una incongruencia admitir
un mercado liberalizado y desregulador para la
producción, distribución y uso de armas de fuego de un
lado de la frontera y un esquema de fiscalización
inconmovible que no puede ser revisado, referido a las
drogas del otro. Eso es explosivo.
Las armas de fuego son dañinas no
porque estén fiscalizadas. Sino porque no lo están. Eso
tiene congruencia con una garantía de raigambre
republicana y democrática establecido en preceptos
constitucionales de gran jerarquia que otorgan el
derecho a la tenencia de armas del ciudadano, para
defender su país.
Permítanme afirmar que el mismo
derecho tiene el pueblo de Bolivia, de Perú y del Norte
Argentino a
acullicar, chachear o mambear,
es decir
mascar la hoja de
coca que no solo tiene
estatuto constitucional sino verdadero valor religioso y
cultural En todo caso, no hay evidencia que tal práctica
humana dañe a nadie.
Apoyamos firmemente la iniciativa del
Estado Plurinacional de Bolivia en su recurso que
propone modificar el artículo 49 de la Convención Única
sobre Estupefacientes de 1961, modificada por el
Protocolo de 1972. En la que se afirma que "la
masticación de la hoja de coca quedará prohibida dentro
de los veinticinco años siguientes a la entrada en vigor
de la presente Convención” y que cualquiera de las
Partes de la Convención Única podrá reservarse el
derecho a permitir temporalmente el masticado de la hoja
de coca dentro de sus territorios.
Es una
restricción insoportable. Lesiona el derecho a la
autodeterminación de los pueblos y a su integridad
nacional y cultural. Pero además expresa el absurdo más
contundente de una perspectiva falsamente moralista y
absurda.
En
nuestra región estamos avanzando para enfrentar nuestros
problemas.
La
declaración de Montevideo de la XII Red de Drogas del
MERCOSUR del año 2006 ya señalaba el tema de las
cocaínas fumables. Señalaba también los problemas
vinculados al consumo problemático de alcohol. La
incidencia del consumo abusivo de tabaco y alcohol
vinculado con el consumo abusivo de otras drogas es una
evidencia científica que sigue siendo ignorada como
problema en este ámbito. Uruguay ha tenido avances
importantes en el abatimiento del consumo de tabaco y
estamos adhiriendo a la Estrategia Mundial contra el Uso
Nocivo de Alcohol de la OMS.
La
creación del Consejo Superior de lucha contra el
Problema Mundial de las Drogas de UNASUR es un paso de
enorme trascendencia en nuestra región que equilibra las
fuerzas y empieza a generar nuevas miradas e iniciativas
en el tema, intentando visualizar los problemas propios
del espacio Suramericano.
Valoramos y participamos en la elaboración de la Nueva
Estrategia Hemisférica de CICAD. En ese sentido en la
última reunión hemos concertado un Plan conjunto de
Brasil, Chile, Argentina y Uruguay para enfrentar el
tema del paco, pasta base o crack que recibió apoyo de
la CICAD y del Departamento de Estado de EEUU.
Señor
Presidente:
Las
Convenciones son normas que la comunidad internacional
construye, acuerda, y debe respetarlo. Pero no son
tablas inmodificables que puedan regular toda la
conducta humana; que en su eterno desafío ético, puede
plantearse grandes hazañas y también caer en grandes
miserias.
Optemos
por la hazaña de contribuir a un desarrollo humano
justo, solidario, armonioso, que busque la felicidad, el
goce y la buena vida en pleno respeto de la dignidad de
todas y todos nosotros. |