Bicentenario Batalla de Las Piedras
"No podemos trasladar nuestras
frustraciones a las nuevas generaciones de militares"
El primer mandatario llamó a los
uruguayos a mirar en nuestro pasado para encontrar la
mirada de compromiso con el porvenir. No hay superación
con odio, aseveró. Agregó que la única superación
posible es ser mejores jueces con nosotros mismos y un poco
más indulgentes con los demás. En tal sentido, se
refirió a la necesaria convivencia y tolerancia en el
país, por encima de las diferencias, donde prevalezca el
nosotros.
En el marco de la conmemoración
del bicentenario de la Batalla de Las Piedras que tuvo
lugar el 18 de mayo de 1811 en la ciudad homónima, el
presidente de la República, José Mujica, fue el orador
central al pie del monumento de José Artigas. La fecha
coincide, además, con los 200 años del Ejército
Nacional.
El mandatario llamó a rendir
el mayor homenaje a quienes fundaron la Patria con
sacrificio y que demandó el sueño de generaciones de
negros, zambos, gauchos, mulatos y algunos tan anónimos
que ni el nombre pudo apuntarse los que, como pudieron,
comenzaron a construir el nosotros.
En un pasaje de un emotivo y
vibrante discurso, el presidente Mujica confió en que, en
los próximos 200 años, vivamos en un continente donde las
armas y los ejércitos sean una cuestión de la arqueología.
“El hombre puede salir de su barbarie, de su civilización
depredadora y entender que los hombres pueden y deben vivir
y negociar sus diferencias por otros caminos”, aseveró.
Llamó a “no trasladarle a
las generaciones que vienen las frustraciones de la nuestra
y lo digo como viejo que se puso un arma al cinto”, lo
que provocó los espontáneos aplausos de la nutrida
concurrencia.
Entre los asistentes, se
encontraban, además de pobladores locales y militares,
autoridades de ese y otros departamentos, integrantes de
los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, ex
presidentes de la República, jerarcas de las tres ramas de
la Fuerzas Armadas, autoridades eclesiásticas e
integrantes del cuerpo diplomático.
“Me parece muy lógico que
en un día de Patria cada generación cargue con su
frustración y cada cual con su mochila”, añadió.
“Sabemos que hay dolores ocultos, viejas que lloran por
los huesos de sus hijos, mucho dolor e injusticia, pero no
podemos trasladarles a las nuevas generaciones de militares
nuestras frustraciones. Necesitamos un país convivible,
que por encima de sus diferencias tenga el coraje de poner
adelante el nosotros”.
Compromiso con el porvenir
El mandatario dijo reconocer
que “nos queda mucho trabajo con las escuelas, con la
enseñanza, (donde) cultivar una tolerancia superior entre
nosotros. Entender que el Artiguismo es una filosofía, una
manera de pararse frente a la vida”.
En referencia al Jefe de los
Orientales, el presidente Mujica sostuvo que más
importante que el caudillo militar fue ese viejo que se
enterró en la selva paraguaya. No se fue al exilio lejano,
pasó treinta años de agricultor, en humildad, con la
dureza verdadera de los hombres comprometidos pudiendo
tenerlo todo al alcance de sus manos.
En ese sentido, sentenció
que “el Artigas de bronce es nada al lado del compromiso
y la deuda enorme de un programa que nos alumbra hasta
hoy”.
Sobre
el final de su alocución, el mandatario afirmó con tono
conciliador que “tenemos que mirar nuestro pasado para
encontrar la mirada de compromiso con el porvenir, y que,
en definitiva, no hay superación con odio. La única
superación posible es ser mejores jueces con nosotros
mismos y un poco más indulgentes con los demás”.
Palabras del
Presidente de la República, José Mujica Cordano, durante
los actos conmemorativos por el Bicentenario de la
batalla de Las Piedras y el nacimiento del Ejército
Nacional, el 18 de mayo de 2011, en la ciudad de Las
Piedras, departamento de Canelones.
Amigos, todos; autoridades de cualquier jerarquía;
visitantes de mi Patria Grande latinoamericana; amigos
extranjeros: Este es un día especial; es un día
especial porque hay muchos anónimos. Porque el principal
saludo es con y de nuestro pueblo al cual pertenecemos y
al cual, en definitiva, tenemos que rendir el mayor
homenaje porque la Patria la fundaron otros. La fundó el
sacrificio y el sueño de generaciones que se fueron; de
negros,
zambos, gauchos, mulatos y algunos tan anónimos que ni
el nombre pudo apuntarse. Y que como pudieron empezaron
a crea esa realidad y a construir ese “nosotros”.
Es bueno que recordemos
que ese “nosotros” tiene ya raíces de doscientos y pico
de años y no somos el producto de Lord Ponsomby y de una
Convención, sino que somos la fragua madurada en mil y
un sacrificio anónimo. Que hay muchos soldados de los
cuales ni conservamos el nombre: cuántos Verdún que se
han perdido, cuántos Montenegros que se han perdido;
cuántos gauchos matreros que se han olvidado.
Y, bien, pero nunca está
terminada la Patria porque la Patria antes que nada es
un deber y es un compromiso.
Pero, apenas me quiero
detener en una frase muy recordada en estos días y muy
difícil de aplicar en nuestra historia, aún hoy: “Piedad
para los vencidos”.
Algo de vanguardia no
solo en el contexto de su época, sino a lo largo de casi
cien años de una historia púrpura; mil veces no pudimos
respetar y aún hoy es una interrogante.
Porque, compatriotas, los
griegos pintaban de que el amor era ciego. No solo el
amor es ciego, el odio también es ciego. Y el odio hay
que sujetarlo adentro de nuestras achuras, porque el
odio apenas sirve para la barbarie.
Y quisiera que en los
próximos 200 años, cuando se festejen, vivamos en un
continente donde las armas y los ejércitos sean una
cuestión de arqueología.
Porque el hombre puede
salir de su barbarie, puede salir de su civilización
depredadora y patrimonial, y entender que los hombres
pueden y deben convivir y negociar sus diferencias por
otros caminos. Pero sé que eso que es una quimera, y
sueño que debemos de perseguir no está alcance de
nuestro hoy, pero lo mínimo que es de nuestro hoy en
homenaje a la Patria, es no trasladarle a las
generaciones que vienen las frustraciones de la nuestra.
Y lo digo como viejo que se puso un arma al cinto.
Me parece que es muy
lógico que en un día de Patria, cada generación cargue
con la suya y cada cual cargue con su mochila.
Sabemos que hay dolores
ocultos, sabemos que hay viejas que lloran por los
huesos de sus hijos. Que hay mucho dolor, que hay mucha
injusticia. Pero no podemos trasladarle a las nuevas
generaciones de militares las frustraciones de la
nuestra, porque necesitamos un país convivible, un país
que antes que nada y por encima de sus diferencias tenga
el coraje de poner adelante el “nosotros”.
Y pienso, el mayor legado
Artiguista se da en ese gesto, que por lo menos dos
veces podemos registrar en su historia, cuando dice “Yo
no soy verdugo de Buenos Aires” cuando buscando para
congraciarse, le traen un conjunto de enemigos presos y
desprecia ese recurso, al mismo tiempo que cuando vence
en Las Piedras inscribe: “piedad para los vencidos”.
Sencillamente.
Entonces, en este día de
Patria, un compromiso: nos queda mucho, mucho, mucho;
tenemos deuda con mucha gente. Con mucha gente que ha
quedado marginada de nuestro acontecer. Nos queda mucho
trabajo con las escuelas, mucho trabajo con la
enseñanza. Cultivar una tolerancia superior entre
nosotros. Entender que el “artiguismo” es una filosofía,
una manera de pararse frente a la vida.
Que más importante que el
caudillo militar fue ese viejo que se enterró en la
selva paraguaya, no se fue al exilio lejano, y pasó 30
años de agricultor en humildad, con la dureza verdadera
de los hombres comprometidos, habiéndolo podido tener
todo al alcance de sus manos, en una definición clara,
terminante y coherente en el trazo de toda una vida.
Compatriotas, el Artigas
de bronce es nada al lado del Artigas del compromiso,
que tenemos con la deuda enorme por delante de un
programa que nos alumbra hasta hoy.
Por eso, en nombre del
gobierno mi agradecimiento al pueblo de Las Piedras, en
primer término; a Canelones, a todos mis compatriotas.
Creo que es un deber de
reflexión. Hay que cerrar los ojos en la noche y en la
soledad y pensar la carencia de medios de aquella época,
y recordar, tratar de imaginar lo que fue la “redota”.
Y eso para cuando tenemos
dificultades económicas, cuando tenemos dificultades
sociales, cuando nos parece que el mundo se viene abajo,
y mirar atrás lo que hicieron con tan poca cosa nuestros
antepasados y darnos cuenta que los hombre para vivir
necesitan la grey. La grey para nosotros es la Nación,
la construcción de la Nación que nos proyecta en el
mundo.
Que tenemos que mirar
nuestro pasado para encontrar la mirada de compromiso
con el porvenir.
En definitiva, no hay
superación con odio. La única superación posible es
siendo mejores jueces con nosotros mismos y un poco más
indulgentes con los demás.
Gracias. |