Audición y desgrabación del Presidente
de la República, José Mujica, en M24 correspondiente al 16
de junio de 2011
PRESIDENTE MUJICA: Es un gusto, amigos,
el poderlos saludar por este espacio. Y para ser claros,
sintéticos, de temas que en estos días se han planteado,
digamos que tenemos la tentativa de pedir una contribución
a unas 5.000.000 de hectáreas de tierra, el 35%
aproximadamente, que se expresa en unas 1.100 empresas,
1.150 empresas, probablemente, que hace diez años, esa
tierra –globalmente medida y promediada- podía valer unos
4.000 millones de dólares y diez años después tiene un
valor promedio de 16.000 millones de dólares. Es decir,
saltó de 4.000 millones de dólares a 16.000 millones de
dólares.
En una valoración de una década, fruto
de diversas circunstancias. Pero esa valoración no tiene
que ver con el trabajo encima de la tierra del hombre, sino
que es una capitalización positiva y favorable para el
país, para su gente, pero muchísimo más positivo para esos
pocos sectores que tienen una altísima concentración en
cuanto a cantidad de hectáreas de tierra. Y es a esos
hombros muy fuertes a los que les tenemos que pedir una
colaboración y no queremos pedírsela al resto, porque
pensamos que estos sectores pueden, porque han recibido un
beneficio gigantesco.
Desarrollemos el concepto. A mayor
concentración de la tierra, mayor beneficio si ésta sube de
valor por la unidad. Llevamos unos cuantos años que,
ininterrumpidamente, el valor de la tierra sube. Y yo he
hablado del promedio de los últimos diez años y a partir de
analizar las declaraciones de ventas de tierras que están
en Colonización -que hay que hacerlas por ley-, a partir de
las declaraciones juradas hechas en DICOSE, a partir de los
trabajos publicados por la DIEA, es decir, las fuentes
están allí y los datos son -en términos generales-
incontrovertibles porque, naturalmente, como en todo
promedio puede haber un poquito más, un poquito menos. No
cambia la esencia del asunto.
El factor ‘capitalización’ de la tierra
suba del valor del suelo, que recorre toda nuestra historia
nacional pero tiene períodos más fuertes como éste; y ha
tenido sus tres o cuatro períodos de baja, muy
coyunturales, unido en general a las crisis mundiales, es
un factor clave para entender la historia nacional.
La muy criticada ganadería extensiva, en
realidad fue una adaptación a los vaivenes del mercado
mundial, porque la historia económica demostró a quienes
trabajaban que cuando los precios internacionales caían, la
manera de resistir era tener un bajo presupuesto. Y el país
se fue adaptando y no fue una cuestión de maldad o de
bondad, fue –en nuestra humilde visión- la historia de un
país pequeño, tomador de precios, que en sus vaivenes se
adapta a lo que viene de afuera, la imposición de precios.
Muy largamente en el Uruguay se aprendió
que más valía invertir en tierra que invertir arriba de la
tierra para que produjera más. Y esto fue, probablemente,
una larga etapa de nuestra historia. Hoy una serie de
factores están haciendo cambiar esto, pero la regla del
progreso social general del país que incide y hace subir el
valor de la tierra es ineludible e inexorable, aunque puede
tener momentos de altibajo.
Como la tierra es un bien finito porque
no hay fábrica de tierra, sencillamente la mayor presión
sobre ella vista como bien de capital o como mercadería, o
vista como bien de atesoramiento porque cumple todos esos
papeles. Naturalmente el precio de la tierra tiende a subir
en términos de valor, que es lo que importa. Y se puede
tener –y muy honradamente- gente que tiene esa visión, pero
el punto de vista impositivo lo único que hay que gravar es
la renta y que a mayor renta mayor contribución. Pero es
que la explotación de la tierra, sobre todo en gran escala,
las grandes posesiones de tierra, tienen un elemento que no
se contabiliza y es la suba de valor. Yo se que cada
ejercicio que cierra no significa que haya un aumento en la
caja por esa capitalización, pero en el transcurso de los
años esa capitalización en algún momento se recoge y se
realiza, porque se vende, porque se hereda. En el caso en
que se herede, quienes descienden de los propietarios no la
heredan necesariamente quienes trabajaron, porque así es el
derecho de propiedad. Por lo tanto, nosotros encontramos
que es válido que si hay una multiplicación constante del
valor de ese patrimonio, no hijo del trabajo o del
esfuerzo, sino que es hijo de la evolución de toda la
sociedad, se pueda percibir una pequeña parte para hacer
frente a necesidades objetivas de esa sociedad. A esto es
lo que algunos economistas llaman “gravar la renta de la
tierra” o si se quiere “la capitalización”.
¿Alguien podrá negar en este país que el
precio de la tierra en los últimos diez años explotó y se
multiplicó por tres, por cuatro? ¿Es discutible eso? Pueden
ser discutibles otras cosas pero creo que ese hecho no es
discutible, y ese beneficio en gran escala lo han recogido
quienes son poseedores de grande superficies. A la hora de
pedir un esfuerzo, por razones de infraestructura, nos
parece, como dato de la realidad, que son estos hombros
fuertes los que tienen que tener una contribución con una
necesidad general de nuestra sociedad. Y está muy bien que
nos pidan mecanismos de control y hasta que pidan y exijan
intervenir en cómo y en qué se gasta. Eso me parece
humanamente bien.
Hay otra tesis a la que apuntaría la
recaudación, es decir se apunte más a los agentes, se
disminuya si se quiere por una parte y se aumente la
cantidad. Estamos recogiendo una propuesta que incluiría
menos gravosidad –si se quiere- que incluiría a 4.000 o
5.000 medianos y grandes productores, donde entraría
obviamente la agricultura, la lechería, aparte de la
ganadería, el arroz. Nosotros lo hemos dicho con claridad,
hay una clase media rural fuerte y otra no tan fuerte,
porque hay niveles dentro de la clase media. No queremos
afectar la eventual rentabilidad de los que arriesgan más.
Más bien creemos que deben de pagar los que atesoran más,
que no es lo mismo, los que tienen producción más
intensiva, los que logran mayor cantidad de valor por
hectárea indirectamente benefician al país y a la sociedad
toda, y corren naturalmente más riesgos. En este país se ha
difundido mucho lo que ganaron los sojeros y no son pocos
los plantadores de soja de la última temporada que
apretados por la sequía plantaron muy tarde la soja de
segunda y prácticamente no cosecharon nada por correr el
riesgo de jugar fuera de calendario porque la sequía
continuó un tiempo más.
Entonces, no creemos que quienes
trabajan y arriesgan más deban de sufrir mayor presión
tributaria. Porque es cierto que a veces recogen márgenes
grandes por hectárea pero no menos cierto es que está mucho
más expuesto a los factores de la naturaleza y a los
vaivenes del mercado internacional. En cambio, aquellas
unidades que atesoran muchísimo en tierra tienen una
espalda muy ancha y un peso social enorme, tienen un peso
de garantía indirectamente enorme en nuestra sociedad.
Pero, fundamentalmente a la larga, en el fuego de los años,
reciben un beneficio fenomenal, sencillamente por el
aumento que va acumulando el valor tierra sucesivamente.
Es inútil, sé que esta discusión hay
mucha gente que la resiste. Todos los argumentos que hemos
recibido en contra, solamente hay uno que nos parece que
tiene su importancia y es que en algunos aspectos pueda
afectar al sector criador, ganadero, que maneja grandes
extensiones.
Por la importancia que tiene la cría
ganadera hay que quitar el impuesto a los semovientes y si
se quiere cubrir ese impuesto de otra manera para que las
intendencias no tengan pérdidas. Tal vez eso,
inevitablemente, hay que hacerles una vieja reivindicación
que debemos entender.
Un animal en este país se suele vender a
dos veces y media, en términos promedio, de ternero a
novillito, de novillito a las operaciones de recría hasta
la invernada. Cada vez que se vende, que se cambia de
dueño, la empresa que lo compra paga un impuesto que va a
las arcas de las intendencias. La suma de esos valores
equivale a unos US$ 18 millones, en todo el país, y
encuentro razonable que como medida de ayuda a la ganadería
se tenga en cuenta.
Lo que no podemos acompañar es un
sector, y no me refiero a la clase media rural, ni mucho
menos a la agricultura familiar, en este país donde pueden
haber unas 47.000 empresas rurales, nosotros estamos
hablando de gravar a 1.200, como mucho. Sí que son grandes
poseedoras de tierra; tienen el 35% del suelo nacional.
Creemos que esta mayor tributación se le debe pedir a los
más poderosos y que se debe invertir, precisamente, en las
obras de infraestructura vecinal, en los caminos laterales
de nuestra campaña.
Con ello, en definitiva hay que
contribuir a no gravar a otros sectores que son importantes
en la economía pero que no tienen los hombros que tienen
estos sectores que, a la larga, se van a beneficiar porque
cuanto más se mejoren los caminos, más valor indirectamente
va asomando la propiedad del suelo. Esto lo tiene que
entender la mayoría del país y creo que es un tema que vale
la pena que se discuta a nivel general del país, con la
menor pasión posible. No aceptamos el argumento que es un
cambio en las reglas de juego, no.
La concentración de la tierra de los
últimos veinte años es un hecho tangible y palpable. Fue
creciendo y por lo tanto la concentración del ingreso de lo
que produce la tierra, más la capitalización, también ha
sido concentrada. ¿Es un defecto el pedir no concentrar
tanto? Mantengamos una distribución, y no estoy hablando de
la extranjerización. En un país en donde somos todos
descendientes de inmigrantes y, fundamentalmente, no me
duelen los extranjeros que se afincan en el país, de
ninguna manera. Pero también convengamos que hay tendencias
especulativas sobre la tierra. Si la hay sobre los granos,
sobre el petróleo, etcétera, también la hay sobre la
tierra. En tiempos de inseguridad de la moneda hay una
tendencia a afincar valor en tierra, para protegerse de la
tendencia a la devaluación mundial de las monedas de uso.
Este factor especulativo también está
influyendo en los valores de la tierra y está presionando y
tiende a desatar y a castigar a los sectores medios, a
castigar a los arrendatarios y a imponer costos por el
valor del capital tierra enormes, a todo el aparato
productivo, fundamentalmente arrendatarios, que se mueven
en estas cosas. Todos estos factores están jugando en
nuestra economía.
Ahora bien, hoy nos tenemos que
sorprender que se dice dolores del crecimiento. Al parecer,
cuando crecemos nos quejamos y, obviamente, cuando no
crecemos también nos quejamos. Al parecer como al país le
va bien nos quejamos por las dudas. Porque se puede desatar
inflación, porque hay que tomar medidas antiinflacionarias
y, entonces, el que estemos bien pasa como disimulado
porque, estando bien, estamos mal. Al parecer, según el
sistema informativo nos está anunciando.
Así las cosas tienen presentación. Y una
de las cosas que más nos ha sorprendido es que no existe un
solo medio de información, de divulgación importante, que
difunda este fenómeno de la capitalización de la tierra,
más allá de la coyuntura y más allá de este episodio. Si no
como factor conceptual, que es una de las claves que tiene
la historia económica del Uruguay.
Ese factor de la capitalización, que ha
hecho decir a algunos autores que la gran ganadería
extensiva, durante muchas décadas pasadas, no hoy, fue en
el fondo una actividad inmobiliaria, con una baja
rentabilidad en lo productivo inmediato, pero con una
altísima capitalización en el largo plazo. Y esto ha sido
el secreto que mantuvo vigente la tendencia a la
concentración de la tierra en la historia de nuestro país.
No logramos ser un país de clase media,
como Nueva Zelanda, de distribución media de la tierra y
por lo tanto, de distribución media del ingreso que ella
produce. La historia que tenemos es ésta. Parece increíble
que esta discusión salte con una virulencia inusitada,
cuando apenas planteamos que quienes atesoran el 35% del
suelo nacional paguen un poquito más para no gravar al
resto y, con ello, poder mejorar la infraestructura de la
caminería rural.
Son paradojas que tiene nuestra historia
económica. Y téngase presente que, grandes y chicos, el
impuesto al patrimonio prácticamente no existe para las
propiedades rurales. Y téngase presente que, incluso
impuestos sociales de carácter trascendente como lo que
pagamos para mantener las escuelas, no corre en el área
rural por diversas razones. Razones tal vez en su momento
muy justificadas. Hoy habría que verlo. Pero frente a estas
sin razones, nadie abre la boca. |