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18 de mayo, 2011

Bicentenario Batalla de Las Piedras

"No podemos trasladar nuestras frustraciones a las nuevas generaciones de militares"
El primer mandatario llamó a los uruguayos a mirar en nuestro pasado para encontrar la mirada de compromiso con el porvenir. No hay superación con odio, aseveró. Agregó que la única superación posible es ser mejores jueces con nosotros mismos y un poco más indulgentes con los demás. En tal sentido, se refirió a la necesaria convivencia y tolerancia en el país, por encima de las diferencias, donde prevalezca el nosotros.

En el marco de la conmemoración del bicentenario de la Batalla de Las Piedras que tuvo lugar el 18 de mayo de 1811 en la ciudad homónima, el presidente de la República, José Mujica, fue el orador central al pie del monumento de José Artigas. La fecha coincide, además, con los 200 años del Ejército Nacional.

El mandatario llamó a rendir el mayor homenaje a quienes fundaron la Patria con sacrificio y que demandó el sueño de generaciones de negros, zambos, gauchos, mulatos y algunos tan anónimos que ni el nombre pudo apuntarse los que, como pudieron, comenzaron a construir el nosotros.

En un pasaje de un emotivo y vibrante discurso, el presidente Mujica confió en que, en los próximos 200 años, vivamos en un continente donde las armas y los ejércitos sean una cuestión de la arqueología. “El hombre puede salir de su barbarie, de su civilización depredadora y entender que los hombres pueden y deben vivir y negociar sus diferencias por otros caminos”, aseveró.

Llamó a “no trasladarle a las generaciones que vienen las frustraciones de la nuestra y lo digo como viejo que se puso un arma al cinto”, lo que provocó los espontáneos aplausos de la nutrida concurrencia.

Entre los asistentes, se encontraban, además de pobladores locales y militares, autoridades de ese y otros departamentos, integrantes de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, ex presidentes de la República, jerarcas de las tres ramas de la Fuerzas Armadas, autoridades eclesiásticas e integrantes del cuerpo diplomático.

“Me parece muy lógico que en un día de Patria cada generación cargue con su frustración y cada cual con su mochila”, añadió. “Sabemos que hay dolores ocultos, viejas que lloran por los huesos de sus hijos, mucho dolor e injusticia, pero no podemos trasladarles a las nuevas generaciones de militares nuestras frustraciones. Necesitamos un país convivible, que por encima de sus diferencias tenga el coraje de poner adelante el nosotros”.

Compromiso con el porvenir

El mandatario dijo reconocer que “nos queda mucho trabajo con las escuelas, con la enseñanza, (donde) cultivar una tolerancia superior entre nosotros. Entender que el Artiguismo es una filosofía, una manera de pararse frente a la vida”.

En referencia al Jefe de los Orientales, el presidente Mujica sostuvo que más importante que el caudillo militar fue ese viejo que se enterró en la selva paraguaya. No se fue al exilio lejano, pasó treinta años de agricultor, en humildad, con la dureza verdadera de los hombres comprometidos pudiendo tenerlo todo al alcance de sus manos.

En ese sentido, sentenció que “el Artigas de bronce es nada al lado del compromiso y la deuda enorme de un programa que nos alumbra hasta hoy”.

Sobre el final de su alocución, el mandatario afirmó con tono conciliador que “tenemos que mirar nuestro pasado para encontrar la mirada de compromiso con el porvenir, y que, en definitiva, no hay superación con odio. La única superación posible es ser mejores jueces con nosotros mismos y un poco más indulgentes con los demás”.

Palabras del Presidente de la República, José Mujica Cordano, durante los actos conmemorativos por el Bicentenario de la batalla de Las Piedras y el nacimiento del Ejército Nacional, el 18 de mayo de 2011, en la ciudad de Las Piedras, departamento de Canelones.

Amigos, todos; autoridades de cualquier jerarquía; visitantes de mi Patria Grande latinoamericana; amigos extranjeros: Este es un día especial;  es un día especial porque hay muchos anónimos. Porque el principal saludo es con y de nuestro pueblo al cual pertenecemos y al cual, en definitiva, tenemos que rendir el mayor homenaje porque la Patria la fundaron otros. La fundó el sacrificio y el sueño de generaciones que se fueron; de negros,
zambos, gauchos, mulatos y algunos tan anónimos que ni el nombre pudo apuntarse. Y que como pudieron empezaron a crea esa realidad y a construir ese “nosotros”.

Es bueno que recordemos que ese “nosotros” tiene ya raíces de doscientos y pico de años y no somos el producto de Lord Ponsomby y de una Convención, sino que somos la fragua madurada en mil y un sacrificio anónimo. Que hay muchos soldados de los cuales ni conservamos el nombre: cuántos Verdún que se han perdido, cuántos Montenegros que se han perdido; cuántos gauchos matreros que se han olvidado.

Y, bien, pero nunca está terminada la Patria porque la Patria antes que nada es un deber y es un compromiso.

Pero, apenas me quiero detener en una frase muy recordada en estos días y muy difícil de aplicar en nuestra historia, aún hoy: “Piedad para los vencidos”.

Algo de vanguardia no solo en el contexto de su época, sino a lo largo de casi cien años de una historia púrpura; mil veces no pudimos respetar y aún hoy es una interrogante.

Porque, compatriotas, los griegos pintaban de que el amor era ciego. No solo el amor es ciego, el odio también es ciego. Y el odio hay que sujetarlo adentro de nuestras achuras, porque el odio apenas sirve para la barbarie.

Y quisiera que en los próximos 200 años, cuando se festejen, vivamos en un continente donde las armas y los ejércitos sean una cuestión de arqueología.

Porque el hombre puede salir de su barbarie, puede salir de su civilización depredadora y patrimonial, y entender que los hombres pueden y deben convivir y negociar sus diferencias por otros caminos. Pero sé que eso que es una quimera, y sueño que debemos de perseguir no está alcance de nuestro hoy, pero lo mínimo que es de nuestro hoy en homenaje a la Patria, es no trasladarle a las generaciones que vienen las frustraciones de la nuestra. Y lo digo como viejo que se puso un arma al cinto.

Me parece que es muy lógico que en un día de Patria, cada generación cargue con la suya y cada cual cargue con su mochila.

Sabemos que hay dolores ocultos, sabemos que hay viejas que lloran por los huesos de sus hijos. Que hay mucho dolor, que hay mucha injusticia. Pero no podemos trasladarle a las nuevas generaciones de militares las frustraciones de la nuestra, porque necesitamos un país convivible, un país que antes que nada y por encima de sus diferencias tenga el coraje de poner adelante el “nosotros”.

Y pienso, el mayor legado Artiguista se da en ese gesto, que por lo menos dos veces podemos registrar en su historia, cuando dice “Yo no soy verdugo de Buenos Aires” cuando buscando para congraciarse, le traen un conjunto de enemigos presos y desprecia ese recurso, al mismo tiempo que cuando vence en Las Piedras inscribe: “piedad para los vencidos”. Sencillamente.

Entonces, en este día de Patria,  un compromiso: nos queda mucho, mucho, mucho; tenemos deuda con mucha gente. Con mucha gente que ha quedado marginada de nuestro acontecer. Nos queda mucho trabajo con las escuelas, mucho trabajo con la enseñanza. Cultivar una tolerancia superior entre nosotros. Entender que el “artiguismo” es una filosofía, una manera de pararse frente a la vida.

Que más importante que el caudillo militar fue ese viejo que se enterró en la selva paraguaya, no se fue al exilio lejano, y pasó 30 años de agricultor en humildad, con la dureza verdadera de los hombres comprometidos, habiéndolo podido tener todo al alcance de sus manos, en una definición clara, terminante y coherente en el trazo de toda una vida.

Compatriotas, el Artigas de bronce es nada al lado del Artigas del compromiso, que tenemos con la deuda enorme por delante de un programa que nos alumbra hasta hoy.

Por eso, en nombre del gobierno mi agradecimiento al pueblo de Las Piedras, en primer término; a Canelones, a todos mis compatriotas.

Creo que es un deber de reflexión. Hay que cerrar los ojos en la noche y en la soledad y pensar la carencia de medios de aquella época, y recordar, tratar de imaginar lo que fue la “redota”.

Y eso para cuando tenemos dificultades económicas, cuando tenemos dificultades sociales, cuando nos parece que el mundo se viene abajo, y mirar atrás lo que hicieron con tan poca cosa nuestros antepasados y darnos cuenta que los hombre para vivir necesitan la grey. La grey para nosotros es la Nación, la construcción de la Nación que nos proyecta en el mundo.

Que tenemos que mirar nuestro pasado para encontrar la mirada de compromiso con el porvenir.

En definitiva, no hay superación con odio. La única superación posible es siendo mejores jueces con nosotros mismos y un poco más indulgentes con los demás.

Gracias.        

   
 
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