El Presidente Mujica ya lo ha
expresado en alguna ocasión: pocas cosas nos
convocan con tanto ímpetu como el fútbol. Es una expresión
deportiva que consolidó nuestra identidad desde principios
del siglo XX. Identifica los momentos más altos del relato
colectivo con sus éxitos e, incluso, nos invitó al
encuentro entre todos, en medio de etapa sombrías de la
historia uruguaya.
Es natural, entonces, que
tantos compatriotas, tanto aquí como en la diáspora, se
encuentren alrededor de 23 jugadores de fútbol y sus
directores técnicos. Porque aquí y allá afrontamos reclamos
personales, familiares y colectivos, todos los días,
retando lo cotidiano con el compromiso fraterno y mucho
arrojo ante la adversidad. Ello con un paso austero que
nunca ha encarado los desafíos con soberbia y, a su vez,
que jamás se reconoció como hijo del miedo.
¡Y qué claro se plasmó en cada
partido de fútbol! con una selección de nuestros jóvenes
como protagonistas, escribiendo una actuación que nos abrió
el paso hacia el podio del certamen más importante del
fútbol global: la Copa del Mundo FIFA.
Uruguay es una penillanura
habitada por tres millones de habitantes y posee el estatus
internacional de un país con ingresos medios. Ante los ojos
del mundo, por acá nunca ocurre gran cosa. Pero, como en
aquellos años dorados del fútbol, hoy en día estamos en
boca de todos. El mundo reconoce el tesón uruguayo, que
nosotros identificamos como el eco de nuestros propios
tiempos.